El embajador Jorge Álvarez Fuentes, miembro del grupo México en el Mundo, profundiza en las implicaciones regionales y repercusiones globales de la guerra en Gaza.
Implicaciones regionales y repercusiones globales de la guerra en Gaza
El embajador Jorge Álvarez Fuentes, miembro del grupo México en el Mundo, profundiza en las implicaciones regionales y repercusiones globales de la guerra en Gaza.
Texto de Jorge Álvarez Fuentes 08/11/23
El 7 de octubre estalló otra guerra en Medio Oriente. Inició con los ataques terroristas provenientes de la franja de Gaza, combinando el lanzamiento de miles de cohetes, la vulneración de la cerca fronteriza y la rápida infiltración de combatientes palestinos de las brigadas de Hamás y de la Jihad Islámica. Los ataques causaron la muerte de 1400 soldados y civiles israelíes en 20 comunidades y ciudades del sur de Israel, e hirieron a cientos. Más de 200 fueron capturados como rehenes. Estos hechos traumáticos, sin precedente desde la fundación del Estado de Israel, hicieron recordar los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001.
Los acontecimientos sorprendieron a las fuerzas de defensa y a los servicios de inteligencia, poniendo a Israel en armas y al mundo en alerta; esto ha agravado la larga confrontación entre palestinos e israelíes y ha hecho más peligrosas las situaciones de crisis que históricamente se han extendido de forma irremediable a los países vecinos y a la región. El gobierno de Israel impuso inmediatamente un sitio total sobre la franja, suspendió todos los servicios básicos y comenzó una campaña de bombardeos indiscriminados, la cual no ha cesado a pesar de ser una respuesta desproporcionada, provocando el desplazamiento forzado de más de un millón de palestinos, miles de heridos y la muerte de más de ocho mil civiles, mitad de ellos niños. Una incursión militar terrestre a gran escala se dispuso, desarrollándose por fases, con cobertura aérea y naval, contando con el respaldo político y diplomático de las potencias occidentales. La respuesta israelí tiene como objetivo declarado eliminar a Hamás, tanto su capacidad ofensiva como de gobierno, lo cual podría conducir a despoblar la franja y a desembocar en una reocupación parcial o total. Ello provocaría un éxodo de refugiados catastrófico hacia Egipto y Jordania.
El conflicto palestino israelí es un viejo conflicto que permanece sin resolverse a pesar de los prolongados esfuerzos multilaterales. Un conflicto que amenaza nuevamente la paz y la seguridad internacionales, que ha probado ser intratable, al mantenerse el statu quo. La franja de Gaza es parte de los territorios palestinos ocupados, gobernada desde 2007 por Hamás, una de las facciones extremistas palestinas, empeñada en la desaparición de “la entidad sionista”, que se ha fortalecido como bastión de la resistencia palestina ante la ocupación israelí impuesta desde 1967. Hamás gobierna por separado de la Autoridad Nacional Palestina a cargo de Al Fatah, otra facción palestina, pero moderada, asentada en Ramallah, cuya legitimidad ha menguado en la medida que coopera con Israel. La franja tiene una superficie de 365 kilómetros cuadrados, con una población de más de dos millones de personas, las cuales viven encerradas, sujetas al férreo bloqueo impuesto por Israel desde 2007 habiéndose retirado unilateralmente en 2005. Al igual que en Cisjordania, Israel es la potencia ocupante en Gaza.
Israel llevaba meses polarizado, sacudido por protestas masivas en contra de una impopular reforma judicial impulsada por el primer ministro Netanyahu al frente de un gobierno de coalición con la extrema derecha religiosa. Desde el año pasado venía registrándose un incremento de los asentamientos ilegales, frecuentes hechos de violencia por las operaciones del ejército israelí en contra de pobladores y militantes palestinos, detenciones arbitrarias, demoliciones de casas y redadas, al igual que enfrentamientos con grupos de choque de colonos judíos. Asimismo, ataques terroristas ejecutados por jóvenes palestinos y atentados en contra de ciudadanos israelíes, junto con frecuentes provocaciones de judíos ortodoxos en la Mezquita Al Aqsa.
Por otra parte, como parte de los llamados Acuerdos de Abraham, estaban en curso los procesos de normalización de las relaciones diplomáticas entre Israel y Arabia Saudita, (alcanzadas con Emiratos Árabes, Bahréin y Marruecos) y entre Arabia Saudita e Irán; los primeros alentados por Estados Unidos y los segundos gracias a la mediación de China, potencia que ha venido ampliando su presencia e influencia en la región.
En una peligrosa escalada siguen acumulándose las desgracias humanitarias a la par de las operaciones militares. Las calles de las ciudades árabes estás encendidas; las manifestaciones populares en favor de Palestina y en defensa de Israel continúan sucediéndose en múltiples ciudades del mundo, la mayoría demanda cesen las hostilidades y un alto a las acciones desproporcionadas por parte de Israel, pero también para denunciar el terrorismo de Hamás. Israel ha pasado de ser víctima a ser victimario. La opinión pública mundial está polarizada; hay muchas presiones y divergencias en muchos gobiernos y en las organizaciones civiles. Hay una frenética actividad diplomática para tratar de contener el conflicto, de encontrar formas de resolver los asuntos más críticos y urgentes, ante la parálisis del Consejo de Seguridad de la ONU, habiendo fracasado tres resoluciones para lograr un cese al fuego y conseguir la entrada de la ayuda humanitaria, debido al veto de Rusia y Estados Unidos, miembros permanentes. Las violaciones al derecho internacional humanitario se han generalizado. Con un altísimo costo de vidas han proseguido los bombardeos a hospitales, edificios civiles, escuelas, mezquitas, incluso en contra de las instalaciones de las organizaciones humanitarias, convertidos en lugares temporales de refugio. La población no tiene lugares seguros donde protegerse, mientras siguen avanzando con cautela los soldados, tanques y vehículos blindados israelíes y los lanzamientos de cohetes de Hamás subsisten.
Ha habido ataques, incursiones de drones y efectivos, así como intercambios de misiles y morteros en la frontera entre Israel y Líbano, entre Hezbollah y las Fuerzas de Defensa de Israel abriendo otro peligrosísimo segundo frente. La fuerza aérea israelí bombardeó los aeropuertos de Damasco y Alepo, inutilizándolos, para imposibilitar suministros de Irán a Hezbollah desde Siria. Aviones de combate estadounidenses han llevado a cabo ataques contra objetivos vinculados con la Guardia Revolucionaria de Irán localizados en Siria, un posible tercer frente. Egipto se encuentra en una posición muy difícil y comprometida, pues debe mediar, habiendo por ahora pocas posibilidades. El régimen egipcio enfrenta múltiples presiones estadounidenses y árabes, cuando vive una profunda crisis económica. Por razones de seguridad y en atención a su innegable peso geopolítico debe evitar, a cualquier costo, un éxodo masivo de palestinos que pudieran ingresar por la fuerza a su territorio para refugiarse en el desierto del Sinaí, donde, desde hace años, combate a grupos de extremistas islámicos.
Estados Unidos sigue apoyando a Israel en forma incondicional, aun cuando algunos de los objetivos y conductas de Netanyahu no coinciden con sus intereses. El gobierno estadounidense desplazó dos escuadras encabezadas por dos de sus más poderosos portaaviones para demostrar su poderío militar, buscando disuadir a Hamás, a Hezbollah y, finalmente, a Irán. La solicitud de una ayuda militar estadounidense adicional a Israel, por catorce mil millones de dólares podría enfrentar dificultades en el Congreso estadounidense. Washington está tratando, con la participación discreta de Qatar y Turquía (que ya se ha deslindado de su reacercamiento con Israel), conseguir la entrega de los rehenes, empezando por los estadounidenses, al tiempo que negocia con Egipto para establecer una vía, a través del pequeño y bombardeado paso de Rafah, a través del cual Israel ha permitido la entrada de camiones con ayuda insuficiente y la salida de personas con doble nacionalidad.
Va en aumento el rechazo de la opinión pública mundial ante la barbarie mientras la confrontación se amplifica: unos para defender la resistencia palestina para poner fin a la ocupación ilegal israelí después de décadas; los otros, empeñados en esgrimir el derecho de Israel a defenderse, que busca acabar de una vez por todas con las amenazas terroristas, cueste lo que cueste. Nada está conteniendo esta guerra que tendrá profundas implicaciones políticas para la región y graves repercusiones globales. Otra guerra despiadada, como en Ucrania, en la que tampoco se acatan las leyes de la guerra, se respeta el derecho internacional humanitario, ni se protege la vida de los civiles, aumenta el peligro de otras confrontaciones geopolíticas, dislocará los mercados de energía y provocará nuevas oleadas de migrantes.
Estados Unidos e Israel llevan a cabo todo tipo de transacciones entre sí. Buscan sortear, con unos y otros, las discrepancias entre los altos mandos militares y los liderazgos políticos, teniendo objetivos convergentes. Presionan a los otros protagonistas: Alemania y Francia, la Unión Europea, Arabia Saudita, Egipto, Jordania, Qatar, Turquía y la Autoridad Nacional Palestina —sin dejar de mantener una amenaza creíble sobre Irán—, estando muy atentos de Rusia y China, para asegurar que prevalecen sus intereses en los planos militar, diplomático, geopolítico y geoeconómico, en medio de una pendiente de violencia irracional, normalizada por el desorden mundial.
Sin embargo, a los intentos de control de daños escapa el comportamiento de actores no estatales y protagonistas como Hamás y Hezbollah; también la actuación de otros grupos y milicias como los hutíes en Yemen que han lanzado cohetes desde el Mar Rojo. Ninguno puede desentenderse del incontenible apoyo popular en favor de la causa palestina, capitalizar o ignorar el respaldo al derecho de Israel a defenderse, habiendo tanta sinrazón. No se vislumbra una tregua humanitaria ni tampoco un cese al fuego, porque los protagonistas no están dispuestos a sentarse a negociar y hacer concesiones. Las agencias de las Naciones Unidas hacen esfuerzos desesperados para ayudar, pero han sido relegadas. Los funcionarios humanitarios internacionales están bajo el asedio de las bombas, algunos entre las víctimas mortales.
Simultáneamente, en Cisjordania y en Jerusalén, las incursiones del ejército y de colonos judíos se han multiplicado provocando decenas de muertos y miles de palestinos detenidos, al igual que despidos y ataques violentos contra jóvenes, poblaciones y campamentos de refugiados. Estados Unidos reforzó su despliegue aeronaval para incrementar sus capacidades de defender los múltiples intereses estadounidenses, cuando algunos ya han sido atacados. La superpotencia que venía retirándose gradualmente del Medio Oriente que no busca participar directamente en la guerra, tendrá que recalibrar su GPS geopolítico, cuando ya no es el honest bróker.
El statu quo es insostenible. Mientras esto no cambie, el conflicto no podrá resolverse. Para conseguir que cambie, debe prevalecer el pleno respeto al derecho internacional humanitario, terminar la división entre dos autoridades palestinas enfrentadas y cesar el desplazamiento forzado en los territorios palestinos ocupados que permanecen separados. En Cisjordania se debe poner un alto total a los asentamientos ilegales de colonos judíos y revertir su expansión así como acabar con la incitación y reclutamiento de miles de jóvenes palestinos, sin esperanzas ni futuro. Debe replantearse y reactivarse la ayuda económica y financiera para los refugiados palestinos. Igualmente promover la pronta revocación democrática de los mandatos tanto del gobierno de coalición israelí y la caída Netanyahu, como de la Autoridad Nacional Palestina y de Hamás. Durante décadas, a palestinos e israelíes los han defraudado sus líderes, quienes se han eternizado en el poder, corrompiéndose, viviendo de perpetuar el conflicto, atizar las diferencias, exacerbar las tensiones y dinamitar los acuerdos.
Como humanidad, debemos hacer cuanto sea necesario para que prevalezca la voluntad colectiva de detener de inmediato los ataques, terminar con la violencia fratricida y poner fin a las hostilidades, para acabar con la pérdida de vidas, la furia de la venganza, la ocupación y la apropiación territorial mediante invasiones; para que cese el estruendo de las armas y puedan prosperar las medidas de confianza, avanzar nuevas vías de diálogo y entendimiento y negociaciones. Esta guerra, como la de Ucrania, debe dejar de estar atrapada en los cálculos del poderío militar, económico y político, en las falsedades y conductas irreductibles impuestas por los ánimos belicistas de arrasar, imponer y vencer en confrontaciones geopolíticas, incitadas por líderes políticos cínicos e inmorales, a los que hay que hacer responsables. Los objetivos superiores de la paz deben prevalecer sobre los estragos de la guerra para desmontar las falacias de su inevitabilidad y acallar las mentiras del conflicto perenne.
Vivimos uno de esos momentos de inflexión en la historia. La posibilidad de una tercera guerra mundial no es descabellada. Urge actuar no ante los terribles estragos y las tragedias del presente, sino ante las promisorias edificaciones del mañana. Recuperemos nuestra condición humana, antes de que sea demasiado tarde. EP
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