Una forma de comprender el impacto que el calentamiento global tendrá en nuestra calidad de vida —ya lo tiene, pero se acentuará— es visualizar sus efectos en tres escenarios de acuerdo con la magnitud de la anomalía de temperatura.
Cambio climático y un planeta habitable
Una forma de comprender el impacto que el calentamiento global tendrá en nuestra calidad de vida —ya lo tiene, pero se acentuará— es visualizar sus efectos en tres escenarios de acuerdo con la magnitud de la anomalía de temperatura.
Texto de Claudia Luna Fuentes & Lorenzo Rosenzweig 03/10/20
Una silueta blanca ondea en su grandeza, es el tiburón blanco que bien podría ser el guardián de la Isla Guadalupe, un fragmento de territorio, el más occidental de México: un enorme volcán que emerge desde el fondo abisal frente a la península de Baja California. En ella, fuera del foco mediático, un grupo de mujeres y hombres han vivido con lo menos, pues algo los enamora: restaurar la vegetación icónica de este fragmento oceánico de patria, conservar árboles endémicos casi extintos y cuidar de las aves marinas y terrestres. Así, poco a poco y con tenacidad, son restaurados los ecosistemas de esta isla mexicana. En otro punto de la Tierra, hace una semana, el relator de la ONU sobre derechos humanos y medio ambiente, pidió al gobierno de Colombia suspender temporalmente las actividades de la mina de carbón el Cerrejón, por sus daños criminales al medio ambiente y a la salud del pueblo indígena Wayúu.
Parecieran casos sin conexión, pero sobre ambos territorios cae la lluvia que se genera en la Amazonía por la evapotranspiración. La selva amazónica, compartida por varios países, es un sitio del mayor valor mundial para sostener con alfileres el frágil equilibrio climático del mundo. Y este imponente espacio sigue siendo devastado por incendios provocados por el propio gobierno brasileño, para dar paso a empresas que permitan el continuo girar de ruedas de un sistema ya obsoleto en su forma de interactuar con la naturaleza.
Son escasos ejemplos que apenas reflejan gradientes de luz en el complejo tema del cambio climático producido por el ser humano. En un caso los expertos restauran y conservan comunidades vegetales; entre ellas, los bosques únicos de cipreses (Cupressus guadalupensis) y de pino (Pinus radiata var. binata), ambos endémicos de la Isla Guadalupe. Hace 15 años, debido a las cabras introducidas por el hombre, los bosques originales se habían reducido de 1 300 hectáreas a sólo 85, con apenas unos cientos de árboles viejos. Ahora, luego de la erradicación de la cabra feral, el bosque retorna con fuerza y existen más de cien mil vigorosos ejemplares de cipreses y pinos. En el otro caso, el de Colombia, hay un llamado para detener la destrucción y contaminación de espacios de vida que albergan comunidades humanas en riesgo, que han luchado por más de diez años en contra de las empresas mineras que impactan sus espacios y formas tradicionales de vida.
Cipreses y seres humanos como entidades valiosas. Y un río aéreo sobre ellos. El mayor río que levita, producido por la Amazonía cuando húmeda respira, liberando 20,000 millones de toneladas de agua al día. Río atmosférico que asciende como nubes que transportan y precipitan su valiosa carga sobre países de este continente, más al norte, cuyos líderes descreen en el cambio climático. No nos engañemos. El cambio climático está aquí y genera graves e ingentes daños. Y tarde llega la diplomacia ecológica a este escenario de devastaciones irreversibles en el clima del planeta.
La gran mayoría de los científicos del mundo coinciden en que el cambio climático generado por el gradual calentamiento de la atmósfera es la principal amenaza para la civilización humana. Más grave aún que la actual pandemia, que en un breve periodo ha paralizado al mundo y modificado nuestra forma de vivir, trabajar y viajar. Coinciden también que este calentamiento global es causado mayormente por la actividad humana; es decir, antropogénico, en particular debido a la quema de combustibles fósiles y al cambio de uso de suelo para la producción de alimentos. Dichas actividades generan los gases de efecto invernadero: dióxido de carbono (CO2), metano y óxidos de nitrógeno, entre otros. Estos son gases que la ciencia expresa en una equivalencia con el CO2 (en términos de su potencial comparado de calentamiento global), para facilitar las estadísticas y los cálculos. Adicionalmente, por una mala disposición, se liberan a la atmósfera gases refrigerantes de nueva generación, que tienen un alto impacto debido a su larga vida y al potencial de calentamiento atmosférico muchas veces mayor al del CO2.
Mientras tanto, el grupo de los escépticos, un colectivo de instituciones de investigación y comunicadores —financiados por la industria petrolera— asegura que el cambio climático no existe, que es parte de ciclos naturales, fenómenos geológicos como erupciones de volcanes y periodos de oscilación de la Tierra en su órbita alrededor del Sol. Ellos insisten en que las 1 700 gigatoneladas (Gt) de CO2 —equivalentes a la kilométrica cifra de 1 700,000,000,000 toneladas— lanzados a la atmósfera con la combustión de recursos energéticos fósiles entre 1850 y 2020 no hacen diferencia para afectar el clima del planeta.
Al igual que otros retos mundiales, el calentamiento global y el cambio climático son afectaciones inmensamente complejas que requieren la reflexión de la diversidad de actores, naciones, comunidades, sectores industriales y economías presentes en todas las latitudes. La atmósfera y el clima son un bien planetario global que no conoce jurisdicciones ni fronteras y responde a complejas interacciones biológicas, físicas, químicas y termodinámicas que se manifiestan en la capacidad de absorber CO2, en el fluir de corrientes marinas, en la fijación de hielo o su derretimiento en los polos y en el metabolismo de grandes ecosistemas como la selva amazónica y las tundras boreales.
Una forma de comprender el impacto que el calentamiento global tendrá en nuestra calidad de vida —ya lo tiene, pero se acentuará— es visualizar sus efectos en tres escenarios en función de la magnitud de la anomalía de temperatura.
En un primer escenario, las tendencias recientes se mantienen y el mundo llegará a las 1 850 Gt de CO2 depositadas en la atmósfera a mediados de este siglo, cantidad que la ciencia estima como el límite para no rebasar los 2 °C de anomalía en el calentamiento del planeta. Los expertos de la industria petrolera estiman reservas en el subsuelo de aproximadamente 2 900 Gt de CO2 equivalente. De este total, solamente de 200 a 350 Gt deberían ser utilizadas antes de 2050, si es que esperamos mantener la anomalía de temperatura por debajo de los 2 °C y la concentración de CO2 en la atmósfera por debajo de las 450 partes por millón (ppm). Sin embargo, en octubre de 2020 la concentración de CO2 en la atmósfera ya es de 416 ppm y el incremento promedio de la temperatura global es de 1.1 oC.
De seguir este escenario —el más optimista considerando las tendencias y la irresponsable conducta de muchos jefes de Estado de los principales países emisores de gases de efecto invernadero—, el aumento en el nivel medio del mar habrá aumentado un metro en 80 años (2100), inundando ciudades como Ámsterdam y estados insulares del océano Pacífico. Afectaría seriamente, por el efecto de blanqueamiento, a numerosas formaciones de coral de Australia, del Pacífico Occidental y del arrecife mesoamericano. También disminuiría en hasta un 20% la capacidad de cultivo de alimento, en particular en aquellas naciones que practican la agricultura de temporal o de subsistencia. Muchas especies verían afectado su hábitat, por lo que aquellas en peligro de extinción aumentarían hasta en 30% su riesgo de desaparecer.
Un segundo escenario menos optimista, pero probable, es que continúe la quema de combustibles fósiles a una tasa tal que las reservas reconocidas de la mayoría de las empresas petroleras (710 Gt de CO2) llegue a la atmósfera generando una anomalía de 3 a 4 °C. Así, el aumento en el nivel medio del mar sería superior a los 1.25 metros y ciudades como Nueva York se inundarían. Prácticamente la totalidad de las formaciones coralinas de los océanos desaparecerían y, con ellas, la enorme diversidad biológica y la riqueza económica que resguardan. Este nivel de calentamiento afectaría en hasta un 40% la capacidad de generación de alimentos del planeta y extinguiría al 40% de las especies que conocemos. Además, podrían darse efectos en cascada, como, por ejemplo, el derretimiento del permafrost en las zonas boreales, fenómeno que generaría inmensos volúmenes de metano, un gas de efecto invernadero 86 veces más poderoso que el CO2.
Un tercer escenario, llamémosle apocalíptico, es aquel que resulta de no hacer nada, seguir nuestras vidas con patrones de producción y consumo dependientes de energía fósil, depositando cada año más de 50 Gt de CO2 en la atmósfera, aumentando la acumulación de CO2 con 780 Gt adicionales a los del escenario medio (710 Gt) para generar un total acumulado de, aproximadamente, 3 300 Gt. Esto nos llevaría a de 5 a 6 °C de anomalía de temperatura, la acidificación de los océanos y la alteración de la mayoría de sus corrientes marinas —imponentes vías reguladoras del clima—, y a la desaparición de la mayor parte de los seres vivos que habitan en ellos. El mundo sería casi inhabitable y heredaríamos un planeta yermo y climáticamente disfuncional a las futuras generaciones, con una hipoteca climática que no se resolvería en cientos de miles de años.
México vulnerable al cambio climático
Entre 1990 y 2015 las emisiones de México aumentaron aproximadamente 54% debido al crecimiento económico y poblacional. De acuerdo con proyecciones del World Resources Institute, las emisiones de México en el año 2025 tendrán un alza notable y una tasa significativamente más elevada que el promedio mundial.
En 2018 México produjo aproximadamente 1.3% del volumen global de emisiones de gases de efecto invernadero. Esto coloca a nuestro país en la décima segunda posición en la lista de los grandes emisores —encabezada por China, Estados Unidos, la India, Rusia e Indonesia—. México es el segundo emisor de gases de efecto invernadero de América Latina después de Brasil y es muy probable que se convierta en uno de los 10 mayores emisores en los próximos diez años. De acuerdo con las estadísticas más recientes, el sector transporte, seguido por la generación de energía, la industria y la agricultura, son los principales productores de CO2. Entre ellos suman más del 63% de las emisiones totales del país.
México es vulnerable a variaciones climáticas por su geografía, topografía y las condiciones socioeconómicas de la mayoría de sus habitantes. Las regiones más afectadas por las consecuencias negativas del cambio climático serán aquellas que en el presente ya enfrentan retos importantes como altos niveles de pobreza, rápido aumento poblacional, agotamiento de recursos naturales, crecimiento urbano sin planeación y contaminación. La capacidad de previsión, adaptación y recuperación del país es limitada, dado que muchos de sus pobladores viven en modo de subsistencia.
El cambio climático es un tema de “seguridad nacional”. Millones de mexicanos viven en zonas con un riesgo que pudiera ser exacerbado por desastres naturales. No existe un sector de la economía o de la población ni alguna región del país que quede al margen de los impactos negativos del cambio climático: hay riesgos en materia de salud pública, de producción de alimentos básicos, de disponibilidad del agua, de protección de ecosistemas, de seguridad en los asentamientos humanos, de infraestructuras básicas y de generación y suministro de energía. El turismo, como importante sector de nuestra economía —fuente vital de divisas y empleo— es particularmente vulnerable al cambio climático, por el impacto de huracanes en destinos de playa, la afectación y erosión de costas y playas, y fenómenos invasivos como el arribazón de sargazo en el mar caribe.
México es altamente sensible a cambios en los patrones de precipitación, los cuales tienen un impacto directo sobre la disponibilidad de los recursos hídricos vitales para actividades de subsistencia. Un caso ilustrativo es el cultivo de maíz de temporal, sustento principal para millones de agricultores mexicanos y sus familias. Una duplicación de los niveles preindustriales de CO2 en la atmósfera causaría una disminución o translocación de la lluvia, principal fuente de irrigación para la gran mayoría de los cultivos. Terrenos de bajo cultivo clasificados como “medianamente aptos” a “no aptos” para la agricultura se degradarían aún más, especialmente si no se dispone de recursos para mantener la productividad de los suelos. El cambio climático aumentaría aún más el éxodo del campo hacia las ciudades y la migración de mexicanos al extranjero.
Adaptación a los efectos del cambio climático
La adaptación es una respuesta localizada geográficamente. En este sentido, la alta vulnerabilidad de México ante el cambio climático hace urgente implementar mecanismos de adaptación: el mejoramiento de las condiciones socioeconómicas generales y el desarrollo económico son parte integral de la respuesta, ya que aumentan la flexibilidad y la capacidad de reacción frente a los desafíos climáticos.
También son necesarias una mejor comprensión y una comunicación más efectiva de los efectos del cambio climático. Esto incluye sistemas eficaces de pronósticos del tiempo y del clima que permitan modificar los planes de cultivo. Las estrategias para la gestión eficaz del agua, con tecnologías avanzadas de irrigación, así como la promoción del uso racional y moderado de este recurso en las zonas urbanas, deben ser llevadas a cabo de manera institucional por medio de políticas públicas.
Otro factor importante para lograr una adaptación es planificar el uso del suelo. La deforestación y la expansión de las tierras para la ganadería en zonas que carecen de vocación pecuaria extensiva, reducen la humedad de suelos y su capacidad de absorción de CO2. Esto tiene un efecto negativo en la precipitación. Urge, además, implementar sistemas de alerta temprana para desastres naturales como huracanes e inundaciones, al igual que desarrollar esquemas adecuados para el manejo de riesgos climáticos.
Finalmente, el apoyo internacional y la asistencia gubernamental para el desarrollo son necesarios para enfrentar los resultados que ya existen debido al cambio climático. Esto debe incluir la transferencia y adopción de tecnologías apropiadas, variedades resistentes de cultivos y herramientas para el diagnóstico.
Mitigación
La mitigación es el conjunto de acciones emprendidas para reducir la concentración atmosférica de gases de efecto invernadero. Se vuelve así un bien público global del que todos se benefician ya que, desde el punto de vista climático, no importa en qué lugar del mundo se lleve a cabo.
Las medidas de mitigación se dividen en dos categorías: la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero y la captura y fijación de CO2 una vez que está presente en la atmósfera. Ejemplos de la primera categoría son el aumento de la eficiencia energética y la sustitución de energía de origen fósil por energía de fuentes renovables; de la segunda son la regeneración de ecosistemas, la siembra, la conservación de árboles en sitios con vocación forestal, y el mejoramiento de la condición de los suelos para aumentar su capacidad de absorción de carbono.
México tiene un potencial importante y subutilizado de mitigación. Existen diversas oportunidades en el sector energético e industrial, especialmente en lo referente al aumento de la eficiencia energética, la cogeneración y la sustitución de combustibles por alternativas menos contaminantes como las energías renovables. En la vivienda también hay potencial considerable, desde la iluminación hasta la arquitectura bioclimática, el aislamiento térmico y la disposición responsable de gases refrigerantes.
Es precisamente en el área de energías renovables, como la hidroeléctrica, eólica, geotérmica y solar, donde México tiene posibilidades de crecimiento. Los precios de la energía eólica y la solar han bajado tanto que hoy resultan bastante más baratas que las energías fósiles, incluyendo al gas natural.
Los bosques y suelos de México representan casi dos tercios del potencial de mitigación del país. Sin embargo, la tasa actual de deforestación sigue siendo preocupante. El sector forestal y el cambio de uso del suelo son una fuente neta de carbono, esto significa que las pérdidas de biomasa exceden el volumen total de crecimiento natural. No obstante, esta tendencia podría ser revertida si, en estrecha colaboración con comunidades locales, se impulsan políticas que reduzcan la tala de árboles y el riesgo de fuegos forestales, y que fomenten el manejo adecuado de bosques y áreas protegidas.
En contraste con estos desalentadores escenarios globales, y el difícil momento por el que México atraviesa en materia climática, la ciencia, la sociedad civil organizada —que incluye a ciudadanos y comunidades— y muchos gobiernos responsables, han sumado importantes esfuerzos estos últimos dos años para trazar y poner en práctica acciones que reviertan el calentamiento global.
Después del Acuerdo de París del año 2015, en que la mayoría de las naciones se comprometieron a reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero en un 30%, y México en un 22%, hay un movimiento verde y progresista, impulsado por la Asamblea General de la ONU (Climate Ambition Alliance) que propone metas esperanzadoras, como la neutralidad de carbono para el año 2050. Algunos ejemplos de esta nueva visión, enmarcada por un sorprendente despliegue diplomático ambiental, y que dan esperanza para afrontar esta crisis climática global, son el compromiso de la Comunidad Europea de neutralizar las emisiones para el año 2050. Empresas petroleras como British Petroleum (Reino Unido), Total (Francia) y Equinor (Noruega), se comprometieron a lograr la neutralidad de carbono en sus operaciones para ese año. En Estados Unidos, California asumió el compromiso de eliminar al 100% los vehículos propulsados por motores de combustión interna para el año 2035, al igual que la Comunidad Europea para 2040, impulsando la electromovilidad.
Sin embargo, la moneda está en el aire para el segundo país emisor de carbono: los Estados Unidos de Norteamérica. Un triunfo demócrata en las próximas elecciones impulsaría un ambicioso esfuerzo de reducción de emisiones, que además tendría gran influencia en muchos países vinculados comercialmente, entre ellos México. Detonaría una cascada de compromisos gubernamentales y empresariales favorables a la resolución de la crisis climática. Sería lo deseable, ya que el Informe sobre la Brecha de Emisiones del año 2019 transparenta la brecha de 15 Gt anuales que el planeta enfrenta, y documenta la responsabilidad de muchos países —entre ellos México— que no han asumido cabalmente sus compromisos climáticos.
Respecto a estos temas, un libro publicado de manera reciente, Drawdown, a comprehensive plan to reverse global warming, destaca por su análisis, estructura y claridad de comprensión. Presenta cien soluciones ordenadas por sectores, capacidad de reducción de emisiones y costo y ahorros netos, a un horizonte de 30 años. El escenario medio calcula como posible una reducción de 1 442 Gt de gases de efecto invernadero expresados en CO2 equivalente para el año 2050. Lo anterior con un costo total de 130 trillones de dólares, un costo neto de 27 billones de dólares (27 000 millones de dólares) y un potencial de ahorro de 74 billones de dólares (74 000 millones de dólares); esto en vez de seguir haciendo lo mismo y perder el planeta. Como tantos otros esfuerzos, esta publicación se construye sobre los logros de un colectivo preocupado por la integridad de nuestro clima: un bien compartido por la humanidad.
Las actuales condiciones climáticas representan un reto moral universal que trasciende lo ambiental y nos afecta a las comunidades de los cinco reinos, indisolublemente enlazadas. Y, mientras esto se escribe, los polos pierden sus hielos a una velocidad asombrosa: seis veces más rápido que hace tres décadas. En los años noventa el deshielo anual era de aproximadamente 80 000 millones de toneladas y hoy es superior a las 500 000 millones de toneladas.
¿Cuántas savias y sangres están por afectarse debido a este legado climático siniestro, resultado de una carrera industrial y productiva irreflexiva? La actual crisis producida por el COVID-19 nos dejó claro que dependemos de un entorno natural, un hábitat estable y funcional, y que las anomalías, sean estas zoonosis (enfermedades o pandemias resultantes de la alteración del equilibrio en la naturaleza) o desastres climáticos, tienen la capacidad de perturbar esta frágil trama que llamamos civilización humana. Es momento de preguntarnos: ¿qué realidad como cisne negro nos espera? EP
Conspiración1
hay un rumor a revuelta natural en los pastos
la vegetación y sus semillas asechan
raíces se abren camino contra los jardineros que aíslan y podan el naranjo
que no entienden el dolor cítrico de su
especie (los hongos le crecen como
escuadrones flexibles y molestos)
alguien ha roto el diálogo vegetal
pero
secretamente
en los patios abandonados
el polen apuntala una reunión de luces entre las hierbas salvajes
comunidades se prestan su saliva verde esas manos que son sus hojas
allí crecen al amparo de sí mismas y se espantan la pesadilla última:
¿los huesos de la Tierra emergían sacudiéndose?
no entiendes
que los bulbos conversan
y largas cartas envían las flores en sus perfumes
sin metáforas: a la clorofila le duelen los cortes que limitan su linaje
hay cabelleras terrestres marchitas que desprotegen los cráneos del mundo
cuidado
hay pensamientos enfurecidos en las piedras
…
movimientos en la perilla anuncian la visita de un profeta mineral
tiene ojos de azahar y palillos de dientes con los que se limpia la ternura
el mundo es el huracán que viene de regreso
los cuerpos vencidos ahogados y en sus manos aún las llaves bien sujetas
el profeta abrió
aquello afuera está descontrolado
insectos vuelan a su derredor
y a su espalda las flores desenfundan sus espinas
señor profeta
en esta esquina del mundo
no hay nada para usted
aquí tenemos un cielo liberado
prescindimos del juicio natural
cenamos junto a leones y estrellas
en medio de una paz que usted no conoce
1 Fragmento de Carne para las flores, de Claudia Luna Fuentes (Aullido Libros, 2010).
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