Sin síntoma ni previo aviso La Parca me engulló el 1º de febrero de 2018. Hasta Caronte resultó sorprendido, pues se encontró con un pasajero que ni monedas tenía para pagar el viaje al más allá. Ya estando ahí en su balsa, sin conocer a mis compañeros, empecé a hacerle preguntas a Caronte, que no […]
#ELECCIONES2018: La Parca me engulló el 1º de febrero de 2018 (y un epílogo a los candidatos)
Sin síntoma ni previo aviso La Parca me engulló el 1º de febrero de 2018. Hasta Caronte resultó sorprendido, pues se encontró con un pasajero que ni monedas tenía para pagar el viaje al más allá. Ya estando ahí en su balsa, sin conocer a mis compañeros, empecé a hacerle preguntas a Caronte, que no […]
Texto de Edmundo Berumen 07/07/18
Sin síntoma ni previo aviso La Parca me engulló el 1º de febrero de 2018. Hasta Caronte resultó sorprendido, pues se encontró con un pasajero que ni monedas tenía para pagar el viaje al más allá. Ya estando ahí en su balsa, sin conocer a mis compañeros, empecé a hacerle preguntas a Caronte, que no me contestaba ni una; y yo le hacía otra, y otra, y otra pregunta hasta que por aburrido, yo creo, dio vuelta a su barca y me aventó a la orilla, siguiendo su camino con el resto de los pasajeros. Esto fue, según recuerdo, el 8 de febrero de 2018.
Reconociendo haber regresado a entornos y ambientes conocidos encontré lo mismo que había abandonado pocos días antes: mucha alharaca y poco sentido, ruido de todos colores, comunicados que no comunicaban, spots que cumplían su finalidad de gastar un presupuesto (nuestro dinero), mítines vacuos, oradores que no tenían la menor idea de quién era su audiencia (no lograban conectar con ella, pero no por eso se desapegaban de sus discursos y estribillos cansones). Empecé a encontrar un patrón en todos ellos. No recuerdo cuál me dio la pista, pero una vez que la identifiqué, volteé la cara al otro, a la otra y al otro y se repetía un patrón; todos tenían algo en común que saltaba a la vista. Ninguno ilustraba evidencia alguna de querer ganar su elección y alcanzar su supuesta meta.
Se me hizo raro… algún error había yo cometido. Releí, rebusqué: “entusiasmo”, “desiderata para el país”, algo en el historial que diera pistas de que tenían experiencia amplia y que, por puesto previo que hubiesen pasado, sin piedad, hubieran perseguido, enterarse de ellas, las rapacerías que seguramente recaían en su responsabilidad, cesando fulminantemente a los indicados y, en su caso, acusarlos con todo el sustento de lo hecho. Lo busqué en uno, lo busqué en otra y en ninguno lo encontré.
Después de mi corta travesía con mis silenciosos compañeros y el tormentoso Caronte al que nunca logré sacarle respuesta alguna ni pista de lo que encontraría cuando me botaron de la barca, el 18 de febrero, con tristeza me engulló por completo la terrible Parca. Cosa rara, me dice Caronte con señas que me va a llevar al final, pero que me va a regresar en diez días. No entiendo si lo dice como tormento hacia mí o como si fuera una manda pesada que tiene que cumplir para ser atormentado con mis preguntas. Diez días son muchos. Espero que la playa en que me boten me permita encontrar un ambiente radicalmente diferente, que se pueda distinguir a quién de los jugadores se le ve el entusiasmo, dinamismo, conexión y las denuncias de tropelías conocidas con el ánimo de entregarle evidencia al electorado que quiere ganar.
Espero no verlo en uno, espero verlo en varios, con la misma calidad en lo evidente. Pero ésa es esperanza, expectativa, me temo que los pecados de omisión ya conocidos seguirán subyacentes en todos y cada uno de ellos. Dicho de otro modo: quieren perder, no quieren ganar. ¡Claro! La culpa es compartida. Las redes que tejieron en sus trayectorias públicas los compromisos, los favores, los amiguismos, el voltear la cara cuando era adecuado, así les aconsejaban. “De alguna manera ganarás. Pero de lo otro, ¡cállate!”.
Dicen que los debates van a sacar trapitos al sol y que ahí se prestará para, con índice flamante acusador, decir lo que nunca se atrevieron y a confrontar a los contrincantes: “A ver… ¿qué contestas a eso?”. Ojalá suceda. Nos daría señas de un cambio a un Estado mejor, a un México con esperanzas.
Ese 18 de febrero, sin chistar, me subí a la barca y atosigué de preguntas a Caronte a ver si en esa ocasión a los diez días de retorno, si retornaba, encontraba ese México querido, amado, rico en toda la extensión de la palabra por sus recursos, sus mujeres, sus hombres, su juventud, sus niños, y todo lo bello que tiene en abundancia, víctima del despojo o listo para poner un “hasta aquí” y empezar un nuevo camino.
Epílogo
Candidatos, por si aún no se dan cuenta: no tienen estrategas. Quizá en su nómina sí, pero definitivamente en su ejercer NO. Tomen medidas pertinentes. ¡Aún hay tiempo! EP
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