Elecciones en Taiwán: geopolítica, chips… y un concierto de Taylor Swift

¿Por qué las elecciones de una isla con menos habitantes que la Zona Metropolitana de la Ciudad de México y sin asiento en las Naciones Unidas merecen tanta atención?

Texto de 12/01/24

El Salvador de Bukele

¿Por qué las elecciones de una isla con menos habitantes que la Zona Metropolitana de la Ciudad de México y sin asiento en las Naciones Unidas merecen tanta atención?

Tiempo de lectura: 6 minutos

El maratón electoral de 2024, un año en que la mitad de la población mundial está llamada a las urnas en más 50 países, incluido México, empieza fuerte. Su pistoletazo de salida será este sábado 13 de enero, con una de las elecciones con mayor impacto geopolítico: la de Taiwán, que elige presidente y legislatura. En estos comicios, el gobernante y prooccidental Partido Democrático Progresista (PDP) se enfrenta al casi centenario Kuomintang (KMT) ―hoy más cercano a Beijing― y al nuevo Partido Popular Taiwanés (PPT) ―que ha buscado sin mucho éxito subirse a la ola antisistémica―. Más allá del futuro de la isla, las elecciones de este sábado tendrán un impacto determinante en la política global, pues involucran no sólo a potencias como China y Estados Unidos sino a mercados estratégicos como el de los microchips ―e incluso a la nueva reina del pop, Taylor Swift―.

¿Por qué las elecciones en Taiwán, una isla con menos habitantes que la Zona Metropolitana de la Ciudad de México y sin asiento en las Naciones Unidas, merecen tanta atención?

“De acuerdo con la política de ‘una sola China’, la existencia de un Taiwán soberano resulta inadmisible para la China popular y la reunificación se considera inevitable.”

China en el horizonte

La respuesta está en la compleja relación de Taiwán con China, cuya presencia ha marcado toda la campaña. Hace apenas unos días, en su mensaje de Año Nuevo, el presidente chino Xi Jinping dijo que en 2024 China “seguramente será reunificada”, declaración que constituyó una amenaza apenas velada al peculiar status internacional de Taiwán.

La isla de Taiwán se separó de la China continental en 1949, cuando se convirtió en refugio de los líderes del Kuomintang (literalmente, Partido Nacionalista Chino), tras perder la guerra contra las fuerzas comunistas de Mao. Sin embargo, Beijing sigue considerando al territorio, separado del continente por un estrecho de apenas 200 km, como una provincia rebelde. De acuerdo con la política de “una sola China”, la existencia de un Taiwán soberano resulta inadmisible para la China popular y la reunificación se considera inevitable. Este hecho ha marcado desde su nacimiento la situación de la isla, que se ha vuelto más compleja a medida que el poder e influencia china crecen. Beijing se ha opuesto activamente al reconocimiento internacional de Taiwán como Estado independiente, que hoy reconocen sólo una docena de países ―en su mayoría, pequeñas islas del Caribe―.

A nivel interno, esto ha significado que la política taiwanesa se ha desarrollado en medio de una constante tensión entre mantener su independencia de facto, al tiempo que se evitan acciones que puedan provocar una respuesta hostil de la China continental, que nunca ha descartado del todo la intervención militar. Los sucesivos gobiernos de Taipéi han tenido que mantener un delicado balance para preservar su autonomía relativa (el famoso statu quo). Es esto último lo que las voces más catastrofistas señalan que podría estar en juego en estas elecciones. A riesgo de simplificar, en ellas se dirime una profundización de la apuesta prooccidental y soberanista del PDP o una vuelta a una posición más afín a un entendimiento con Beijing, como la del KMT.

La amenaza de conflicto: ¿realidad o táctica electoral?

La amenaza militar es una de las principales preocupaciones de los observadores, quienes temen la apertura de un nuevo conflicto con implicaciones globales, como los de Ucrania y Gaza. Beijing lo tiene claro: las elecciones de este fin de semana son un referéndum “entre la guerra y la paz” en el que el PDP debe ser derrotado. Para China, tanto la actual presidenta Tsa Ing-wen como su vicepresidente y candidato del PDP Lai Ching-te son “separatistas” que buscan provocar una guerra. Esta opinión es respaldada por el principal partido opositor, el KMT, que postula a la presidencia a Hou Yu-ih, un popular expolicía devenido político.

En la que ha sido quizá la nota más peculiar de la campaña, esta tensión ha acabado por tocar a la cantante Taylor Swift. En un debate entre los candidatos a la vicepresidencia, el contendiente del KMT, Jaw Shaw-kong, acusó a la política antichina del PDP de crear un ambiente hostil para la inversión extranjera y para la llegada de artistas internacionales a la isla. De acuerdo con el político, Swift habría cancelado un concierto en Taipéi previamente acordado como parte de su Eras Tour por temor a provocar un conflicto geopolítico.

Si bien las declaraciones del gobierno chino y sus recientes despliegues de fuerza deben ser leídas más como un intento de influir en la elección que como el preámbulo de una invasión, no hay que olvidar que, desde 2005, la Asamblea de este país aprobó una ley que legitima el uso de la fuerza en caso de que Taiwán se declare independiente. El próximo gobierno de Taipéi coincidirá también con el centenario de la fundación del Ejército Popular de Liberación Chino, fecha que seguramente no pasará desapercibida. Como ha reportado The Guardian, falsas o reales, las amenazas ya tienen efectos tangibles, como la creación de múltiples milicias ciudadanas para defender a la isla.

“En las últimas décadas, Taiwán pasó de ser una exportadora de azúcar a ser la fabricante de la mitad de los chips del mundo.”

Estados Unidos y el negocio de los microchips

¿Cuál es el papel de los Estados Unidos en estos comicios? Pese a estar formalmente al margen (“Estados Unidos no está ni estará involucrado en estas elecciones”, ha dicho su embajador en China, Nicholas Burns), los norteamericanos han sido un factor de peso en la política taiwanesa. Al tiempo que iniciaban las relaciones diplomáticas con China, en 1979, el congreso estadounidense aprobó una ley especial para regular sus relaciones con Taiwán, incluyendo una obligación de brindar armas de naturaleza defensiva a la isla. Aunque la magnitud de este compromiso es “estratégicamente ambigua”, lo cierto es que Estados Unidos se ha convertido en un aliado y patrocinador de facto de Taiwán, tanto en términos militares, como políticos y comerciales. No resulta extraño que los tres candidatos a la presidencia del país asiático hayan realizado una visita a Washington como parte de esta campaña. Si para el KMT en estas elecciones se elige entre “la guerra y la paz”, para el PDP y las fuerzas proestadounidenses la situación no es menos dramática. Desde su perspectiva, este sábado los taiwaneses elegirán entre “democracia y dictadura”, toda vez que un hipotético triunfo del KMT se interpretaría como una capitulación ante Beijing.

Como señala el especialista Xulio Ríos, Taiwán se ha convertido en un instrumento de presión estratégica clave para Estados Unidos en sus esfuerzos para contener la influencia de China. No obstante, lo que está en juego en esta confrontación dista de ser sólo un asunto ideológico. Además del papel que el estrecho de Taiwán tiene en las cadenas de suministro a nivel mundial, la pequeña isla es sede de Taiwan Semiconductor Manufacturing Company, una de las empresas diez más valiosas del mundo y la mayor productora de semiconductores de silicio. Estos artilugios, mejor conocidos como chips, están en el corazón de prácticamente todos los desarrollos tecnológicos actuales, de los iPhones a los aviones, pasando por la Inteligencia Artificial. En las últimas décadas, Taiwán pasó de ser una exportadora de azúcar a ser la fabricante de la mitad de los chips del mundo. Este éxito ha vuelto a la isla irremplazable y, al mismo tiempo, la ha convertido en objeto de deseo no sólo de China sino también de Estados Unidos.

Lo anterior implica que un eventual conflicto en el estrecho podría involucrar, quizá ahora sí directamente, a las dos principales potencias económicas. Hasta hoy, sin embargo, todo lo que se puede hacer es especular. El diálogo entre Taipéi y Beijing está suspendido desde 2016, cuando llegó al gobierno el PDP, de la mano de Tsai Ing-wen. Una victoria de su delfín Lai Ching-te, el escenario más probable de acuerdo con las últimas encuestas —por un pequeño margen—, podría incentivar a China a explorar opciones más radicales para lograr la reunificación. Sin embargo, quizá el factor más disruptivo en este tenso equilibrio no esté en Asia sino en Washington: una victoria de Donald Trump en las elecciones estadounidenses de noviembre podría ser el elemento faltante para crear una tormenta perfecta.

De acuerdo con los sondeos, la mayoría de los taiwaneses hoy rechazan la reunificación con China.

Lo que opinan los taiwaneses

Frente a esta situación tan compleja, ¿qué es lo que opina el pueblo taiwanés? De acuerdo con los sondeos, la mayoría de los taiwaneses hoy rechazan la reunificación con China. De forma quizá más importante, buena parte de los habitantes de la isla desea hoy un cambio de gobierno. El balance de los últimos ocho años del PDP deja importantes temas pendientes, del empleo a la vivienda y la inflación, aunque a menudo se vean opacados por las cuestiones estratégicas. En el gran juego geopolítico de las potencias, las cuestiones cotidianas suelen quedar desdibujadas, especialmente para los observadores externos. Y si bien estas preocupaciones ciudadanas pueden no ser suficientes para llevar a la oposición del KMT a la presidencia, sí hacen muy probable una derrota del PDP en el parlamento, lo que debilitaría a un eventual gobierno de Lai Ching-te.

¿Y el concierto de Taylor Swift? Recientemente, el alcalde de Taipéi sugirió que un concierto de la cantante estadounidense no se descarta para finales de este año. Eso sí, gestionado por el gobierno de la ciudad, emanado del KMT. En la víspera de las elecciones taiwanesas, quizá las y los swifties taiwaneses tengan más motivos para la esperanza que quienes desean ver el fin de las tensiones en esta región de Asia, principal teatro de confrontación de las dos grandes potencias del siglo XXI. EP

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