Guillermo Máynez Gil entrevista a Enrique de la Madrid, Director del Centro para el Futuro de las Ciudades del Tec de Monterrey, sobre las crisis que existen en el mundo actual, las que vienen y las implicaciones que tienen para México.
Lo que nos está faltando es acuerdo: Entrevista con Enrique de la Madrid
Guillermo Máynez Gil entrevista a Enrique de la Madrid, Director del Centro para el Futuro de las Ciudades del Tec de Monterrey, sobre las crisis que existen en el mundo actual, las que vienen y las implicaciones que tienen para México.
Texto de Guillermo Máynez Gil 31/03/22
Como parte de una ampliación de voces sobre el presente y futuro de México, así como la relación que tiene el país con el mundo, Guillermo Máynez Gil habló con Enrique de la Madrid sobre las crisis que nos toca enfrentar tanto en el sector público como en el sector privado.
Guillermo Máynez Gil (GMG): A raíz de la invasión rusa a Ucrania, el mundo está comenzando un cambio de época, de consecuencias inciertas, pero ciertamente peligrosas. México no será ajeno a las profundas transformaciones geoestratégicas y económicas. Sin embargo, no parece haber suficiente conciencia de ello en el gobierno federal, ni una política exterior preparada. ¿Qué deberíamos estar haciendo ante este escenario?
Enrique de la Madrid (EM): Desde hace tiempo he venido diciendo que estamos, no sólo en una época de muchos cambios, sino en un cambio de época. Ya estábamos en la transformación hacia la economía digital y del conocimiento, cuando de pronto surge este tema de Ucrania. No era un asunto del todo imprevisible; recordemos que en 2014 Rusia ya había invadido Crimea y antes Georgia. Lo que estamos viendo ahora es la exacerbación del conflicto entre Rusia y Occidente.
¿Cómo afecta esto al mundo y a México? Creo que de muchas maneras. En primer lugar, nos recuerda que estas cosas, que muchos creían que ya no pasaban, sí pasan: un país decide invadir a otro. Ucrania es importante porque, después de haber sido parte de la Unión Soviética, ahora quiere ingresar a la Unión Europea y quizás también a la OTAN, y eso es lo que los rusos no van a permitir. Me parece que Ucrania tendrá que encontrar una solución intermedia, en la que no sea parte de la OTAN, mientras Rusia admite que pueda incorporarse a la UE.
Esto implicará que se vuelva a exacerbar el tema de los bloques; la gran incógnita es qué va a hacer China. En cuanto a México, tenemos que darnos cuenta de que pertenecemos a uno de esos bloques: en primer lugar, al de Norteamérica, y en segundo al de los países que creen en la democracia liberal. Sin embargo, mientras las democracias occidentales reaccionan con claridad y determinación, en México parece que podemos no tomar posición. Va a ser muy difícil mantener esta falta de determinación, cuando el 80% de nuestras exportaciones van a Estados Unidos y cuando nuestra economía depende mucho de este mundo liberal. Pronto tendremos que adoptar una posición más fuerte, en defensa de la democracia, o corremos el riesgo de que alguien más tome posición respecto a México.
GMG: La crisis de Ucrania se suma a otras ya presentes: el cambio climático y la erosión de la biodiversidad; el crimen organizado internacional; las reivindicaciones identitarias. A estas hay que añadir otras específicas de México, como el empobrecimiento causado por la pandemia y la nula respuesta fiscal, el aumento acelerado de la violencia masiva y la contracción del Estado. ¿Cómo enfrentar todas estas crisis a la vez?
EM: Creo que hay que empezar por priorizar. Los mexicanos tienen dos grandes preocupaciones: la inseguridad y una crisis económica que se traduce en falta de empleo, disminución de ingresos y aumento de precios, sobre todo de la canasta básica. Hay datos duros: seis millones de mexicanos pasaron de la clase media, a la pobreza. ¿Cómo se resuelve esto? En primer lugar, generando muchas más inversiones en el país, tanto de mexicanos como de extranjeros. Para esto, se requiere generar condiciones para que la gente quiera invertir, y eso implica tener un diálogo respetuoso entre el gobierno y el sector productivo. Ese diálogo, hoy, no lo hay. Por el contrario, hay confrontación, una polarización que termina siendo pagada por los más pobres.
Estos, los más pobres, necesitan oportunidades de empleo, una economía que esté creciendo y, por lo tanto, pague mejores salarios porque necesita gente. Tenemos una gran oportunidad porque muchas inversiones están y van a seguir saliendo de China, dado que también hay un conflicto entre ese país y Estados Unidos. Esas inversiones deberían venir a dar a México. En este proceso de “desglobalización”, nos estamos dando cuenta de que tenemos que diversificar y acercar la producción de bienes indispensables, como los microchips, que al escasear provocan a su vez que se frene la producción de bienes, como los automotrices. La buena noticia es que, si Estados Unidos necesita microchips más cercanos, aquí está México.
Otro tema es el cambio climático. Nuestro desarrollo económico se ha dado a partir de las energías fósiles, pero ahora tenemos que pasar a un modelo de desarrollo más sustentable. México tiene excelentes condiciones para generar energía a partir de fuentes renovables, como el sol, el viento o las mareas. Eso, además, tiene impacto económico: instalar y, eventualmente, fabricar paneles solares y aerogeneradores, es una fuente de empleo. Es decir, el cambio climático puede jugar a favor de México si hacemos lo correcto, y viceversa.
Como decía, la otra gran preocupación es la inseguridad. Si nos fijamos en la marcha del 8 de marzo, veremos que, además de la búsqueda de la igualdad entre hombres y mujeres, el reclamo número uno es la violencia. Una parte de la solución a la violencia es el crecimiento económico. ¿Cómo se le puede exigir a un joven que no se incorpore al crimen organizado, si no le ofrecemos opciones dignas de empleo? ¿Cómo podemos crear cuerpos de seguridad más fuertes, sin ingresos públicos para destinarles? La inseguridad también se enfrenta con una economía que crece más y es más dinámica. Creo que la coyuntura actual, bien aprovechada, podría ser muy favorable para México.
GMG: En diversos textos has hablado sobre inflación y salarios. Como sabemos, la respuesta fiscal de muchos gobiernos a la pandemia (con la notable excepción de otros, como México), así como los obstáculos en las cadenas de abastecimiento, han provocado una espiral inflacionaria que se ha contagiado a nuestro país. Una de las consecuencias inmediatas de la invasión está siendo la aceleración de esa espiral. ¿Cuál debe ser la respuesta ante este desafío, que amenaza con revertir cualquier avance salarial?
EM: Los mexicanos no nos hemos enfrentado a la inflación en muchos años; muchos jóvenes ni siquiera saben qué es. Ahora, con la combinación de estímulos fiscales y los paros en la producción de muchos bienes, este fenómeno está regresando. Al mismo tiempo, el encierro hizo que se disparara la demanda de ciertos bienes, como computadoras, celulares o muebles, congestionando las cadenas logísticas. De manera que los estímulos fiscales son sólo una de las causas de la inflación, junto con los otros desajustes en la producción y logística.
Ahora, en el caso de México, estamos viendo una inflación del 7%, que llega a entre 15% y 30% en los alimentos básicos. Para hacer frente a este problema, necesitamos una economía que crezca más y pague mejor, así como estimular la oferta de productos. Creo que la respuesta tiene que ser más imaginativa que simplemente aumentar las tasas de interés para que la gente gaste menos, pues de hecho ya gasta menos. En relación con todo esto, no hay momento más inoportuno para la reforma eléctrica, que ahora. Según muchos expertos, esta propuesta ocasionaría aumentos de entre 30% y 50% en el costo de la energía eléctrica.
GMG: En muchos países estamos viendo gobiernos que, lejos de convocar a la unidad nacional, atizan las divisiones sociales y la polarización. ¿Es posible frenar en el corto plazo esta tendencia?
EM: Sí, claro que sí. Para que haya confrontación, como para bailar tango, se necesitan dos. Si una de las partes está constantemente provocando, el primer paso es no caer en esa provocación. A los mexicanos no nos va bien en la polarización: seis millones han caído en la pobreza; quince millones han perdido atención médica; la inseguridad está francamente fuera de control. Hacerle creer a la gente que está mal porque otros idearon que estuviera mal, es buscar que caigan en una trampa. Necesitamos ponernos de acuerdo en cómo crecer más y cómo compartir mejor la riqueza. Yo creo que nos estamos acercando a ese acuerdo, en la medida en que nos vamos dando cuenta de que el modelo actual no da, no funciona. Crear algo nuevo no implica destruir el pasado ni regresar a él, sino de tomar lo que sirve, no repetir lo que no funciona pero, sobre todo, enfrentar juntos un nuevo mundo.
GMG: Se habla mucho de la incapacidad de la oposición para ir perfilando posibles candidaturas de cara a 2024. Uno de los retos principales es la implosión del sistema tripartita de partidos políticos que prevaleció desde la década de 1990. ¿Hay salidas, hay opciones para que la oposición tenga posibilidades?
EM: Sí las hay. Sin duda, hay una crisis de los partidos, no sólo en México, sino en todo el mundo. Sin duda, estamos en un mundo en el que, para empezar, ya no existe la posibilidad de tener partidos únicos o hegemónicos, esos donde cabemos todos. El mundo está muy segmentado, las identidades son complejas y múltiples. Lo que tiene que venir, y creo que ya estamos allí, es el momento de las coaliciones, como ha sido el caso de buena parte de Europa. Las coaliciones, desde luego, implican negociar y acordar. Creo que México va en ese camino. Ya en junio de 2021 vimos una coalición que tuvo resultados mixtos, pero algunos muy buenos. Permitió que ya no hubiera mayoría calificada del gobierno y sus partidos (y por eso no ha pasado la reforma eléctrica); en la Ciudad de México el partido del gobierno perdió la mitad de las alcaldías; importantes ciudades están en manos de la oposición. Creo que ese es el futuro de la evolución política de México.
GMG: Hablando del sector privado, lleva tres años debatiéndose entre la oposición y la colaboración. Recientemente el CCE ha optado por una vía conciliadora, pero los antecedentes no permiten augurarle mucho éxito. ¿Qué opina sobre las organizaciones empresariales y su reto actual?
EM: Entiendo y me parece natural que las organizaciones empresariales tengan que dialogar con cualquier gobierno; está en su naturaleza. Yo he dirigido una de ellas, y entiendo que deben defender los intereses de las empresas afiliadas, lo que a su vez es defender a los trabajadores, no sólo a los accionistas. Habiendo dicho eso, también hay que defender un entorno y definir en cuál entorno es en el que pueden prosperar las empresas. Y el principal factor de cualquier entorno defendible es la certeza jurídica. Es imposible invertir en un país donde constantemente cambian las reglas del juego. No es necesario ser ofensivo: simplemente hay que explicarle al gobierno y a la gente, que la confrontación y la incertidumbre jurídicas impiden invertir.
Así que, reconociendo que siempre debe haber diálogo, es preciso que las organizaciones sean honestas y le digan al gobierno y a la gente que conciliar no es ceder siempre. No le hacemos un bien al país cuando no le decimos al gobierno, ni a la gente, lo que realmente pensamos.
GMG: Como director del Centro para el Futuro de las Ciudades del ITESM, ¿qué opina sobre el futuro de las ciudades, a la luz de las exigencias del cambio climático y la reorganización del trabajo producida por la pandemia? ¿Podemos tener ciudades más verdes y más vivibles?
EM: No sólo podemos; debemos, porque el mundo es cada vez más urbano. A partir de 2008, en el mundo, más personas viven en las ciudades que en el campo. Es una tendencia imparable, porque cada vez se necesita menos gente para producir alimentos, lo cual, por cierto, nos obliga a encontrar un mucho mejor equilibrio entre los dos ámbitos. En el caso de las ciudades, el reto es promover actividades económicas mejor pagadas, pero que a la vez sean más sustentables ambientalmente, en ciudades que mejoren el uso del agua, la disposición de la basura y otros factores. Ello, desde luego, pasa por modernizar al campo, de donde vienen nuestros alimentos, y propiciar que los ingresos de sus habitantes también se eleven, incluso mejorando las percepciones por servicios ambientales. Todo esto es posible, pero desde luego no en la polarización, sino en el diálogo franco y respetuoso. Yo soy optimista: veo condiciones y oportunidades para que México atraiga más y mejores inversiones. Tanto el conflicto EUA – China, como el cambio climático y la economía digital, son coyunturas favorables para un país como México, cuyo promedio de edad es 29 años, frente a los 38 de Estados Unidos y más de 40 en Europa. Lo que nos está faltando es acuerdo. EP
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