Este es un momento importante en el que se discute la utilidad de la policía, la necesidad de reformarla o la posibilidad de abolirla. Con el asesinato de George Floyd a la cabeza, la larga lista de agravios y asesinatos de personas afrodescendientes y latinoamericanas es devastadora.
¿Es necesaria la policía?
Este es un momento importante en el que se discute la utilidad de la policía, la necesidad de reformarla o la posibilidad de abolirla. Con el asesinato de George Floyd a la cabeza, la larga lista de agravios y asesinatos de personas afrodescendientes y latinoamericanas es devastadora.
Texto de Heriberto Paredes 29/07/20
Salimos del local en donde unas siete personas han terminado de ponerse una camiseta blanca con letras y logo negro. Está cayendo la noche y el sol alcanza a dibujar destellos naranjas entre los edificios multifamiliares. Llegamos a la esquina de la calle 138 y la avenida Willis, ahí, mientras mucha gente pasa entre el grupo, las personas hacen un alto, se voltean hacia mí para que registre el momento en el que se toman de los brazos —como una cadena humana— y miran de frente a la cámara. Se lee con claridad en las camisetas: Ronda Comunitaria NY.
Esto es el Bronx: uno de los distritos más grandes de la ciudad de Nueva York, es la parte de Ciudad Gótica en donde vive el Guasón y es en donde viven una buena parte de las comunidades migrantes latinoamericanas, principalmente originarias de Puerto Rico, República Dominicana y México. Es también la casa de miles de afroamericanos y de garífunas hondureños.
Aquí los niveles de violencia policiaca superan los índices de empleo y de acceso a la salud, las cifras de personas contagiadas y muertas a causa de COVID-19 son más altas que las de las personas que tienen recursos para seguir pagando la renta y las cuentas, luego de tres meses sin trabajo.
El Bronx es también parte de Pueblayork, la múltiple territorialidad que reclaman las personas migrantes de Puebla como suya, junto con Queens y Brooklyn. A diferencia de Manhattan, el metro, en este enorme y conflictivo distrito, está aún más descuidado, las máquinas para comprar boletos no aceptan billetes y en muchas ocasiones no funcionan, por lo que frecuentemente hay jóvenes en los torniquetes que dan el acceso al metro por 2 dólares, 75 centavos menos del costo oficial, sólo hay que pagarles en efectivo y de preferencia con cambio.
South Bronx es la zona más pobre de la ciudad y es donde los domingos los parques se llenan de asadores familiares; mientras que unos hacen la carne asada, el resto los acompaña con música y cervezas en vaso, para que la policía no las vea y no se detenga a arrestar gente. Por las calles hay mucho bullicio, la gente camina rápido, se cruza con los carritos del helado, con las personas que piden dinero para comer o para comprar alguna ‘medicina’, a veces hay gente cortando el pelo o pintando las uñas, siempre hay personas pidiendo dinero afuera de las estaciones del metro o tratando de aferrarse a este mundo luego del consumo de sustancias fuertes.
Gracias al COVID-19 y a las medidas de reapertura los restaurantes mexicanos, dominicanos, hondureños han tenido que sacar sus mesas y sillas para ocupar la banqueta y ofrecer el servicio en exteriores, así que el aroma a carnitas se mezcla con los plátanos fritos y las bachatas, los letreros fosforescentes que ofrecen baleadas (una comida típica de Honduras) completan el cuadro.
Bronx es una fiesta, y es la casa de millones de personas migrantes, es una casa compartida y a veces disputada, por lo que las peleas son frecuentes como los asaltos a ciertas horas de la noche y las peleas en los pasillos de los edificios de departamentos. Siempre pasa algo que hay que atender con urgencia.
“Llegué muy joven a Nueva York, casada, aunque después me divorcié y me quedé sola con mi hijo. Tengo 20 años aquí, entre Brooklyn y el Bronx. Es muy difícil ser madre soltera, pero me di cuenta de que las mujeres mexicanas necesitaban abrirse más, aprender el idioma, trabajar, ser independientes y no depender del hombre”, me cuenta Mary, originaria de Atlixco, Puebla, es una de las principales promotoras de la Ronda Comunitaria.
“Mi nombre es Ariana, me vine hace 13 años de Puebla, para buscar mejores oportunidades, para ayudar a mis papás, a hacer algo diferente. Tuve familia aquí y no me desenvolví mucho, aquí es como una jungla, es difícil esta ciudad, ya separada fue que seguí con mis sueños y quiero darles una mejor vida a mis hijos”, comenta una mujer de estatura mediana y cabello rizado y largo.
Esteban llegó en 1990, ha trabajado de muchas cosas, pero aprendió el oficio de la tapicería y de ahí se agarró para construir una vida: “Cuando llegamos hacíamos grupos para protegernos de los asaltos, al salir del metro o en algunas zonas del Bronx, era la única manera de evitar que nos atacaran, así que ya hay antecedentes de que nos podemos organizar”.
Abolir la policía, un camino
Este es un momento importante en el que se discute la utilidad de la policía, la necesidad de reformarla o la posibilidad de abolirla. Con el asesinato de George Floyd a la cabeza, la larga lista de agravios y asesinatos de personas afrodescendientes y latinoamericanas es devastadora.
Surgida tras la abolición formal de la esclavitud, la policía en Estados Unidos se ha encargado de proteger los intereses de los supremacistas blancos y en ello basa su relevancia. Pero existe una postura, cada vez más fuerte, que plantea la abolición de esta institución, cuestiona el sentido y la utilidad de un aparato represivo racista que gasta enormes recursos dejando otros sectores de la sociedad con menor presupuesto. De ahí que se exija en las calles, al menos, desfondarla.
Si uno llama al 911 ante una emergencia médica, un incendio, o algún otro asunto que no involucre una situación de seguridad y delincuencia clara, en lugar de mandar a otros servicios de emergencia, inevitablemente es la policía quien llega. La Ronda Comunitaria, desde su naciente trabajo cotidiano, de carácter hormiga, pone el dedo en la yaga y desnuda, en su contexto, la no necesidad de un departamento de policía sino, de manera muy reveladora, la urgencia y viabilidad de soluciones civiles y dialógicas, con personal especializado que no recurra a las armas y a la violencia para mantener el orden.
¿Suena esto parecido o cercano a lo que ocurre en México? Los contextos son muy distintos, sin embargo, las instituciones de seguridad mexicanas no han logrado —y no lo lograrán— acabar con la violencia. No ocurre por falta de voluntad, sino por dos elementos fundamentales: son parte de toda la violencia organizada que favorece el despojo y, en segundo lugar, el modelo policial sigue siendo represivo, punitivo, de total desconexión con el contexto.
Inspirada en el modelo comunitario de Cherán, y de las guardias comunales y policías comunitarias que surgieron en estados como Guerrero y Michoacán, la Ronda Comunitaria de Nueva York ha recuperado la tarea de velar por el bienestar de las personas y tratar de resolver los problemas a través del diálogo o las protestas pacíficas, de la implementación de acciones colectivas en donde participe la mayor cantidad de gente posible.
Quienes están comenzando esta labor, incipiente pero significativa, escuchan las peticiones de mujeres migrantes que no consiguen trabajo y están por ser echadas de sus viviendas, se preocupan por señores enfermos y solitarios que no han regresado a México en mucho tiempo, piensan en acciones para contener los asaltos en distintos puntos del Bronx bajo la premisa del diálogo con quienes los realizan.Existe una posibilidad de que la policía sea abolida en un país que basa su seguridad en la policía y en la militarización. Me refiero a Estados Unidos. Muchos factores tienen que entrar al ruedo y la ecuación no es sencilla, sin embargo, este proceso que comienza en el Bronx es una grieta: por algún lado comienza la fractura del muro. EP
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