Juan José Kochen nos habla de la “arquitectura hostil”, un término que hace referencia a una serie de “estrategias de segregación” para desalentar la apropiación de remanentes y vacíos urbanos.
Parásitos urbanos
Juan José Kochen nos habla de la “arquitectura hostil”, un término que hace referencia a una serie de “estrategias de segregación” para desalentar la apropiación de remanentes y vacíos urbanos.
Texto de Juan José Kochen 07/04/20
En 1972, Rem Koolhaas escribiría su primer manifiesto urbano sobre la dualidad entre utopía y distopía de Londres aludiendo a la Guerra Fría y la división geopolítica este y oeste en Alemania. Exodus, or the Voluntary Prisoners of Architecture: The Strip (Aerial Perspective), en colaboración con Elia Zenghelis, Madelon Vriesendorp y Zoe Zenghelis, sería el antecedente de su segunda investigación urbana, Delirious New York. A Retroactive Manifesto for Manhattan, de 1978. En ambos documentos converge el escrutinio con la visión positivista del progreso, la segregación y la inherente condición de entropía de las ciudades modernas. Koolhaas relataría que la arquitectura era [es o puede ser] el instrumento culpable de la desesperanza.
En plena efervescencia urbana, los periodos sexenales, los intereses privados-partidistas y los llamados ciudadanos colisionan como nunca antes. Así se denuncia, aunque a veces sin eco, el entorno que vivimos y/o sufrimos. “Arquitectura hostil” se volvió tendencia por una serie de imágenes de ciudades contemporáneas que emplearon “estrategias de segregación” para desalentar la apropiación de remanentes y vacíos urbanos. Se visibilizó la patente de piedras, cascajo, varillas, picos, taludes y bolardos como medidas para inhibir transitar, descansar o simplemente estar. La democratización del espacio colectivo ha sido uno de los debates públicos más divergentes para políticos, urbanistas, arquitectos y ciudadanos. La tendencia referida no sólo muestra la hostilidad construida y la precariedad edilicia sino la indiferencia. Recupera temas soslayados sobre vivienda asequible, burbujas inmobiliarias, personas en situación de calle o sin techo, desplazados, migrantes, participación, opacidad de recursos e inversión en infraestructura y mobiliario.
La coyuntura coincide con la provocación lanzada para la 17 Muestra Internacional de Arquitectura de la Bienal de Venecia de este año curada por Hashim Sarkis, “How will we live together?” o con los paralelos mostrados (zonificación, marginación, insalubridad, hacinamiento, pobreza, en fin…) en la película Parásitos de Bong Joon-Ho. Así como lo inverosímil o ridículo del filme, la exageración nos hace confrontar la polarización, y a la vez, nos enfatiza vertientes tangentes producto de lo construido y/o habitado como la vida en colectividad, la crisis climática, la desigualdad, el clasismo y la sobrevivencia. Se trata de un retrato urbano replicable en cualquier ciudad contemporánea, desarrollada o emergente, neoliberal o socialdemócrata. ¿Quiénes son los parásitos? ¿Quiénes corren o sobreviven como cucarachas? ¿El comportamiento de los habitantes es consecuencia de su realidad, heredada, forjada o subyugada? “En esta ola de recuerdos que refluye, la ciudad se embebe como una esponja y se dilata”. “Las ciudades y la memoria” de Italo Calvino no sólo confirma la hipérbole sino que confirma el espejo –aunque no siempre reflejado– de identidad por entorno.
El futuro habitable se muestra cada vez más distópico que optimista. La hipótesis del fin del mundo no es muy disparatada, como recién ha dicho Salman Rushdie. Aún así, no existe una fuente única de la que puedan surgir todas las respuestas sobre cómo vivimos. Además de cuestionarlo y hacerlo tangible, habría que preguntarnos el origen de la afrenta urbano-arquitectónica. A diferencia de la condición biológica, estos parásitos no suelen ser los que habitan e intentan apropiarse de los resquicios urbanos sino los que se esconden detrás de los muros. Habrá que revertir hostilidad por equidad.EP
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