Exclusivo en línea: Poema nuevo, de Alfredo Cardona Peña

Reseña

Texto de 21/11/19

Reseña

Tiempo de lectura: 3 minutos

Leer y escribir. Y luego, leer para escribir. Y más adelante: escribir para palpar con manos ciegas el terreno más extenso que nos lleva a más lecturas. Y luego leer para completar ese mapa personal de la escritura. Todo, con tal de no vivir. Es más importante completar el rompecabezas de esa provincia interior que surge de la literatura. Una especie de país cuyas piezas curiosamente no tienen forma y sí límites imprecisos, y que por alguna razón embonan entre sí, todas con todas. En el momento de escribir, la escritura es como un dibujo: la creación de trazos que unen un libro y un autor con otros y otros. Una maraña. Ésa es la forma visual de la lectura, si es que se pudiera representar. Los paisajes apacibles y bellos no pertenecen a esta comarca. No a la mía, por lo menos. ¡Lejos de aquí los proyectos hermosamente cartesianos! Entre las espinas y las hojas está todo aquello que se le cae a los poetas: la ropa, los versos, los libros, los dientes, el pelo, pues todo se nos va cayendo. Menos la angustia. Ésa, por quién sabe qué razón, no se cae como los frutos del árbol sino que se queda pegada a la corteza como un musgo. A este poeta costarricense, Alfredo Cardona Peña (1917-1995), ¿cómo integrarlo en un rompecabezas mayor que el de su propia poética? Se llama Poema nuevo (1955), así que quiere fundar algo. De hecho, es un poema optimista. Eso lo convierte en un poema extraño. Nos parece que el poema no es sitio para este tipo de opiniones sobre el mundo. Cardona Peña fue amigo de Neruda, lo entrevistó largamente, y su poética parece una espora con ganas de crecer surgida de la lectura de Canto general (1950), especialmente de “Que despierte el leñador”, en que el poeta chileno le pide conciencia al leñador (Estados Unidos) y contempla desde lejos los desvelos de Stalin. (Silencio para no interrumpirlo). Mejor rondar el mundo de los desposeídos, lo cual me parece bien, sólo que se hace con una retórica en que parece qué hay solidaridad y lo que existe es sólo su enunciación. El poeta declara conocer la pobreza, sin embargo no alcanzamos a tocarla. Contrario a Huidobro (“Por qué cantáis la rosa, ¡oh Poetas! / Hacedla florecer en el poema”), no hace florecer la experiencia en el poema. Hasta cierto punto, toma distancia de la vida, la rodea de una poética prometedora. La pobreza, en este caso, es una cáscara que está por caer y abandonar la vida. Quizá no valga la pena hablar de ella. Puesto que la vida real, esta vida, está a punto de ser sustituida por una nueva sociedad, no tiene caso profundizar en ella. Es un poema del advenimiento; desde ese punto de vista –como asegura el prologuista–: “espera un futuro promisorio que no alcanzamos a ver”. Mientras ese futuro llega, lo mejor es usar el poema para hablar de poética, así se mantiene ejercitado el músculo de la poesía. La primera vez que lo leí me pareció demasiado frío, distante de sus temas. La segunda vez encontré al poeta a mitad de su poema acusándose de escribir “con frialdad ardiente”. Encontré también pasajes delicados, y me encontré a mí sin tiempo para desmenuzarlos: “…he subido por las musicales paredes de mi tiempo / como una mata ciega, ciega y tenaz, / buscando el juicio justo para romperme en canto”. Más que un músculo, una maleza que va creciendo mientras busca su tema. EP

Alfredo Cardona Peña. Poema nuevo (1955), intr. Roberto Cruz Arzábal. México, Malpaís, 2014. (Col. Archivo Negro de la Poesía Mexicana)

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