#TableroInternacional: Noviembre

Este mes, Susana Chacón, Guadalupe González e Isidro Morales —miembros del grupo México en el Mundo— abordan cuatro temas fundamentales: el triunfo de Lula en Brasil, la cumbre de Bali, México en la COP27 y las elecciones intermedias en EUA.

Texto de , & 23/11/22

Este mes, Susana Chacón, Guadalupe González e Isidro Morales —miembros del grupo México en el Mundo— abordan cuatro temas fundamentales: el triunfo de Lula en Brasil, la cumbre de Bali, México en la COP27 y las elecciones intermedias en EUA.

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En el ámbito internacional durante este último mes se han vivido  grandes eventos y enfrentados importantes retos. El Grupo de México en el Mundo centró su atención en los siguientes: el regreso de Brasil; la Cumbre de Bali y sus implicaciones globales; México en la COP27 y, finalmente, las elecciones intermedias en Estados Unidos. Les dejamos algunas ideas para su reflexión.

El regreso de Brasil 

El estrecho triunfo de Lula a la cabeza de una coalición prodemocrática multicolor y, sobre todo, la derrota de Bolsonaro modifican de tajo el panorama latinoamericano. Después de cuatro años de darle la espalda a la región y de una política exterior aislacionista y disruptiva a nivel global, Brasil estará de regreso en foros regionales e internacionales. Esta vez, el liderazgo brasileño no tendrá la misma fuerza de la primera década del siglo XXI por las condiciones de incertidumbre mundial, la polarización interna y la fuerza del bolsonarismo, pero hay expectativas de que ejerza una influencia constructiva tendiendo puentes en una región más fragmentada que nunca. 

Tomará tiempo hacer realidad el anuncio del excanciller lulista, Celso Amorín, de que Brasil pasará de “paria a protagonista”. Se requerirán también muchas dosis de innovación para adaptar la diplomacia presidencial activa de Lula a las nuevas condiciones. El reto más inmediato será revertir el desmantelamiento del Ministerio de Relaciones Exteriores y recuperar la dañada reputación internacional de Brasil a nivel multilateral, sobre todo en temas ambientales. Los primeros pasos en este sentido ya se han dado con la aclamada participación de Lula en la COP27 y su propuesta de organizar la COP30 de 2025 en la Amazonía: un gesto de compromiso ambiental con enorme simbolismo. 

En materia de cambio climático, las condiciones para un protagonismo brasileño son mejores que en el pasado. Normalmente los países latinoamericanos y caribeños no hablan con una sola voz en las negociaciones multilaterales sobre medio ambiente, pero ahora la CELAC hizo un pronunciamiento previo a la cita en Egipto. Se espera también que el nuevo gobierno impulse con fuerza la reforma del Consejo de Seguridad en la ONU y que busque movilizar en el seno del BRICS, una salida negociada al conflicto en Ucrania. Ambas cosas se ven difíciles en el corto plazo, aunque con Lula la participación brasileña en el BRICS y en Naciones Unidas se reactivará.

Al igual que la mayoría de los países de la región, Lula apostará a la diplomacia de la equidistancia y del no alineamiento activo frente a la rivalidad entre China y Estados Unidos. Hoy a diferencia de 2003, China es el primer socio comercial de Brasil, seguido de la Unión Europea y Estados Unidos. La apuesta por un mundo multipolar en lo económico es previsible. El panorama macroeconómico brasileño es positivo en tanto que la reapertura de China en 2023 traerá un crecimiento de sus exportaciones de materias primas.

“El panorama macroeconómico brasileño es positivo en tanto que la reapertura de China en 2023 traerá un crecimiento de sus exportaciones de materias primas”. 

Se espera que haya un rápido relanzamiento de las relaciones políticas y comerciales con la Unión Europea, fuertemente dañadas por las posiciones ambientales y no democráticas de Bolsonaro. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ha destacado ya los tres temas principales de colaboración: la seguridad alimentaria, el comercio y el cambio climático. Probablemente, esto facilite que avance la ratificación del acuerdo comercial entre la Unión Europea y el MERCOSUR, pendiente desde 2019, aunque Lula tiene interés en incorporar cambios sobre propiedad intelectual y contratación pública.

La administración Biden en Estados Unidos ha dado la bienvenida a Lula como la confirmación de que la democracia puede derrotar a la ultraderecha ya sea trumpista o bolsonarista. Las narrativas de ambos gobiernos coinciden en materia de democracia, transición energética, medio ambiente y estabilización en Haití. Y si bien hay espacio para entenderse, muchas cosas podrían separarlos, en particular, la relación con China y la guerra en Ucrania.

A nivel regional, la apuesta lulista es por la integración regional. Si bien habrá un reacercamiento con Argentina que favorecerá al MERCOSUR y llevará al regreso de Brasil a la CELAC, no está claro aún qué foros regionales privilegiará la diplomacia brasileña. Dentro de la coalición de Lula ya se prepara la reactivación de UNASUR mientras que México tiende la mano para un acercamiento del gigante sudamericano a la Alianza del Pacífico. Queda abierta la pregunta de hasta dónde podría avanzar el diálogo y la concertación entre México y Brasil en favor del regionalismo latinoamericano. No hay todavía signos en el horizonte de conversaciones sólidas al respecto.

El regreso de Lula, junto con la presidencia de Petro en Colombia, podría favorecer el diálogo político en Venezuela entre el gobierno de Maduro y la oposición. El momento es ideal para planear y acordar las reglas del juego de cara a las próximas elecciones regionales y municipales en 2023 y las presidenciales en 2024. Todo está aún por definirse y se requerirá un papel activo por parte de Brasil para asegurar que Maduro se siente efectivamente a la mesa con un mínimo credibilidad. 

El primer gran signo del retorno de Brasil ha sido la elección del candidato brasileño Ilan Goldfajn, expresidente del Banco Central de Brasil y economista de perfil técnico postulado por Bolsonaro, como el séptimo presidente del BID. A pesar de las dudas sobre la posición que asumiría Lula como presidente electo por las divisiones al interior del equipo de transición —el ala izquierdista a favor de buscar aplazar la elección a enero de 2023 y el centro apoyando la idea de respaldar la candidatura—, se optó por un equilibrio pragmático. Lula evitó hablar sobre el asunto, pero dio luz verde a las negociaciones discretas para que Argentina retirara su candidata en favor del brasileño a cambio de posiciones en el BID. El vicepresidente Alckmin felicitó el triunfo, pues “por primera vez, el BID tendrá un brasileño en su dirección”. 

Si algo dejó en claro este proceso en el BID es que las izquierdas ahora en el poder en la mayoría de los países de América Latina y el Caribe tienen enormes dificultades para coordinarse y ponerse de acuerdo. El México de AMLO, el Chile de Boric y la Argentina de Fernández postularon cada uno a su propio candidato impidiendo así la posibilidad de construir una candidatura progresista de unidad que fuera política y técnicamente aceptable para Estados Unidos. Se perdió, así, una oportunidad histórica. 

La otra gran lección la recibió México, el mayor perdedor. El candidato mexicano Gerardo Esquivel, a pesar de sus incuestionables credenciales técnicas y profesionales, quedó en tercer lugar con solo 8.2% de los votos, después del chileno (9.9%) y lejísimos del brasileño (80%). Además, la supuesta relación especial entre México y Argentina quedó dañada. No es una derrota aislada. En los últimos dos años, la diplomacia mexicana acumula ya tres fracasos al hilo en candidaturas multilaterales: la OMC, la OPS y ahora el BID. Hay un patrón común detrás de este lamentable récord y es la falta de concertación, planeación y profesionalismo diplomático. 

La cumbre de Bali: las cartas sobre la mesa

El 15 y 16 de noviembre pasados se llevó a cabo la 17ª reunión del G20, el bloque que reúne tanto a países industrializados como emergentes, entre ellos México. La cumbre, convocada en Bali, Indonesia, se llevó a cabo en un clima de tensiones e incertidumbres provocados por la invasión a Ucrania y el despliegue militar de China a raíz de la visita de Nancy Pelosi a Taiwán, en agosto pasado. Si bien las discusiones de los países que representan el 85% del PIB mundial no logró emitir una declaración conjunta, dejó muy en claro los siguientes puntos:

i) Invasión a Ucrania. Producto de discusiones paralelas, el G7, que reúne a las potencias del bloque occidental (Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón y Reino Unido, más la representación política de la Unión Europea), emitió un comunicado conjunto condenando los últimos ataques rusos a Ucrania, a raíz de su repliegue de la ciudad de Jersón. La condena se dio en un momento en que los miembros de la OTAN temían que dichos ataques se hubieran desbordado a Polonia, debido al estallido de un misil cercano a su frontera con Ucrania, lo que después resultó ser producto de un contraataque ucraniano.  Una resolución del mismo tipo no se logró conseguir en el pleno de la reunión, pues dejó claro que países como India, China y hasta la misma Indonesia, anfitriona de la cumbre, se resisten a condenar abiertamente la guerra.

ii) Tensión sino-estadounidense. Lo más importante del encuentro fue sin duda el apretón de manos entre Xi Jinping y Joe Biden, cuyo mensaje urbi et orbi es encontrar una ruta para manejar la competencia tecnológica y las diferencias entre lo que el propio presidente chino consideró las dos principales potencias mundiales. De acuerdo con el secretario de Relaciones Exteriores chino, Wang Yi, su país dejó en claro que el futuro de Taiwán es un asunto de política interna, en el que Estados Unidos no se debe inmiscuir. Cualquier intento por inducir a la independencia de la isla de la China continental, se considerará como cruzar una línea roja con consecuencias militares.  El presidente Xi dejó en claro, además, que las diferencias entre ambos países se deben no solo por los sistemas distintos que promueven (capitalismo y socialismo, respectivamente), sino por el proteccionismo tecnológico que priva hoy en los Estados Unidos y por una concepción distinta de los derechos humanos. A pesar de dichas diferencias, China no busca ni cambiar a Estados Unidos, ni derribar al capitalismo, sino un liderazgo conjunto que promueva un nuevo equilibrio internacional. A su vez, el presidente Biden afirmó que su país no quiere volver a un escenario de guerra fría y que fomentará los encuentros ministeriales de alto nivel entre los dos países con el fin de manejar, sin “descarrilamientos”, la competencia subyacente que caracteriza a sus relaciones comerciales, así como las diferencias entre los dos sistemas político-culturales que cada uno defiende.

“El presidente Xi dejó en claro, además, que las diferencias entre ambos países se deben no solo por los sistemas distintos que promueven, sino por el proteccionismo tecnológico que priva hoy en los Estados Unidos y por una concepción distinta de los derechos humanos”.

iii) Tensiones en el bloque occidental. Bali fue, en fin, escenario de las diferencias que en materia económica empiezan a surgir en la alianza occidental. Mientras que Europa se prepara para profundizar su desacoplamiento energético con Rusia, a pesar de la cercanía del invierno, la nueva legislación estadounidense, sobre todo en materia automotriz y de microprocesadores, que privilegia a los socios de Norteamérica o a aquellos que cuentan con un acuerdo comercial bilateral, pone en desventaja a las industrias automotriz y electrónica de Europa. Un reclamo que el ministro de Hacienda francés hizo a su homólogo estadounidense

México en la COP27

El 20 de noviembre terminó la Cumbre sobre Cambio Climático de Naciones Unidas, la COP27, en Sharman el Shaikh, Egipto que busca limitar el calentamiento global en 1.5 ºC, objetivo que se encuentra muy difícil de alcanzar en la medida en que los países, gobiernos y sociedades no hagan cambios sustanciales en sus formas de producción y de consumo. Como hemos visto estos últimos años, el cambio climático afecta a la salud de humanos, de animales y, por supuesto, a los ecosistemas. Es urgente que para el año 2030 se reduzcan las emisiones de gases de efecto invernadero en un 45% y para el 2050 alcanzar la meta de cero emisiones.

El gobierno de México de la mano con las políticas estadounidenses se comprometió a aumentar la reducción de emisiones del 22% al 35% en los próximos ocho años. Por otra parte, con el apoyo de EUA y con una inversión de 48 mil millones de dólares buscará reducir emisiones en 52 millones de toneladas de carbono. Un tercer compromiso fue el de captar el 98% del gas metano de las instalaciones de PEMEX. Se presentó también el Plan Sonora que contempla la construcción de plantas de energía solar.

“El gobierno de México de la mano con las políticas estadounidenses se comprometió a aumentar la reducción de emisiones del 22% al 35% en los próximos ocho años”.

Ahora bien, ante estos compromisos, la realidad marca que el gobierno de México, de mantener su política energética como la tiene hasta ahora en la instrumentación de políticas y decisiones, a favor de seguir con energías fósiles como el petróleo y combustóleo, estará muy lejos de cumplir con los objetivos planteados. En el marco de la Cumbre, el presidente mexicano, quien no acudió, fue muy cuestionado por otros gobiernos. Periódicos como The Guardian o Financial Times dedicaron importantes artículos a señalar que AMLO quiere engañar al mundo y que no cumplirá, una vez más, con los objetivos de la COP27. De la anterior Cumbre en Glasgow del año pasado a la fecha, no se han tenido avances en materia de cambio climático. En los últimos dos años, John Kerry, el encargado del gobierno de Biden para estos temas ha estado en México en Chiapas, Ciudad de México y en Hermosillo, Sonora en reuniones para buscar un giro en las políticas de AMLO, sin grandes resultados. En Egipto se vio claramente, en la conferencia del canciller Ebrard, que la agenda mexicana estuvo dictada por Kerry quien le recordó públicamente no dejar de mencionar el compromiso de reducir las emisiones del gas metano. En fin, el tema se ve muy complicado si PEMEX y CFE no toman direcciones radicalmente distintas y a favor de combatir el cambio climático con energías limpias.

Elecciones intermedias en EUA

En un proceso electoral muy cerrado entre demócratas y republicanos, se pensaba que estos últimos, arrasarían tanto en la Cámara de Representantes como en el Senado. Lo anterior no sucedió. El pasado martes 8 de noviembre en las elecciones intermedias se votaron 435 escaños de la Cámara de Representantes y 35 de los 100 del Senado. Se votaron también gobernadores, secretarías de Estado y fiscalías. Los republicanos no lograron su objetivo de convertir el mapa de Estados Unidos en una marea roja, como le llamaron, obteniendo la mayoría de los resultados a su favor

Aunque todavía no se tienen los resultados definitivos, el gobierno de Biden mantiene el control del Senado, lo cual le da un respiro para instrumentar su grandes programas como el de infraestructura, el de energías limpias y el de industrialización, entre los más importantes.

En la Cámara de Representantes, la victoria de los republicanos también fue mucho menor de la esperada. Hasta el día de hoy mantienen 219 escaños, mientras que los demócratas llevan 212 de los 435. La capacidad de negociación de los demócratas será sustancial para que los siguientes dos años sus propuestas no se vean congeladas.

La división en el país sigue muy marcada y a pesar de los resultados, la crisis de la democracia no está resuelta. Esto sucede no solo en EUA, sino que es un problema global. No obstante, Biden tiene un respiro que lo aleja del inmovilismo que sufrieron anteriores presidentes, como el mismo Barack Obama, al perder en las elecciones intermedias. EP

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