#Tablerointernacional: Julio

Este mes, Guadalupe González, Isidro Morales y Susana Chacón —miembros del grupo México en el Mundo— abordan cuatro temas actuales de la agenda internacional.

Texto de , & 19/07/23

Este mes, Guadalupe González, Isidro Morales y Susana Chacón —miembros del grupo México en el Mundo— abordan cuatro temas actuales de la agenda internacional.

Tiempo de lectura: 9 minutos

En esta ocasión, el grupo México en el Mundo centra su atención en cuatro temas de gran prioridad: las elecciones críticas en Guatemala; el difícil entorno para la política exterior de México y para su nueva Canciller; Ucrania y la cumbre de Vilna, y la Cumbre CELAC-UE.

Elecciones críticas en Guatemala

La democracia y el estado de derecho en Guatemala están a prueba en las últimas elecciones generales. De todos los procesos electorales que se han realizado desde el retorno a la democracia hace cuatro décadas y tras treinta años de paz, ninguno había sido tan incierto y azaroso por el alto número de obstáculos judiciales y legales interpuestos por el oficialismo para sacar de la competencia a los candidatos de oposición. La judicialización de la política no solo imposibilitó tres candidaturas presidenciales opositoras altamente competitivas, sino que instauró un clima de intimidación que ha llevado al exilio a más de cien intelectuales, periodistas, jueces, políticos y defensores de derechos humanos. Las condiciones democráticas se han deteriorado a lo largo de los últimos dos gobiernos que, en su intento por eludir acusaciones de corrupción y asociación con el crimen organizado, han limitado la independencia del poder judicial sobre todo desde la disolución y expulsión de la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (CICIG) en 2019. A nivel popular, se habla del enquistamiento en el poder de una red de intereses políticos, burocráticos y económicos, mejor conocida como el “Pacto de corruptos” que, en estas elecciones, se juega su continuidad e impunidad frente a la justicia.   

La primera vuelta dio muestras de un fuerte voto de castigo y un amplio descontento ciudadano con la actual situación política nacional. La participación fue notablemente inferior a la de elecciones anteriores con un abstencionismo del 40 %; más significativo aún fue el hecho de que los votos nulos y en blanco alcanzaron una cifra récord de 25 % de la votación emitida como una clara señal de protesta ciudadana. La contienda tuvo lugar en un contexto de extrema fragmentación partidista con 30 partidos compitiendo (24 oficialistas y 6 de oposición) por la presidencia, la vicepresidencia, 160 diputaciones, 340 municipios y 20 curules al Parlamento Centroamericano. La primera vuelta desembocó en tres semanas de conflicto e incertidumbre postelectoral durante las cuales Guatemala estuvo a un paso de que se diera un “golpe técnico” contra la democracia en un intento de nueve partidos oficialistas por anular los comicios con la bandera de un supuesto fraude. El oficialismo trató infructuosamente de detener el inesperado pase a la segunda vuelta con 12 % de la votación del candidato progresista de centro izquierda, Bernardo Arévalo del Movimiento Semilla para competir con la exprimera dama Sandra Torres de centro derecha quien llegó en primer lugar con un respaldo electoral del 15 %. Inicialmente denunció vicios electorales retrasando la oficialización de los resultados y, posteriormente, buscó suspender el registro a Movimiento Semilla por irregularidades administrativas.

“La contienda tuvo lugar en un contexto de extrema fragmentación partidista con 30 partidos compitiendo por la presidencia, la vicepresidencia, 160 diputaciones, 340 municipios y 20 curules al Parlamento Centroamericano”.

La reacción nacional e internacional en contra de la anulación del proceso electoral fue firme y decisiva. Hubo protestas y manifestaciones en las calles de muchas ciudades del país; una buena parte del empresariado guatemalteco se decantó por reconocer los resultados, lo mismo que la candidata conservadora Sandra Torres y que el Tribunal Superior Electoral. La misión de observación de la OEA reportó la ausencia de irregularidades significativas. El gobierno de Biden consideró que la eventual suspensión del partido de Arévalo representaba una “amenaza contra la democracia electoral en Guatemala”. Por su parte, la Unión Europea y los nueve países del llamado G13 que aglutina a los principales donantes de cooperación internacional del país centroamericano, externaron su fuerte preocupación por la intromisión “ilegal” de la fiscalía y del ministerio público para alterar los resultados electorales. La cita de la segunda vuelta queda vigente para el 20 de agosto, pero el ambiente político se ha enrarecido. Independientemente de quien llegue a la presidencia, la gobernabilidad democrática guatemalteca seguirá enfrentando serios problemas, un escenario con repercusiones importantes para el resto de Centroamérica y para México. 

Difícil entorno para la política exterior de México y para su nueva Canciller

Los próximos catorce meses y el resto del sexenio, México se encontrará inmerso en un escenario interno de cambio electoral con una situación cada vez más complicada entre quien quede como candidato de la oposición como quien quede por el gobierno. Como se ha visto en estas últimas semanas, pareciera ser que el mundo no importa para la política mexicana. Es justo en este entorno en el que Alicia Bárcena asume como la nueva Canciller en lugar de Marcelo Ebrard. Llega con muy buen ánimo, en primer lugar a reunirse con diferentes actores de la vida pública nacional e internacional: lo hace con los miembros del Servicio Exterior mexicano, con el cuerpo diplomático acreditado en el país, con senadores y con académicos y especialistas en relaciones internacionales. Su llegada ha sido, sin duda, muy activa en algo en lo que la canciller sabe hacer muy bien que son las relaciones públicas y la construcción de redes con los principales actores. Esto es indudablemente muy importante para alguien que tenía muchos años en el exterior, primero como Secretaria de la CEPAL y ahora como ex-Embajadora de México en Chile.

Ahora bien, tiene frente a ella retos importantes. Lo primero es buscar la forma de rescatar la imagen de México en el mundo tan lastimada en estos últimos cuatro años y medio. Además, tratará de rescatar a los diplomáticos de carrera que habían sido relegados para asignarles de nuevo, cargos de importancia dentro de la Cancillería y en puestos clave en el exterior. Habrá sin duda que sacar a varios funcionarios cercanos a Ebrard que no son miembros del Servicio Exterior. Una de las principales preocupaciones es el papel que tiene el presidente en las mañaneras. Es muy desafortunado que en este lugar se defina la política exterior con ocurrencias en lugar de hacerlo en forma estratégica. Bárcena se enfrentará a esta práctica con la dificultad de carecer de un margen de maniobra propio. Veremos cuál es la reacción, en especial en un año en el que Estados Unidos también tendrá elecciones presidenciales y los congresistas republicanos están muy enojados con México. Primero por los comentarios del presidente mexicano pero, sobre todo, por el tema del narcotráfico y de las muertes por fentanilo. Cada vez crece más el ánimo entre ellos de invadir a México y atacar al país como parte de sus campañas internas. El gobierno mexicano no se quedará callado y posiblemente responda desde la mañanera.

La nueva Canciller empezó con el pie derecho desde antes de llegar a México al lograr una solución ante el conflicto creado en contra de la Alianza del Pacifico con el apoyo de Chile. Justo en esta semana, el 17 y 18 de julio, tiene lugar en Bruselas la reunión CELAC-Unión Europea y su participación será clave para llevar una postura de México diferente a la de años anteriores. Buscará tener un acercamiento con Lula, el presidente brasileño y será interesante ver cómo maneja la posición de México ante la invasión de Rusia a Ucrania. Uno de los retos más importantes que tiene ante sí, es rescatar la relación con Estados Unidos en un año electoral. Una relación muy compleja en la que los principales problemas los vemos en materia de migración, comercio y seguridad.

Ucrania y la cumbre de Vilna

Si uno de los objetivos de Vladímir Putin fue fragilizar la Unión Europea y la OTAN con su invasión a Ucrania, todo parece indicar que se equivocó. Así lo mostró la reciente reunión de la OTAN, en la capital de Lituania, Vilna, a la que asistió por primera vez Finlandia, incorporada al bloque militar en abril pasado. Se espera, además, que en octubre próximo Suecia se incorpore a la organización una vez que la Asamblea turca se pronuncie al respecto. A la cumbre de Vilna también estuvieron como invitados Zelenski, presidente de Ucrania, la presidenta de la Comisión Europea y los representantes de Japón, Nueva Zelanda y de la República de Corea, aliados clave para mantener la seguridad en el Pacífico asiático. En su comunicado final, se mantiene firme la condena a la invasión rusa a Ucrania y a los crímenes de guerra cometidos hasta ahora. Se exige a Moscú, además, retirar sus tropas a las fronteras internacionalmente reconocidas y se reitera el apoyo militar y logístico que algunos de sus miembros han ofrecido en forma bilateral a Ucrania, con el fin de proseguir su contraofensiva, para lo cual se creó un Consejo a modo.

“Si bien Zelenski asistió a la cumbre con la idea de asegurar el ingreso de su país al bloque militar, el comunicado final de la reunión no establece ninguna hoja de ruta para dicha adhesión”.

Si bien Zelenski asistió a la cumbre con la idea de asegurar el ingreso de su país al bloque militar, el comunicado final de la reunión no establece ninguna hoja de ruta para dicha adhesión, limitándose a decir que se le invitaría una vez que las condiciones estuvieran dadas y los países miembros así lo acordaran. Esta posición refleja sin duda la de Estados Unidos y la de varios países europeos, entre ellos Francia, que consideran que una incorporación acelerada de Ucrania a la OTAN, cuando aún no está clara la manera en que se resolverá el conflicto, sería prácticamente aceptar una confrontación militar con Rusia.

En efecto, Vilna dejó claras las limitaciones e incertidumbres que se abren sobre una eventual expansión de la OTAN hacia Ucrania. Un plan de paz mutuamente satisfactorio para las partes en conflicto se ve aún remoto, si es que acaso existe esa posibilidad. En el corto y mediano plazos sólo se puede visualizar un armisticio o un alto al fuego, a partir del cual los beligerantes podrían negociar un arreglo temporal o definitivo. En este escenario, Rusia tratará de defender lo más que pueda los territorios ocupados y anexados (aproximadamente 20 % de territorio ucraniano), mientras que Zelensky luchará por recuperarlos. Las condiciones para un alto al fuego estarán dictadas por el costo material y en vidas humanas que ambas partes estén en condiciones de asumir, más la pérdida de territorio que estén dispuestas a aceptar. Bajo esas condiciones y tal como lo advirtió Joe Biden antes de partir a Lituania, Ucrania aún no está preparada para entrar a la OTAN. En Vilna, a Zelenski le quedó probablemente claro los límites del apoyo de sus aliados a su contraofensiva de recuperación territorial. Podrá seguir contando con apoyo militar y logístico para su causa, pero su ingreso al bloque militar, en caso de que sea factible, podrá discutirse una vez que haya firmado la paz con su agresor. Dada la asimetría existente entre las fuerzas rusas y ucranianas, y ante el aparente éxito de Putin por sortear las sanciones impuestas por los occidentales así como las fracturas que han surgido en su propio ejército —como la rebelión del líder de los mercenarios del grupo Wagner—, Zelenski podría reconsiderar el plan original que el presidente francés Macron había puesto sobre la mesa antes de la invasión: hacer de Ucrania un país militarmente neutro sin que esto impida su eventual adhesión a la Unión Europea, tal y como fue el caso de Finlandia y Suecia. Una propuesta de este tipo podría interesarle a Putin, aunque habría que ver qué parte de los territorios anexados estaría dispuesto a ceder. 

La Cumbre CELAC-UE: ¿un “nuevo comienzo de una vieja amistad”?  

La cita en Bruselas marca el renovado interés de Europa por relanzar las relaciones con América Latina y el Caribe tras un ciclo de ocho años sin interlocución birregional al más alto nivel caracterizado, sin visión estratégica ni propuestas concretas de envergadura. Se trata de un parteaguas o, quizá, de un primer paso para romper el estancamiento y salir del piloto automático, incentivado por el rápido ascenso económico de China en la región, la rivalidad con Rusia y el imperativo europeo de acelerar su transición energética a raíz de la guerra en Ucrania. A estos factores geopolíticos y económicos, se suma el fuerte interés estratégico de la presidencia española de la Unión Europea por afianzar su posición de puente y socio preferente en la interlocución entre los 60 países que participan en este espacio birregional. 

La Unión Europea llegó a la cita bien preparada con una oferta inédita de más de cien proyectos concretos y el compromiso de canalizar inversiones por cerca de 45 mil millones de euros en el marco de la iniciativa Global Gateway para el desarrollo de infraestructura climática y digital. Otros objetivos planteados son el fortalecimiento del diálogo político con cumbres bianuales y mecanismos de seguimiento además del firme propósito de sumar apoyos a Ucrania en la guerra contra Rusia.  Desde la perspectiva europea, la cuestión ucraniana es un asunto ineludible, pero divide fuertemente a ambas regiones y ahonda las fracturas intra latinoamericanas con el riesgo de opacar las conversaciones en materia comercial, financiera, climática, energética y digital. Ante este dilema, si bien se decidió descartar la participación de Zelensky en el foro, la condena a la guerra de agresión rusa terminaría por convertirse en el principal escollo para poder alcanzar una declaración conjunta sustantiva más que protocolaria.

“Desde la perspectiva europea, la cuestión ucraniana es un asunto ineludible, pero divide fuertemente a ambas regiones y ahonda las fracturas intralatinoamericanas con el riesgo de opacar las conversaciones en materia comercial, financiera, climática, energética y digital”. 

Por su parte, América Latina se presentó en Bruselas sin mayor entusiasmo, carente de posiciones comunes o previamente concertadas y con una agenda sumamente diferenciada según los intereses y prioridades particulares de cada país. La Colombia de Petro buscando el endoso político y financiamiento para avanzar su propuesta de “paz total”. El Brasil de Lula proyectando un liderazgo ambiental, de neutralidad para la solución pacífica del conflicto en Ucrania y de mercado emergente clave en inversiones verdes con un papel protagónico en la mesa redonda empresarial; el Chile de Boric mostrando su compromiso con la democracia y los derechos humanos, pero concentrado en avanzar el acuerdo comercial con la UE; los países del Caribe impulsando la innovación financiera, el manejo de  la deuda y las reparaciones postcoloniales por parte de Europa. Hubo, sin embargo, iniciativas conjuntas como el impulso al diálogo político en Venezuela de cara a las elecciones de 2024 con el acompañamiento de los mandatarios de Argentina, Brasil, Colombia, Chile, Francia. 
Detrás del escepticismo y la desarticulación latinoamericana frente a la nueva oferta europea está el temor de un trato desequilibrado y la necesidad de evitar caer en una relación asimétrica como simple proveedor de materias primas y recursos estratégicos para la transición energética europea (litio, cobre, energías limpias) sin mayor valor agregado en términos tecnológicos y productivos. La narrativa latinoamericana en la III Cumbre Celac-UE fue la de socios estratégicos con garantías de beneficios mutuos, un reto y una ventana de oportunidad que la región tendría que aprovechar antes de que se cierre el renovado interés de Europa por las oportunidades económicas de una relación más estrecha con América Latina. Habrá que esperar para ver resultados concretos, aunque en materia de negociaciones comerciales en curso, hay poco optimismo respecto del acuerdo UE-Mercosur y cierta esperanza en avanzar los acuerdos estratégicos de México y Chile con el bloque europeo. EP

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