El grupo México en el Mundo presenta una serie de textos que abordan los desafíos para la política exterior de México en 2022. En este texto, Antonio Ortiz-Mena habla sobre los obstáculos y posibilidades para incrementar la inversión estadounidense.
La relación con Estados Unidos: Obstáculos y posibilidades para incrementar la inversión estadounidense
El grupo México en el Mundo presenta una serie de textos que abordan los desafíos para la política exterior de México en 2022. En este texto, Antonio Ortiz-Mena habla sobre los obstáculos y posibilidades para incrementar la inversión estadounidense.
Texto de Antonio Ortiz-Mena 05/01/22
Desde el siglo XIX, México se ha debatido sobre la conveniencia de atraer inversión de Estados Unidos dados los potenciales costos políticos de una excesiva dependencia económica con nuestro poderoso vecino, y el debate sigue vigente. (“Mexico’s International Trade Strategy: Autarchy, Balancing and Bandwagoning”, Antonio Ortiz-Mena, LASA, 2018). Nuestro país necesita de mayor inversión extranjera, como complemento a la inversión nacional pública y privada, para aumentar las tasas de crecimiento económico.
El presidente Andrés Manuel López Obrador ha criticado, con razón, las bajas tasas de crecimiento económico desde la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Sin embargo, en parte por las medidas adoptadas y anunciadas por su gobierno, es probable que el crecimiento promedio del PIB durante el actual sexenio sea de aproximadamente 1%, lo que derivaría en un PIB per cápita, en 2024, inferior al que se tenía en 2018: un sexenio de retroceso.
¿Hay una ventana de oportunidad para atraer inversión de Estados Unidos? Sí, por varias razones. El conflicto geopolítico entre China y Estados Unidos tiene un fuerte componente económico; empresas estadounidenses buscan mitigar riesgos de interrupción a las cadenas de suministro vinculadas con China, por lo que están buscando nuevos sitios para invertir y producir. No se trata de salirse de China, sino de aumentar las inversiones en otras regiones y tener cadenas para el mercado chino y otras para terceros mercados, incluido el propio Estados Unidos.
Además de las acciones empresariales, el gobierno estadounidense está buscando reducir su dependencia de China en algunos rubros “críticos”, como medicamentos, baterías, minerales críticos, y semiconductores. México puede producir estos bienes, junto con Estados Unidos.
Dada la pandemia de covid-19, se han generado cuellos de botella en las cadenas de suministro, y muchos países han implementado medidas proteccionistas que van más allá de bienes y servicios relacionados directamente con la salud pública. Ello genera incentivos para producir dentro de bloques comerciales con socios confiables. Este nuevo proteccionismo difícilmente puede ser contrarrestado por la Organización Mundial del Comercio (OMC), y el Tratado México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) ofrece (o debería ofrecer) una isla de seguridad dentro de un mar movido de la economía internacional.
La geografía nos da una ventaja adicional desde la perspectiva del combate al cambio climático. Hay una creciente presión de los mercados, los inversionistas y los gobiernos para determinar la huella de carbono de bienes y servicios, y para premiar o castigar a aquellos que tengan una huella baja o alta. La proximidad geográfica entre Estados Unidos y México hace que la huella de carbono relacionada con el transporte de bienes sea más baja de la que proviene de cadenas productivas extra o multirregionales.
Las empresas estadounidenses (en contraste con las chinas y las rusas) enfrentan fuertes presiones de reguladores, inversionistas y mercados para tener una baja huella de carbono en sus actividades de producción y distribución. Eso significa que, ceteris paribus, la inversión extranjera directa de Estados Unidos es más limpia que la que proviene de empresas de países con menores compromisos ambientales, lo que derivaría en externalidades positivas para México de la inversión estadounidense.
¿Cuáles son algunos obstáculos para aprovechar esta ventana de oportunidad? Para empezar, el temor a una excesiva dependencia económica hacia Estados Unidos que pudiera derivar en presiones políticas e injerencia en asuntos internos (el locus classicus es A.O. Hirschman, National Power and the Structure of Foreign Trade, Berkeley: UC Press, 1945). Este temor puede derivar en un nacionalismo económico ramplón y la búsqueda de la autosuficiencia en energía, alimentos, etc., que repelen la confianza y la atracción de inversión, sin fortalecer la economía nacional. El T-MEC tiene sendos mecanismos de resolución de controversias que reducen el margen de maniobra de Washington en cuanto a acciones económicas unilaterales con fines políticos, y la dispersión de poder político en Estados Unidos permite a nuestro país, si tiene una diplomacia eficaz, cabildear con actores del ejecutivo y legislativo federal en ese país para contrarrestar acciones potencialmente adversas impulsadas por ciertos intereses en ese país.
No obstante el T-MEC, el nacionalismo económico en Estados Unidos goza de buena salud. Hay diversas iniciativas que buscan fomentar la inversión y producción en Estados Unidos y no en Canadá y México, como el caso de vehículos eléctricos.
Otro aspecto a considerar es la formulación y ejecución de diversas iniciativas económicas nacionales, que van de la cancelación del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México a la reforma eléctrica del 30 de septiembre de 2021, que minan de manera grave la confianza para invertir en México, ante todo en activos fijos con retornos a mediano y largo plazo.
Aún se pueden corregir algunos errores, mejorar la interlocución entre gobierno y sector privado, recobrar la confianza y atraer mayor inversión de Estados Unidos, pero la ventana de oportunidad es eso: una ventana temporal que se desvanece si no se aprovecha. EP
Documento completo: Desafíos para la política exterior de México en 2022
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