La moronga es el blog de La Murci y forma parte de los Blogs EP
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Texto de La Murciélaga 27/03/20
Que el virus y sus consecuencias van para largo y ya comienzan a brotar ideas que vuelven a atreverse a pensar sobre la catástrofe en la que ya, de por sí, estábamos hundidos, el capitalismo, y su principal producto: la depresión. Mientras tanto, es decir, mientras permitimos que la psique se acomode a esta nueva realidad, viejas ideas se enfrentan contra nuevas prácticas. La necesidad de entretenimiento, distracción y cultivación personal, chocan de pronto con la necesidad de cobrar por el trabajo y la imperante cultura de la gratuidad. Así, mientras que algunas editoriales fuertes ofrecen libros en descarga, para pasar los días de encierro, las librerías independientes y otros centros culturales piden solidaridad para poder seguir adelante. Lo mismo, dicho sea de paso, ocurre con los bares y los restaurantes. Los veo a dos de cobrar por ver videos de cocina o mixología, que no me parece mal. Esa es otra: los cursos en línea que ya existían han cobrado cierta omnipresencia (como todo lo virtual) y aquí y allá ya se organizan al vapor otros. No en vano se “viralizan” “contenidos”.
Mi cueva ya ha sido tocada por la situación. Hoy (jueves 26 de marzo) me dediqué a regalar libros, siguiendo la estela de la cultura de la gratuidad, pero también ya me organicé con mis hijitos para operar, en la medida de lo posible, en horarios específicos y principalmente a través de entregas a domicilio (mi kiosquito seguirá abierto, pero sólo los sábados y domingos). Y ay, aquí me temo también se desenmascaran las desigualdades económicas, porque los cuerpos obligados a realizar entregas a domicilio siguen laborando. Parece que la auténtica catástrofe, el capitalismo, no tendrá cura en los meses ni años que vienen. Aunque ya ha comenzado a volverse a soñar al respecto…
¿Vieron la nota que indicaba que los norteamericanos han gastado, en las últimas semanas, sobre todo en alcohol, drogas, entretenimiento (incluyendo libros) y armas? Lo de las armas creo que es medio idiosincrático de esos locos, pero entiendo completamente lo demás: la vida interior necesita de cierta gasolina. Pero como defensora de la naturaleza de los buenos libros, debo precisar que la vida interior no es lo mismo que una vida sometida a la distracción que proporcionan los productos de entretenimiento. Dicho de otra forma: ¿qué pasa con la gente que antes no tenía la disposición para la lectura pero de pronto, con litros de tiempo encima, la descubre? No es queja, las ventas no han ido mal (por ahora…) pero es para ponerse a pensar. Mark Fisher tenía un nombre para esto: hedonia depresiva. Es como si de pronto la proverbial pregunta sobre los libros y la isla desierta se hubiera concretado en lo real. Pero el caso es que comienzo a detectar algunas incómodas confusiones: que la vida interior no es lo mismo que tener que vivir encerrados, y a leguas se nota quienes no han terminado de acomodar la contradicción (normalmente se echan una o dos stories al día en Instagram, haciendo rutinas de ejercicio, ¡de meditación!, o de plano leyéndole poemas a un público cautivo y desesperado).
Nunca he sentido el deseo de rodearme de pocos libros, pero en estas fechas he comenzado a entenderlo. Pocos y buenos libros son suficientes para cultivar la vida interior.
Pero, ¿a quién engaño? De tanto lavar mis garritas ya se me hubieran puesto ásperas, pero también tengo cremas, ungüentos, zapatillas de tacón, bilé, y otros productos contranatura que me despiertan del sueño de la Grecia clásica para llevarme a mi realidad hedonista. Así soy yo, ¿para qué mentir? Me gustan los Bloody Marys y verlos hacer el ridículo en las redes.
Pero no lo niego, la cosa está para ponerse a pensar. Sobretodo a ustedes, les mega urge. No me arroben. EP
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