Las políticas ambientales demandan una mirada regenerativa urgente, y el camino no es tan difícil si miramos los ejemplos que ya ocurren en el país como Cabo Pulmo o el proyecto en la sierra de Zapalinamé. Acá hay una ruta clara que necesita de muchas voces y muchas acciones que demanden una reestructuración de la forma en la que conservamos el medio ambiente.
Formas de regeneración en el norte de México
Las políticas ambientales demandan una mirada regenerativa urgente, y el camino no es tan difícil si miramos los ejemplos que ya ocurren en el país como Cabo Pulmo o el proyecto en la sierra de Zapalinamé. Acá hay una ruta clara que necesita de muchas voces y muchas acciones que demanden una reestructuración de la forma en la que conservamos el medio ambiente.
Texto de Lorenzo Rosenzweig 25/11/21
Todo ser humano tiene una conexión con los espacios silvestres, sean estos terrestres, acuáticos o marinos. En muchos, está viva. En otros, latente. Es un vínculo que necesitamos mantener como un tónico de vida. Innumerables autores han documentado los efectos terapéuticos, cognitivos y emocionales que resultan de visitar regularmente espacios naturales. Desiertos con sus frías noches de estrellas, mares bravos que estallan su oleaje contra los acantilados, playas apacibles con aguas turquesas, bosques y selvas con su verde paz, todos ellos tienen un efecto positivo en nuestras vidas.
Los entornos naturales enriquecen nuestros sentidos, nos llenan de optimismo, fortalecen nuestro entendimiento. Incluso nos invitan a ampliar nuestro vocabulario para describir estas experiencias. Petricor, el nombre que recibe el aroma que la lluvia produce en contacto con suelos desérticos, coloquialmente “olor a tierra mojada”; arrebol, ese tono rojizo que adquieren las nubes al ser iluminadas por los primeros y últimos rayos de sol; y celaje, ese intercambio de azules entre el mar y el cielo que los funde en el horizonte ante el asombro del navegante.
A pesar de esta conexión, seguimos impactando nuestro entorno y las noticias sobre el estado ambiental del planeta —la mayoría de ellas negativas— desbordan nuestra atención a través de los medios.
Hace dos meses, el mundo celebró el Congreso Mundial de Conservación en Marsella (WCC 2021). La semana pasada concluyó la COP 26 sobre cambio climático en Glasgow. Pocos y difusos acuerdos y un planeta a la deriva desde la perspectiva de conservación de la diversidad biológica y el calentamiento global.
En nuestro país los retos son aún mayores.
Éstas noticias nos generan un estado de constante inquietud y ansiedad sobre el futuro de nuestros descendientes y el propio, y una sensación de impotencia, al no entender con claridad qué es lo que procede hacer como individuos, como sociedad, como instituciones y desde luego que es lo que debemos exigir de nuestros gobiernos.
Poco a poco normalizamos el deterioro, y deja de sorprendernos el avanzado estado de degradación de la atmósfera, nuestros cuerpos de agua, los suelos que generan vida, los ecosistemas en su conjunto. Nos hemos acostumbrado despacio a ser testigos de la afectación y destrucción de la naturaleza.
De acuerdo a Kate Raworth, y su teoría del anillo de la sustentabilidad, la civilización humana enfrenta el reto de vivir y desarrollarse dentro de los límites planetarios y proveer al mismo tiempo a todos los humanos de un nivel mínimo de satisfactores en un marco de equidad y justicia racial y social.
Existe consenso entre la comunidad científica y la conservacionista sobre los principales retos ambientales que enfrentamos; el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la descarga de nitrógeno y fósforo en los océanos. Estos tres problemas planetarios son exacerbados por un cuarto que es el acelerado cambio de uso del suelo que reduce sistemáticamente la cobertura de ecosistemas que proveen servicios ambientales esenciales y hábitat a los millones de especies con que compartimos la Tierra. No hay un Planeta B, este es el que tenemos, no hay a dónde más ir. Aunque no nos guste aceptarlo, existen los límites planetarios.
Por años, la teoría económica consideró a nuestro planeta como una fuente inagotable de recursos naturales y un depósito infinito de desechos, contaminantes sólidos, compuestos tóxicos y basura molecular. A partir de la revolución industrial se suma a este desfile de aportes, el dióxido de carbono, el metano y otros gases de efecto invernadero. En esta carrera desarrollista olvidamos considerar la gran película. El balance entre las ganancias, para unos pocos, y las externalidades negativas, cuyo costo es repartido en la sociedad.
Una economía regenerativa se nutre del pensamiento holístico, las enseñanzas de los ciclos y patrones naturales. Una economía regenerativa consume menos energía y materiales y en su conjunto tiene un efecto positivo en nuestro entorno y las opciones de vida de ésta y las futuras generaciones. La adopción de una economía regenerativa no será fácil y tomará décadas, pero es la única alternativa para transitar de una economía convencional, con subsidios perversos y externalidades no asumidas, a una economía viable y funcional para un planeta con límites.
Es tiempo de buscar soluciones, explorar paradigmas y trazar caminos alternativos que aseguren nuestra supervivencia en armonía con las demás formas de vida. La participación de la sociedad en un sentido amplio, y del sector privado en particular, y una profunda reforma del marco de política pública, son esenciales para lograr resultados a una escala acorde al tamaño de nuestros retos ambientales y sociales. La conservación, la sustentabilidad y la regeneración alcanzarán una escala funcional en el momento que los sectores de la sociedad, hasta ahora ajenos a ella, reconozcan el valor de los ecosistemas del mundo y los servicios ambientales que nos proveen.
Las crisis climáticas, ambientales y de biodiversidad no son un problema exclusivo del ámbito de la ciencia. Son un problema humano, y como tal, no basta la tecnología para resolverlos. Requieren de reverencia, respeto y compasión para todas las formas de vida; requieren de la adopción inmediata de nuevos valores y de una filosofía regenerativa.
En nuestro país hay ejemplos de proyectos regenerativos. Los hay en materia turística y de conservación marina como es el caso de la comunidad de Cabo Pulmo, en Baja California Sur. También los hay en los pastizales del norte de México con propietarios que han adoptado prácticas holísticas de ganadería inspiradas en procesos naturales que mejoran su rentabilidad y regeneran naturalmente los ecosistemas de pastizal.
También los hay en materia de regeneración de cuencas hídricas. Imaginemos por un momento el sistema circulatorio en nuestros cuerpos. Un sofisticado mecanismo fisiológico que transporta nutrientes, productos metabólicos, y desde luego, oxígeno y anticuerpos a cada rincón de nuestro organismo. Cualquier interrupción de su sofisticado funcionamiento nos significa un problema de salud, y si es suficientemente grave, incluso la muerte. Lo mismo sucede con los ecosistemas, las ciudades, las regiones y los países cuando afectamos las cuencas adyacentes y su hidrología. La única diferencia es que mueren más lentamente; a una velocidad que nos cuesta trabajo detectar, cuando alteramos estos ciclos. El agua es la sangre del planeta, es la fuente de vida de las ciudades y es, junto con los suelos fértiles, la cuna de nuestros alimentos.
Dos proyectos regenerativos hídricos:, uno de ellos en la Ciudad de Saltillo, en el estado de Coahuila y el otro en diseño y preparación, en Monterrey, Nuevo León ilustran el modelo.
El primer proyecto opera desde hace casi 20 años. Es un ejemplo de constancia y compromiso de la sociedad saltillense, sus empresas, su gobierno y organizaciones de la sociedad civil que han acompañado el esfuerzo de manera impecable durante más de dos décadas. Se trata del proyecto Saltillo-Sierra de Zapalinamé, del programa Cuencas y Ciudades, diseñado y lanzado por Profauna A.C. y Fondo Mexicano para la Conservación de la Naturaleza A.C, en el año 2001.
Este proyecto ha logrado, en dos décadas, regenerar buena parte de la sub cuenca hídrica que alimenta de agua a la ciudad de Saltillo. Gracias a ello, los mantos freáticos han recuperado gradualmente su nivel, un logro de regeneración hídrica que cuenta además con un innovador modelo de autosuficiencia financiera, en el que más de 50,000 usuarios de agua potable de la ciudad de Saltillo aportan voluntariamente recursos financieros para el manejo integrado de la sub cuenca. Manejo que se da por parte de las comunidades rurales que la habitan. También ha conservado espacios recreativos verdes, esenciales para la salud de los ciudadanos. Un modelo de corresponsabilidad social ejemplar, digno de replicarse en otras geografías.
Otro proyecto hídrico regenerativo en diseño participativo con los diferentes sectores de la sociedad y las autoridades de los tres niveles, —éste para la zona metropolitana de Monterrey—, recuperará la integridad ecológica de una sub cuenca hídrica de más de 110,000 hectáreas, y transformará las 700 hectáreas de corredor ripario urbano del Río Santa Catarina, compartido por 5 municipios, en un espacio recreativo y una reserva natural urbana. Este corredor verde fortalecerá la salud, el tejido social y la calidad de vida de millones de ciudadanos regiomontanos. También acercará a esta importante zona metropolitana al estándar internacional de 15 metros cuadrados de área verde por ciudadano. Simultáneamente, en otros rincones del mundo, ciudades como Lima, Santiago y Medellín, diseñan para poner en marcha, proyectos similares. En diferentes urbes del planeta han llegado a la misma conclusión. Los espacios verdes, sean éstos parques, reservas naturales, o corredores riparios urbanos, son la mejor inversión que una ciudad puede hacer. Como proyectos regenerativos son pasos en la dirección correcta para armonizar la relación entre las ciudades, sus territorios socioeconómicos y los ecosistemas que las envuelven.
Es tiempo de compartir un sueño
Imaginemos, en 30 años, una ciudad-estado para el noreste de México. La Zona Metropolitana Monterrey-Saltillo. Una urbe responsable y sustentable que ha estabilizado su población en 7-8 millones de habitantes. En ella los valores ciudadanos y de gobierno conducen a acciones concretas para alcanzar un equilibrio ambiental y social dentro de los límites que nos impone el planeta y nuestra región norestense. Las ciudades son consumidores de recursos naturales y emisores de residuos y contaminantes a gran escala. Son también los laboratorios idóneos para desarrollar modelos y soluciones para neutralizar la crisis ambiental. Las ciudades y su evolución futura, en ciudades-estado, ofrecen una oportunidad única para resolver los retos ambientales, sociales y económicos de nuestra civilización.
Ésta, nuestra ciudad-estado del noreste, en el año 2050, se ha sumado a otras como Barcelona, Basilea, Copenhagen, Hamburgo, Munich, Reykjavik y Vancouver, que operan con cero emisiones de carbono y un abasto de energía 100% renovable. Las superficies y estructuras de ésta, nuestra ciudad, no son estáticas, duras y frías. Están cubiertas de vegetación y áreas verdes que, como los ciudadanos, son también seres en crecimiento.
Nuestra ciudad nutre y se nutre de las áreas naturales colindantes y los corredores biológicos que la intersectan como ríos vivos. En nuestra ciudad la infraestructura verde, parques, ríos y reservas naturales públicas y privadas, proveen nuevas oportunidades de movilidad, recreación, alimentación, inspiración y sobre todo salud.
Esta gran ciudad cuida de los ecosistemas que la rodean, sabe que su integridad depende de ellos y del abasto de agua en suficiencia y calidad.
El gobierno y la ciudadanía saben ahora, justo a la mitad del siglo XXI, que las inversiones en infraestructura natural recreativa son la mejor inversión en salud pública y reducción de la violencia.
Millones de personas viven ahora más sanas y más seguras.
La combinación de ejercicio y naturaleza han reducido significativamente un sinnúmero de problemas de salud. La demencia, las deficiencias cognitivas, el estrés y las enfermedades respiratorias han disminuido notablemente. Nuestro sistema inmunológico se ha fortalecido sustantivamente y gracias a ello llevamos una vida plena.
El impacto en la calidad de vida y productividad de los habitantes de esta nuestra ciudad, compensa con creces la inversión y el esfuerzo depositados por décadas en ella, y los ahorros en atención médica en los centros de salud pública; son varios órdenes de magnitud mayores a la inversión y costo de operación de esta infraestructura y estos espacios verdes.
Al igual que en otras naciones, estados y ciudades desarrolladas, las autoridades de salud y las de medio ambiente trabajan coordinados para asegurar terapias a los ciudadanos. Sanación natural. Regeneración.
Nuestra ciudad del noreste es parte de ese visionario conjunto de civilizaciones urbanas que regeneran sus ecosistemas y también a sus ciudadanos.
Regeneración significa priorizar la vida en cada decisión y acción que tomemos. Tomar en cuenta en todos los ámbitos de nuestro quehacer la integridad de los ecosistemas que nos rodean.
Pastizales y praderas, bosques templados, selvas, corredores riparios, cuencas hidrográficas, cuerpos de agua superficiales y subterráneos, mares y costas. Todos ellos son tramas de procesos vivos en fascinante equilibrio que nos dan sustento, salud y resguardo. Regeneración es también una aspiración humana a una mejor calidad de vida permitiendo que los ecosistemas y los ríos vivos entren a las ciudades.
Nos hemos transformado en seres urbanos ejemplares, seres vivos responsables que damos una oportunidad, como buenos ancestros, a las siguientes generaciones, de quienes tenemos prestado el planeta.
Regresemos ahora al 2021. No dejemos de soñar. Citando a Richard Branson:
“Si nuestros sueños no nos asustan, es que no son lo suficientemente grandes”. EP
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