Gracias a una de esas coincidencias inexplicables, terminé en un auditorio del Tecnológico de Monterrey, en Guadalajara, viendo a Yvonne Venegas presentar La Promesa, su más reciente proyecto fotográfico (encargo de la oficina de Patrimonio Cultural a raíz de los ochenta años de la institución). 

Ante cerca de cien estudiantes de Comunicación, Venegas narró con la soltura que la caracteriza su aproximación a este proyecto y el reto que significó trabajar a partir del archivo fotográfico del TEC. Al principio, le habían propuesto hacer una foto única que pudiera adherirse al acervo de la universidad, pero cuando comenzó a explorar el archivo y encontró decenas de retratos de las reinas de belleza y sus coronaciones, de inmediato supo que debía abordar el tema.

Pocos fotógrafos pueden decir que han tenido la suerte de explorar, interpretar y trabajar con archivos fotográficos de primera mano, como Yvonne, quien desde hace casi una década ha reinterpretado de diferentes maneras el acervo fotográfico de sus padres —el archivo Venegas-Percevault— analizando a profundidad el papel de la fotografía social en Tijuana, la ciudad donde creció.

Por eso, la figura de “la reina” no le fue ajena; en La Promesa, Yvonne se dedica a fragmentarla y cuestionarla: resulta en una pieza que combina el dibujo, el autorretrato y formatos analógicos y digitales, tal y como lo deja entrever en su manifiesto, escrito en verso:

Esta es una autocoronación.
Mi estudio era un jardín prometido.
En él habría crecido un pasto inglés;
calor y agua serían suficientes.
Pero la sombra de un árbol vecino lo negó.
Yo me corono reina de un ideal de devenir y duda,
una que reconoce la historia que le antecede y la vida que le procede,
hasta ser polvo.

***

Recientemente vi dos exposiciones que me abrieron los ojos y me dieron un respiro.

La primera, en el Museo Universitario Arte Contemporáneo(MUAC), Geometría sensible, de la artista plástica rumana Myra Landau, donde da cuenta de sus diferentes facetas.

A esta artista, según la curadora Pilar García, la historiografía no considera exponente del arte abstracto ni de lo que fuera su especialidad, el arte geométrico.

Esta muestra abarca sus grabados y sus Ritmos, una serie de pasteles sobre lienzo de lino, prueba de su estrecha relación entre Landau y la geometría.

La segunda exposición recoge el trabajo del cinefotógrafo Luc-Toni Kuhn, que se puede ver en la explanada de la Cineteca Nacional. Yo solo había escuchado su nombre en alguna conversación con el director mexicano Gonzalo Amat, quien lo considera una eminente referencia en el mundo cinematográfico. 

Y aunque su carrera cinematográfica es notable, esta muestra destaca su trabajo menos conocido: sus fotografías, entre las que sobresalen los retratos en formato medio del escritor y fotógrafo Juan Rulfo y los estudios de luz que hacía previo a sus rodajes.

En alguno de los textos que acompañan la exposición, se plasma el siguiente comentario de Kuhn a propósito de la fotografía, y con el que celebro que Registro —esta columna quincenal sobre fotografía y todo lo que implica—, haya cumplido esta semana su primer año: “El mensaje de una fotografía tiene que ver con una infinidad de decisiones y hechos que no pueden explicarse lingüísticamente”.

No tengo palabras que sirvan para agradecer el apoyo incondicional de María Prieto, quien dota de geometrías, colores y recortes cada una de las entregas; el de Gina Velázquez, quien lee primero cada Registro y me abrió las puertas de Este País desde que comencé a escribir mis Nuevas Órbitas, y el de todos mis lectores, por estar atentos a lo que mi libreta, que vive en la bolsa derecha de mi pantalón, recoge cada quince días. EP

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