Nos conocimos en Ecatepec en una calle en medio de nada. Me viste y me enseñaste los dientes. Te acercaste con miedo, pero ya no te separaste de mi lado. El veterinario dijo que tenías dos meses y que podías morir: tenías la panza llena de gusanos y la piel hecha pedazos. Luego volvió a crecer tu pelo, negro y brillante, y creciste, y tus patas ya no temblaban, y me acompañaste a sacar copias de la escuela, al mercado, al pan, con mi novia; nos desvelamos haciendo tareas, te comiste mis tareas, pisaste mis dibujos, fuimos a las marchas —mi negrito matapacos—, me viste llorar y crecer. Le chupaste la panza a María cuando estaba embarazada y viste a nuestro hijo nacer, le enseñaste a caminar y a no tener miedo, lo acompañaste a la escuela, te metiste a la escuela. Y ahora ya nada más mueves la cola, y no me dices nada, y no comes nada, y te pido que me digas algo porque yo no sé qué hacer para dejarte ir. Y te abrazo porque en tu pecho pude escuchar el mar hasta que tu corazón se apagó.

De grande quiero ser como tú.
Nos vemos muy pronto, Negrito.

2007-2020

Ya no voy a caminar

Mi pelo ya no va a crecer

No estoy muerto, simplemente estoy durmiendo.

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