En esta columna mensual de Valeria Matos, caracterizada por un peculiar estilo de hacer ensayo mezclando literatura e historia del arte, se indaga en una de las obras de Remedios Varo: Mimetismo. Esta pintura es el pretexto de la autora para hablar del trabajo en y desde la casa: “Soy consciente de mi metamorfosis en un espacio propio por derecho, aún compartiéndolo.”
Ad libitum: Mímesis: violeta naciente
En esta columna mensual de Valeria Matos, caracterizada por un peculiar estilo de hacer ensayo mezclando literatura e historia del arte, se indaga en una de las obras de Remedios Varo: Mimetismo. Esta pintura es el pretexto de la autora para hablar del trabajo en y desde la casa: “Soy consciente de mi metamorfosis en un espacio propio por derecho, aún compartiéndolo.”
Texto de Valeria Matos 28/05/20
[…] una habitación abandonada,
dentro de la mesa alguien,
dentro del sillón también,
quizás dentro de la pared…
Remedios Varo
Día treinta y dos, en la madrugada, cuando apenas me preparaba para dormir (manera habitual en quien escribe) una violeta brotó a través del iris: estilos y filamentos nacieron entrelazados al cabello que, mide en mí poco menos que un metro. De pronto, fui color perla, algodón estampado en pétalos, adornos de la funda de edredón de mi cama. Los dedos trataron de estirarse, aunque rígidos. caoba pesada. En un instante me reconocí como la cama entera. En un momento posterior observé desde arriba, cambié a un tono blanco nube, mujer camaleónica en yeso,caí desde las alturas, giré repentinamente, espalda hecha duela, columna vertebral reforzada gracias al concreto. Repté hacia la cocina dejando un pétalo aquí, otro allá. Mujer enredadera articulada con tela de mantel, luego cortina. Limpieza absoluta. Cloro mezclado con agua entra al torrente sanguíneo. Contradicciones entre lo tóxico y la purificación. Cuido a un espacio mío. No estoy presa en ninguna circunstancia. Mi hogar no es la mazmorra que han querido que sea desde hace siglos: un lugar impecable para atender a otros. Mi hogar es el espacio que habito grieta a grieta (esté en donde esté, porque he vivido en sitios varios, incluso en otras tierras). Soy ramas, hojas, letras, nichos, zoclos sin adhesivo suficiente, polvo, azulejo con uniones desgastadas, arte, persianas amarillentas, un pequeño museo vivo. Puertas, ventanas ysuelo que se ensanchan, se contraen mientras respiro, igual mis arterias.
Desde hace muchos años trabajo en casa, pero tenía la costumbre de salir (no diario) para abrazar amores y paisajes distintos. El día cincuenta y tres de encierro absoluto, esquivando estructuras virulentas al azar, cuando mi índice parecía tecla con la letra ka, Natalia (convertida en espejo con marco de hoja de oro que parpadeaba proyectando destellos) me hizo recordar, en una videollamada, nuestro mimetismo con el entorno y el parecido a una escena. Nos mirábamos ya sin asombro. Más bien nos describíamos una a la otra. Natalia recordó que el nuestro era un caso muy similar al de uno de los personajes que vivieron en los universos de Remedios Varo. La pintora lo describió como lo ha transcrito Janet A. Kaplan en su libro Viajes inesperados. El arte y la vida de Remedios Varo:
“(…) un inquietante caso de mimetismo; esta señora que quedó tanto rato pensativa e inmóvil que se está transformando en sillón, la carne se le ha puesto igual que la tela del sillón y las manos y pies ya son de madera torneada, los muebles se aburren y el sillón le muerde a la mesa, la silla del fondo investiga lo que contiene el cajón, el gato que salió a cazar sufre susto y asombro al regreso cuando ve la transformación.”
La diferencia entre nosotras y la señora-sillón es que nosotras no estamos abandonadas. Nos rescatamos desde lo profundo, fortaleza clavada en el ventrículo cardiaco izquierdo. Somos productivas trasmutadas o no, en movimiento o no, solas o no. Sinceramente, a últimas fechas, hago un mayor esfuerzo para sentir el aire porque, retomar imágenes, además de experimentar sensaciones gracias al afuera, ayuda a alimentar las cepas de índole imaginario. Se puede activar el proceso creativo por otras vías. Mi condición es continuar con la pauta de una mente libre gracias a ideas filosas, golpes certeros contra la cerrazón y el control milenario.
Soy consciente de mi metamorfosis en un espacio propio por derecho, aún compartiéndolo. Mi mente es dinámica, con propiedades curiosas de plasticidad. En cambio, volviendo a Kaplan, Varo hizo referencia con dicha imagen al miedo que le producía la idea de la parálisis, consecuencia de la apatía, de la pasividad femenina (forzada, me parece, por la sociedad en aquella década de los sesenta, herencia de siglos anteriores, la cual en pleno siglo XXI nos sacudimos decididas).
En una superficie de 48 x 50 cm los muebles aparecen animados. Podría escuchar el choque de puertas, rechinidos de fierro contra el suelo. La protagonista de la obra (ojos almendra, rostro de corazón, cabellos champagne de configuración ovalada con dirección del cielo) es muy Remedios representándose a sí misma trastocada por la fantasía. Como de costumbre, no responde y mira hacia algún lugar invisible ya convertida en poltrona (lo delatan un par de pies cambiados a patas diminutas y manos mutadas en descansabrazos).
En general, las obras de las artistas adscritas al surrealismo van más allá de las fuerzas místicas, los sueños, la magia, los símbolos, lo oculto, la alquimia, el misterio. Usan lo anterior para plantear esos mundos suyos atravesados por la experiencia de ser mujeres, de lo que ello implica en un momento y en una sociedad únicos. Así, Varo no pintó imágenes de mujer arquetípica, tampoco tomó los estereotipos femeninos como objeto del deseo, dormido, esperando ser auscultado o, como escribió Juncal Caballero, “descifrado por los varones”. Lo anterior me recuerda a aquella figura femenina emblemática, desnuda y con ojos cerrados, creada en 1929 por René Magritte: No veo a (la mujer) escondida en el bosque está rodeada por Breton, Buñuel, Éluard, Ernst, Dalí y otros famosos de la vanguardia. En parte, el psicoanálisis abrió la puerta a las mujeres para cuestionarse, para representarse a sí mismas en un mundo gobernado por y para los hombres. Nadie debía decodificarlas, excepto ellas mismas. Ellas como sujetos creadores inmersas en cuerpos y mentes propias. Como dijo Meret Oppenheim: “La libertad no se regala a nadie, se conquista”.
Varo no imaginó a un ente ajeno, no pintó a la mujer con la cabellera de fuego, de boca escarapela y ramo de estrellas ideada por Breton. Varo diseccionó quien fue desde todos los ángulos internos, externos, siderales, terrestres, aéreos, oníricos, imaginarios, humorísticos. Varo en periplo constante, exiliada de guerra, metáfora biográfica, símbolo de un yo inacabado.
Lo que más temo es cuando mi angustia sufre una transfiguración: la de el exlibris creado por Julio Ruelas en 1905 para Jesús E. Luján, un hombre viejo frente a su escritorio con la muerte detrás. Por lo tanto, la mente cobra voluntad propia y es la misma muerte cerrándome los ojos a mano alzada. Son las cinco de la mañana. Una violeta abierta cae a manera de párpado. Dormir. La esperanza: la fase REM. EP