El caminar de los partisanos

En Italia, cada 25 de abril se festeja el fin de la ocupación alemana nazi y del fascismo italiano; este año se celebró el aniversario número 75 de la liberación. Y también se conmemora a los partisanos que libraron una resistencia decisiva. En la provincia norteña de Reggio Emilia, tres viejos combatientes partisanos transmiten su historia de lucha a las generaciones posteriores; así contribuyen a encontrar la paz y la tranquilidad para los nietos de un compañero caído.

Texto de 20/05/20

En Italia, cada 25 de abril se festeja el fin de la ocupación alemana nazi y del fascismo italiano; este año se celebró el aniversario número 75 de la liberación. Y también se conmemora a los partisanos que libraron una resistencia decisiva. En la provincia norteña de Reggio Emilia, tres viejos combatientes partisanos transmiten su historia de lucha a las generaciones posteriores; así contribuyen a encontrar la paz y la tranquilidad para los nietos de un compañero caído.

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Sus labios pintan una sutil sonrisa: “Yo diría que las mujeres éramos los primeros partisanos.” A sus 93 años, Giacomina Castagnetti aún conserva su espíritu y el compromiso de lucha con el que creció. Era una “estafeta”, una de aquellas mujeres que durante la resistenza contra la ocupación alemana y el fascismo italiano suministraban con ropa, comida y armas a las unidades antifascistas en las montañas en el norte de Italia. Frente a 100 personas —en su gran mayoría alemanes y algunos italianos— cuenta su experiencia. “Se trata de hacer algo por los pobres, por los perseguidos y en contra del fascismo”, enfatizaba con voz tranquila en el hotel Il Castagno, a finales de agosto del año pasado. Construido en medio bosque, el edificio queda cerca del pueblo de Busana en la provincia de Reggio Emilia; durante un tiempo en la guerra fue sede de un comando alemán.

El grupo de los 100 llegó a Reggio Emilia —entre el río Po en el norte y la cresta de la montaña Apennin en el sur— para caminar sobre los sentieri partigiani, los senderos partisanos montañosos. La actividad es organizada por el instituto de historia Istoreco, con sede en la ciudad de Reggio Emilia. Gracias al trabajo de esta institución, desde 1995 miles de personas se han acercado a esta peculiar parte de la Segunda Guerra Mundial, para caminar sobre la historia y escuchar a los últimos combatientes antifascistas que aún viven. 

Siete décadas han pasado desde el nacionalsocialismo alemán y el fascismo italiano. Hoy, en ambos países, sus herederos ideológicos ganan terreno y almas, a costa de muchos que sienten miedo, terror y angustia, pues temen por sus vidas. Este ascenso se desarrolla dentro del marco democrático y dentro del Estado de derecho, tal y como ocurrió en el pasado.

El auge del fascismo…

Fue en 1922 cuando el rey italiano Vittorio Emanuele III encargó a Benito Mussolini crear un gobierno. Italia sería el primer país fascista del mundo. Tres años más tarde, bajo un gran consenso en la población, el jefe de gobierno aprobaría varias leyes anulando los derechos civiles mientras recibía un aplauso masivo. La popularidad de Mussolini, que, tras lograr que el Vaticano reconociera por primera vez al Estado italiano en 1929, comenzó a ser ampliamente celebrado como un gran estratega, no conocía límites.

“Durante mi infancia y adolescencia nos enseñaban que el fascismo era lo máximo”, recuerda Giacomo Notari, bajo un árbol de cerezas en su jardín, en el pueblito de Marmoreto. El hombre, con 91 años y cuyo nombre de lucha era Willi, se movía con su unidad de partisanos en las montañas de Reggio Emilia. Siempre cambiando de posición, atacaban a los alemanes nazis y a los italianos fascistas. En una de las últimas operaciones cayó su hermano Giuseppe, el único muerto que padecería el pueblo durante la guerra. 

Siete décadas han pasado desde el nacionalsocialismo alemán y el fascismo italiano. Hoy, en ambos países, sus herederos ideológicos ganan terreno y almas, a costa de muchos que sienten miedo, terror y angustia, pues temen por sus vidas.

 Tanto el fascismo como el nacionalsocialismo se caracterizan por militarizar a la sociedad, empezando con las generaciones más jóvenes. “Había un dicho en la primaria —explica Giacomina—: armado con un libro y un fusil, así se hace un buen fascista.” La sociedad italiana, borracha por una ideología de supremacía racista, exigía colonias y Mussolini sació esta sed imperialista cuando sus tropas invadieron y colonizaron Etiopía en 1936. 

Entre los millones de italianos era rara la voz disidente. “Mi tío no estaba de de acuerdo —comenta Giacomo—, por eso lo mandaron a una isla”. Nueve mil comunistas y antifascistas más se opusieron abiertamente al régimen fascista y fueron llevados presos a islas carcelarias; jugarían un papel importante en el proceso posterior. El encarcelamiento del tío de Giacomo provocó que su familia se sintiera desafiada. Fue la razón por la que él y su hermano más tarde irían con los partisanos. Los demás arreglaron las montañas. “No nos volvimos antifascistas hasta que estuvimos en la resistencia.” Los llamados lisiados no fueron solamente un fenómeno italiano , en México también los había, en las Islas Marías, historia narrada por José Revueltas en su novela Los muros de agua tras su propio encarcelamiento.

El primero de septiembre 1939 ocurrió el asalto de la Alemania nazi a Polonia, inicio de la Segunda Guerra Mundial. Los nazis conquistan, deportan y masacran sin resistencia alguna. En junio de 1940 invaden Francia y poseen gran parte de Europa. Las tropas italianas no estaban preparadas para una guerra moderna tal como las alemanas y Mussolini decidió aliarse con los nazis hasta el 10 de junio de ese año. Pero “guerra moderna” también significaba que, a partir de este momento, los civiles se convertirían no solamente en blancos, sino también en el mayor número de bajas. Cada conflicto armado posterior reproducirá esta dinámica. Como consecuencia, en Reggio Emilia murieron 1,220 civiles y 625 partisanos entre septiembre 1943 y abril 1945. 

La entrada a la guerra fue anunciada por Mussolini en pleno público, en la plaza Venecia, en Roma. Aplauso masivo de nuevo. Creía cercano el fin de la guerra y quiso agarrar algunas piezas del pastel. Ese fue el momento de mayor popularidad para el Duce, el líder. A partir de ahí vinieron derrota tras derrota.

… y su decadencia

Los soldados italianos aún no contaban con la preparación tecnológica ni la mentalidad necesaria para aquella guerra; no podían con el avance del ejército rojo soviético. Pronto, cada frente fascista necesitaba el apoyo de las tropas nazis, lo que debilitó a su máquina bélica en los demás frentes. Con el desembarco de los aliados —aquellos países que se aliaron para combatir al fascismo y al nacionalsocialismo, entre ellos EUA, Gran Bretaña, la Unión Soviética y China— en la isla de Sicilia el 10 de julio 1943, el monarca comenzó a temer por su reino y destituyó a Mussolini, quien sería encarcelado el 26 de julio. Abruptamente, el fascismo dejó de existir por decreto oficial; de un día para otro desaparecieron las banderas, las consignas fascistas y, sobre todo, los seguidores de Mussolini. Aún así, Italia y Alemania continuaban siendo oficialmente aliados, mientras el rey negociaba en secreto con los adversarios. Cuando alcanzó un acuerdo, el 8 de septiembre, los países aliados declararon una tregua al fuego. Esa noche, a las 20:30, el oficial más alto del ejército italiano, Pietro Badoglio, emitió un anuncio por radio de 90 segundos en el que informaba a su tropa de la situación; ese sería el único mensaje emitido por parte del Estado italiano. El caos brotó entre las filas italianas y nadie en la comandancia general contesta el teléfono: están en fuga junto con el rey. 

Aunque para las tropas italianas esto sucedió de manera imprevista, los nazis sí estaban preparados y sabían de las negociaciones secretas, por lo que en las semanas anteriores habían enviado más tropas al norte de Italia. En la noche del 8 al 9 de septiembre avanzaron hacia el sur, ocuparon las ciudades y posiciones más importantes —tan sólo en la ciudad de Reggio Emilia había mil soldados con tanques— y desarmaron a todo el ejército italiano, tanto en el interior del país como en cada frente de guerra. Una nueva línea de combate surge, en medio de Italia: en el norte los nazis y en el sur los aliados. Entonces ocurre el segundo paso del llamado “plan eje” de los nazis, cuando empiezan a detener y a deportar a los soldados italianos, dos millones en aquel momento. En tan sólo tres semanas se deportan por medio de trenes a 600 mil de ellos hacia Alemania donde son encarcelados. 

No obstante, como sucede en cada ocupación, se requieren fuerzas para administrar el territorio y controlar a la población, pero los alemanes no contaban con las capacidades necesarias para ello, pues habían abierto demasiados frentes en toda Europa y África. Enseguida liberaron a Benito Mussolini y en Munich, al sur de Alemania, se reúne con Adolfo Hitler. Desde allá, el 23 de septiembre 1943 el Duce declaró la fundación de la “Repubblica Sociale Italiana”, que abarcaba el territorio ocupado por los alemanes y era reconocido solamente por ellos. Esto provocó que todos los fascistas que habían desparecido de la faz de la tierra después del 25 de julio, salieran de sus cuevas y se dirigieran hacia el norte, siguiendo el llamado de su líder para formar la fuerza policiaca y militar que los alemanes tanto necesitaban. Al mismo tiempo se emitió una orden a todos los hombres italianos para incorporarse a las nuevas filas militares. Quien no obedeciera sería detenido y castigado. De los 600 mil italianos encarcelados en Alemania solamente 20 mil aceptarían la oferta. 

Subida a la montaña “La Nuda”
Cresta de la montaña, subida hacia “La Nuda”, grupo de caminantes

La resistenza

La situación de la ocupación alemana se mezcla entonces con una situación de guerra civil, en la que surgen combates entre los fascistas italianos y las primeras unidades antifascistas. Empezando desde cero nace la resistenza. Aunque antes ya había momentos de resistencia política, a partir de ahí tomarán un giro militar. Hartos y cansados por la guerra, muchos soldados se dan a la fuga y en su camino se topan con las mujeres que, como suele suceder, ya habían asumido las tareas productivas y reproductivas en las comunidades y ciudades. Son ellas quienes esconden a los fugitivos. Poco después, muchos hombres y algunas mujeres se irían a las montañas. “Así surgieron algunos de los primeros sentieri partigiani en las montañas. Desde la unidad entre mujeres que ayudaban y hombres que ya no querían ser soldados”, narra Giacomina. 

En tan sólo tres semanas se deportan por medio de trenes a 600 mil de ellos hacia Alemania donde son encarcelados. 

Hay otros momentos importantes que, en términos organizativos, empujan a las unidades antifascistas hacia adelante. Primero, con la destitución de Mussolini en el verano de 1943 fueron liberados nueve mil presos políticos, que presientieron la oportunidad de una resistencia masiva y empezaron a organizarse. Esta iniciativa se mezcló con el hartazgo de las generaciones jóvenes, que llevaban toda su vida bajo el fascismo. Otro momentos determinantes fueron dos masacres perpetradas por fascistas italianos durante la ocupación alemana que enfurecieron a los nazis, pues sabían que las víctimas se convertirían en mártires. 

La resistenza italiana duró 20 meses, desde septiembre de 1943 hasta abril de 1945. El 25 de abril la comandancia general de los partisanos llamó a un “levantamiento general”, fecha que se celebra como fin de la guerra en Italia. En Reggio Emilia los festejos arrancan con una santa misa el 24 de abril; le siguen el desfile de una banda de música, con el alcalde, los habitantes de la ciudad y las organizaciones civiles de partisanos hacía la plaza de teatro. Hay discursos y el alcalde se compromete —sea cual sea su filiación política— con los valores de la solidaridad y el antifascismo. Antes, todavía en los años noventa, se entonaban viejas canciones comunistas como la Internacional o Bandera Rossa. Con la lenta muerte del Partido Comunista Italiano (PCI) también desaparecieron aquellas letras; en vez de ellas, hoy suelen cantarse las antiguas canciones de los partisanos, como Bella Ciao. Luego, al fin del día festivo, la muchedumbre se va al monumento de los partisanos. Se depositan flores, como sucede en el Monumento de los Caídos de la Primera Guerra Mundial. Este año todo fue distinto. Debido al coronavirus las conmemoraciones fueron trasladadas al espacio virtual, cualquier evento público se suspendió y también los viejos partisanos se guardaron en casa. Aislados, pero seguros. 

Alrededor de 200 mil personas luchaban como partisanos armados, pero el número de aquellos y sobre todo aquellas que lo hicieron posible mediante sus trabajos logísticos es mucho mayor. En la Italia de la posguerra esa cifra fue mitificada pero no fue un grupo, sino un país entero el que se levantó en contra del fascismo. La narrativa sirve para hacer olvidar tanto los crímenes de guerra como las manos ejecutoras. 

Cuando terminó la guerra el fascismo italiano había perdurado más de 20 años. Además, fueron cinco años de guerra mundial y dos de guerra civil. Giacomina nació al inicio de esta época, creció y maduró en medio de ella. Aún así se opuso. No obstante, no todos en Reggio Emilia podían o querían hacer las paces con los fascistas, recuerda Giacomo. Estima que hasta 400 fascistas desaparecieron o fueron ultimados en las semanas y meses que siguieron a aquella era destructora. El aire que lleva sus palabras a los oídos se mezcla con el dulce y tranquilizante olor a melisa. 

Cresta de la montaña, subida hacia “La Nuda”, un caminante
Cumbre  de “La Nuda” a 1895msnm

Buscando al abuelo partisano 

Desde un pequeño valle, con un arroyo aún más pequeño, los 100 caminantes suben los últimos metros para llegar al poblado Buvolo. Dentro de la modesta iglesia encontrarán a Francesco Bertacchini, cuyo nombre de guerra es “Volpe”, “zorro” en castellano. Tiene 93 años de edad. El grupo se acomoda en los bancos de madera de la iglesia que, 75 años atrás, sirvió como refugio para partisanos armados de la 144 Brigada comunista Garibaldi. 

“Estábamos rodeados de alemanes. Nuestro comandante entró en crisis”, recuerda Volpe. Cobijados por la niebla su unidad, con el nombre de Distacamento Antifaschisti, salió de puntillas, bajó hacia el río Enzer y empezó a cruzarlo. En ese momento la niebla se fue “y nos dimos cuenta de que en la orilla de donde partimos estaban los alemanes. Inmediatamente empezaron a disparar.” Cayeron cuatro de sus compañeros. Fue el 6 de octubre 1944. En memoria de sus compañeros fallecidos se casaría ese mismo día. 

Lágrimas escurren sobre el rostro de Vilma. Con su hermano Vittorio viajó 985 kilómetros desde Calabria, en el sur del país, para conocer al zorro que luchaba con “Lupo”, el lobo. Mario Carlini —su nombre civil— era el abuelo de los hermanos Colao. Falleció a los 25 años el 17 de noviembre 1944, cuando los alemanes lo ejecutaron junto con 23 partisanos más. En la pequeña iglesia de Buvolo, después de largos años de búsqueda, Vilma y Vittorio Colao hallaron la paz en forma de un zorro. “Nadie en la familia hablaba de mi abuelo. Mi abuela sufría mucho. No podía superar su dolor.” Lupo fue asesinado, recién había nacido su hija. “Pero mi hermano y yo compartimos los mismos ideales que él. Queríamos saber más.” 

“Estábamos rodeados de alemanes. Nuestro comandante entró en crisis”, recuerda Volpe.

Tras haberse sentido incómoda toda su vida, Vilma encontró algunas indicaciones en los documentos de su mamá. Uno nombraba el lugar donde cayó Lupo. Eso fue en 2014 y ella tenía 34 años. Desde Calabria viajó a la región Reggio Emilia, indagando evidencias y referencias. Encontró un monumento en memoria a los 24 partisanos abatidos aquel día. Luego, el año pasado, por accidente descubrió el instituto Istoreco. Ahí le dijeron que Francesco, el Zorro, conocía a Mario, el Lobo, luchaban en la misma brigada. Los caminantes ya se habían ido y se quedaron los dos familiares para hablar con Francesco. Llegó el momento de mucha espera. “Por primera vez me enteré quién realmente era mi abuelo”, expresa Vittorio —un poco tímido pero alegre—, quien da clases de matemáticas en la universidad. Vilma su hermana, combativa y decidida a honrar el ejemplo de su abuelo, remata: “Se trata de recordar a alguien que dio su vida para que otros pudieran tener libertad. Para nosotros, haber caminado ahora en las montañas fue como si hubiéramos caminado sobre la memoria de nuestro abuelo.” 

Partisana Giacomina Castagnetti, en el hotel “Il Castagno”
Partisano Giacomo Notari, nombre de lucha “Willi”, en su jardín bajo un árbol de cerezas
Partisano Francesco Bertacchini, nombre de lucha “Volpe”, y Steffen Kreuseler del instituto de historia “Istoreco” en la iglesia del pueblo Buvolo

Cuidar la memoria es hacerse responsable del presente

En los primeros años de los sentieri partigiani solamente un par de personas participaron en las caminatas. Con el transcurrir del tiempo, el interés fue creciendo. El instituto Istoreco, fundado en 1965, se ubica en las viejas instalaciones de un monasterio, al lado de una iglesia de la inquisición del siglo xvi. Entre algunas oficinas el mayor espacio lo ocupa el gigantesco archivo sobre la historia del fascismo en general y en particular de la región. Todas las comunidades y ciudades de la región Reggio Emilia son miembros de la asociación civil Istoreco, así genera una parte de sus ingresos. Por cada habitante las entidades pagan 15 centavos de euro anualmente.

“Por primera vez me enteré quién realmente era mi abuelo”, expresa Vittorio —un poco tímido pero alegre—, quien da clases de matemáticas en la universidad.

Steffen Kreuseler llegó al instituto en 1997, con 25 años de edad. No parece irse de ahí nunca. “Es mucho más que un trabajo asalariado. Es la oportunidad de realizar un trabajo crítico para la memoria. La oportunidad de enfrentarse de una manera realista y no romántica con la historia”, argumenta en un rincón del patio del instituto. Con dos colegas suyos organiza todo en torno a los sentieri partigiani. Acompaña a los participantes en su caminar por las montañas, traduce las pláticas con los viejos partisanos. “Que la gente se tope con las personas que estaban involucradas e hicieron algo que a nosotros nos ayudó mucho en Alemania”, observa. Reflexiona un momento y agrega: “Es posible ser antifascista y ser viejo. Siempre nos recuerdan que emancipación, libertad e igualdad son valores democráticos que hay que defender.”

Estas no son caracterizaciones desde afuera. Aún hoy, los tres viejos partisanos comprenden su responsabilidad histórica: narrar sus experiencias a las generaciones contemporáneas, no solamente a visitantes de otros países, sino también a grupos escolares en la región. “Yo todavía procuro hacer política”, contesta Willi a la pregunta acerca su papel actual. En la posguerra fue militante del PCI y en algún momento incluso asumió el puesto de alcalde en el pueblo vecino. ¿Cómo seguirán cuando todos habrán muerto? Steffen no lo sabe, fácil no será. Los años de trabajo hicieron crecer una relación íntima y profunda entre ellos y los partisanos, mucho más que el simple trabajo. Se nota en el respeto cariñoso que conservan, en la empatía que se percibe. Son ese tipo de relaciones en que las miradas no mienten. Por ello no sorprende cuando, con una pequeña sonrisa, Steffen expresa: “Son nuestras abuelas y nuestros abuelos.” EP

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