Crítica a un tren que destruye todo a su paso: turismo y desarrollo en la península de Yucatán

Timo Dorsch y Heriberto Paredes abordan los problemas que se avizoran en la península de Yucatán con la apertura del megaproyecto del Tren Maya.

Texto de & 16/01/24

Timo Dorsch y Heriberto Paredes abordan los problemas que se avizoran en la península de Yucatán con la apertura del megaproyecto del Tren Maya.

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“Mi nombre es Maribel Ek’am, soy habitante de esta linda población y vecina de un hermoso lugar, soy vecina de unas grutas con cenotes. Aquí en Homún somos un lugar muy bendecido: estamos llenos de tesoros naturales. Es una población que está llena a cada paso de cenotes, de estos tesoros únicos y especiales que son —si así lo quieren ver— unos agujeros en el interior de la tierra, pero que guardan muchísima vida: son lugares que tienen agua dulce, limpia y fresca y, por lo tanto, es un lugar muy vulnerable”. Así se presenta una de las principales defensoras de los cenotes en el estado de Yucatán dentro de un contexto complejo donde el modelo capitalista industrial está imponiéndose por toda la península homónima.

Recientemente, la instalación de una granja de cría de cerdos, con 49 mil ejemplares (en un lugar con una población de 9 mil personas), amenazó la estabilidad ambiental de la comunidad y no faltó mucho para que la red de cenotes ubicada en Homún empezara a contaminarse irreversiblemente con los desperdicios de este gran complejo, propiedad de la empresa mexicana SuKarne. Esta lucha se suma a las decenas de resistencias de la región y que ahora, con motivo de la construcción del proyecto ferroviario Tren Maya (TM), se han hecho más visibles.

Construcción de una estación del Tren Maya al interior de la Reserva Ecológica de Calakmul. Foto: Heriberto Paredes

El megaproyecto consiste en mejorar y utilizar más de 1500 km de vías de tren que atraviesan los estados de Yucatán, Quintana Roo, Campeche, Chiapas y Tabasco; los primeros tres constituyen la península y el resto son parte de la región suroriental del país. Las 34 estaciones conectarán ciudades grandes, medianas y pequeñas; el tren cruzará lo mismo extensas zonas despobladas de la Reserva de la Biósfera de Calakmul —donde el ejército mexicano está construyendo un hotel de lujo— hasta la Riviera Maya, zona que concentra actualmente la mayor afluencia del turismo.

Los cenotes protegidos por Maribel y muchos otros lugares de esta zona resultan paradisíacos son bellas postales que tratan de ser aprehendidos por el ser humano y es aquí donde comienza la disputa por el turismo. Además de apreciar cenotes, playas, lagos y ríos, ruinas prehispánicas, existe esta inquietud y codicia por sacar de ellos ganancias. Es nuestra mirada marcada por la búsqueda de nuevas posibilidades de ganancias económicas la que convierte un lugar disfrutable en un lugar explotable bajo la idea del disfrute. La belleza es, por supuesto, una de sus fuentes. 

La península de Yucatán es considerada una de las regiones mexicanas con mayor cantidad de lugares turísticos —listos para recibir grandes cantidades de personas o no—. El cambio, de una región de producción agrícola moderada que sirvió de campo laboral forzoso a poblaciones indígenas rebeldes (como los yaquis) y de escenario de las resistencias mayas de principios del siglo XX, comenzó hace medio siglo aproximadamente. En 1974, la construcción de la ciudad de Cancún fue iniciada por el gobierno mexicano y anticipó una dinámica global: la expansión del turismo como un negocio masivo con ganancias multimillonarias.

Obras para construir vías en zonas de la Reserva Ecológica de Calakmul. Foto: Heriberto Paredes
Desarrollo urbano en el centro de Playa del Carmen, que en menos de 50 años transformó el paisaje natural en uno completamente citadino. Foto: Heriberto Paredes

“En 1974, la construcción de la ciudad de Cancún fue iniciada por el gobierno mexicano y anticipó una dinámica global: la expansión del turismo como un negocio masivo con ganancias multimillonarias”.


Sin embargo, toda fuente de riqueza tiene un fin, un límite. En el caso de la península, la preocupación por la contaminación y el fin de los recursos hídricos, así como la destrucción de la naturaleza a manos de los proyectos de supuesto desarrollo y progreso es uno de los argumentos en contra de la expansión del modelo turístico que convirtió un manglar cercano a la playa en una de las ciudades más visitadas del mundo, donde el acceso al mar es casi privado y los hoteles de cadenas internacionales nublan la vista.

Fernanda Lases, investigadora de la Facultad de Química de la UNAM (Unidad Yucatán), advierte: “Colocar pilotes de gran envergadura, llevar a cabo procesos mineros para extraer grava y la contaminación de los sistemas subterráneos de agua dulce ocasionan que se pierda el equilibrio entre estos y la entrada de agua marina. Si todo el subsuelo se llena de agua salada, ya no habría agua potable”. Además, añade: “La vocación de estas tierras no es ni ganadera, ni agrícola ni industrial; si bien se ha estado desarrollando el turismo masivo, los monocultivos y muchas otras prácticas nocivas, estamos al borde de rebasar las capacidades de carga de muchos de nuestros ecosistemas. Tendríamos que empezar a tomar decisiones basadas en datos técnicos y en los saberes de los pobladores, de las comunidades que llevan cientos de años viviendo aquí”.

La península tiene de todo. Su selva es la segunda selva más extendida en el continente latinoamericano, cuenta con 1941 km lineales de litoral con playas de arena blanca y el segundo arrecife más grande en el mundo que alberga al menos al 50 % de las especies conocidas en el planeta. Por ser la zona donde hace 65 millones de años impactó el asteroide que puso fin a la era de los dinosaurios, es también la cuna de nuestro mundo. Adicionalmente, son vastos los sitios arqueológicos que constituyen el legado histórico y cultural de una parte de las culturas mayas, que se encuentra viva y presente, consciente del riesgo en que está su territorio. Con grandes extensiones de tierra, la región peninsular es vista como una cuna de oportunidades desde la perspectiva del capital y esto la pone en riesgo en su totalidad.

Pirámide al interior de la zona arqueológica de Calakmul. Foto: Heriberto Paredes

“Con grandes extensiones de tierra, la región peninsular es vista como una cuna de oportunidades desde la perspectiva del capital y esto la pone en riesgo en su totalidad”.

La mirada del presidente Andrés Manuel López Obrador encontró muchas posibilidades económicas en dicha región. No fue el primero en descubrirlas, aunque convirtió el Tren Maya y todas sus posibilidades de desarrollos urbanos en el leitmotiv de su gobierno. Recientemente, el pasado 1° de septiembre, al terminar su informe de gobierno anual se llevó a cabo un viaje de prueba en un tramo corto, en el que viajó acompañado de empresarios como Carlos Slim y actores políticos otrora opositores. A diferencia de la publicidad que recibió este acto simbólico, el gobierno federal no ha escuchado a las personas expertas que han advertido sobre los riesgos del tren y todo lo que este proyecto genere en adelante.

Tierras usadas para agroindustria por parte de comunidades menonitas de reciente instalación en Campeche, su deforestación contrasta con otras zonas naturales que todavía se conservan. Foto: Heriberto Paredes
El tren del progreso

En México, como cada gran proyecto de gobierno, más si se trata de uno de infraestructura, el TM es algo sumamente controversial, aunque la propaganda generada desde el Estado domina por mucho el discurso político y la opinión pública. No así las investigaciones realizadas por personas expertas en diversas áreas, avaladas por universidades y centros especializados nacionales e internacionales.

Pongamos un ejemplo de lo que significa el modelo de turismo que va a continuar alimentando el gobierno mexicano: si antes de 1974 Cancún contaba con menos de 100 habitantes, en 2023 su población supera el medio millón; con este crecimiento también se ha tenido un desarrollo urbano casi incontrolable. Otro ejemplo: en 2019 la península dio la bienvenida a 32 millones de turistas tanto nacionales como internacionales. En ese mismo año, más de 2 millones de europeos volaron a México, de los cuales 45 147 eran de Suiza y 39 228 de ellos volaron directamente desde Zürich a Cancún. 

Con el Tren Maya, según el cálculo gubernamental, se atraerán al menos 5 veces más turistas anuales. Entrevistado en 2019, el antiguo titular del Fondo Nacional de Fomento al Turismo (FONATUR), Rogelio Jiménez Pons, aseguró que “es todo un plan de desarrollo, más que un tren e implica generar ciertas circunstancias, se tiene que invitar a muchos inversionistas privados, corregir lo que ocurrió en lugares como Cancún y Playa del Carmen, llover a los empresarios hoteleros a otro modelo de mercado, como el de Tulum, que es muy exitoso actualmente”.

“Yucatán [la península] se ha convertido en el campo de pruebas favorito de los modelos turísticos más extendidos en todo el mundo, es decir, el turismo de masas, el turismo cultural y el turismo natural”: escribe la etnógrafa Matilde Córdoba Azcárate en su impresionante obra Stuck with tourism: space, power, and labor in contemporary Yucatán (Atrapados por el turismo: espacio, poder y trabajo en el Yucatán contemporáneo). Y es claro que el gobierno de López Obrador cree tener la respuesta a esta experimentación teniendo al TM como columna vertebral de un nuevo control territorial donde no se ha convocado a los pueblos originarios locales ni a los pequeños empresarios que tienen alternativas a este gran modelo que viene de fuera.

Sin embargo, por si esto no fuera suficiente, el elemento que más polémica ha causado es que la Secretaría de la Defensa Nacional (SEDENA), el ejército, estará a cargo de administrar el proyecto y obtendrá todas las ganancias que acumula el TM. Es preocupante que bajo las órdenes de López Obrador, el gobierno ha establecido una política de militarización en un país que se ahoga en escenarios de violencia cada vez más complejos. En estos 5 años de administración, la cifra de personas desaparecidas ha alcanzado poco más de 44 mil. México, hoy, cuenta con cerca de 115 mil personas desaparecidas oficialmente.

Existe evidentemente una contradicción entre el discurso de la campaña presidencial de López Obrador, en la que criticaba la presencia del ejército en las calles, y la realidad actual, donde cada vez es mayor el control que tiene la fuerza castrense sobre actividades del orden civil y de desarrollo, como lo es el principal proyecto de infraestructura de este gobierno: un tren que aparentemente llevará soluciones a todos los problemas que existen en la península.

El TM funciona sobre todo por su potencial de promesa: empleos, bienestar social y desarrollo económico para una región del país que —según el discurso oficial—  no tuvo mucha importancia estratégica para los gobiernos anteriores. El turismo será la gasolina que impulse una nueva era en la península, aunque lo haga jugando con la necesidad de las poblaciones locales ya que en lugar de hablar de salud, educación, alimentación, vivienda, trabajo, cultura, diversión, se tratará de empleos que giren alrededor de una industria turística en donde no importa la preservación de la naturaleza sino cuánta ganancia se puede generar a partir de ella.

“El Tren Maya funciona sobre todo por su potencial de promesa: empleos, bienestar social y desarrollo económico para una región del país que no tuvo mucha importancia estratégica para los gobiernos anteriores”. 

Dos formas antagónicas de visitar y conocer

Para Ángel Sulub, miembro del Centro Comunitario U kúuchil k Ch’i’ibalo’on, ubicado en el municipio de Felipe Carrillo Puerto, en Quintana Roo, la industria turística absorbió en gran parte la identidad indígena y la cultura maya para transformar ambas en fuentes de ganancia económica. “En la primaria y secundaria nos están enseñando que el turismo es lo mejor que podría pasar a las comunidades indígenas. Nos sentíamos orgullosos por Cancún y su fama mundial, aunque jamás habíamos conocido dicha ciudad”, explica con miras hacia su pasado escolar. 

Años después y con otros compañeros, Sulub fundó el centro comunitario en el platicamos con él, un espacio político maya en las afueras selváticas de la cabecera municipal. Esta población, antes de una intervención militar por parte del Estado mexicano en la primera mitad del siglo XX, era el corazón de la última autonomía maya. Aquí, no fueron los europeos quienes arrasaron con los indígenas, fueron los mismos mexicanos que cometieron —en palabras surgidas de una reflexión colectiva— un genocidio. 

Ángel Sulub lo tiene tan presente: esta historia del mundo se sobrepone con su historia familiar porque su abuelo y abuela formaban parte de aquella resistencia armada. En lugar de contar esta historia o de fomentar que las personas visitantes conozcan estos hechos, Felipe Carrillo Puerto contará con una estación del TM y con algunas tiendas que venderán los recuerdos típicos de “los mayas”: copias de la pirámide de Chichen Itzá o de la cabeza del gobernante Pakal. Los turistas escucharán la grabación o lo que diga el guía. Por eso, es fundamental que existan alternativas al discurso oficial que permitan otras formas no extractivistas de visitar y conocer.

En este lugar el turismo aún es poco visible, se trata de un lugar de paso y no ha arrasado con la vida colectiva e individual como pasó en Playa del Carmen, Tulúm o Majahual. Aunque no será fácil, el TM intentará provocar resultados similares: una falsa historia prehispánica, bares, fiestas y mano de obra barata local. “Lo que queda de nuestra cultura es apropiado por el capitalismo y transformado en algo folclórico”, señala Sulub. 

Tal y como ocurre con los centros turísticos mencionados, otro elemento que acompaña el turismo es la presencia de organizaciones criminales que ya están operando en la península. “El discurso de AMLO reproduce, palabra por palabra, el viejo adagio de la península de Yucatán como “un mundo aparte” y la narrativa turística contemporánea de la región como un “mundo al que escapar””, concluye Córdoba Azcárate.

El ejemplo de Maribel en Homún es clave para comprobar que sí hay posibilidades de tener un turismo responsable, consciente, un turismo que, de la mano de las personas que habitan estos territorios, aprenda a cuidar y respetar a la naturaleza y al manejo sagrado que de ella tienen las comunidades mayas: “El pueblo se ha vuelto muy turístico, la gente viene a disfrutar de estos lugares, y eso nos beneficia a todos, por eso la gente aprendió a valorar, mantener y tener un lugar limpio, los cenotes limpios, el agua limpia. Si no se contamina el lugar hay beneficio, y la idea de vender parte de nuestra tierra ya no está, hemos aprendido mucho de este proceso en contra de la granja”. 

“El Tren Maya está dañando mucho a nuestros cenotes —continúa Maribel— hace poco en el tramo 5 se descubrió uno y lo taparon para las obras del tren. Sufrí mucho sólo de pensar que mataron a muchos seres vivos ahí. Es muy triste que no están tomando en cuenta los conocimientos que tenemos sobre los cenotes, en este caso del que taparon no respetaron su derecho a existir, lo miran como un hueco y para nosotros es vida y es un lugar que alberga vida al mismo tiempo”. 

Tal parece ser que mientras para las comunidades mayas es posible visitar y conocer cuidadosamente, para los impulsores del progreso lo que hay que hacer es garantizar la infraestructura y los modelos de inversión para un turismo a rajatabla. EP

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