En este texto, Mauricio de Maria y Campos, Carlos Heredia y Francisco Suárez Dávila, del grupo México en el Mundo, presentan ideas y propuestas para la agenda migratoria mexicana, una que es más amplia y no se limita a los intereses de Estados Unidos.
La política migratoria en el diálogo México-Estados Unidos
En este texto, Mauricio de Maria y Campos, Carlos Heredia y Francisco Suárez Dávila, del grupo México en el Mundo, presentan ideas y propuestas para la agenda migratoria mexicana, una que es más amplia y no se limita a los intereses de Estados Unidos.
Texto de Mauricio de Maria y Campos, Carlos Heredia Zubieta & Francisco Suárez Dávila 01/06/21
A la memoria de Mauricio de Maria y Campos Castelló.
El control sobre la frontera sur de Estados Unidos se ha convertido en uno de los retos más difíciles para el gobierno de Joe Biden. Un buen número de demócratas y casi la totalidad de los republicanos coinciden en verlo como un problema crítico que debe tratarse con mayor urgencia. El nombramiento de la vicepresidenta Kamala Harris para ocuparse de combatir las causas que propician la migración desde los países del Triángulo Norte de Centroamérica es un claro mensaje del interés en responder a esas preocupaciones. La visita anunciada de Harris para el próximo 7 de junio pondrá a prueba los alcances de la cooperación entre los gobiernos de Biden y López Obrador.
Centrar el diálogo con la vicepresidenta en temas relativos a migración y Centroamérica presenta dilemas para la parte mexicana. Lo primero es decidir si son los temas prioritarios en el diálogo con Estados Unidos. Lo segundo es tomar en cuenta que un número creciente de los migrantes que están llegando a Estados Unidos son mexicanos. Para la migración de mexicanos, los elementos a tomar en cuenta son distintos a los que se deben considerar para la migración centroamericana.
El grupo México en el Mundo presenta dos puntos de vista distintos. Uno para considerar el caso de los migrantes centroamericanos; otro, para el caso de la política migratoria México-Estados Unidos más allá del 2021. La primera sección fue elaborada por Carlos Heredia; la segunda, en conjunto por Francisco Suárez Dávila y el recientemente fallecido Mauricio de Maria y Campos.
La cooperación con EUA para combatir las causas que motivan la migración desde los países del Triángulo Norte
La palabra cooperación significa trabajar juntos por un objetivo compartido. ¿Acaso es posible instrumentar una verdadera cooperación con Guatemala, El Salvador y Honduras cuando nuestra política migratoria sigue inspirada en la seguridad nacional de Estados Unidos? Nuestra cooperación tendría que apuntar a los objetivos de desarrollo sostenible (ODS) de la ONU: apoyar el crecimiento de las personas como seres humanos y como comunidades.
Entre 2014 y 2020, México fue subcontratado por Washington para ser su policía migratoria. Nos convertimos en el muro de Trump. Hoy la seguridad fronteriza debe distinguir, por una parte, entre migrantes y solicitantes de la condición de refugiado y, por otra, entre los traficantes de personas, drogas y armas que usan la migración para sus redes criminales.
La cooperación entre México y EUA tendría que centrarse inicialmente en desmantelar el dañino legado de la administración Trump en ambos lados de la frontera, como el programa “Quédate en México”. ¿Pueden ahora cooperar para transitar hacia la seguridad humana que pone en el centro la protección y el empoderamiento de las personas?
La migración es un fenómeno que ha existido a lo largo de la historia de la humanidad. No se puede detener, sino quizá administrar. La propia CEPAL señala que un nuevo estilo de desarrollo tiene que apuntar al bienestar de la población, no a frenar la migración.
Entre las causas de raíz de la migración están una economía depredadora y una crisis de gobernabilidad, donde el Estado ha sido secuestrado por poderes fácticos para provecho de un pequeño puñado de personas. Esto hace que el mejor negocio en Centroamérica sea exportar pobres para que envíen remesas a casa, en vez de generar valor en sus propias comunidades.
El plan del presidente Biden para fortalecer la seguridad y la prosperidad en colaboración con los pueblos de Centroamérica —hoy coordinado por la vicepresidenta Kamala Harris— debe reconocer que sí hay interlocutores creíbles y confiables en Centroamérica. No pueden, ni deben, sustituir o suplantar a los gobiernos, pero tampoco pueden ser dejados de lado. Es la hora de priorizar acciones con organizaciones populares, movimientos sociales, organismos de la sociedad civil, las iglesias, la academia y las fundaciones privadas, para el acceso a la justicia, la protección de los derechos humanos y la construcción de una cultura de paz.
La migración como elemento que contribuya a la competitividad de América del Norte
Efectivamente, “la política migratoria se ha colocado en el centro de atención de la relación México-Estados Unidos”. Sin embargo, este enfoque peca de una visión muy limitada, centrada en el interés de Estados Unidos por frenar, controlar, regular movimientos de personas, indocumentados, asilados y niños. Debe buscarse una definición del problema, con una visión más amplia para contribuir a mejorar la competitividad económica de la región y realizar cambios de enfoque en el T-MEC, en línea con nuevos tiempos.
Se está ignorando un cambio fundamental, que ya está ocurriendo en 2021. Derivado de los grandes programas Biden de Rescate de la Economía e Impulso a la Infraestructura, se da el hecho insólito de que la economía de Estados Unidos crecerá 6.5 %, por arriba de su tendencia histórica, lo cual se mantendrá en años subsecuentes. Esto significa “cuellos de botella” de mano de obra, que representarán obstáculos a la producción, aumento de costos laborales y presiones inflacionarios. Ya se aprecia en empleos “estratégicos”, como choferes, empacadores, trabajadores de la salud.
Esto debería impulsar un esfuerzo de cooperación para realizar estudios sectoriales y regionales, examinar el impacto de este fenómeno sobre las cadenas productivas. Se tendrán que crear nuevas, reconvertir otras y desaparecer algunas. Un caso evidente es pasar del auto de gasolina al eléctrico. Significa transformar el T-MEC de un acuerdo tradicional de libre comercio y con mecanismos de protección laboral, de corte proteccionista, en un acuerdo para impulsar la Competitividad Regional de Norteamérica, con acuerdos de cooperación, científicos y tecnológicos, de reconversión industrial, de capacitación obrera, de financiamiento, de infraestructura y laboral. ¡Es una pena que Japón, antes que México, haya logrado un acuerdo con Estados Unidos en cadenas productivas!
Ello implica definir a nivel sectorial y regional qué sectores enfrentarán mayores limitaciones y llegar a acuerdos para superarlos; significa crear nuevas instituciones o mejorar la coordinación de las existentes. Por ejemplo: fortalecer Nadbank para dar financiamiento, acuerdos y programas de visas especiales, el PTAT de Canadá ha funcionado bien en este país, un programa de enfermeras filipinas, etc.
México tendrá que realizar esfuerzos propios, como robustecer la parte doméstica de cadenas de valor a través de una política industrial, aprovechar la Banca de Desarrollo, comprometerse a seleccionar y capacitar mano de obra en los sectores identificados como necesarios.
El gobierno mexicano debe proponer al gobierno de EUA la formación de un Grupo de trabajo conjunto (Task Force) de prospectiva para estudiar los posibles impactos de corto y mediano plazo de sus programas de inversión e infraestructura en la demanda de trabajadores migrantes mexicanos y centroamericanos con esas necesidades; todo esto de manera organizada y socialmente armónica. El importante flujo que se avecina no debe dejarse a las libres fuerzas de un mercado laboral opaco y, a veces, de franca explotación y abuso del migrante extranjero. También debería proponer un estatuto moderno e incluyente que rija los derechos económicos y sociales, así como las obligaciones de los trabajadores migrantes de ambos países y, de ser posible, de los tres socios del T-MEC.
El gobierno de AMLO tendría que formular una estrategia más precisa para promover el desarrollo del sureste mexicano y de los países del Triángulo Norte —que supere los lineamientos de Sembrando Vida— con vistas a definir una posición común que invite a una estrategia conjunta de corto, mediano (cuatro años) y largo plazo (EUA-México-Países del Triángulo Norte)
A guisa de conclusión
Con este texto, México en el Mundo ofrece ideas y propuestas para una agenda migratoria más amplia que no se limita a los intereses de Estados Unidos. Observar el fenómeno como oportunidad nos invitó a pensar en aspectos complementarios como los aquí presentados y que, pensamos, permitirán un manejo distinto de la migración. Pasaría de ser un problema a un tema complementario que fortalecería la región de Norteamérica haciéndola más competitiva y fomentando también un desarrollo importante para México. EP
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