La encuestadora de opinión más precisa de México nos explicó qué son y para qué sirven las encuestas electorales.
El oficio de encuestar. Una conversación con Lorena Becerra
La encuestadora de opinión más precisa de México nos explicó qué son y para qué sirven las encuestas electorales.
Texto de Lorena Becerra Mizuno & Este País 15/04/24
Hoy, como cada seis años, la marea electoral ha vuelto a subir. La ciudadanía corre el riesgo de ahogarse con los spots publicitarios, mensajes, discursos, debates y promesas que profieren ―inmisericordes― los candidatos y voceros de los partidos políticos en turno. Es, también, tiempo de encuestas. Haciendo gala de métodos novedosos, muy probados, pero también algunos cuestionables, cada semana se publican sus nuevos resultados. Estas encuestas son comentadas, y vueltas a comentar, en la radio, televisión, revistas, periódicos, canales de Youtube, Tiktok y todo tipo de foros digitales. Representan un valioso intento por medir la fuerza gravitatoria que ejercen sobre el electorado quienes contienden por un puesto de elección popular. Ante este panorama, conversamos con Lorena Becerra, quien se ha ganado el mote de “la encuestadora de opinión más precisa de México”, para que nos comparta su experiencia y nos cuente en qué consiste el oficio de encuestar.
Este País: Como encuestadora, ¿qué destacarías de tu trayectoria profesional?
Lorena Becerra (LB): Acabé en la carrera de Ciencia Política en el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) prácticamente por accidente. De hecho, yo tenía contemplado estudiar Psicología. Mi plan había sido irme a estudiar a Estados Unidos, pero coincidió con la crisis de 1994 y mis padres, que no contaban con los recursos económicos para que yo estudiara en el extranjero, decidieron que no podía irme. Comencé a ver los exámenes de admisión para las universidades en México. No tenía idea, nunca había contemplado quedarme en México. Entonces me dijeron: “El ITAM es muy bueno, ¿por qué no vas y haces el examen?” Cuando lo hice, analicé las opciones de carrera; me pareció que Relaciones Internacionales tenía una mezcla interesante: acabé ahí. Pero no era para mí. Abandoné esa carrera al año, o año y medio, cuando conocí a Alonso Lujambio, que rondaba los pasillos del ITAM reclutando estudiantes para la nueva carrera de Ciencia Política, antes Ciencias Sociales. Me convenció y entré. Al principio me gustó muchísimo la filosofía política, pero en los semestres más avanzados cursé una materia sobre métodos de investigación y opinión pública. Así llegue al tema de las encuestas. Me interesaba poder asociar los números con las opiniones, preocupaciones y condiciones en que vive la población. Ahí me quedé. Ya nunca solté las encuestas.
EP: Tu carrera profesional se ha desarrollado en el sector público y privado; ¿también has participado en la academia?
LB: Sí, el doctorado fue mi experiencia con la academia. Yo siempre supe que no me iba a quedar ahí. Me gustaba mucho más la parte práctica, la parte aplicada. Las encuestas son una herramienta de investigación que tiene que ser sustentada con conocimiento científico, con conocimiento estadístico, que se actualiza con las investigaciones más recientes de otros colegas del mundo. La academia es lo que da seriedad y rigor a las encuestas, pero a mí lo que me gusta es el día a día. Entonces sí, he pasado por el sector privado, en consultorías, en empresas de opinión, en el periódico Reforma, que fue una experiencia totalmente distinta, y en la administración pública.
EP: ¿Qué son las encuestas y para qué se utilizan?
LB: Las encuestas se utilizan para conocer las opiniones, los puntos de vista, las preocupaciones, los gustos, los intereses, los patrones de consumo, etcétera, de un grupo específico de la población, la cual podríamos llamar “población objetivo” o “población de estudio”. Esta población se define con base en quién quieres conocer, y la idea es diseñar un “marco muestral” lo más cercano a la realidad posible. Este marco muestral es la base total del universo a entrevistar. De ahí extraes, digamos, un puñito de personas con ciertas características para que puedan representar a esa totalidad de la población. Hay que intentar hacer preguntas lo menos sesgadas posible, para poder tener un dato representativo y fidedigno de lo que la gente piensa, sin que el investigador ni las personas en campo “pongan de su cosecha”. Es así que las encuestas nos permiten conocer con un número determinado —no muy grande— de observaciones lo que piensa o siente una población mucho mayor.
EP: ¿Quiénes solicitan los servicios de una casa encuestadora?
LB: Todo el mundo. Las encuestas se usan para todo. Se usan para saber preferencias de consumo: para saber si te conviene poner una tienda de donas en la esquina que estás pensando; si es conveniente construir un puente o un aeropuerto; si a tu marca le está yendo mejor o peor que hace un año; si el nuevo producto que acabas de lanzar está teniendo éxito; si lo estás comunicando bien; si está llegando a la población que quieres; si tu programa de radio está siendo escuchado por la población que quieres. Y obviamente está la parte electoral. ¿Cómo ve la población a sus autoridades?; ¿cómo ve a los candidatos? Se usan para todo y todo el mundo utiliza encuestas. Todo el tiempo, de todo tipo, más caras, más baratas, con diferentes métodos de recolección, pero se usan para todo.
EP: ¿Qué son las encuestas electorales y qué miden?
LB: Las encuestas electorales son la prueba de fuego de los encuestadores. ¿Por qué? Porque muchas veces no tienes un parámetro de realidad contra qué compararlas. Tú puedes decir que la aprobación presidencial está alta o baja, pero realmente nunca vamos a saber cuál es la verdadera aprobación presidencial porque no hay un parámetro. En el caso de una marca, si aumentó el consumo de un producto, lo puedes ver en algunos números. Lo que pasa con las encuestas electorales es que lo que estamos midiendo es la intención de voto o el respaldo electoral que recibiría un candidato o una marca partidista en un momento dado. Y eso, al final, se va a comparar con un resultado, el día de la elección. Entonces ahí sí tienes el parámetro de comparación, al saber qué tanto una encuesta se acercó al resultado del día de la elección, o qué tanto se alejó.
EP: ¿Cuáles son los efectos de las encuestas en el electorado? ¿Pueden cambiar la intención de voto o desincentivarlo?
LB: Tienen muchísimos efectos. Es una respuesta, de hecho, amplia. De entrada, el primer efecto que tienen las encuestas es sobre la posibilidad de un candidato de recabar fondos para su campaña. Si se da a conocer una encuesta en donde el candidato en cuestión tiene muy pocas posibilidades de ser competitivo, ubicado en un lejano tercer o segundo lugar, donde aparece mal posicionado en imagen, entonces será muy difícil que convenza a sus posibles donadores de que lo apoyen. ¿Por qué? Porque nadie quiere gastar su dinero en algo que no va a funcionar. Como se dice: “Tirar dinero bueno al malo.” Ese es el primer impacto. Se concentra en las élites y en donadores de recursos.
Las encuestas también tienen un efecto en las campañas y en el equipo de campaña. Ese el segundo nivel de impacto. Ahí, las encuestas son utilizadas en los “cuartos de guerra” para tomar decisiones estratégicas durante la campaña. Si funcionan los spots, la comunicación, si logran contrastar eficazmente con el candidato o la candidata opositora… ahí se hacen los ajustes estratégicos necesarios. Tal vez este mensaje sí funcionó, pero hay que empaquetarlo para un público al que no le está llegando. O quizás le está llegando a las personas de 30 a 45 años, pero no a los más jóvenes.
El tercer nivel tiene que ver con la población general, con el electorado. Lo que percibimos de entrada los encuestadores es que las personas tienden a rechazar la información que muestra algo en contra de lo que ellos creen. Por ejemplo, en una encuesta que señala que tal o cual candidato va a ganar o que va muy arriba, las reacciones serán que tal encuesta está vendida, que es una porquería o que no hay que creerle.
EP: ¿Cuál es el proceso que sigue una encuesta desde su diseño hasta la publicación de los resultados?
LB: Existen diferentes métodos de recolección de información. Actualmente, en México, todas las encuestas electorales se elaboran con el mismo marco muestral. Las de vivienda utilizan el Catálogo de Secciones con Distritos Electorales Locales del Instituto Nacional Electoral. Además, contamos con las características demográficas del electorado. Con esta información se generan muestreos aleatorios y probabilísticos. Es cierto que cada método tiene sofisticaciones mayores o menores, pero se busca que la muestra sea aleatoria porque así se disminuye la probabilidad de un sesgo. Por otro lado, que sea probabilística significa que se debe seleccionar a la población con mayor recurrencia en el electorado. En una muestra nacional, la probabilidad de que salga el Estado de México es mucho mayor que la de Tlaxcala o Nayarit. Entonces, la probabilidad de selección debe ser proporcional al tamaño de los estados.
Luego, hay que verificar que la distribución de la muestra coincida con la distribución de votantes: porcentaje de votantes con estudios universitarios, con edades de entre 30 a 45 años, hombres y mujeres, etcétera. Cuando ya se tiene la muestra, hay que calibrarla con los resultados electorales previos. En el contexto actual, un encuestador tendría que calibrar su muestra tomando en cuenta la elección presidencial del 2018, pero también los resultados de las intermedias del 2021.
En el caso de una encuesta de vivienda, el siguiente paso sería trazar la ruta por la que los encuestadores saldrán a preguntar. Aquí también hay diferentes métodos. En Becerra Mizuno y Asociados seleccionamos la manzana de forma aleatoria porque, muchas veces, ocurre que los encuestadores llegan a la dirección en donde la casilla se instala y resulta ser una zona muy “quemada”. Así, una vez con la ruta, se levantan las entrevistas. Nosotros también utilizamos cuotas de género y edad para que se vaya pareciendo al electorado. Una vez que tienes una entrevista exitosa, hacemos un salto sistemático de dos viviendas. A la tercera vivienda se vuelve a tocar la puerta para dispersar lo más posible tu muestra, con la finalidad de abarcar la mayor parte de esa sección.
¿Qué es lo que se está haciendo en la Ciudad de México? Hay muchos encuestadores que utilizan el método telefónico. Ahí se utilizan las series del Instituto Federal de Telecomunicaciones. La idea es que, otra vez, sea probabilístico y aleatorio. También se usan cierto tipo de cuotas, dependiendo del tamaño de la alcaldía. En el caso de la Ciudad de México, se necesita, por ejemplo, un mayor número de observaciones en Iztapalapa que en Milpa Alta para poder hacer un salto sistemático y que esa sección territorial esté cubierta.
Posteriormente, hay que tener un instrumento o cuestionario para conocer lo que piensa la gente sin generar un sesgo. Por ello, lo primero que se pregunta es sobre el voto. Antes de empezar a hablar de la evaluación, de la inseguridad, de la economía, del agua, les preguntas a las personas por quién van a votar.
EP: ¿Cuántas preguntas le hacen al encuestado?
LB: Varía mucho y varía mucho del objetivo de la encuesta. Yo diría que más que el número de preguntas, se considera la duración de la entrevista. En una entrevista de vivienda, tratas de no tardarte más de 10 o 12 minutos. Por teléfono, no más de 5 minutos.
EP: ¿Qué pasa después?
LB: Ya que tienes el instrumento, recibes la información. Obviamente, hay muchos problemas que se enfrentan en campo. Ahorita, por ejemplo, hay problemas de inseguridad muy fuertes en el país. Estamos viviendo un aumento de asesinatos de candidatos durante este proceso electoral. Chiapas, Michoacán, Guanajuato, Tamaulipas, Zacatecas, Jalisco son estados muy complicados. Cuando no se puede entrar a un municipio, se hacen sustituciones desde el escritorio. Si tal municipio “está que arde”, y de ninguna manera vas a arriesgar la integridad de los encuestadores, entonces se busca ir a otro lugar que tenga las mismas características demográficas y electorales, idealmente, para que sea una sustitución prácticamente perfecta. Si ese era un municipio tradicionalmente priista o morenista, no vas a ir a uno panista.
En campo uno se encuentra con grandes dificultades. Asaltos, autoridades que no permiten que se realicen las encuestas o que al seguirte sesgan tu ejercicio, grupos proselitistas desplegados en el territorio, etcétera. Es necesario estar muy pendientes porque todo esto crea sesgos o influye en la población a la que estás tratando de entrevistar o con la que estás tratando de tener una conversación estructurada.
EP: Abramos nuevamente un paréntesis. ¿Es diferente levantar una encuesta en una zona rural?
LB: Sí, en las zonas rurales es muy diferente. De hecho, es necesario llegar y observar las características de la zona. Muchas veces encontramos casas desperdigadas. En esos casos se hace un levantamiento por camino principal o utilizas cuadrantes. Todo depende de la distribución de viviendas a donde vayas.
EP: Sigamos con el proceso…
Para cerrar el cuestionario, muchas veces tenemos que meter preguntas que llamamos “variables laterales”. Así nos damos cuenta cuándo la población no quiere revelar su intención de voto. Te percatas de si hay preferencias partidistas muy marcadas y simplemente no quisieron decir por quién van a votar. Esto también permite saber si se está subestimado o sobreestimando a un candidato.
EP: En este sentido, ¿predominan los encuestados que dicen la verdad, que mienten, o que simplemente no responden?
LB: Los entrevistadores se capacitan para generar la mayor confianza y apertura posible con los entrevistados. Desde cómo se presentan, comienza a establecerse la confianza. Provenir de una empresa seria, proporcionar un número telefónico e identificación, vestir un uniforme, todo eso ayuda. Obviamente siempre hay casos en donde es más difícil obtener respuestas. Antes, por ejemplo, era muy difícil obtener una respuesta en los estados que nunca habían tenido alternancia partidista ―ahorita ya solo queda uno, Coahuila―. Era muy difícil que dijeran que no iban a votar por el partido que gobernaba: el PRI.
En los estados inseguros también es muy complicado. Además, hemos encontrado dificultades en las mediciones por los cambios de la oferta partidista, desde que surgieron, por ejemplo, los candidatos independientes ―que en un momento dado se pensó que iban a tener mucha fuerza―, las alianzas ―que abarcan todo el espectro ideológico y que en la actualidad se han vuelto un poco más comunes―, y los partidos de nueva creación, como Morena. Sin embargo, poco a poco se ha logrado que las personas sepan qué son las encuestas y que puedan responderlas. Sí, hay gente que no quiere responder, pero la mayoría de las veces, y a mí me parece fascinante, quieren dar su opinión cuando te aproximas de manera correcta.
EP: Por lo que comentas, parecería que hay un montón de cosas que podrían salir mal y que podrían inducir un error, por llamarlo de alguna manera.
LB: Creo que inducir un error no es un término correcto. Es verdad que hay muchas etapas en donde puede haber fallas no deliberadas que no generan un error sistemático. Es decir, el error puede estar desde el diseño de la muestra o en la forma en la que planteas la pregunta. Por eso siempre es muy importante revisar el propio trabajo a la luz de tus resultados, para saber en dónde fallaste y en dónde lo hiciste bien. Ningún encuestador busca fallar. En general, los encuestadores estamos tratando de estimar las cosas. Y a pesar de que las encuestas llevan mucho tiempo siendo descalificadas —esa es la verdad— las seguimos consultando. Y las seguimos haciendo. Y las seguimos citando. Entonces, sí, hay muchas fuentes potenciales para un error, pero no creo ni que sea deliberado, ni que tenga que ser sistemático.
EP: Por otro lado, también existen las famosas “encuestas patito”, donde más que un error, opera un engaño.
LB: Bueno, ahí es más difícil. Yo, la verdad, soy de la idea de consultar y revisar todas. Aunque sea una casa encuestadora de la que en mi vida he escuchado mencionar. Aunque tengan metodologías poco ortodoxas. Hemos visto, por ejemplo, elecciones en donde a encuestadoras así no les ha ido mal. Algo hicieron bien; a lo mejor le “atinaron”. Nunca me gusta asociar esa palabra a estudios demoscópicos, pero es tan complejo el electorado y hoy es tan complejo encuestar que puede ser respetable la búsqueda de otros tipos de aproximación. Creo que es válido y que hay que prestar atención, porque nadie tiene la verdad absoluta y nadie es infalible.
Ahora, lo que no es respetable es presentar resultados que no estás obteniendo en tu ejercicio, a sabiendas de que se está engañando a los clientes o a los lectores. Y otra cosa que tampoco es respetable es que un medio de comunicación se preste a publicar una encuesta partidista, o financiada por un partido político o un candidato, y la presente como propia, sin interés político, para informar a sus lectores. Ahí sí tenemos un problema distinto.
EP: Si las casas encuestadoras y los medios de comunicación tienen una responsabilidad compartida, ¿debería regularse y quién tendría que encargarse de ello?
LB: Llevamos hablando de regulación de encuestas desde que yo tengo 18 años, pero no hemos llegado a una solución. El INE normalmente ha hecho un esfuerzo importante, el IFE en su momento, por lo menos para obligar a que las encuestas o las encuestadoras que publican en medios se sujeten a ciertos parámetros de rendición de cuentas: que entreguen su base de datos, que entreguen la factura con la que fue pagada la encuesta, que entreguen el instrumento que usaron para la medición y que den una noción de la metodología. No obstante, eso no ha impedido que se multipliquen las encuestas que buscan mover la opinión a favor de un candidato o partido porque están del lado de ese partido o candidato o porque están contratadas. Por todo eso, yo creo que la regulación ya no es la solución. Probablemente nos vamos a “sobrerregular” y en consecuencia no vamos a lograr nada.
¿Cuál es la penalización? Digamos que una encuesta falle sin dolo de por medio. ¿Los vas a penalizar porque su metodología es mala? Es complicado. Yo creo que aquí entra el costo reputacional —aunque es algo que en la práctica tampoco se ve—. Hay encuestadoras que fallan sistemática y gravemente, y ahí siguen. ¿Debe ser una responsabilidad de los contratantes de las encuestas? Imagino que habrá empresas que solicitan encuestas que, como tal, no les interesa la reputación de las casas encuestadoras. Solo puedo decir que, en mi experiencia, con los encuestadores con los que tradicionalmente trato, compartimos un interés por mejorar siempre nuestras metodologías. Nadie es infalible, nadie tiene la receta perfecta.
Por otro lado, la marca Morena y el presidente López Obrador son outliers en opinión pública. Yo descubrí, en el segundo o tercer año del actual gobierno, que si incluía el nombre “López Obrador” en las preguntas cambiaba el resultado de la encuesta. Es un fenómeno particular que tenemos que tomar en cuenta.
EP: Como mencionabas, la descalificación de las encuestas no es algo nuevo. ¿Cómo te has enfrentado a esta situación?
LB: Durante muchos años, cuando estuve en el periódico Reforma y comencé a publicar encuestas, comprendí la responsabilidad de comunicar algo con alcance nacional. En un periódico te debes a los lectores, que son tus clientes. Debes presentar información útil para los lectores. Haces preguntas de coyuntura, sobre sus preocupaciones, eventos emblemáticos o el desempeño del presidente, los candidatos y las marcas partidistas. Cuando no eres un encuestador en un medio, tu cliente es otro; a lo mejor es un partido o un candidato. Aunque el enfoque cambia, porque haces preguntas que informen sobre el desempeño de una campaña para la toma de decisiones, la responsabilidad del encuestador es la misma. Debes presentar a tu cliente, lector de periódico o candidato político, el panorama lo más fidedignamente posible, con la mayor solidez metodológica que lo respalde.
EP: Por último, ¿qué le recomiendas al público en general cuando se enfrenta a esta marea electoral?
LB: Uno, que salga a votar. Creo que eso es lo más importante. No importa lo que te digan, hay que salir a votar. Porque creo que hemos enfrentado, y esto lo digo como analista política, una embestida muy preocupante contra nuestras instituciones democráticas. Son instituciones democráticas que, a muchos, a nosotros en algún momento —yo también fui joven demócrata—, nos costó mucho trabajo defender y construir. Sobre las encuestas, recomiendo que las lean todas pero que no crean en ninguna. Nadie tiene la verdad absoluta. ¿Qué hay que preguntarse cuando leemos una encuesta?: ¿quién la pagó?, ¿quién la está presentando?, ¿cómo la están presentando y para qué?, ¿cuál es la cabeza que me está poniendo un medio?, ¿qué empresa la está levantando?, ¿cómo la levantaron?, etcétera. Ahí te das cuenta. Todavía falta mucho, dos meses, para ver los resultados de la elección. EP
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