Es fácil asumir que, al nacer, tenemos derechos reconocidos legalmente, pero ¿nos es igual de fácil reconocer cuáles son los de la naturaleza? Lorenzo Rosenzweig, Claudia Luna Fuentes y Alexa Jedda Firmenich nos comparten las razones y los ejemplos de avances legislativos para reconocer estos derechos en distintas partes del mundo.
Es fácil asumir que, al nacer, tenemos derechos reconocidos legalmente, pero ¿nos es igual de fácil reconocer cuáles son los de la naturaleza? Lorenzo Rosenzweig, Claudia Luna Fuentes y Alexa Jedda Firmenich nos comparten las razones y los ejemplos de avances legislativos para reconocer estos derechos en distintas partes del mundo.
Comparte:
Tiempo de lectura: 9minutos
“Yo
soy el río y el río soy yo”, rezaban los maoríes. Y al tiempo que lo hacían abogaban
por el reconocimiento del río Whanganui como una entidad viva. Fue posible, después
de 140 años de lucha, que el parlamento aprobara una ley que combina el saber
jurídico occidental y el misticismo maorí. Así, desde 2017, el río es
reconocido como persona jurídica.[i]
Lorenzo Rosenzweig
Hoy, una niña en Laponia podría estar declarando en la corte nacional, en su papel de guardiana de las tradiciones de su pueblo y de los caribúes en manada que migraban con ellos, para defender los Derechos de la Naturaleza en contra de intereses corporativos y mineros. En el estado de California, comunidades nativas reclaman el libre paso, sin la obstrucción de presas, para las poblaciones de salmón que las nutren y han sido fuente de vida por generaciones. Las organizaciones conservacionistas activas en el norte de México luchan por derribar, en sitios clave, el muro fronterizo que impide el paso y afecta la supervivencia de especies migratorias emblemáticas como bisontes, osos negros y berrendos a lo largo de la frontera con los Estados Unidos de Norteamérica.[ii]
Estos son algunos de los ejemplos de un movimiento global que aboga por el reconocimiento legal de los Derechos de la Naturaleza. La crisis climática y la pérdida de biodiversidad que afectan al planeta, son el siguiente cisne negro, un evento disruptivo de proporciones inimaginables.
“La crisis climática y la pérdida de biodiversidad que afectan al planeta, son el siguiente cisne negro, un evento disruptivo de proporciones inimaginables.”
Las voces de la naturaleza hablan fuerte y
claro. Quienes entendemos este lenguaje, buscamos vías que permitan escucharlas
para detener la degradación acelerada de los cuerpos de donde emergen estos
clamores: los ecosistemas que sostienen la economía de más de 200 países.
Lorenzo Rosenzweig
El canto de las ballenas jorobadas, que no
saben de fronteras mientras avanzan en el Océano Pacífico; el llamado de las
águilas, emblemas de México, Estados Unidos y muchos otros países, el susurro
de bosques, selvas y remanentes de pradera en todo el planeta, aparecen poco a
poco en los ministerios y las cortes de justicia, clamando por sus derechos que,
vistos con inteligencia integradora, también son los nuestros.
En 2001, una nueva generación de guardianes
de la tierra, liderados por Thomas Berry, hizo visibles los derechos de otras
formas de vida, al dar a luz el término “Jurisprudencia de la Tierra”o “Jurisprudencia de la Naturaleza”.
Para entender el potencial de esta
visionaria herramienta legal, podemos reflexionar en tres preguntas: ¿Por qué
otorgar “Derechos” a la naturaleza y cómo éstos son equiparables a los Derechos
Humanos?, ¿cómo podríamos alinear los Derechos Humanos con toda la vida en el
planeta y evolucionar a una civilización congruente con su entorno natural?, ¿cuál
sería el proceso idóneo para que los Derechos de la Naturaleza sean adoptados
de manera global?
Hacerlo nos llevará a reconocer que, al igual que los Derechos Humanos, que se aplican a las personas por el sólo hecho de nacer y habitar el planeta, en la misma forma, a la Naturaleza se le aplican estas consideraciones filosóficas.
“Al igual que los Derechos Humanos, que se aplican a las personas por el sólo hecho de nacer y habitar el planeta, en la misma forma, a la Naturaleza se le aplican estas consideraciones filosóficas.”
Amparados en los Derechos Humanos que hacen
posible la diversidad de personas y, con ellas, universos en sus concepciones,
es deseable ahondar en cosmogonías nativas, como lo hiciera Thomas Berry.
Conocer sobre conceptos como el animismo,
el aprendizaje vivencial y la interdependencia que rige a todas las formas de
vida entre ellas y con elementos como el agua, el suelo y la atmósfera, abriría
la mente a otras formas de comprensión del mundo ya que, éstas y otras
concepciones, se sumaron para alimentar el nacimiento del concepto integrador
de Derechos de la Naturaleza.
Lorenzo Rosenzweig
Nuestras leyes, derechos humanos y derechos corporativos
Las leyes antropocéntricas, útiles para el
actual modelo civilizatorio, han evolucionado a través de los siglos para
proteger no solamente a las personas, sino también a una serie
de entidades inanimadas como corporaciones empresariales, reinos, fideicomisos,
alianzas, municipalidades, universidades, sistemas ferroviarios, iglesias y tierras públicas, por mencionar unas cuantas; todas
ellas representadas por personas como custodios o apoderados ante tribunales y
cortes, para así defender sus intereses y sus derechos. Sin embargo, son raras
las ocasiones en las que otras formas de vida, como especies o los ecosistemas
en que éstas viven, cuentan con derechos y representación ya que son
consideradas, las más de las veces, una forma de “propiedades” para los seres humanos,
que son usadas, abusadas, vendidas y procesadas.
Nuestras leyes son la
expresión práctica de las aspiraciones de la sociedad y, como tales, están en
constante evolución y proceso de cambio. Hasta hace poco, la mujer no tenía los
mismos derechos que el hombre, la mano de obra infantil no estaba prohibida y
no había tal cosa como la Declaración Universal de los Derechos Humanos,
redactada apenas en 1948. Si esto cambió, es fácil imaginar que los Derechos de la Naturaleza están en
puerta para ser adoptados globalmente.
Afortunadamente, hay señales
promisorias y avances ejemplares en el mundo. Desde 2008, Ecuador es el primer
país en reconocer la personalidad jurídica de la Naturaleza en su Constitución.
En el mismo año, el río Atrato, en Colombia, pudo ser protegido ya que fue
reconocido como un sujeto de derechos. México, por su parte, en 2018 incorporó
el concepto de caudal ecológico, instrumento de gestión que establece la
calidad, cantidad y régimen de flujo de agua requerida para mantener la
funcionalidad y resiliencia de los ecosistemas acuáticos.
Lorenzo Rosenzweig
Países como Bolivia, Bangladesh, Canadá y Colombia también han incorporado el concepto de Derechos de la Naturaleza en sus legislaciones y ordenanzas municipales. En esta liga hay una lista completa actualizada sobre naciones visionarias y sus primeros pasos en la dirección correcta; en ella aparece México, ya que recientemente, en noviembre de 2020, el estado de Oaxaca ha incorporado el concepto los Derechos de la Naturaleza en su marco legal.
Todos estos casos consideran
a la Naturaleza, y a las diferentes formas de vida como entes morales con
derechos inherentes como los de los seres humanos. El bosque Te Urewera,
ubicado en la Isla norte de Nueva Zelanda, fue reconocido en el año 2014, como
sujeto con personalidad jurídica. Este fue otro resultado de los casi dos
siglos de esfuerzos del pueblo maorí —específicamente los Tuhoe— y de poco más
de ocho años de negociaciones legales por parte de líderes occidentales.
En un estado deseable de civilización, las leyes formalizan las normas culturales que incorporan ideales de bienestar. En este sentido, si partimos de que toda población humana nace y se desarrolla en la biosfera, en ese sustrato vivo que nos cobija como una especie más, y que el planeta es un sistema vivo complejo cuyos procesos están íntimamente entrelazados de forma interdependiente, resultaría obvio que los sistemas vivos que nos sostienen contaran con un marco regulatorio funcional biocéntrico y no antropocéntrico; un marco en el cual humanos y naturaleza son una unidad indivisible que comparte un código de ética y un sistema jurídico.
“Resultaría obvio que los sistemas vivos que nos sostienen contaran con un marco regulatorio funcional biocéntrico y no antropocéntrico; un marco en el cual humanos y naturaleza son una unidad indivisible que comparte un código de ética y un sistema jurídico.”
Una forma de comprender el
concepto Derechos de la Naturaleza,
es analizando la diferencia entre derechos inherentes y derechos instrumentales:
los derechos inherentes de un recién nacido provienen en esencia del hecho de
existir per se, es decir, de haber sido dado a luz. Los derechos
instrumentales son posteriores, tienen qué ver con su utilidad futura para los
padres, o la consideración de que, cuando crezca, será una posible fuente de
ingresos para el hogar a través de su trabajo.
En este tren de ideas, si una
persona tiene este derecho inherente a existir y si, de acuerdo a lo que la
ciencia nos muestra, dependemos de los ecosistemas y sus funciones para sobrevivir
como una especie más que comparte el planeta con otras especies, ¿es posible extender
este derecho inherente a las diferentes formas de vida y funciones
ecosistémicas del planeta, y reconocerlo como Derechos de la Naturaleza? En
nuestra opinión, la respuesta es afirmativa.
Actualmente, en el modelo
vigente, la legislación ambiental castiga a quienes afectan la Naturaleza desde
una perspectiva antropocéntrica, como si ésta fuera una esclava al servicio de la
civilización y no como una entidad infinitamente valiosa por sí misma, con
derechos inherentes, por el solo hecho de existir.
En la obra maestra de Aldo
Leopold, escrita en 1949, A Sand County Almanac, aparece un término que se
ha traducido como “la ética de la tierra”; aquí hay un esbozo de lo que podría
ser una filosofía para una mejor relación con nuestro hábitat. En este ensayo, el
ecólogo expresa que “una actividad humana es positiva cuando suma a la
preservación de la integridad, estabilidad y belleza de las comunidades bióticas
y los paisajes; es negativa cuando tiene el efecto contrario”.
En este libro, Leopold incorpora
un vocablo asombroso: la belleza. Su sola incorporación hace explotar la cabeza
de una mente cuadrada, y a la más sensible, reconocer esto como lo más natural.
Pues ¿qué es la belleza? Si reflexionamos con atención, las respuestas
inmediatas nos llevan a visualizar paisajes prístinos, flores abriendo, o seres
humanos saludables, entre otras cosas.
El camino es largo y los avances jurídicos son aún imperfectos, pero invitan a imaginar un mundo regulado por leyes que partan de un nuevo código ético soportado por aspiraciones humanas integradoras de los procesos de otros seres vivos. Sin duda, los Derechos de la Naturaleza son un cambio de paradigma, un parteaguas de pensamiento para las civilizaciones contemporáneas, acorraladas por una pandemia global, una recesión económica, los efectos desestabilizadores del cambio climático y, por primera vez en muchos siglos, amenazada por la posibilidad cercana de un colapso de ecosistemas y una pérdida acelerada de la biodiversidad del planeta.
“Los pueblos nativos no tendrán mayor problema en usar estas leyes ya que ellos han establecido, desde sus orígenes, hace miles de años, una relación indisoluble con la naturaleza.”
Los pueblos nativos no tendrán
mayor problema en usar estas leyes ya que ellos han establecido, desde sus
orígenes, hace miles de años, una relación indisoluble con la naturaleza. Para
ellos no es extraño decir que la naturaleza es su madre. Algunos, han expresado
claramente que la Madre Tierra no está en venta, que ella solo puede ser
cuidada, venerada y protegida. Desde esta perspectiva, es imposible vender a
una madre. Nos toca digerir estas formas de vivir el mundo, aceptarlas bocado a
bocado. En este sentido, los cambios legislativos impulsados por
conservacionistas y abogados que transmiten concepciones de los pueblos
originarios en cada región del mundo en donde libran la batalla, son parte del
valioso avance.
Que la belleza viva, y con
ella, nosotros. EP
Conspiración
me gustan esos parques viejos con jardineros viejos que protegen cada brote sea simple o de caudalosa estirpe botánica esos hombres que hablan con las plantas que sepultan las intenciones arquitectónicas del paisajista y sólo retiran las flores pulverizadas de los matorrales como sacudiendo la mancha de la boca de un niño que acaba de comer como quitando la brizna de una mirada es que ahora se necesita tanta ternura y tanto empeño
…. ¿ya viste los mandalas que guardan las flores?
…… no quiero postales con un cielo artificioso dame el cielo no me heredes zoológicos no entiendo la diferencia entre muerto y disecado entre rifle y permiso cinegético permite esos cortes de las espinas cuando entro a territorios solares la coexistencia de natura y civilización esa lucha con la fuerza salvaje que enfrento esas anchas cortezas por las qué trepar luego imágenes necesarias en las noches y sus fábulas con las que me disfrazo a las que temo confiéreme lo que se está desdibujando lo que se está yendo y una tarde para mirar cómo avanza la araña en su intención cómo huelen los gusanos ocultos en la tierra dame recuerdos
……. para acabar
que no se caiga el poema piden tenga estructura y sentido
yo pido: tenga sentido no se abisme el mundo
haya tanto y suficiente: fragancias musgos vértebras radiantes o líquidos caparazones el reino de bacterias antiguas precisas como balas los eucariontes y también la barca que resuena en este nombre los hongos y las hadas negrura luz y rembrandt
sí tanto y suficiente tanto y suficiente
Fragmento de Carne para las flores, de Claudia Luna Fuentes
Referencias y ligas a lecturas adicionales
En México poseemos elementos
cosmogónicos para asumir este cambio, ya que somos una nación que ha honrado
símbolos e imágenes a través de los siglos. No será sencillo para los nacidos
en ciudades, pero si hurgamos en nuestra historia y nuestros ancestros, encontraremos
algún miembro de la familia ligado al campo o a quienes pertenezcan a pueblos
originarios, de cuya relación con la Naturaleza nos nutramos, una relación que sea
distinta a la de los servicios ambientales tasados tan sólo en un intercambio
monetario.
Burdon, Peter, (2011), Thinking Like a Planet: The Land Ethic and the Earth Ethic, Oxford University Press: USA
Stone, Christopher D; (2010) Should Trees Have Standing?: Law, Morality, and the Environment, Oxford University Press: USA
Callicot, J. Baird, (2013) Thinking Like a Planet: The Land Ethic and the Earth Ethic,, Oxford University Press: USA.
Callito, J Baird, (1999), Beyond the Land Ethic: More Essays in Environmental Philosophy(SUNY series in Philosophy and Biology), State University of New York Press: USA.
Leopold, Aldo, (1986), A Sand County Almanac: With Essays on Conversations from Round River, Ballantine Books: USA.
Callicot, J Baird, (1989), In Defense of the Land Ethic: Essays in Environmental Philosophy (SUNY series in Philosophy and Biology), State University of New
Este País se fundó en 1991 con el propósito de analizar la realidad política, económica, social y cultural de México, desde un punto de vista plural e independiente. Entonces el país se abría a la democracia y a la libertad en los medios.
Con el inicio de la pandemia, Este País se volvió un medio 100% digital: todos nuestros contenidos se volvieron libres y abiertos.
Actualmente, México enfrenta retos urgentes que necesitan abordarse en un marco de libertades y respeto. Por ello, te pedimos apoyar nuestro trabajo para seguir abriendo espacios que fomenten el análisis y la crítica. Tu aportación nos permitirá seguir compartiendo contenido independiente y de calidad.