La sucesión presidencial en México ha sido casi siempre la causa de las grandes crisis políticas que ha enfrentado el país. Durante el quinto año de gobierno empieza a disminuir el poder del ejecutivo y pareciera que a la administración pública deja de interesarle los programas de gobierno para concentrarse en la lucha por el poder que se avecina. En el caso concreto de la política exterior, 2023 no presenta mayores retos que los que contemplaba en 2022, por el hecho de que el Canciller deberá abocarse con mayor resolución a sus aspiraciones políticas y, consecuentemente, a restar atención de la que ha prestado hasta ahora a la aplicación de una política exterior proactiva y congruente.

Es muy probable que el secretario Marcelo Ebrard renuncie en los primeros meses de 2023 para dedicarse enteramente a su precampaña como candidato a la presidencia por el Movimiento Regeneración Nacional. Ante este escenario, cobrará importancia quién lo suceda en la Cancillería. En el caso de que la designación recaiga sobre un miembro del servicio exterior de carrera, la diplomacia mexicana seguirá sin rumbo, como hasta ahora, entregada a los caprichos y ocurrencias del Presidente. De ser un político del círculo cercano a Andrés Manuel López Obrador, con mayor razón se produciría un efecto similar.

Sin embargo, los retos estarían presentes y serían los mismos, con la salvedad de que la guerra en Ucrania se prolongue y provoque una situación que involucre con mayor determinación a la Organización del Tratado del Atlántico Norte y, especialmente, a China y Estados Unidos. Ante ese advenimiento, el gobierno de México se verá obligado a adoptar una posición más clara respecto a su apoyo a Ucrania, consecuente con los intereses de Occidente. En efecto, la escalada militar rusa y el posible uso de armas nucleares obligarán al gobierno a definir su relación con Moscú que, hasta la fecha, a pesar de los emotivos discursos de nuestro representante en la Organización de las Naciones Unidas, ha sido tímida, por no decir blandengue.

Otro reto de política exterior será nuestra posición respecto al conflicto entre China y Taiwán. La definición de nuestro apoyo a uno de los dos países se verá sujeto a las presiones que Estados Unidos activará sobre el tema, dependiendo, obviamente, del rumbo que tome ese país ante la escalada del conflicto. Finalmente, por lo que concierne a la producción de armas nucleares en Corea del Norte e Irán, la posición de México deberá ser, como hasta ahora, la de rechazo a la producción de dichas armas. EP

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