Jorge Comensal escribe sobre los ecosistemas fronterizos que, con la construcción del muro entre Estados Unidos y México, sufren la amenaza de su desaparición.
Un chakra bloqueado en la frontera
Jorge Comensal escribe sobre los ecosistemas fronterizos que, con la construcción del muro entre Estados Unidos y México, sufren la amenaza de su desaparición.
Texto de Jorge Comensal 21/02/23
Desde las Playas de Tijuana hasta el Faro de Bagdad, la frontera entre México y Estados Unidos mide 3152 kilómetros de aridez y río, de rectitud y meandro, de migración e imperio. En un lugar remoto de este abismo geopolítico, al este de Sonora y Arizona, se encuentra el valle de San Bernardino. Si Norteamérica fuera un cuerpo tántrico, aquí estaría el primero de sus chakras, pues se trata de un oasis donde confluye la vida de casi todos sus ecosistemas. En este valle se cruzan el jaguar y el oso negro, el pino y el saguaro, el castor y el coatí. Su fecundidad lo ha convertido en el paraíso de las abejas: casi quinientas especies diferentes visitan su flora, por lo que es el centro de mayor diversidad de estos polinizadores en todo el mundo.1
Las aguas que se filtran de la Sierra de Chiricahua emergen en las ciénagas del San Bernardino National Wildlife Refuge y de la Cuenca Los Ojos —reserva privada en el lado mexicano— y bajan hacia el golfo de California por los ríos San Bernardino, Bavispe y Yaqui. Especies en peligro de extinción como la carpa púrpura, la rana leopardo de Chiricahua y la curiosa planta Lilaeopsis schaffneriana recurva dependen de estas corrientes que humectan el desierto sonorense.
Por desgracia, desde 2019 este Muladhara fronterizo está bloqueado por un muro de acero con cimientos de concreto que impide el paso de la fauna y distorsiona la hidrología del valle. La barrera ecocida es resultado de la campaña xenófoba que Donald Trump emprendió para llegar a la presidencia estadounidense. El muro supuestamente serviría para frenar la migración y el narcotráfico, pero de acuerdo con los defensores de Cuenca Los Ojos ha tenido el efecto paradójico de facilitar el tránsito en las zonas más inaccesibles del desierto gracias a los caminos abiertos para su construcción.
El valor ecológico de la región debería haber impedido una obra como esta, pero las leyes que se aprobaron después del ataque terrorista del 11 de septiembre de 2001 han permitido que la protección fronteriza se imponga sobre cualquier otro criterio público.
A la sombra del muro conviene preguntarnos cómo fue posible que un valle tan fructífero fuera partido de forma tan brutal por una frontera. Esta llaga se abrió en 1853, cuando Antonio López de Santa Anna aprobó la venta de La Mesilla a Estados Unidos. El caudillo xalapeño no era consciente de que ese inhóspito pedazo de México era un tesoro silvestre, y lo vendió con la esperanza de que el pago fortaleciera su gobierno y apaciguara la ambición del poderoso vecino del norte, cuya expansión ya había privado a México de más de la mitad de su territorio original. Tal como con la construcción del muro fronterizo, sucedió exactamente lo contrario de lo que Santa Anna esperaba, pues la indignación producida por la venta facilitó que lo derrocaran un año después.
En un detallado mapa de la “Gadsen Purchase”, como se le llamó a esta compra en Estados Unidos, puede leerse el nombre de San Bernardino al sureste del territorio adquirido2. Se trata por lo demás de un espacio en blanco: en aquella época no existía ninguna población urbana en la zona. Los rancheros novohispanos no pudieron establecerse ahí debido a la presencia hostil de los apaches. El único valor que los norteamericanos veían en esta región era la posibilidad de atravesarla con una vía de tren que conectara el sureste con el océano Pacífico; una vez que adquirieron La Mesilla “legalmente” al Estado mexicano, procedieron a erradicar a sus pobladores originarios, liderados por jefes heroicos como Mangas Coloradas, Cochise y Gerónimo, quien se rindió en la sierra de Peloncillo, a escasos kilómetros de San Bernardino, en 1886.
Esta zona volvió a ser escenario de la violencia estatal a partir de 2019, cuando el Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos comenzó a dinamitar los cerros para abrirle paso a la maquinaria con la que estaban construyendo el muro. El 19 de octubre de 2020, ambientalistas de la región se reunieron en las inmediaciones del Cañón de Guadalupe para registrar en video una poderosa explosión que ahora puede verse en el cortometraje documental American Scar, producido en 2021 por la revista The New Yorker.
Cicatriz Americana (subtitulado en YouTube: “El daño ambiental irreversible que dejó el muro”) incluye los testimonios de varios activistas, entre ellos el de José Manuel Pérez Cantú, director de conservación de Cuenca los Ojos, y de John Kurc, que denunció ante el gobierno mexicano las afectaciones que la obra estaba causando en las aguas y el territorio nacionales.3
A partir de los registros grabados con fototrampas se ha podido registrar la presencia de osos, pumas, jaguares, venados, jabalíes, bisontes, berrendos y otras especies que solían desplazarse a través de la frontera y que debido al muro quedaron encerrados de uno u otro lado. Este obstáculo es especialmente nocivo para el jaguar, cuya pequeña población estadounidense necesita mantener contacto con los jaguares de la Sierra Madre para ser reproductivamente viable.
En 2021 y 2022 se registró la presencia de dos jaguares en la frontera: Valerio —bautizado así en honor de Valer Clark, fundadora de Cuenca Los Ojos— y Bonito. Estos felinos probablemente habrían seguido su camino hacia el norte en busca de recursos, al igual que muchas otras especies que utilizaban San Bernardino y sus alrededores como un corredor migratorio.
El poder “tántrico” del área para atraer fauna también puede reconocerse en el viaje que una loba mexicana hizo a través del valle en marzo de 2017. Después de haberse extinto en libertad en la década de 1970, el lobo mexicano fue reproducido en cautiverio y con gran esfuerzo se ha logrado reintroducir en algunas zonas remotas de Arizona, Nuevo México y Sonora. La loba F1530 había sido liberada cerca de Cananea, y la búsqueda de recursos la llevó a cruzar hacia el norte. Fue ubicada cerca de la Sierra de Chiricahua y tuvo que ser capturada para evitar que los rancheros de la zona la ejecutaran.4
Cautiva en el zoológico del condado de Sedgwick, Kansas, F1530 fue madre de Mr. Goodbar, un lobo mexicano que fue puesto en libertad al este de Arizona. A los dos años de edad, el señor Goodbar se separó de su jauría y emprendió un viaje solitario hacia el sur. Gracias a la información proporcionada por su collar de localización, sabemos que a lo largo de noviembre de 2021 vagó por la frontera entre Nuevo México y Chihuahua, a todas luces intentando cruzar hacia territorio mexicano. El muro fronterizo le impidió volver a la tierra de su madre y de sus ancestros, que fueron capturados en Durango en 1976.
Al final de Cicatriz americana se incluye una larga lista de animales y plantas en peligro a los que el muro perjudica. El catálogo comienza con el sapo de arroyo Anaxyrus californicus y termina con el pequeño y muy espinoso cactus Sclerocactus brevihamatus, que crece exclusivamente alrededor del río Bravo en el centro de Texas. Entre muchas otras especies, puede encontrarse al caracol de agua dulce de San Bernardino (Pyrgulopsis bernardina), un diminuto gasterópodo endémico del valle, que apenas sobrevive en un territorio de menos de 10 kilómetros cuadrados.
Las especies acuáticas como el caracolito de San Bernardino y el pez gato del río Yaqui han sido especialmente afectadas por la sobreexplotación del acuífero fronterizo para preparar el concreto utilizado en la construcción del muro. Aunque lobos y jaguares, borregos y venados son víctimas prominentes de este atroz megaproyecto, hay especies más discretas que se encuentran en una posición aún más vulnerable.
Los trastornos producidos por el cambio climático intensificarán las migraciones humanas y silvestres en todo el mundo. Por ello es más urgente que nunca proteger las rutas migratorias más socorridas por los animales de Norteamérica. Necesitamos desbloquear el chakra plexocoxígeo de San Bernardino para que la vida vuelva a fluir con libertad a través de él. EP
- R. L. Minckley y W.R. Radke, (2021) “Extreme species density of bees (Apiformes, Hymenoptera) in the warm deserts of North America”, Journal of Hymenoptera Research 82: 317–345. https://doi.org/10.3897/jhr.82.60895 [↩]
- El mapa, publicado por Herman Ehrenberg en 1854, puede consultarse en la Mapoteca Manuel Orozco y Berra, https://www.gob.mx/siap/articulos/tratado-de-la-mesilla [↩]
- Recomiendo escuchar las declaraciones al respecto de Stephania Taladrid, reportera a cargo del documental, y del propio Kurc, en un diálogo sobre el documental disponible en https://www.youtube.com/watch?v=p9xcrXMbd4M&ab_channel=SkyIslandAlliance. [↩]
- U.S. Fish and Wildlife Service, Mexican Wolf Recovery Program: Progress Report #20. Reporting Period: January 1 – December 31, 2017. [↩]
Con el inicio de la pandemia, Este País se volvió un medio 100% digital: todos nuestros contenidos se volvieron libres y abiertos.
Actualmente, México enfrenta retos urgentes que necesitan abordarse en un marco de libertades y respeto. Por ello, te pedimos apoyar nuestro trabajo para seguir abriendo espacios que fomenten el análisis y la crítica. Tu aportación nos permitirá seguir compartiendo contenido independiente y de calidad.