Paloma pasajera | Nombrar la catástrofe

¿Cómo habría que llamar al periodo geológico en el que nos encontramos? Agustín B. Ávila Casanueva nos habla del Antropoceno y sus sedimentos.

Texto de 19/03/24

Paloma pasajera | Nombrar la catástrofe

¿Cómo habría que llamar al periodo geológico en el que nos encontramos? Agustín B. Ávila Casanueva nos habla del Antropoceno y sus sedimentos.

Tiempo de lectura: 6 minutos

Los sedimentos son consecuencia del paso del tiempo, un efecto secundario. Son, también, testigos del movimiento: de un movimiento que fue. Movimientos tan intempestivos y extraordinarios como la llegada de un meteorito extintor, que dejó un sedimento de iridio en nuestra corteza. Tan siderales como el último pulso de una estrella, que dejó como firma la película más delgada de hierro 60. Pero también pueden mostrar los trabajos del mar o la paciencia invertida de una estalactita. Fuerzas naturales que nos parecen tan cotidianas como imbatibles. ¿Qué sedimentos hemos firmado nosotros, queridos congéneres?

Uno de mis sedimentos predilectos es la fordita o ágata de Detroit. A inicios del siglo pasado, en la década de los veinte, las fábricas automotrices empezaron a pintar los coches mediante la aplicación manual de un aerosol. Si bien fue una técnica mucho más veloz —una orgullosa aunque tardía añadidura a la producción en serie popularizada por la compañía Ford, de donde toma su nombre este sedimento—, se desperdiciaba un poco de pintura en cada pasada. Poco a poco, una fina capa iba sedimentando. Y, junto con los coches, se iba horneando y endureciendo. Según los estudiosos de la fordita, algunos restos se hornearon más de cien veces. Un número que me parece un tanto conservador, dado que para conseguir una fordita de un poco más de dos centímetros y medio, había que contar con cerca de mil capas de pintura.

Dos piezas de fordita, ya pulidas y trabajadas.
Dos piezas de fordita, ya pulidas y trabajadas. Fotografía tomada de https://www.fordite.com/ 

Los sedimentos de pintura acrílica cuentan, además, la historia de la moda automotriz. Brillantes colores metálicos de los sesenta y setenta, azul y café en los ochenta, negro y rojo en los noventa. La combinación de colores, su dureza y ligereza hicieron de la fordita el deleite del capitalismo disfrazado de joyero, quien fácilmente convirtió la fordita en anillos y aretes, hasta terminar con todos los sedimentos. “Las minas de fordita están secas, obtén la tuya mientras puedas”, anuncia el sitio fordite.com.

Otros sedimentos del capitalismo tienen historias dignas de un Óscar. El 16 de julio de 1945, cerca de Álamo Gordo en Nuevo México, a las 5:29 a.m. se detonó por primera vez una bomba nuclear. El nombre de la prueba fue Trinity, y después de la luz enceguecedora, del calor abrasador, del ruido estruendoso, después de la destrucción, un poco de arena del desierto se convirtió en un vidrio verde enrarecido. El nombre que recibió este sedimento fue justamente trinitita. Pedazos de arena fundida que contienen pequeños residuos de la bomba y que laten con trozos de un corazón de uranio enriquecido.

Piezas de trinitita. Algunas todavía con pedazos de la bomba dentro de ellas.
Piezas de trinitita. Algunas todavía con pedazos de la bomba dentro de ellas. Fotografía de Shaddack.

Pero hay un sedimento que intenta realmente marcar época. El 1º de noviembre de 1952 se probó por primera vez a gran escala una bomba de hidrógeno. La detonación, sucedida en un atolón de las Islas Marshall, fue 450 veces más poderosa que la bomba de Nagasaki. Una parte del plutonio expulsado por esta y otras detonaciones parecidas logró sedimentarse en el lago Crawford en Canadá. Y este sedimento fue elegido por un grupo de geólogos para marcar el inicio de una nueva época: el Antropoceno. Un archivo prístino del impacto humano sobre la Tierra. O al menos esa era la intención.

Los sedimentos del lago Crawford fueron postulados como un clavo dorado —una sección estratotipo y punto de límite global—, una marca que terminara la época geológica anterior del Holoceno y que diera el banderazo de salida del Antropoceno. Pero después de quince años de investigación, la Subcomisión Internacional de Estratigrafía del Cuaternario dió a conocer que con doce votos en contra y cuatro a favor, el Antropoceno, después de todo, no sería oficialmente una nueva época geológica. O al menos no por ahora. Si bien la decisión intenta ser final, el pasado 6 de marzo en un comunicado de prensa firmado por el presidente de la Subcomisión, el geólogo Jan Zalasiewicz, y uno de los vicepresidentes Martin Head, pidieron que se repita la votación, ya que esta fue realizada de manera contraria a como dictan los estatutos de la Subcomisión —incluyendo quiénes eran elegibles para votar—.

Espero que esto no se convierta en el vaivén plutónico protagonizado por la comunidad astronómica internacional, y que la Subcomisión no nos tenga entrando y saliendo de épocas geológicas cual si fuéramos un ave migratoria cruzando fronteras. Dejando atrás importantes decisiones geológicas, creo que vale la pena preguntarse ¿qué hay en un nombre? ¿Cuál es la importancia de nombrar nuestros sedimentos?

“…¿qué hay en un nombre? ¿Cuál es la importancia de nombrar nuestros sedimentos?”

Nos imagino, como sociedad, teniendo la suerte de Bastián Baltasar Bux, con la Emperatriz Infantil parada ahí enfrente de nosotros, pidiéndonos nombrar a la Nada que se está comiendo su reino. Sin embargo, no somos extraños en Fantasía, el reino de la Emperatriz es tan nuestro como la Nada que lo consume. Y antes de nombrarla, debemos entender de dónde viene y qué representa.

El término Capitaloceno considera que la potencia destructiva no proviene de la actividad humana en abstracto, sino de su organización capitalista. El problema del Anthropos —la humanidad encerrada en una raíz griega— del Antropoceno es que homogeniza a todas las sociedades, reduciendo drásticamente la complejidad de un problema que claramente se ve atravesado por cuestiones económicas y políticas. Por problemas de clase y de trabajo. Por las desigualdades que produce el capital.

Ante estas distintas maneras de desedimentar nuestros sedimentos, la profesora de geografía inhumana, Kathryn Yusoff, añade que debemos analizar a la Geología misma como una ciencia blanca con sus sesgos, limitaciones y errores. Yusoff propone una geología insurgente que le haga frente al pasado colonialista y extractivista de esta ciencia y de nuestra sociedad. La profesora insiste en que no es que el mundo se vaya a acabar, sino que hay personas para las que el mundo ya se acabó, pero que al reconocer esto podemos empezar a pensar nuevos futuros, diversos, donde quepa todo mundo. La propuesta da título a su libro: Mil millones de antropocenos negros o ninguno.

Esta hidra geológica ha crecido al menos una cabeza más: el Chthuluceno. Propuesto por Donna Haraway en su libro Seguir con el problema, nombra “un tipo de espaciotiempo para aprender a seguir con el problema de vivir y morir con respons-habilidad en una tierra dañada”. Donde esto, explícitamente implica pensar también con y desde las demás especies que habitan este planeta. Haraway, zoóloga de formación —y clara heredera de Lynn Margulis— nos recuerda que la colaboración es una de las fuerzas evolutivas más fuertes. En la naturaleza mortal de cualquier ser vivo, importarán más las colaboraciones que forje, incluyendo las interespecie, que las narrativas de un triunfo personal y solitario.

Víctor Hugo bien decía que “la ciencia tiene la primera palabra en todo y la última palabra en nada”. La ciencia es, al menos, parcialmente responsable por la creación de todos estos sedimentos, pero no será —por más votaciones oficiales que sucedan— quien los termine nombrando. Tampoco hay que desviarnos del problema, aunque encontremos un término elocuente, de nada servirá si no cambiamos nuestras acciones y visiones a futuro. Pero cuando todo esto decante, sedimente y sea enterrado (sólo para desedimentarse posteriormente por nuestros sucesores), ojalá ellos encuentren el germen del cambio que les permitirá estar y que les dará el derecho de nombrarlo.

Ligas ligables

A continuación, una serie de recomendaciones de material con el que me he encontrado este mes y, aunque no necesariamente tienen que ver con sedimentos o el Antropoceno, sí tienen que ver con el medio ambiente. Tengan, para que se entretengan.

  • Uno de los podcast que más disfruto últimamente es Fugitivas MX, un grupo de periodistas de la península de Yucatán discuten sobre distintos temas de los que andan huyendo. Ahora para cerrar su segunda temporada, anduvieron Huyendo rumbo al #8M.

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