Este mes la reflexión del grupo México en el Mundo se dedicó a dar seguimiento a la guerra de Rusia en Ucrania, a la relación bilateral México-Estados Unidos y la preocupante falta de institucionalidad de la política exterior, y al viaje de AMLO a Centroamérica. Les compartimos algunas consideraciones sobre los tres aspectos:

La prolongación de la guerra ruso-ucraniana: ¿cuáles son las salidas posibles?

• A casi tres meses de que el ejército ruso invadió a Ucrania, agresión que fue prácticamente condenada por la mayoría de los países pertenecientes a la ONU, los objetivos de la guerra se han hecho confusos. Por la manera en que el ejército ruso atacó, se pensaba que sería una guerra corta, cuyo objetivo era asegurar la región del Dombás, ubicada al sureste del país, colindante con Rusia.

• De esta manera, el presidente ruso hubiera obtenido lo que arguyó como justificante de su invasión: autonomía y protección de los habitantes rusos residentes en el Dombás y garantía de que Ucrania no se alinearía a la OTAN. Sin embargo, el ejército ruso ha intentado avanzar más allá de Mariúpol y ha tomado Jersón, capital de la provincia del mismo nombre y que tiene acceso por tierra a Crimea, anexada por Rusia en 2014. Abrió incluso una ofensiva desde Bielorrusia para sitiar Kiev, la capital, atacando refugios y barrios con población civil desarmada, con miras a precipitar la caída del presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, lo que derivó en un rotundo fracaso.

• ¿A estas alturas, qué sería para Putin un resultado exitoso de esta guerra? La anexión del Dombás sería lo mínimo aceptable, pero eso hubiera bastado ya para cesar las hostilidades por parte del ejército ruso. La toma de Jersón y los ataques a Odesa hacen pensar que el objetivo quizás ahora es apropiarse del litoral ucraniano del Mar Negro para consolidar su posicionamiento geopolítico en Crimea.

• Por su parte, la alianza occidental, aglutinada bajo la bandera de la OTAN, ha tenido respuestas cruciales que parecen enmarcar el conflicto más allá del teatro europeo. Paralelo a las sanciones impuestas a bancos, empresas y funcionarios rusos por parte del bloque occidental, Washington ha hecho de la crisis una oportunidad para frenar el expansionismo ruso y de cualquier otra potencia que se atreva a desafiar el equilibrio geopolítico mundial.

• Se empeña en desinflar el arma energética de Putin (un tercio de los ingresos del gobierno ruso depende de sus exportaciones de petróleo y gas) liberando de su reserva estratégica de petróleo un millón de barriles diarios, a la par de alentar a sus empresas gaseras a elevar las exportaciones de gas natural licuado (GNL) a Europa. Ha destinado, además, 3,700 millones de dólares para apoyar militar y logísticamente al gobierno de Zelenski.

• En un acto sin precedentes, el 26 de abril, el gobierno de Biden convocó, en la base militar de Ramstein, Alemania, a un “grupo de contacto” conformado por 44 países, es decir, 14 adicionales a los 30 que conforman hoy la OTAN, con el fin de evaluar las consecuencias de la invasión no sólo en Europa, sino a nivel global. Los nuevos países convocados fueron Japón, Corea del Sur, Australia, Nueva Zelandia, Israel, Qatar, Jordania, Kenia, Liberia, Marruecos, Túnez, Ucrania, Suecia y Finlandia. Estos dos últimos países se han pronunciado, incluso, por adherirse como nuevos miembros de la OTAN.

• El que viejos aliados de Estados Unidos en el Pacífico Asiático y en el Indo-Pacífico hayan sido convocados, muestra la preocupación de Washington por mandar un mensaje claro a China, cuya alianza con Putin sigue estando en la mira. La participación de países clave del Medio Oriente, el Magreb y África persigue el mismo interés, aunado a cálculos de seguridad energética y de minerales estratégicos

• El grupo de contacto se reunirá, en principio, una vez al mes. ¿Cómo se mediría entonces, el éxito de la OTAN en esta guerra?, ¿buscando una salida no tan humillante para Putin, como lo quiere el presidente francés?, ¿replegando a Rusia a sus fronteras anteriores a 2014? Es decir, ¿restituir Crimea a los ucranianos? O como recién lo planteara el mismo Biden, ¿debilitar a Rusia y, por tanto, fragilizar su alianza con Pekín?

Desencuentros de México con Estados Unidos

• Estados Unidos se encuentra en un año electoral por sus elecciones intermedias de noviembre próximo. Los actos de campaña ya comenzaron y algunos afectan directamente a México. El caso del gobernador de Texas, Greg Abbott, es un primer ejemplo. Frenó el cruce bilateral normal de los camiones haciendo revisiones a los transportistas que ocasionaron enormes pérdidas y daños directos a la economía y al comercio bilateral. Hasta que no logró sentar a los gobernadores mexicanos que colindan con Texas y hacerlos firmar un acuerdo en el que se comprometen a contener el problema de los migrantes, no liberó el flujo normal de los transportistas.

• Abbott aprovechó este evento para utilizarlo como acto de campaña y presumir lo que logran los republicanos sometiendo a los mexicanos. La situación rebasó a la cancillería y dejó ver la falta de institucionalidad que se vive en el manejo de la política exterior. La respuesta de México tardó casi una semana. Ni la embajada de México en Washington, ni los consulados, ni los encargados de América del Norte en la SRE previeron el problema y fueron incapaces de desactivarlo antes de que se vieran las consecuencias.

• Vale la pena subrayar que los gobernadores mexicanos fronterizos no cuentan con la capacidad para firmar acuerdos en temas que corresponden al ámbito federal y no al local, como lo es el caso de la migración. Por todos lados hubo una falta de institucionalidad que confirma la falta de oficio por parte de los responsables del Servicio Exterior Mexicano.

• En otro acto de campaña y para apoyar al candidato republicano en Ohio, el expresidente Donald Trump utilizó su discurso para recordar cómo había “doblado” al gobierno mexicano en 2016 para que le dieran gratis 28 mil soldados y que se encargaran de frenar la migración centroamericana en la frontera sur de EUA y en la del sur de México.

• En la relación con Estados Unidos, el gobierno de México siguió con la misma dinámica desde que tomó posesión el presidente Joe Biden. El presidente López Obrador limitó al mínimo los encuentros personales. En principio, el 29 de abril iban a tener una reunión vía Zoom que a última hora cambió por una llamada telefónica desde Quintana Roo. Prefirió mandar al canciller Ebrard a Washington el lunes 2 de mayo para que vieran con él los detalles de la agenda de la Cumbre de las Américas. López Obrador desaprovechó el espacio que le abrió Biden y dedicó su tiempo a cuestiones de política local.

• En Washington, Marcelo Ebrard se reunió con el secretario de Estado, Antony Blinken, y con el de Seguridad Nacional, Alejandro Mayorkas. Además de la agenda de la Cumbre, trataron temas de contención de la migración que es lo que más preocupa a los estadounidenses, en especial en este año electoral. Es el tema que más han criticado los republicanos y uno de los que puede ocasionar, en noviembre, la pérdida de la mayoría demócrata en el Congreso. Ebrard aceptó recibir mensualmente a 100 cubanos y 20 venezolanos deportados de EUA.

• En otro acto de búsqueda de acercamiento con el presidente mexicano, Joe Biden y su esposa Jill convocaron a Beatriz Gutiérrez Müller, esposa de López Obrador, como la invitada de honor del festejo del 5 de mayo en la Casa Blanca. Recordemos que estos festejos los dejó de hacer Donald Trump, así que los Biden mandaron una nueva señal a México.

• La Cumbre de las Américas tendrá lugar del 6 al 10 de junio en Los Ángeles, California. La ciudad estadounidense con mayor número de mexicanos con lo cual se busca hacer un guiño a México. Como veremos en el siguiente apartado, AMLO buscó presionar a Biden con no asistir a la Cumbre si no se invita a Nicaragua, Cuba y Venezuela. De nuevo, confrontó a Biden. Si la Cumbre fracasa, los principales ganadores serán Donald Trump y los dictadores Putin, Maduro, Ortega y Díaz-Canel. 

Mirar al Sur y de reojo al Norte

• A la mitad de su sexenio, el presidente López Obrador rompe con su reticencia a salir del país para realizar su primera gira internacional a Guatemala, El Salvador, Honduras, Belice y Cuba. Hasta entonces sólo había salido en tres ocasiones: a Estados Unidos y con motivos tan puntuales como la puesta en marcha del TMEC, a la Cumbre de América del Norte y al discurso ante el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. 

• Se trata, sin duda, de un gesto significativo de activación de la diplomacia presidencial en una zona de interés e importancia estratégica para México por la multiplicidad de interconexiones que implica la triple vecindad entre Centroamérica, El Caribe y Estados Unidos. Cuatro asuntos son cruciales: el colapso económico y social de los países centroamericanos por la pandemia, el incremento de los flujos migratorios irregulares, las redes de crimen organizado transnacional y la fuerte presión sobre la frontera sur ante el cierre continuado de la frontera norte. 

• La gira tuvo, además, cierto dejo de búsqueda de liderazgo regional en América Latina ante el escenario de un eventual triunfo de los candidatos de izquierda en las próximas elecciones en Colombia y Brasil. El discurso principista y soberanista de la no intervención se encarnó en la defensa de la revolución cubana y el rechazo al bloqueo contra la isla, como la bandera simbólica de la autonomía regional. Una faceta que se fue construyendo a lo largo de poco más de dos años en los que México tuvo a su cargo la presidencia pro tempore de la CELAC. 

• Sin embargo, el viaje presidencial a Centroamérica y Cuba no marca un verdadero cambio de prioridades, ni significa una reorientación de la política exterior de la 4T ni su actualización para atender la situación de emergencia que vive la región. Los ejes estratégicos y narrativos siguen siendo exactamente los mismos que en 2019: ser el muro de contención migratoria de Estados Unidos a cambio de programas de desarrollo en Centroamérica para atacar sus causas, y proyectar en el exterior una imagen de autonomía relativa en aras de mantener sus bases de apoyo interno o servir de cortina de humo frente al estancamiento económico y la espiral de inseguridad. 

• Hay, pues, más continuidades y reiteraciones que novedades en este viaje. La novedad más llamativa es haber incluido a Belice como parte de la visita, un país al que México nunca ha prestado mayor atención. La promesa de reducir aranceles, sin embargo, podría entrar en conflicto con los compromisos adquiridos en el T-MEC.

• La vinculación de México con Centroamérica y el Caribe, su segunda y tercera frontera, está cada vez más entretejida en la relación con EUA y con la promoción en el exterior de los programas sociales y de infraestructura emblemáticos del actual gobierno. AMLO visita Centroamérica inmediatamente después de su conversación telefónica con Biden y de la visita del canciller Ebrard a Washington para sellar los nuevos acuerdos de contención migratoria y control fronterizo. Una forma de equilibrar el enorme peso de la relación con EUA pero, también, de tomar distancia simbólica frente a la administración Biden ante el avance de los republicanos de cara a las elecciones intermedias de noviembre.

• AMLO aprovechó cada escala de su viaje para hacer reclamos a EUA por no cumplir sus promesas de invertir recursos para el desarrollo en los países del Triángulo Norte. La decisión de tensar aún más la cuerda con la administración demócrata se entreteje con las negociaciones en torno a la IX Cumbre de las Américas a celebrarse en Los Ángeles en junio. En el marco de la gira centroamericana, el presidente mexicano condicionó su participación a su solicitud de que EUA no excluya a Cuba, Nicaragua y Venezuela de la Cumbre. Una posición a la que se han sumado otros países latinoamericanos, algunos por simpatías ideológicas como los del ALBA y otros, como Brasil, por razones internas político-electorales. 

• El saldo de la gira es sumamente contradictorio. Tensar la relación con el principal socio comercial cuando más se requieren inversiones que apuntalen la economía mexicana no parece ser la mejor apuesta. Poner en marcha programas como Sembrando Vida y Jóvenes Construyendo Futuro en los países centroamericanos sin los mecanismos de monitoreo necesarios y sin la participación de organizaciones sociales, es insuficiente. Pretender consolidar un papel constructivo y sostenido en la región sin invertir más recursos humanos, técnicos y financieros en las representaciones mexicanas en esos países, es desalentador. Sólo una de las embajadas de los cinco países visitados está a cargo de un diplomático de carrera. EP

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