Este mes, Isidro Morales, Susana Chacón y Guadalupe González —miembros del grupo México en el Mundo— abordan tres temas actuales de la agenda internacional.
#Tablerointernacional: Junio
Este mes, Isidro Morales, Susana Chacón y Guadalupe González —miembros del grupo México en el Mundo— abordan tres temas actuales de la agenda internacional.
Texto de Isidro Morales, Susana Chacón & Guadalupe González 22/06/23
Este mes el grupo de México en el Mundo tuvo varios temas de reflexión. Nos centraremos ahora en tres de los más importantes: límites del regionalismo sudamericano y ambigüedades brasileñas; la contraofensiva ucraniana y los escenarios posibles y la política exterior de México: ¿cambio de rumbo?
Límites del regionalismo sudamericano y ambigüedades brasileñas
A diferencia de la primera década del siglo XXI, el actual ciclo político-ideológico de gobiernos de izquierda observados en América Latina ha sido sumamente pobre en materia diálogo político y coordinación regional. A pesar de que las cinco principales economías latinoamericanas están hoy gobernadas por coaliciones progresistas con sintonías aparentes, los mecanismos regionales se encuentran en mínimos históricos, ya sea inactivos (Unasur), paralizados (OEA) o enfrentados (Alianza del Pacífico). Un indicador elocuente del vacío de coordinación regional es que a un mes de que se celebre la Cumbre CELAC-UE en julio, la primera tras ocho años suspendida, no hay atisbos de articulación de una agenda común para el encuentro.
Más allá del regreso de Brasil a la CELAC, las expectativas que abrió la reactivación de la diplomacia brasileña bajo el tercer mandato de Lula, uno de los pocos presidentes latinoamericanos con proyección internacional, no han tenido los resultados esperados. En un reciente intento de Lula por relanzar la UNASUR o sustituirla con un nuevo mecanismo, tuvo lugar la cumbre de líderes sudamericanos de Brasilia con una convocatoria abierta y la participación de doce países que marcó el retorno de Nicolás Maduro a los espacios multilaterales regionales. Un hecho polémico desde el punto de vista del compromiso con la democracia y los derechos humanos, pero de acomodo a las nuevas condiciones geopolíticas a raíz del giro incipiente de Biden hacia el descongelamiento gradual de las relaciones con Venezuela y de la reorganización de la oposición venezolana de cara a las elecciones venezolanas de 2024 frente al agotamiento de la estrategia de aislamiento.
El ambiguo manejo diplomático brasileño de este asunto tan espinoso resultó contraproducente. Los atentos círculos estadounidenses y latinoamericanos esperaban un papel mediador de Brasil para avanzar en las garantías de apertura política en Venezuela, algo de lo que se habló en la reunión entre Biden y Lula. Lo que resultó desconcertante y cayó mal fue el encuentro bilateral de Lula con Maduro previo a la Cumbre por la señal de un trato preferencial por sintonías ideológicas y la declaración del presidente brasileño de que la crisis de derechos humanos en Venezuela no es otra cosa que “una narrativa” para descalificar al chavismo. Así pues, Brasil fue mucho más allá de la anunciada recomposición de las relaciones con Venezuela por razones prácticas de frontera, migración y geopolítica regional para adentrarse en el pantano discursivo de la ideología.
Los mandatarios a la derecha del espectro político sentados en la mesa (Uruguay, Ecuador y Paraguay) no sólo criticaron abiertamente la opinión de Lula sobre Venezuela, sino que externaron su oposición a revivir o reintegrarse a la UNASUR. El más vocal fue el presidente uruguayo con el argumento de que no se necesita revivir organizaciones, sino aprovechar las existentes para tomar acciones específicas. La Cumbre sudamericana también dejó ver las brechas entre izquierdas democráticas, populistas y autoritarias. El pronunciamiento del presidente Boric fue sumamente elocuente en señalar que abrir los espacios multilaterales a Venezuela no significa “meter bajo la alfombra” las graves violaciones a los derechos humanos en ese país por tratarse de “una realidad dolorosa” y no de una construcción narrativa.
Pese a las diferencias, se logró firmar una declaración de consensos mínimos que esboza los temas sobre los que habría que construir acuerdos. A los asuntos tradicionales de comercio, inversión, infraestructura y cadenas regionales de valor se sumaron las nuevas preocupaciones de salud, transición verde y economía digital. Se estableció un grupo de contacto entre cancilleres de evaluación de experiencias de los diversos mecanismos sudamericanos y el compromiso de continuar reuniéndose con regularidad, pero sin fijar fecha ni periodicidad.
En el horizonte de la concertación política sudamericana, hay más incertidumbres que certezas no sólo por los eventuales cambios electorales que se avecinan y que podrían dar lugar a vaivenes diplomáticos, particularmente en Argentina, sino porque persisten posiciones muy distintas en torno a cuestiones tan importantes como la defensa de la democracia, cuáles debieran ser los foros prioritarios (CELAC, UNASUR, ALADI) y cómo navegar en medio de la creciente competencia tecnológica, económica y geopolítica entre China y Estados Unidos.
La contraofensiva ucraniana y los escenarios posibles
A principios de junio, el ejército ucraniano, asesorado y avituallado por miembros clave de la OTAN, iniciaron la tan esperada contraofensiva sobre el frente ruso, abarcando una extensa área que va desde Bajmut —ubicada al noreste de Ucrania— hasta Zaporiyia —ubicada sobre el Dniéper al sur del país—, donde se asienta una central hidroeléctrica y otra nuclear que abastece de fluido eléctrico a buena parte del país. El objetivo último es repeler la ocupación rusa que se ha apoderado de las provincias ubicadas al este y al sur del territorio ucraniano e impedir que el ejército ruso se siga abasteciendo desde el Mar Negro, a través de la península de Crimea.
Esta meta tan ambiciosa, sin duda, llevará tiempo —probablemente más allá del próximo invierno— y estará salpicada de reveses e incertidumbres. Poco después de haberse iniciado la contraofensiva, la presa de Kakhova, ubicada sobre el Dniéper, al suroeste de Zaporiyia, se reventó, resultado de un ataque provocado por el ejército ruso (que a su vez acusa al ucraniano de haberlo hecho), o por el desgaste generado por la guerra misma. El hecho es que la fractura de la presa ha inundado las dos franjas del río hasta la ciudad de Jersón, ubicada en la desembocadura que va al Mar Negro. Dicha inundación, que tendrá un impacto en el ecosistema y la agricultura de la región, además de los desplazamientos forzosos que ya ha provocado, indudablemente, ha favorecido al ejército ruso, pues por ahora las tropas ucranianas no podrán pasar por toda esa franja para frenar los abastecimientos provenientes de Crimea. El “cambio de humedades”, como se conoce en la jerga militar, hará más difícil el avance de las fuerzas ucranianas.
No obstante, aun en el escenario más optimista, si el ejército de Zelensky logra recuperar porciones importantes de los territorios ocupados y neutralizar a Crimea como punto de abastecimiento, habrá que esperar cuál será la respuesta de Putin, quien por ahora no ha querido escalar la ocupación, ni de manera convencional ni nuclear. Los ojos del mundo están puestos en esta contraofensiva que pondrá en evidencia la capacidad del ejército ucraniano para recuperar el territorio ocupado, bajo la salvedad de que la OTAN no se involucrará directamente en esta tarea y la capacidad de Putin por mantener el control sobre las áreas tomadas. La estrategia de este último es impedir una victoria importante del ejército ucraniano, a la vez de prolongar el conflicto con los recursos hasta ahora comprometidos. De esta manera, el mandamás del Kremlin buscará llevar a su límite el apoyo de la OTAN a Ucrania, a sabiendas de que el bloque occidental lleva una lucha en dos frentes, el militar en Europa y el geoestratégico ante China. Tarde o temprano, la alianza militar deberá decidir cómo optimiza mejor sus recursos financieros y militares, en un momento en que Joe Biden intenta afianzar su reelección en 2024 y evitar el regreso de Trump a la Casa Blanca.
La política exterior de México : ¿cambio de rumbo?
El excanciller Marcelo Ebrard dejó la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) para buscar la candidatura a la presidencia de la República en 2024, el pasado lunes 12 de junio. Ya con anterioridad personas clave que lo han acompañado, al menos desde su paso por la jefatura de gobierno de la Ciudad de México como Martha Delgado —exsubsecretaria— y Carlos Candelaria —exdirector de la oficina de pasaportes—, entre otros, habían dejado sus cargos para preparar su próxima salida. Se acaba aquí un período en el que la Cancillería fue utilizada como plataforma electoral de quien es uno de los principales contendientes de MORENA. Veamos cuáles fueron los principales resultados obtenidos para la política exterior en estos cuatro años y medio.
Dos son los logros que podemos mencionar de su paso por la SRE: primero, la demanda interpuesta por la venta de armas en contra de productores estadounidenses. Es la primera vez en que el gobierno mexicano procede con una demanda ante tribunales de Estados Unidos con avances importantes pero, sobre todo, abriendo un precedente a procesos futuros a favor de México. Por otra parte, ante las consecuencias de la pandemia del covid-19, junto con Martha Delgado, lograron asegurar la llegada de vacunas para reducir los costos de la enfermedad a la población mexicana.
No obstante estos resultados, la herencia que deja para la política exterior es grave. Uno de los costos más altos es el haber aceptado las presiones de Trump y Mike Pompeo, siendo todavía canciller electo a fines del 2018, ante los problemas migratorios. El programa Quédate en México ha conllevado y conlleva resultados muy negativos para el país, ocasionando una de las peores crisis humanitarias nunca antes vista. El paso de migrantes extranjeros por el territorio mexicano es cada vez más peligroso, no sólo por el crimen organizado, sino por las mismas autoridades mexicanas como el INM, que carecen de una política migratoria y que no cuentan con recursos necesarios para su ejercicio. Las fronteras mexicanas se convirtieron en el muro de contención de migrantes al haber mandado miembros de la Guardia Nacional para resguardar, tanto a la del norte con EUA como a la del sur con Guatemala.
El maltrato a los miembros del Servicio Exterior no se dejó de sentir en estos años. Se les hizo de lado integrando a un sinnúmero de personas cercanas al canciller y al presidente y, sin experiencia alguna en la materia. Teniendo un Servicio de primer nivel, se desinstitucionalizó la formulación de la política exterior y se le redujeron enormemente sus recursos. Una de las decisiones más inexplicables fue la desaparición de la Subsecretaria para América del Norte por razones presupuestales, cuando Norteamérica es la región prioritaria para el desarrollo del país.
En materia de seguridad, la cooperación bilateral ha sido muy precaria y el tema de las muertes por fentanilo en EUA es cada vez un problema mayor. La respuesta del gobierno mexicano es que no se produce esa droga en el país, opuesta a que se han destruido importantes laboratorios tanto del cártel de Sinaloa como del de Jalisco Nueva Generación.
A pesar de que el presidente siempre dijo que la mejor política exterior es la política interna, en múltiples y muy diferentes momentos, las relaciones con el exterior, se definieron desde la Mañanera, ocasionando graves problemas internacionales con diferentes países y actores internacionales. Están los casos de las relaciones con España, Panamá, Perú, su no reconocimiento de la victoria de Joe Biden como presidente electo de EUA y su cercanía con Trump, su postura ante la invasión rusa a Ucrania, la llegada de médicos cubanos, su pleito con congresistas y gobernadores estadounidenses, su pleito con empresarios tanto de EUA como de España o su pleito con parlamentarios europeos. Frente a todos estos casos, que no son los únicos pero sí los más relevantes, poco pudo hacer el canciller, pero el daño a la presencia de México en el mundo y su desdibujamiento en la política global está hecho. Recordemos además que, como cada 12 años, será un año electoral al mismo tiempo que las elecciones en EUA. Todo indica que los procesos no serán fáciles y que México se verá, una vez más, como la piñata de las campañas tanto la republicana como la demócrata.
En su lugar llega Alicia Bárcena quien deja la embajada de Chile, después de haber estado casi 20 años al frente de la CEPAL. Cuenta con una importante trayectoria en la diplomacia y en especial, en la multilateral. Sus relaciones con América Latina son muy sólidas. En los próximos meses veremos qué tanto el rumbo de la política exterior podrá ser reencauzado. Enhorabuena por su nombramiento. EP
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