El domingo 26 de febrero vibré con México. Me uní a miles de mexicanos en una manifestación para exigir libertad —libertad por la que han luchado millones de compatriotas— y por un despertar que haga conciencia de nuestras grandes responsabilidades como ciudadanos de proteger un país libre y democrático. Ese 26 de febrero no pude llegar al Zócalo capitalino, me quedé a escasos doscientos metros de distancia, sobre la Avenida 20 de noviembre. No pude avanzar más, al igual que cientos detrás de mí, porque la plaza de la Constitución estaba a reventar.

Soy artista plástico y conservacionista, uso la fotografía como herramienta para concientizar sobre la importancia de la biodiversidad y las amenazas al mundo natural. Al documentar fotográficamente, al crear imágenes, me gusta ser sorprendido en cada una de las situaciones a las que me enfrento y actuar en consecuencia. Ese domingo tenía claro lo que quería trasmitir: contundencia, libertad, certidumbre, unidad, patriotismo y, quizás, podría lograr una imagen para la historia.

Sin planearlo, las circunstancias se dieron. Al cuarto para las once me encontré frente a una megapantalla que mostraba la contundente convocatoria reunida en el interior del Zócalo capitalino. La pantalla proyectaba imágenes en vivo del impresionante mar humano conscientemente rosado. En la franja izquierda sobresalía una de las torres de la Catedral Metropolitana: al verla pude imaginar las convocatorias que esos campanarios habían congregado en el pasado, y también las batallas que han presenciado a lo largo de su historia.

Poco a poco, la imagen se fue creando sola, pero algo me perturbaba: la enorme bandera con el águila como escudo estaba ausente. A alguien se le había olvidado izarla. Ese descuido no mermó en lo más mínimo el espíritu colectivo que reinaba. De alguna forma todos la llevábamos en nuestro interior. Había muchas personas que la llevaron físicamente y la ondeaban alegremente cada vez que podían; eran tantas que parecía que aquella alfombra humana cobraba vida propia.

Estas diversas imágenes quedaron grabadas en la memoria colectiva y en los miles de celulares que fueron utilizados como caja de resonancia para que muchos más vivieran el momento. Recuerdo el profundo silencio que se hizo cuando todos callamos luego de cantar el himno nacional: momento en el cual cientos de manos se alzaron y dibujaron un emotivo y comprometido horizonte, instante que aproveche para crear la imagen presentada aquí, una imagen por la libertad. EP

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