Boca de lobo: Andrés Manuel y el llanto que acecha

Aníbal Santiago escribe sobre la conclusión del periodo presidencial de Andrés Manuel López Obrador y sobre las posibles reacciones que esto podría ocasionar entre sus partidarios.

Texto de 26/08/24

AMLO

Aníbal Santiago escribe sobre la conclusión del periodo presidencial de Andrés Manuel López Obrador y sobre las posibles reacciones que esto podría ocasionar entre sus partidarios.

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En la Cámara de Diputados, subió al atril y lo agarró por los lados con fuerza, derrochando carácter y valentía, no como si a lo que se aferrara fuera un simple mueblucho de melanina de ponderosa, sino la barandilla del Titanic en medio de la tempestad.

“Iba a decirle adiós a AMLO.”

No estábamos ante la hermosa Rose DeWitt sufriendo por Jack, sino frente a Vanessa del Castillo, diputada federal de MORENA que antes de hablarle a sus colegas y a México se afianzó al atril porque estaba a punto de sufrir unos segundos de tempestad emocional y no quería desplomarse en el furioso mar. Iba a decirle “adiós” a AMLO. “Te amamos desaforadamente”, le expresó fuerte al micrófono. De-sa-fo-ra-da-men-te. O sea, profesándole un amor “que obra sin ley ni fuero, que atropella por todo”.

Algún crítico severo podría decir que en Vanessa hubo mucha actuación y poca improvisación, pero Kate Winslett también tenía muy claro qué debía hacer con su mirada, su gesto, su proyección corporal en el final de Titanic, y que las musas de la espontaneidad no bajaron en multitud. Aunque seguro algo improvisó.

En la Comisión Permanente, Vanessa leyó la prefabricada frase “péjele a quien le peje”, una ráfaga de resentimiento contra quienes no aman al político —mientras veía retadora hacia el frente—, pero de inmediato abandonó los odios y le habló directamente al mandatario de todos los modos que se le ocurrieron, escritos en su guion: “Querido presidente”, “presidente Andrés Manuel López Obrador”. “Peje”, “Cabecita de algodón”, “Obrador”, “AMLO”, “Abuelito”, “Gran Hombre”, “Presi”, “Amigo del pueblo”.

Y entonces sí, le mandó un mensaje del corazón: “te amamos desaforadamente. Y hasta siempre, presidente. Gracias”. En esta última frase, Vanessa se quebró. Lloró. Lo último fue alzar su hoja, resignada, como quien ve materializada en papel la culminación de un amor profundo, definitivo y apasionante. ¿Su llanto fue real? Habrá quien diga que fue una pantomima melodramática, pero difiero: sí creo en su genuino llanto. Vanessa lloró porque siente que México pierde a su salvador.

Y entonces, en mi cabeza giró una pregunta: ¿cómo procesarán este duelo inminente los políticos que sienten una real devoción por Andrés Manuel, y también todo ese país convencido que tras estos seis años México es mucho mejor?

Creo que los leales, esas decenas de millones de mujeres y hombres, no pueden ni imaginar cómo será el extrañísimo amanecer del 1 de octubre de este año, cuando haya entregado la banda presidencial a Claudia Sheinbaum.

Es un enigma. Porque ese día, en realidad, no concluye solo un sexenio; por el contrario, termina un larguísimo proceso político del que Andrés fue protagonista, un periodo histórico en el que día a día vimos su cara, oímos su voz, modificó nuestras vidas. ¿Desde cuándo ingresó el tabasqueño a nuestras existencias? Quizá en 1988, año en que el fraude del PRI pulverizó la voluntad popular. 1988-2024. Con la entrega del poder finalizan 36 años de un poder creciente.

Quizá asistamos a su eternización en la historia. En unos años, su movimiento podría perpetuarlo con su rostro en los billetes o incluyendo su nombre en El Grito de Independencia o alzando estatuas en pueblos y ciudades para alabar al dios de piedra.

“En unos años, su movimiento podría perpetuarlo con su rostro en los billetes…”

O quizá el llanto de la diputada Vanessa anuncie un periodo de muchas lágrimas, de un duelo profundo, muy parecido a un durísimo rompimiento amoroso que solo admite sufrimiento y sollozos bajo las sábanas. Un dolor paralizante. Claro, en algunos, no pocos, será un alivio; pero nadie negará que no sabemos ni remotamente cómo reaccionará la mayoría ante el tomentoso adiós que nunca quisieron. EP

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