La lucha por la igualdad salarial: ¿tiempos de descuento en el fútbol femenil?

Recientemente se ha puesto de manifiesto la necesidad de un equal pay en el fútbol femenil, pero ¿es realmente la forma de solucionar la brecha salarial entre hombres y mujeres en este deporte? Este texto de Vanessa Romero hace un intento por discutir cómo sí es posible que en el fútbol femenil las cosas cambien para bien.

Texto de 12/11/21

Recientemente se ha puesto de manifiesto la necesidad de un equal pay en el fútbol femenil, pero ¿es realmente la forma de solucionar la brecha salarial entre hombres y mujeres en este deporte? Este texto de Vanessa Romero hace un intento por discutir cómo sí es posible que en el fútbol femenil las cosas cambien para bien.

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El 8 de marzo de 2019 Megan Rapinoe —la mujer más renombrada del fútbol profesional— presentó, junto con las otras 27 integrantes de su selección femenil, una demanda en contra de la Federación de Fútbol de Estados Unidos. El argumento: las futbolistas eran discriminadas laboralmente. Entre otras cosas, exigían que su salario y condiciones laborales fueran equiparadas a aquellas de los jugadores hombres. Esa misma petición ha sido replicada por las jugadoras y la afición de otros países, incluyendo México.

La igualdad salarial o equal pay ha sido definida como el derecho que tenemos las mujeres a obtener el mismo salario que los hombres por la realización de un trabajo de igual valor. Una buena definición del concepto se encuentra plasmada en el artículo 86 de la Ley Federal del Trabajo que señala que a trabajo igual, desempeñado en puesto, jornada y condiciones de eficiencia también iguales, debe corresponder salario igual.

La lucha por alcanzar la equivalencia salarial ha sido una de las insignias más sonoras del feminismo moderno considerando que tal desigualdad es —junto con las escasas políticas públicas para conciliar nuestra vida privada con la profesional— la causante de la brecha salarial entre géneros. 

Dos premisas de las que parte la igualdad salarial son: la primera, que dos personas diferentes realicen una misma actividad. Para este presupuesto, hay que considerar que existen diferencias entre hombres y mujeres —adicional a las  meramente biológicas—: que propician que, la actividad que realizan (en apariencia igual) sea de diferente valor y, por tanto, difícil de comparar; la segunda, que las actividades “tengan” el mismo valor. 

“Si analizamos con reserva nos percatamos de que una de las premisas que sostiene el argumento es falsa: tanto que permite concluir que la lógica del equal pay no es suficiente.”

Como resultado de un análisis poco profundo —y sí muy estruendoso— diversos sectores sociales han resaltado que por el ejercicio de la misma actividad —jugar fútbol— las mujeres deberían recibir el mismo ingreso que los hombres. Así es como las y los espectadores del reclamo observan ofendidos el aparente incumplimiento de las premisas del equal pay. Con esa preconcepción es que el público escucha en diferentes medios de comunicación de los 5.3 millones de dólares anuales que gana Florian Thauvin, de los 4.6 millones de André-Pierre Gignac, cómo tal o cual jugadora no ganará más de dos o cuatro mil pesos al mes, ni siquiera un salario mínimo mensual, o que el Santos de Brasil desapareció la rama femenina para poder pagar el salario de Neymar

Si analizamos con reserva nos percatamos de que una de las premisas que sostiene el argumento es falsa: tanto que permite concluir que la lógica del equal pay no es suficiente. Sería mejor, en este caso, referirnos a un fair pay que nos permita vislumbrar el peso de las exigencias por parte de las jugadoras.

Según información presentada por Mikel Arreola —presidente de la Liga MX— el valor de tal liga (que incluye la liga expansión, la femenil y la varonil) es de alrededor de USD1900 millones. Si bien no existe información suficiente para señalar qué proporción representa de tal cantidad la liga varonil y cuánto la femenil, el abismo entre el valor de ambas categorías es notorio; la femenil vale apenas unos cientos de miles de pesos. 

Cuando juegan ellos, por diversos factores se produce un valor distinto. Dentro de los factores que determinan el valor del trabajo de los futbolistas profesionales, se encuentran variables tales como el tamaño de su audiencia, el costo de los derechos de transmisión, el rating televisivo, ganancias por ventas de boletos, contraprestaciones pagadas por patrocinadores, publicidad, etc. La profunda diferencia entre el valor de tales factores en el universo del fútbol varonil y del fútbol femenil es manifiesta e innegable. 

Adicionalmente, es interesante detenernos a observar cómo algunos de los  argumentan por la igualdad salarial en favor de las mujeres en este ámbito, pasan por alto que, inclusive en el fútbol varonil, no existen tabuladores o parámetros que determinen salarios similares para sus jugadores. De este modo encontramos que —inclusive dentro de un mismo equipo— dos jugadores pueden percibir salarios absolutamente dispares. Así, por ejemplo, encontramos que Funes Mori, en Rayados, gana alrededor de 17 millones de pesos al año, mientras que José Alvarado, en el mismo equipo, percibe aproximadamente 367 mil pesos anuales. El salario de aquellos, igual que como sucede con las jugadoras mujeres, es determinado, entre otras cosas, considerando  el valor que cada jugador traslada a su equipo o, mejor dicho, por el resultado monetario que su participación traduce para su empleador. Ese cálculo es individual. 

“Si bien las condiciones del mercado laboral son uno de los elementos que permiten determinar el salario de los trabajadores, el contenido del mismo no se agota ahí…”

Y es que es esta la forma en que el salario, como concepto laboral y económico, se determina en el fútbol y en cualquier otro deporte e industria. Si bien las condiciones del mercado laboral son uno de los elementos que permiten determinar el salario de los trabajadores, el contenido del mismo no se agota ahí; el empleador habrá de considerar otros elementos, tales como rendimiento, competencia, habilidades, poder de negociación, productividad, formación profesional, entre otras.  

En definitiva: como no es posible hablar de trabajo que produce igual valor, no podemos exigir salarios similares. Varias selecciones se han parado el cuello con acuerdos que dicen igualar los salarios femenil y varonil en su selección nacional; Brasil y Australia entre ellos. Sin embargo, estos convenios sólo han tenido efectos sobre los premios y viáticos porque, en realidad, quienes pagan el sueldo de los jugadores son los clubes. Pocos de estos —como el Ajax— han formalizado este tipo de acuerdos

Lo anterior no nos impide indagar en otras ventanas de oportunidad que los clubes, la Federación Mexicana de Futbol, la afición y, en general, los participantes en el escenario del balompié mexicano, pueden aprovechar para adelantar varias casillas al fútbol femenil. 

“A la afición le tocará  incrementar su consumo de fútbol femenil, ver más partidos, exigir más y mejor cobertura mediática, mejores horarios y ubicaciones, pagar más por un boleto al estadio, comprar más playeras, incrementar la popularidad de las jugadoras.”

Rechazar el mito de la igualdad salarial en el fútbol femenil sirve para explorar los “¿cómo sí?”. ¿Cómo si podemos reducir la brecha salarial entre las mujeres y los hombres en tal industria? Si aceptamos que la igualdad salarial no es, ni por asomo, la única vía para la reducción de la brecha entre géneros, podemos pensar —y ejecutar— nuevas estrategias en aras de la nivelación deseada. A las autoridades y clubes les tocará implementar unas; a la afición otras. Los primeros podrán explorar la pertinencia de celebrar convenios conjuntos entre los clubes femeniles como se ha materializado en el fútbol español o de concretar negociaciones colectivas entre ligas femeniles y varoniles que permitan obtener mejores condiciones comerciales para las primeras. Inclusive parece verosímil analizar las ventajas que una posible fusión de la Liga MX con la de Estados Unidos podría implicar. A la afición le tocará  incrementar su consumo de fútbol femenil, ver más partidos, exigir más y mejor cobertura mediática, mejores horarios y ubicaciones, pagar más por un boleto al estadio, comprar más playeras, incrementar la popularidad de las jugadoras. Es sabido que el mayor ingreso de los clubes proviene de los derechos de transmisión. En tanto la explotación de este derecho siga sin ser interesante para los clubes en materia femenil, la bolsa de dinero a ser repartida entre las jugadoras seguirá vacía. EP

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