Observatorio Internacional | México en el Mundo

La internacionalista Susana Chacón, miembro del grupo México en el Mundo, pone bajo la lupa la actual política exterior mexicana y sus implicaciones en las relaciones internacionales.

Texto de 19/05/21

La internacionalista Susana Chacón, miembro del grupo México en el Mundo, pone bajo la lupa la actual política exterior mexicana y sus implicaciones en las relaciones internacionales.

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Con gratitud al Servicio Exterior Mexicano.

Desde el comienzo del gobierno actual, la presencia de México en el mundo se ha desdibujado. La falta de interés del presidente mexicano en los asuntos internacionales ha ocasionado una ausencia en temas, regiones y prioridades en los que el país ejercía un constante activismo. Hoy eso no es importante. La prioridad se limita a decir que la mejor política exterior es una buena política interna. Nada más ajeno a la trayectoria de México en los aspectos globales.

Desde los años setenta, el país cuenta con uno de los más serios servicios exteriores del mundo. Desde su fundación en 1974, el Instituto Matías Romero de Estudios Diplomáticos tuvo a su cargo la formación de diplomáticos de carrera que han dado frutos hasta la fecha. En todos los niveles: ministros, consejeros, embajadores, cónsules —entre los más importantes—, han representado a México en el exterior, en sus asignaciones en diferentes países, con el más alto nivel de seriedad y respondiendo al cumplimiento de los intereses nacionales mexicanos. La historia del Servicio Exterior Mexicano (SEM) ofrece una trayectoria que se compara con las mejores escuelas de estudios diplomáticos, como es el caso de la brasileña ITAMARATY.

“La falta de interés del presidente mexicano en los asuntos internacionales ha ocasionado una ausencia en temas, regiones y prioridades en los que el país ejercía un constante activismo.”

Entre otras actividades, el SEM tiene, sin duda, la responsabilidad de las asignaciones mexicanas en el exterior, pero también de todo lo relacionado con el día a día de la Secretaría de Relaciones Exteriores. El seguimiento y la relación con los representantes de otros países asignados en el nuestro, es una de las labores sustanciales de la Cancillería. En ese sentido, construir espacios de cooperación bilateral y multilateral implica una labor diaria y sin descanso. Cuidar de ellos y que se sientan en casa es parte de la actividad diplomática. En organismos internacionales y regionales, México en muchos momentos del siglo pasado y comienzos del presente, ejerció un liderazgo por todos reconocido. La presencia de México en el mundo cuenta con un personal de excelencia que tuvo un desempeño brillante en las relaciones internacionales del país, tanto en el ámbito bilateral como en el multilateral. 

Por otra parte, proyectar escenarios ante posibles problemas globales permitía a los miembros del SEM adelantarse con propuestas creativas que serían escuchadas en diferentes foros internos y externos. ¿En dónde estábamos, ¿qué queríamos como país en el mundo?, ¿de qué manera podíamos prevenir conflictos globales?, ¿qué aportaciones podía tener la diplomacia mexicana?, ¿cómo respondían al interés nacional?: son sólo algunas interrogantes constantes en la mente de los diplomáticos. Esto, me atrevo a decir, es una característica de los mexicanos que se palpó en la construcción del nuevo orden internacional, mucho antes de la formalización del SEM. Ejemplo de lo anterior es el caso de la participación de importantes mexicanos, como Daniel Cossio Villegas, Eduardo Suárez y Víctor L. Urquidi, en la fundación del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial, en Bretton Woods, una vez terminada la Gran Guerra. Fue también muy importante la participación mexicana en los Acuerdos de Chapultepec durante la creación de la Organización de las Naciones Unidas.

Hoy, todo eso ha pasado a un segundo nivel. No interesa. No importa. Todo lo contrario, pareciera que para este gobierno, ser miembro del SEM de carrera es algo muy negativo. No se les considera ni se les toma en cuenta. Entre menos participación tengan, mejor para sus intereses. Entre menos se muevan, mejor. Entre menos presencia tengan, todo es mejor. Dado el maltrato, varios de quienes mayor experiencia tienen en el SEM han optado por renunciar, por retirarse. En estos dos años de gobierno, la Cancillería ha perdido cuadros importantes y es cada vez menos institucional. Esto conlleva a perder el rumbo: relegar los intereses mexicanos que favorecen el desarrollo del país y descuidar a los diplomáticos extranjeros en casa.

Tan sólo hay que mencionar el maltrato recibido por varios embajadores en el evento de la “fundación de Tenochtitlán en 1321” el pasado 13 de mayo, en el Templo Mayor. Varios representantes, como el embajador canadiense, se sintieron excluidos: no recibieron invitación. Por su parte, a la expresidente brasileña, Dilma Rousseff, tampoco se le dio el trato de jefa de Estado; durante su visita al Museo de Antropología, la dejaron sola: ningún alto nivel de Relaciones Exteriores la acompañó. Estos errores denotan una falta de coordinación y planeación de quienes desempeñan actualmente el ejercicio de la diplomacia mexicana. Uno entiende que el Gobierno federal tenía otras preocupaciones y que el de Ciudad de México estaba con el problema de la Línea 12 del metro, pero era su invitada especial y la expresidente del principal país de América del Sur. ¿En dónde quedaron los representantes de Cancillería?

“Urge retomar el rumbo. México no puede aislarse y debe participar en la construcción del nuevo modelo global.”

Pareciera como si las decisiones se tomaran al vapor, sin ninguna estrategia de política exterior. La respuesta para los principales temas de la agenda con el exterior no tienen planeación y en ocasiones se presentan como ocurrencias. Así fue el discurso del presidente en la cumbre sobre el cambio climático convocada por Biden y también su discurso ante Naciones Unidas del pasado septiembre. 

En temas específicos, como los comerciales, energéticos, migratorios y de seguridad, hay que esperar a que la batuta la lleven los extranjeros. Falta decir qué queremos como país. Así como a finales de la Segunda Guerra Mundial, México tuvo una activa participación en la construcción del nuevo modelo global, hoy estamos en un fuerte momento de definiciones internacionales en lo económico, lo sanitario y ante el cambio climático. México está fuera del mundo. El gobierno actual espera que le digan qué hacer. 

Baste ver las reuniones del 17 y 18 de mayo de la secretaria de Economía con los representantes comerciales de EUA y Canadá, el número de demandas y exigencias que recibirá el país en lo comercial, laboral y energético apenas comienza: el rumbo mexicano no sigue al global. En cooperación bilateral en seguridad con EUA, tan sólo la semana pasada, se retomó el tema con los estadounidenses en un escenario donde México rompió la confianza por el caso del General Cienfuegos y la liberación de Ovidio Guzmán. En migración, la propuesta mexicana no es bien recibida por los países centroamericanos del Triángulo del Norte, El Salvador, Guatemala y Honduras. El gobierno de Biden tampoco ha mostrado interés alguno; su representante, la vicepresidenta Kamala Harris, estará en la región el 7 y 8 de junio, buscando que México siga conteniendo los flujos de Centroamérica y construyendo acuerdos bilaterales con cada uno de estos países. América Latina está ajena al centro de las preocupaciones mexicanas. La relación con Europa se ha frenado también: la ratificación del acuerdo comercial con la Unión Europea se ve muy lejana. Con China, India y Rusia, los acercamientos han sido tan sólo para la obtención de vacunas contra la COVID-19. Las relaciones con estos países carecen de toda estrategia. En Organismos Internacionales y en diplomacia multilateral, México dejó su liderazgo. El resto del mundo no se ve.Si la mejor política exterior es una buena política interna, pero ésta no es tal, en economía, en seguridad, en lo sanitario, en lo laboral, en energía, en transporte, en infraestructura, en toda la agenda pública, ¿cómo pensar entonces en la exterior? Urge retomar el rumbo. México no puede aislarse y debe participar en la construcción del nuevo modelo global. Quedarse fuera es un perder-perder para todos. EP

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