Durante varios años, “Poliedro” fue la sección principal de las centrales de la revista Este País. Con el propósito de honrar a esa tradición impresa y renacer como EP en línea, hemos nombrado “Poliedro Digital” al blog semanal de la Redacción que, al tener diversos colaboradores, es como ese cuerpo geométrico de “muchas caras”.
Esto que es Polonia
Durante varios años, “Poliedro” fue la sección principal de las centrales de la revista Este País. Con el propósito de honrar a esa tradición impresa y renacer como EP en línea, hemos nombrado “Poliedro Digital” al blog semanal de la Redacción que, al tener diversos colaboradores, es como ese cuerpo geométrico de “muchas caras”.
Texto de Karen Villeda 24/08/18
Supe de Polonia por las palabras de otros.
Ella era los best sellers que leía en mi más tierna infancia (como lectora).
En algún Decamerón de Manuscrito encontrado en Zaragoza, Jan Potocki dice una terrible verdad: “Pero tal es la fuerza de las impresiones que recibimos en nuestra infancia que esta estrambótica esperanza turbó por largo tiempo mi cabeza y nunca me he repuesto del todo de ella”. Y Czesław Miłosz escribió en “Pobre poeta”: “Otros aún encuentran paz en la idolatría de la patria / Que puede durar largo tiempo / Aunque no más de cuánto dura todavía el siglo diecinueve”
Mi primer conocimiento sobre Polonia surgió con mi idolatría a las “novelas de a duro” que mi abuelo Guillermo coleccionaba. Las leía con fruición. Este país se fue fabricando en mi mente mientras ojeaba los libros de Karl von Vereiter, seudónimo del escritor español Enrique Sánchez Pascual. Tenían títulos que llamaban mi atención sobremanera como Yo fui médico del diablo, Las diabólicas de Hitler, Las hienas de Ravensbruck, La llamaban Lili Marlen, Las vírgenes de Kiev, Salón Kitty Burdel SS, Réquiem por un SS, El Reino de la Bestia, Las diabólicas de Hitler, Las vestales del tercer Reich, entre otras monerías en las que von Vereiter o, en su defecto, Sánchez Pascual no se quebraba demasiado la cabeza.
Polonia: la guerra relámpago fue la novela definitiva en mi concepción. Es tanta triste y tan cierto. Conocí Polonia en el auge de otra posguerra: la española. La desesperación colectiva se alimentaba de situaciones que les recordaban que estaban mucho mejor después de Franco. Eran los parsimoniosos setentas y la Editorial Petronio, misma que no discriminaba al publicar a von Vereiter con Víctor Hugo y Eugenio Sue, me brindaba pocas (aunque) conspicuas opciones: la Segunda Guerra Mundial o los extraterrestres.
La rentabilidad de la temática bélica hizo que, por las bondades de la importación, cayeran en mis manos Holocausto de Gerald Green y Mila 18 de León Uris. Posteriormente, mi gusto se hizo más refinado y grabé en mi memoria las páginas con fotografías en blanco y negro de la Gran Crónica de la Segunda Guerra Mundial de Reader’s Digest.
Reconozco que esta miopía editorial configuró a Polonia en mi cabeza.
Se puede escribir (y vivir) sin sentido de la realidad. Sin embargo, no se puede viajar en la Polonia que yo tengo en la cabeza. EP
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