Reseña
¡Pensé tantas cosas mientras leía la poesía de Constantino Cavafis (1863-1933)! Pero desafortunadamente me tendré que conformar con los fragmentos de mis ideas, ya que no tomé nota de casi nada. Desde el momento en que cerré el libro a esta fecha, aquello que el pensamiento clarificaba se volvió a llenar de maleza. Y aquellas ideas que me decían algo nuevo de mí, si las pudiera recordar me hablarían de alguien remoto –yo mismo– por un momento expuesto ante la luz. Los poemas de Cavafis toman la forma de supuestos fragmentos antiguos, tablillas, manuscritos, anotaciones… en fin, restos de voces amorosas que han tenido la suficiente fuerza de despertar y alcanzar a decir algo, eso que llevaban siglos queriendo decir, sólo que el peso de los archivos lo aplastaba. Estas voces antiguas se han despertado para volver a hablar, sólo que el mundo es otro, sus lenguas han desaparecido, y de la belleza que cantan no quedan ni restos. En realidad, sí quedan restos. Es lo único que queda. De la belleza que un día se erigió sobre esta tierra quedan testimonios, pero son muy antiguos, son anteriores a la mortificación del catolicismo. De ahí que sea el paganismo lo que florece en estos versos. Cavafis se me figura –enormes disculpas por no saber nada de su vida– un un erudito que escarba en las antiguas bibliotecas para descubrir algo de vida en los pergaminos. La juventud turgente vislumbrada de pronto entre los caracteres antiguos. Naturalmente, el aparente historiador es, en realidad, un poeta, así que se dedica a enterrar su propio ardor entre esas antiguas vidas inventadas. Porque los personajes de estas historias (poemas que son también minificciones) son vidas anónimas, hechas para simpatizar con un mundo desaparecido. Son la evocación de una era que debió de existir, aun cuando no lo reflexionemos a menudo, en que agonizaban los dioses Olimpo, extinguidos por el ardor del cristianismo. Un ardor que curiosamente apagaba las inclemencias de la carne. Que esas voces que se afirman en estos poemas tienen ecos de Cavafis, no me queda duda. Incluso, en ocasiones es el mismo poeta el que manifiesta hablar. Claro, las experiencias vitales del autor se confunden con los viejos legajos. Pero no puedo asegurar es que esa visión pagana, celebración del cuerpo y el sexo, hayan estado presentes en la vida del poeta. Vuelvo a decir que ignoro todo de su vida. Se me escapa. De hecho, intenté no buscarlo, no mirarlo a los ojos en medio de las calles de estas antiguas ciudades –Sidón, Nicomedia, Alejandría–. Sin embargo, seguí su ejemplo: sentarse a mirar. Ese joven, página 269, parte superior del libro, sentado en el rincón de una biblioteca, se pone a leer nerviosamente algunos libros. No lee nada, sólo se ríe. Por su carne maravillosa ha pasado el amor. Mirar subrepticiamente, cerrar el libro y colocarlo en el librero. Es lo que le corresponde al reseñista, y dejar los datos bibliográficos a continuación en caso de que alguien quiera seguir los consejos de vivir la vida conforme a la humeante poesía de este autor.
C.P. Cavafis. Poesía completa, ed., trad., intr. y notas de Pedro Bádenas de la Peña. Córdoba, España, Almuzar-Fundación Biblioteca de Literatura Universal, 2017. (Biblioteca de Literatura Universal)