Temporada de eclipses

Entre 1991 y el 2024 atestiguamos el largo eclipse de la política tradicional mexicana. A la espera de un poco de luz, Heriberto Paredes llama la atención sobre las múltiples crisis que enfrentan las comunidades en distintos territorios del país.

Texto de 12/06/24

Entre 1991 y el 2024 atestiguamos el largo eclipse de la política tradicional mexicana. A la espera de un poco de luz, Heriberto Paredes llama la atención sobre las múltiples crisis que enfrentan las comunidades en distintos territorios del país.

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Una mañana de julio de 1991 el cielo de la Ciudad de México se oscureció por algunos minutos y ante las miradas –protegidas por filtros, lentes especiales o pedazos de vidrio grueso– se dibujó el anillo de luz que marcaba en el cielo un eclipse total. Al igual que muchas personas, estuve fascinado de poder ser testigo de este fenómeno astronómico que ocurre cada tanto tiempo. Sin tener mucha información sobre los eclipses, miré de frente la breve oscuridad y me deslumbré con el aro de luz solar.

Recuerdo los perros ladrando desconcertados en todas las azoteas alrededor de la mía, en la que, adornado por un yeso en mi brazo izquierdo y un pedazo de vidrio en la mano derecha, me dispuse a contemplar cómo de la luz nacía la oscuridad y de ella nuevamente nacía la luz.

Los perros ladraron, los gallos cantaron (todavía los había en la Ciudad de México), las aves se posaban en los cables y México estaba por vivir los años más intensos del sexenio de Carlos Salinas de Gortari. Se avecinaban dos acontecimientos que cambiarían el rumbo económico del país y que, vistos en aquellos días, no representaron el parteaguas como el que en efectivamente generaron. No se les vio como el eclipse económico en el cual todavía vivimos: la reforma al artículo 27 de la constitución respecto a las formas de propiedad de la tierra y la firma del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá.

“Es como si viviéramos un largo eclipse esperando a que por fin de la oscuridad venga la luz con la que podremos empezar […] a resolver los grandes problemas que padecemos”

A estos hechos luego vendrían la insurrección del Ejército Zapatista de Liberación Nacional y las comunidades bases de apoyo, así como el asesinato del candidato presidencial del PRI, Luis Donaldo Colosio. No pretendo ahondar más en el análisis de estos marcadores fundamentales de la vida política mexicana, en realidad, ahora, a la distancia, ya no con los ojos de aquel niño que vio oscurecerse el cielo por unos minutos, sino con los ojos del periodista que ha sobrevivido a la guerra irregular en México, lo que busco es reflexionar acerca de cómo entre este eclipse de principios de los 90 y el que ocurrió el 8 de abril de 2024, la política nacional –por supuesto, basada en los partidos políticos y las elecciones tradicionales– no ha aportado absolutamente nada sino corrupción, muerte y desencanto.

Es como si viviéramos un largo eclipse esperando a que por fin de la oscuridad venga la luz con la que podremos empezar –durante generaciones– a resolver los grandes problemas que padecemos y que cada campaña y cada periodo electoral busca poner debajo del tapete. No se ha hablado de soluciones reales sino de lugares comunes, no sólo en esta campaña electoral que por fin concluyó, sino en la de 2018, 2012, 2006, 2000, 1994… Durante este largo periodo entre 1991 y 2024 el espectro de la política mexicana tradicional ha estado lleno de falsos debates, escándalos de corrupción, represiones, corrupción, colusión con organizaciones criminales, asesinatos, gastos exorbitantes en propaganda electoral, candidatos y candidatas más o menos populares, criticables, despreciables, pero no hay una sola línea que se haya dicho o escrito o siquiera sugerido que elabore una reflexión profunda sobre el rumbo que como sociedad estamos llevando o podemos llevar.

Ni qué decir del debate de ideas, de propuestas concretas construidas a partir de la experiencia en distintas áreas. Por el contrario, hemos tenido políticas y políticos mediocres, que apelan a la burla y a lo ridículo, que basan su poderío en los negocios y tratos secretos con sectores poderosos como el ejército y la empresa privada; no hay en el espectro –corríjanme si es necesario–, una persona dentro de la política tradicional que se salga de esta bolsa de basura en la que se ha convertido la democracia representativa mexicana. Pareciera que nuestros ojos y nuestros oídos son los que están eclipsados y no podemos hacer algo que cambie esta situación.

Carentes de pensamiento crítico, condenados a la repetición de la oscuridad

Las personas candidatas que han participado en las campañas electorales de este 2024 no han sido capaces de articular una sola línea que vaya en el sentido de reflexionar acerca de los grandes problemas de este país, se han refugiado en el confort de los lugares comunes o en la comodidad del continuismo: promesas que son irreales y que no están sustentadas ni siquiera en un análisis real de la economía nacional; frases baratas sobre “continuar haciendo historia”, y no sé si reír o llorar, porque continuar con el modelo económico y político que hasta ahora persiste es sostener el saqueo de la naturaleza, mantener la agroindustria, negar la violencia, mantener oídos sordos ante muchas necesidades y vivir en un revisionismo que se atreve a sostener próceres y caudillos. En ningún rincón de los partidos políticos existe algo que valga la pena defender.

Es como si viviéramos en un constante eclipse del cual buscamos salir. Las elecciones son el momento en que se elige a la menos peor de las personas candidatas, no a la persona que realmente está escuchando lo que ocurre en el municipio, el estado o el país; no es la persona que propone un rumbo distinto, una crítica con el modelo y el sistema, mucho menos es la persona que va a lograr cumplir las promesas de campaña. Y me pregunto si en algún momento la sociedad mexicana, diversa, compleja y harta, reaccionará, reaccionaremos, haremos un corte de caja.

Quiero poner un ejemplo que elegí de entre todas las desgracias que ocurren diariamente, hay algunas más inmediatas y otras que se cocinan lentamente. Esto que voy a relatar es más un caldo de larga cocción y sabor amargo:

Al menos desde 2021, un grupo criminal llamado Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) comenzó a intensificar sus acciones armadas en mi estado, Michoacán. Empezaron los reportes de enfrentamientos contra otros grupos similares locales y por meses la narrativa fue esta, la de una pelea entre cárteles por el control del territorio y las rutas de trasiego, por los negocios de extorsión y la producción de aguacates. Sin embargo, las cosas cambiaron radicalmente (al menos en los hechos, no así en la manera de contarlos) cuando CJNG se instaló en un municipio montañoso, poco conocido, poco habitado y del cual no hay muchas referencias, sin embargo, su lejanía del escenario es proporcional a su cercanía con el territorio que está siendo explotado por la transnacional Ternium.

En este lugar, las vetas de hierro concesionadas a la minera se están acabando, pero no se acaba la ambición de la empresa. Ésta quiere expandir su radio de explotación a las tierras vecinas y específicamente a una nueva veta que descubrió a partir de exploraciones ilegales.

Resulta que las codiciadas tierras son el territorio de comunidades indígenas nahuas que han dicho no a la minería, explícita y jurídicamente se han negado a la expansión de Ternium. Sin embargo, la minera decidió tener acuerdos comerciales con CJNG y contratarlos para eliminar opositores, controlar el territorio a partir del terror y la violencia y comenzar con una guerra irregular en la que sólo puede existir la explotación minera y el silencio.

No contaban, tal vez, con que las comunidades pelearían para defender su territorio y a su gente y mantener la tranquilidad y paz que les costó tanto conseguir tras la guerra contra los Caballeros Templarios. Ni la minera y ni el grupo criminal pensaron que les sería tan difícil lograr sus objetivos y que en donde veían indios patarrajadas lo que en realidad hay es al menos una generación de dignos combatientes que defienden como pueden el lugar en donde nacieron y en donde aprendieron a sembrar la tierra. Un acto de amor en todo su esplendor.

Y lo que el eterno eclipse de la política mexicana insiste en oscurecer es que hay jóvenes pelando en frentes de combate en donde no hay fuerzas del Estado, en regiones en donde las autoridades civiles y funcionarios públicos o están coludidos con este grupo criminal o se han ido para resguardar la vida. El eclipse electoral impone casillas en donde no hay nadie que se atreva a salir de sus casas para votar o en donde llegan personas armadas a controlar los centros de votación. La falsa política sostiene la muerte y el extractivismo mientras que criminaliza a las personas que tratan de construir una vida mejor en libertad y en plena convivencia con la naturaleza.

Esta no es una historia nueva ni es algo que me hayan contado por ahí, es algo que he visto personalmente, así, con mis propios ojos y tan directamente como aquel eclipse de 1991. Se trata de una guerra negada, ocultada. Es una guerra en la que hay reclutamiento forzoso por parte de los mercenarios contratados por Ternium y también hay mucho dolor del lado de las familias que han perdido algún ser querido por el hecho de luchar en beneficio de las comunidades.

Epílogo

En marzo de 2052 será posible observar, de nuevo, un eclipse solar en México. No tengo elementos para pensar en la posibilidad de que, para ese entonces, el país –o lo que quede de él– estará en una situación distinta. Que estemos mejor sería lo ideal, o al menos que estemos en el camino de discutir y construir soluciones a lo que hoy parece casi imposible.

También es altamente posible que sigamos en la misma espiral de mierda de la política tradicional y recordemos este 2024 sólo como un año en que hubo elecciones y se oscureció el cielo. Sin pena ni gloria. Es posible que cuando recordemos este momento no sepamos distinguir cuándo las acciones violentas de un grupo criminal se volvieron una guerra irregular en la que se enfrentaron jóvenes que pudieron ser doctores, abogados, biólogos, artistas, campesinos o músicos.

“En medio de esta temporada interminable de eclipses se resiente el vacío de un pensamiento crítico en el que participemos más”

Así como volteamos a ver la década de los 90 y no tenemos claro qué ocurrió para que actualmente estemos entre las desapariciones y la guerra, entre las promesas falsas de todo el espectro partidista y la falta de empleo. En medio de esta temporada interminable de eclipses se resiente el vacío de un pensamiento crítico en el que participemos más, en el que nos sacudamos la haraganería de analizar y reflexionar; se resiente porque en su lugar está la imposición de las campañas políticas y el vacío de cada palabra dicha por las y los candidatos.

Entre tanta basura generada por las campañas y tantos escándalos, peleas, burlas, existen realidades dolorosas que no estamos atendiendo. Cierro asegurando que si logro ser testigo de un tercer eclipse no será desde la desmemoria ni el olvido, aquí dejo los nombres de las personas defensoras del territorio que han sido desaparecidas o asesinadas en un conflicto negado por la política mexicana y alimentado por una empresa minera de la mano de un grupo criminal: Ricardo Lagunes, Antonio Valencia, Isaul Nemesio Zambrano, Miguel Estrada Reyes, Rolando Magno Zambrano, Eustaquio Alcalá Díaz, Juan Medina, Lorenzo Froylán de la Cruz, José Gabriel Pelayo y Antonio Regis Nicolás. EP

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