Ensayo breve
¿Quiere tocarlo? No. Está nervioso, cansado de forcejear, pero nervioso. Color perla, sin el típico salto en prado, ojos abiertos. Descansa sobrepuesto en una charola, oscura galaxia, entre flores rosas y rojas y marfil. La expresión de la pureza en posición de sacrificio: corderito vencido, cría que dejó de mamar, pronto se quedará sin vida. Mientras tanto: patitas amarradas.
El título de la pintura es Cordero pascual. Símbolo de Cristo asesinado en muestra de redención, dicen. El fin: un ritual. La carne en boca, lengua tocante de restos minúsculos de sangre; bien sazonado se reconocen especias y sal de mar humedecida con vino. Alguna vez las entrañas también fueron devoradas.
Lo inusual está lejos de hablar sobre lo violento de la carne. Lo inusual se acerca a una memoria oscura de mujeres creadoras pertenecientes a otros siglos. 1670, año cuando este cordero fue pintado por la maestra sevillana Josefa de Óbidos. El tema pictórico era recurrente en la época, Zurbarán tiene el suyo, aunque nada florido, mucho gris, un poco más grande, ocho meses quizás.
El estilo barroco de Josefa ha sido calificado como “inocente” (escenas de cocina, por ejemplo)… Un corderito amarrado a punto de ser aniquilado, ¿es inocente?… La inocencia encubre el sadismo cultural y se hace una misma con la estética.
Hablo desde mi tiempo, ¿de qué otra manera se puede emitir palabra? Belleza siniestra (bien vale la pena el adjetivo). No respire con tanto ímpetu, los pétalos decorativos podrían caer al suelo. ¿Quiere comerlo?