Estamos pagando el precio de un mundo que va en dirección contraria a la sostenibilidad.

— Juliette Biao, Directora del Foro Intergubernamental sobre los Bosques, Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de las Naciones Unidas

La deforestación en México amenaza no solo a la biodiversidad, sino que también al bienestar humano. Este fenómeno, que implica la pérdida permanente de vegetación forestal debido a causas tanto inducidas por el hombre como naturales, tiene un impacto profundo en la fertilidad del suelo y el ciclo hídrico por cambios de uso del suelo transformando áreas forestales en minas a cielo abierto, terrenos agrícolas y ganaderos, praderas y asentamientos humanos por mencionar los principales.

Los ecosistemas forestales son fundamentales para la provisión de servicios ambientales que benefician tanto a la naturaleza como a la sociedad. Estos servicios incluyen la captación y filtración de agua, la mitigación (absorción de CO2) y adaptación a los efectos del cambio climático, la generación de oxígeno, la asimilación de contaminantes, la protección de la biodiversidad, la retención de suelos, la belleza escénica, y la provisión de materiales, así como de especies, plantas y hongos que son cruciales para el bienestar humano.

En México, el 70% del territorio está compuesto por vegetación forestal, con una distribución que abarca un 41% de matorrales xerófilos, 25% de bosques, 22% de selvas, 11% de otras áreas forestales, y 1% de manglares y otras asociaciones vegetales. Sin embargo, estos ecosistemas están bajo una intensa presión, ya que un alarmante 74% de las tierras forestales se han convertido en praderas, un 20% en tierras agrícolas, y un 3% en asentamientos humanos, principalmente en las grandes urbes.

La deforestación no solo es un problema ambiental, es también un reto social y económico. Sin los servicios ambientales que proporcionan los ecosistemas forestales, nuestro bienestar se vería gravemente afectado por las crisis recurrentes en la disponibilidad de agua potable, la exacerbación del cambio climático y la pérdida irreparable de biodiversidad. Además, afectaría a las siguientes generaciones, quienes enfrentarán un planeta más inhóspito y con menos recursos naturales disponibles. Para revertir los índices de deforestación, es necesario desarrollar políticas públicas efectivas y formar una mayor conciencia social sobre la importancia de los bosques.

En ambientes urbanos, la regla 3-30-300 ofrece una guía para la planificación urbana verde. Idealmente cada persona debería tener a la vista al menos 3 árboles sanos, 30% de su vecindario o colonia debería contar con arbolado y cada hogar debería estar a menos de 300 metros de un parque funcional, mantenido y accesible. Esta regla es sin duda una referencia razonable para mejorar la calidad de vida urbana.

En México, algunas de las zonas que más necesitan atención en términos de conservación forestal incluyen la Selva Lacandona en Chiapas, la Reserva de la Biósfera de Calakmul en Campeche, y las áreas forestales en el Estado de México y Michoacán, así como la Sierra Madre Oriental, donde la deforestación y la degradación del suelo son considerables. 

La deforestación es un reto directamente relacionado con el Objetivo de Desarrollo Sostenible número 15, mismo que se centra en la vida de ecosistemas terrestres. Este objetivo busca proteger, restaurar y promover el uso sostenible de los ecosistemas terrestres, gestionar de manera sostenible los bosques, combatir la desertificación, detener y revertir la degradación de las tierras, y evitar la pérdida de biodiversidad.

La alianza creada entre la revista Este País, Terra Habitus, A.C. y DataMares tiene como objetivo abordar estos temas de manera integral, generando conciencia sobre la importancia de proteger nuestros ecosistemas y promoviendo acciones concretas que permitan asegurar un futuro sostenible para todos a través de las acciones de cada una de las organizaciones. 

Opinión de Terra Habitus

La deforestación en México no solo es un problema ambiental, sino una crisis urgente que requiere acción inmediata por parte de la sociedad y las autoridades. Aunque hemos visto avances, la realidad es que los ecosistemas continúan siendo devastados a un ritmo preocupante. Para abordar este problema, es esencial exigir a las autoridades que sean las primeras en poner el ejemplo y evitar afectaciones que con una buena planeación pudieran evitarse.

No basta con celebrar estas efemérides: es urgente actualizar la política pública en la materia de tal manera que ésta incentive la regeneración y restauración de nuestros ecosistemas. En la próxima COP29, que se celebrará en Azerbaiyán en noviembre de 2024, uno de los temas principales a abordar será la protección y restauración de los ecosistemas forestales como una estrategia clave para combatir el cambio climático y garantizar la resiliencia ambiental. Esperemos que más allá del impacto mediático los acuerdos generen compromisos vinculantes y acciones concretas.

De acuerdo con los más recientes datos de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA), julio de 2024 ha superado los récords de temperatura anteriores, convirtiéndose en el mes más caliente a nivel global desde que se tienen registros. Los impactos son cada vez más evidentes. A finales de junio y principios de julio de este año, el huracán Beryl destruyó partes del Caribe, la Península de Yucatán y la costa del golfo de Estados Unidos; una ola de calor causó apagones en Arabia Saudita y Kuwait, y hubo inundaciones severas en Kenia. EP

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