Polvo

La moronga es el blog de La Murci y forma parte de los Blogs EP

Texto de 24/01/20

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Tiempo de lectura: 2 minutos

Ahora que volvió el alarmante discurso inmunológico y que se volvió a revolver la tierra por una novela que nadie ha leído pero “todo mundo” mienta, volé a refugiarme en una bodega de libros, a buscar tesoros. Pero sí me quedé pensando en la naturaleza volátil del polvo: puede pasar años imperturbable sobre una cubierta, pero apenas llego yo y se me alebresta. Ah, el polvo: tiene su gracia. Para empezar, cariñoso, se me pega a las garritas. Y en contra de la librería como supermercado, que tiende a retractilar libros como si fueran bistecs empaquetados al vacío, se me aparece como el empaquetado que asegura que el libro no ha caducado. Libro polvoriento que se deja leer, ¿se les ocurre mejor manera de ser?

Pero volviendo a nuestra época inmunológica, cada tanto se me aparece alguien a recordarme que los libros pueden ser peligrosos. No por sus ideas sino, como me señaló el otro día un hombre con un hilo de voz, ya cascada, porque uno puede agarrar un enfisema si pasa demasiado tiempo en compañía de los ácaros. ¡Me lo dice a mí, que me atraganto de polillas para salvaguardar mis libros! Pero es verdad: cuando se trata de libros antiguos es mejor tener guantes y tapatrompas a la mano, manteniendo a raya las otitis, alergias, las infecciones oculares y las alergias. Qué triste fue el otro día ver cómo un editor se deshacía de docenas de libros –me los donó– porque había pescado una alergia por el polvillo que desprendían sus títulos. Eran de los baratones.

 Hay muchas recomendaciones para mantener una biblioteca en perfecto estado de salud. Yo que soy medio cochinona las olvido, pero por ahí las tengo anotadas. Dejen las busco. Han de estar tras el frigorífico donde guardo el plasma. No. Tal vez debajo de mi sarcófago. Ah, no, acá están, en un pliegue de mi patagio. Algunas son muy de sentido común (como erradicar el bendito polvo –recomiendo sacudir o las toallitas húmedas, con las mismas que se les limpian las pompis a los bebés, pero no olviden secar los libros después de pasarlas– o mantener los libros en un ambiente seco). Otras uno las va aprendiendo sobre la marcha, como siempre dejar un espacio, aunque sea pequeño, entre libro y libro, así se evitan que se organicen los microbios. Si coleccionan libros, recomiendan algunos, lo mejor es tener en cuarentena las nuevas adiciones a sus bibliotecas. Pero bueno, esta información que cura, la verdad, pueden encontrarla en sus Googles y sus Internets sin mayor problema. ¡No estoy aquí para informar!  

¿Para qué estoy yo aquí, entonces? Para pasar el tiempo, por un lado, y por otro para transformarme momentáneamente en la voz de la razón: me envuelve un torbellino oscuro, crezco en tamaño, subo a la montaña y con voz atronadora les digo: polvo eres y en polvo te convertirás; si hay mucha polvareda por un libro, y si ese libro se titula American Dirt, o de otra forma, da igual, y si es una novedad, y si les molesta tanto, y si es tan malo, ¿no sería mejor que metieran las narices en otros libros? Yo tengo opciones. Las vendo. Vengan, que la renta y la barrida de mi cueva no se pagan solas. EP

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