Con las recientes declaraciones del presidente de México pidiendo que regrese al país, el llamado Penacho de Moctezuma ha vuelto a ser noticia internacional una vez más. El tocado de plumas azteca data de principios del siglo XVI y ha estado rodeado de controversia desde hace casi dos siglos. Esta pieza única es un testimonio del admirable arte plumario mesoamericano y un símbolo de la identidad y el patrimonio mexicano. El objeto ha sido parte de colecciones austriacas por más de cuatrocientos años, pero, en las últimas décadas, se han realizado varios llamados demandando su regreso a México, haciéndolo un inusual y complejo ejemplo de las controversias que hay detrás de las piezas de museo en disputa.
El Penacho de Moctezuma, suspendido entre Austria y México por cinco siglos
Con las recientes declaraciones del presidente de México pidiendo que regrese al país, el llamado Penacho de Moctezuma ha vuelto a ser noticia internacional una vez más. El tocado de plumas azteca data de principios del siglo XVI y ha estado rodeado de controversia desde hace casi dos siglos. Esta pieza única es un testimonio del admirable arte plumario mesoamericano y un símbolo de la identidad y el patrimonio mexicano. El objeto ha sido parte de colecciones austriacas por más de cuatrocientos años, pero, en las últimas décadas, se han realizado varios llamados demandando su regreso a México, haciéndolo un inusual y complejo ejemplo de las controversias que hay detrás de las piezas de museo en disputa.
Texto de Daniel Salinas Córdova 18/11/20
La pieza y su interpretación
El penacho es único e impresionante, una verdadera obra maestra del arte plumario indígena. Con 116 centímetros de altura y 175 centímetros de ancho, consta de más de 450 brillantes plumas de quetzal, así como otras de distintas aves tropicales, montadas sobre una estructura de varillas y fibras vegetales, la cual está ataviada con múltiples piezas de oro.
A pesar de que su origen exacto es incierto, el penacho es el tocado de plumas mesoamericano más antiguo que se conoce, ya que data de principios del siglo XVI. Los mexicas adoptaron esta prenda de orígenes toltecas así como su simbolismo asociado a Quetzalcóatl, la autoridad y la guerra; su función era la de servir a los sacerdotes en la representación ritual de dioses o como ofrenda a las imágenes de deidades.
Desde que se dio a conocer hace casi siglo y medio se ha cuestionado el uso y significado de la pieza, así como su conexión con el tlatoani mexica Moctezuma II. Las primeras interpretaciones sobre su naturaleza y uso variaron drásticamente; algunos sostenían que se trataba de un manto, otros de un estandarte, pero fue la arqueóloga estadounidense Zelia Nuttall la primera en postular que se trataba de un tocado en 1888, siendo también pionera en proponer que el penacho le había pertenecido a Moctezuma.
La cuestión de cómo exactamente llegó a Europa es otro tema que se ha investigado y debatido mucho. La explicación más común —que Moctezuma se lo dio como regalo a Hernán Cortés, quien a su vez lo envió a Europa— no ha sido comprobada, ya que ninguno de los artículos plumarios descritos en las listas de tesoros enviados a España en las primeras décadas tras la Conquista corresponden con las características del penacho que hoy se encuentra en Viena.
Debido a su enigmático pasado, así como a su conflictiva situación —enredado en una larga disputa entre Austria y México—, el tocado ha sido noticia nacional e internacional en numerosas ocasiones, lo que a menudo sólo ha perpetuado la desinformación y el atractivo que rodean a la pieza. Para la mayoría de los mexicanos el objeto tiene un valor y significado inmenso, ya que representa a un glorioso pasado azteca que juega un gran papel en la identidad nacional mexicana. Comprensiblemente, el hecho de que esté en Viena provoca posturas diversas y sentimientos encontrados.
El tocado como parte de una colección
A pesar de que el origen del tocado —dónde, cuándo y en qué contexto fue fabricado, así como de qué manera llegó a Europa— no puede establecerse satisfactoriamente, su historia como parte de colecciones privadas y de museos es más clara. La primera posible mención del penacho lo ubica ya en el centro de Europa, listado en el inventario de la colección del Conde de Suabia Ulrich von Montfort de 1577. En 1590, el archiduque Fernando II de Tirol compró los restos de la colección de Montfort para enriquecer su propia cámara de maravillas ubicada en el castillo de Ambras, cerca de Innsbruck, Austria. Tras la muerte del archiduque su colección permaneció en Ambras, como propiedad de la Casa de Habsburgo. En 1806 la mayoría de la colección fue trasladada a Viena debido a las Guerras Napoleónicas y, a partir de 1814, se exhibió en el palacio del Belvedere.
En 1878 el penacho fue sacado a la luz, cuando el geólogo Ferdinand von Hochstetter, director del recién creado Museo de Historia Natural de Viena, lo encontró olvidado en el Belvedere mientras recorría colecciones imperiales en busca de objetos para que formaran parte de la colección etnográfica del nuevo museo. A pesar de hallarlo doblado y algo apolillado, Hochstetter reconoció su singularidad e importancia y lo transfirió al museo, donde fue restaurado. Con este traslado, el tocado dejó de formar parte del patrimonio privado de la familia Habsburgo y pasó a ser propiedad nacional de Austria. En agosto de 1889 se inauguró el Museo de Historia Natural y el penacho se exhibió como una de las piezas estrella de la muestra.
El penacho fue transferido al nuevo Museo de Etnología, ubicado en el Palacio de Hofburg, en 1928, donde se exhibe desde 1935. Las formas en las que ha estado expuesto han variado desde entonces, y sólo se ha movido en dos ocasiones: durante la Segunda Guerra Mundial, cuando se trasladó a una bóveda del Banco Nacional de Austria, y poco después, cuando fue prestado temporalmente para una exposición en Zúrich.
El penacho en México
En México se supo de la existencia del “penacho de Moctezuma” a través de una traducción del primer artículo académico sobre la pieza escrito por el arqueólogo austriaco-alemán Teobert Maler publicada en 1884, pero, al parecer, en esos momentos no hubo involucramiento de académicos mexicanos en el estudio y análisis de la pieza.
Durante el período posrevolucionario en México, gobiernos e intelectuales promovieron el desarrollo de una fuerte identidad nacional unificadora en la población, utilizando el pasado y diferentes formas del patrimonio para lograrlo. Desde el siglo XIX las culturas precoloniales, específicamente la azteca, se venían concibiendo como los antepasados directos de la cultura e identidad mexicana. La historia e imagen de los antiguos indígenas fueron exaltadas e incorporadas en la configuración de una nueva mexicanidad nacionalista. De esta forma, no sorprende que el penacho fuera integrado en dichos procesos.
Cuando la noticia de la exhibición del penacho en el Museo de Etnología en 1935 llegó a México, llamó la atención del expresidente Abelardo Rodríguez, quien, se dice, fue el primero en solicitar a Austria la devolución del tocado. Ante la negativa austriaca, Rodríguez comisionó que una reproducción fuera elaborada por un artesano mexicano llamado, casualmente, Francisco Moctezuma. La pieza, terminada a fines de 1940 —hecha con base en fotografías y dibujos del original— fue donada por el exmandatario al Museo Nacional, donde se exhibió como el “Penacho de Moctezuma”. En 1964 la pieza se trasladó al nuevo Museo Nacional de Antropología, donde todavía se muestra como uno de los elementos centrales de la Sala Mexica. Pronto la replica se convirtió en un símbolo de la grandeza del glorioso pasado azteca, intrínsecamente ligado a la identidad mexicana. Su exhibición también ha representado, desde entonces, la ausencia de la pieza original, haciendo que muchos se pregunten por qué el original todavía está en Austria y por qué sus “legítimos dueños” tienen que conformarse con una copia.
Las peticiones de devolución
El reciente llamado de López Obrador para que el penacho sea devuelto a México no es el primero. En las últimas décadas ha habido una serie de peticiones y discusiones en torno a la devolución del tocado, planteados por diferentes partes interesadas en ambos países.
La abogada especialista en derechos patrimoniales Ana Vrdoljak establece tres razones fundamentales para la restitución de bienes culturales: la primera se fundamenta en el principio de territorialidad y el vínculo entre las personas, la tierra y los bienes culturales; la segunda está relacionada con la reparación de agravios históricos e internacionales; y la tercera se basa en los principios de autodeterminación y reconciliación. A nivel internacional, existen una serie de tratados que regulan la sustracción y el comercio ilícitos de bienes culturales, siendo el más importante la Convención de la UNESCO de 1970; sin embargo, estos acuerdos no son retroactivos y, por lo tanto, sólo se aplican a partir de la fecha de su entrada en vigor y para aquellos estados que los hayan firmado y ratificado. Este es un problema cuando se trata de objetos que fueron retirados de su lugar de origen mucho antes de la segunda mitad del siglo XX, como el llamado Penacho de Moctezuma.
Uno de los primeros reclamos notorios pidiendo la restitución del penacho fue el de Xokonoschtletl Gómora, conchero y activista mexicano que desde los ochenta ha realizado una serie de manifestaciones pacíficas, frente al museo y en diferentes partes de Austria, exigiendo el regreso de la pieza a México, las más llamativas en 1992 y 1993. Sus reclamos han sido desacreditados o ignorados por las autoridades del museo, apuntando que no tienen legitimidad y argumentando que, al haber estado mucho más tiempo en Austria que en México, el penacho también es parte de la cultura europea del coleccionismo.
Desde la segunda mitad del siglo XX en Austria también ha habido algunas iniciativas para devolver el penacho como una forma de agradecimiento a México por haber protestado formalmente en la Liga de Naciones contra la anexión de Austria a Alemania Nazi en 1938, la última en 2005 impulsada por miembros del partido socialdemócrata, aunque ninguna ha tenido éxito.
Un punto destacado en la discusión sobre la restitución del penacho se dio también en 2005, cuando el presidente austriaco Heinz Fischer visitó México en la primera visita de Estado de un jefe de gobierno austriaco a un país latinoamericano. Durante una rueda de prensa con el presidente Vicente Fox, Fischer mencionó que el tema de la devolución ya se estaba discutiendo en su país, pero que no podía comprometerse ya que el asunto iba a tener implicaciones para todos los museos europeos. Esto ocasionó la propuesta de una exhortación de la Cámara de Diputados, redactada por el panista Jorge Triana Tena, para que el Gobierno Federal hiciera una solicitud formal a Austria de devolver el penacho y que este fuera puesto a cargo del INAH. La moción no avanzó y el reclamo formal de restitución nunca se hizo.
En las últimas décadas un paliativo al problema ha sido la colaboración. Un primer estudio académico binacional se llevó a cabo en 2002, en el cual se hicieron estudios documentales y visuales —mas no físicos debido a que la pieza se encontraba en exhibición y se le consideró demasiado frágil para ser manipulada—. Sus principales hallazgos fueron la identificación de presencia de plumas de al menos cuatro pájaros mexicanos además del quetzal y la reafirmación de que, de acuerdo con la documentación existente, no hay pruebas de que el penacho le haya pertenecido de Moctezuma.
El más amplio estudio sobre el penacho hasta la fecha es sin duda el llevado a cabo entre 2010 y 2012, producto de la creciente relación amistosa entre las dos naciones que lo disputan. Gracias a un acuerdo entre el INAH y el Museo de Historia del Arte en Viena, del cual depende el Museo Etnológico, un equipo binacional estudió la historia y composición del tocado y trabajó en su restauración. El enfoque del proyecto colaborativo trató al penacho como un patrimonio cultural compartido entre Austria y México. Los resultados se publicaron en un libro editado tanto en español como en alemán. En 2012, el recién restaurado penacho se exhibió nuevamente en el Museo de Etnología como la pieza central de una exposición especial. Desde entonces, y bajo la concepción de que es un patrimonio compartido, los mexicanos pueden visitarlo gratuitamente.
Como parte del proyecto colaborativo también se habló de un posible préstamo del penacho para ser exhibido en México. Sin embargo, la posibilidad se descartó por completo tras la elaboración de un informe de ingeniería que, basado en predicciones matemáticas, consideró que el frágil penacho no sobreviviría las vibraciones al ser transportado, a menos de que estuviera protegido por una gran caja especial que sólo cabría en un avión de 300 metros de largo y 50 metros de alto. Al no existir aviones de tales medidas, y de forma muy conveniente para el museo austriaco, el penacho no puede regresar a México sin grandes riesgos de ser destruido en el proceso.
El último reclamo
Como parte de una gira por Europa para solicitar el préstamo temporal de piezas arqueológicas para las conmemoraciones nacionales del 2021, el pasado 12 de octubre la historiadora Beatriz Gutiérrez Müller —esposa de Andrés Manuel López Obrador— se reunió con el mandatario austriaco Alexander Van der Bellen para discutir sobre el regreso del penacho a México. El mismo López Obrador reconoció que era “una misión casi imposible”; sin embargo, su gobierno no dejó de intentar el tan deseado retorno de la pieza de arte plumario a nuestro país para que fuera exhibida en las magnas conmemoraciones del bicentenario de la independencia, los 700 años de la fundación de Tenochtitlán y el quinto centenario de su caída que deben celebrarse en 2021.
La campaña de López Obrador para recuperar piezas arqueológicas resguardadas en museos europeos tiene trasfondos nacionalistas bastante claros y, al igual que su exigencia para que España se disculpe por las atrocidades de la conquista, resulta un poco paradójica viniendo de un gobierno que ha continuado con los brutales recortes a organismos patrimoniales como el INAH y el cual pasa por alto críticas y preocupaciones muy válidas de diversos grupos indígenas que se oponen a proyectos federales como el Tren Maya o el Proyecto Integral Morelos.
La respuesta negativa por parte del museo austriaco no se hizo esperar, refiriendo nuevamente a la fragilidad de la pieza como justificación. Gerard van Bussel, curador de las colecciones de América del Norte y Central del museo vienés, comentó un día después de la reunión entre Gutiérrez Müller y Van der Bellen que el penacho no podría ser trasladado a México “al menos en los próximos diez años“, apelando al riesgo de que fuera dañado o destruido por las vibraciones de su manejo y transportación.
Vale la pena mencionar que el hecho de que la pieza haya sido pedida en préstamo también es problemático, pues en caso de que Austria accediera a la petición, el préstamo sentaría un precedente legal negativo en términos de restitución de piezas impugnadas a escala global. Un préstamo establecería implícitamente que los verdaderos propietarios de esos objetos son los museos y naciones extranjeras y no los países de donde fueron sustraídos. Esto, como muy acertadamente señaló el arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma cuando se discutía el préstamo del penacho en 2012, contradice la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e Históricos de 1972, en cuyos artículos 27 y 28 se establece que todos los bienes arqueológicos precoloniales son propiedad de la nación y por lo tanto inalienables e imprescriptibles.
Por su parte, los especialistas austriacos mantienen sus posturas respecto a cómo la solución a la cuestión del penacho es tratarlo como un ‘patrimonio compartido’, pero sin moverlo de su vitrina en el museo vienés. En una reciente entrevista, Sabine Haag, directora del Museo de Historia del Arte de Viena, reconoció la importancia que el penacho tiene para los mexicanos, pero hizo hincapié en que la pieza también forma parte de la identidad cultural de Austria por tener más de cuatro siglos siendo parte de sus colecciones. Pese a insistir en que es posible ‘compartir’ la pieza, Haag no explicó con exactitud lo que esto implica, mientras que descartó completa y tajantemente la posibilidad de que el penacho alguna vez regrese a México debido a su frágil condición, y recalcó que el propietario de la pieza no era ni México ni el museo vienés, sino el Estado Austriaco.
El punto muerto en el que se encuentra el llamado penacho de Moctezuma no es de fácil solución. Pese a los esfuerzos del gobierno mexicano, las imposibilidades técnicas para que el penacho sea transportado sin que se dañe irreparablemente constituyen un argumento indiscutible que impide su regreso a México. Quizás en algún momento en el futuro este obstáculo se solucione gracias a los avances tecnológicos, y esto permita encontrar soluciones colaborativas en donde se puedan establecer mecanismos para recuperar o compartir dicho patrimonio. Sin embargo, por ahora todo apunta a que el museo austriaco no está dispuesto a ceder. Mientras tanto el tocado permanecerá en Viena, encerrado en su vitrina de última tecnología, suspendido entre Austria y México, y los mexicanos tendremos que seguir conformándonos con la copia del Museo Nacional de Antropología. EP
Bibliografía
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