Ricardo de la Peña analiza cómo sería la integración de la Cámara de Diputados de aprobarse una reforma como la enviada por el Ejecutivo federal al Legislativo a principios de este año.
Efecto de una potencial reforma en la integración de la Cámara de Diputados
Ricardo de la Peña analiza cómo sería la integración de la Cámara de Diputados de aprobarse una reforma como la enviada por el Ejecutivo federal al Legislativo a principios de este año.
Texto de Ricardo de la Peña 04/12/24
El verdadero cambio ocurre no al desechar el pasado, sino al reinterpretarlo. John Dewey
Aunque la historia electoral federal en México que es constatable y confiable parte de 1991, los cambios en las formas para el ejercicio del voto y la contabilización de los sufragios imposibilitan una estimación de la votación correspondiente a cada partido sino hasta después de la reforma electoral de 2007, que suprimió la lógica de emisión de sufragios directamente por coaliciones y no por partidos específicos y estableció la de expresión del sentido del voto de las personas que concurren a una elección federal por un partido definido, aunque este forme parte de una coalición electoral.
El objetivo de este análisis será, entonces, estimar el sentido, significado y magnitud de los repartos de votos y asientos en las elecciones para diputaciones federales en México durante el período que va de 2009 a 2024 y que, por ende, comprende seis distintos eventos electorales, así como conocer las diferencias entre ambos repartos y sus consecuencias, atendiendo a dos escenarios de distribución de curules: el total de asientos por mayoría relativa y por representación proporcional que constituyeron la situación original real en las asambleas electas; y la parte de asientos logrados por la vía de la mayoría relativa solamente y que constituirían el segmento relevante para conocer el impacto potencial de una reducción en la composición del órgano legislativo de aprobarse una reforma como la enviada por el Ejecutivo federal al Legislativo a principios de este año, que, si bien fue desechada por ahora, podría ser base para una propuesta posible en un futuro próximo.
Los medidores de una elección
Existen múltiples, tal vez incontables maneras de sopesar y evaluar las condiciones de la competencia electoral. Por ello, hay que elegir de manera selectiva y argumentada los indicadores que pueden tomarse para una lectura al respecto.
En este caso, se han tomado cinco distintos indicadores sobre la competitividad de las elecciones y su expresión como obtención de espacios en el órgano legislativo que se analizará: la Cámara baja del Congreso de la Unión.
Así, un primer indicador es el número efectivo de partidos (N), conforme la formula convencional y universalmente empleada para el caso,1 que no es otra que el inverso del cuadrado de la votación lograda por cada contendiente, que es estimado tanto para el reparto de votos como el de curules en las diversas opciones aquí analizadas. Este medidor indica la cantidad de partidos o contendientes de igual tamaño que darían lugar a una distribución como la observada.
Un segundo indicador, que se emplea solamente para el reparto de votos, es el número relativo de partidos respecto a contendientes en una elección (Q), estimador original que muestra la proporción del número efectivo de partidos registrado respecto al número total de competidores en la contienda.
El tercer indicador corresponde a la proporción del voto o de los escaños que concentra la opción mayoritaria (M), considerando la coalición electoral en la que se presentó cuando así lo hizo, aun a sabiendas de que en algunos casos dicha coalición fue solamente parcial y que, por ende, la agregación total del voto de los contendientes que la integraron sobreestima el peso real alcanzado por la coalición formalmente.
Un cuarto indicador es la desproporción que existe entre la votación relativa obtenida por los diversos contendientes versus la proporción de curules asignadas a cada uno de ellos. Es así simplemente la suma de las diferencias absolutas entre votos y asientos logrados, dividido entre dos para contabilizar solo salientes o entrantes, pero no ambas. Este estimador corresponde a uno de los medidores más utilizados en la literatura para estimar la diferencia entre los votos conseguidos y los escaños alcanzados.2
Un quinto y último indicador es un medidor que ya no se concentra en los datos de una única elección, sino que mide el cambio entre dos eventos electorales consecutivos y que sirve para estimar la magnitud del cambio en los repartos de votos o asientos, según corresponda, que se dio de elección a elección, conocido como “índice de volatilidad”.3
Habrá luego que dar paso a los datos.
El voto para diputados 2009-2024
Aun con los vaivenes y cambios que se han presentado en México a lo largo de los tres lustros bajo estudio y como puede verse en la Tabla 1, puede decirse que la competitividad se ha mantenido dentro de cierta constancia, con niveles de dispersión entre contendientes que representan casi exactamente la mitad del potencial de fragmentación posible, medido por el índice Q. Y de hecho, salvo en un evento (2012), este indicador se ha ubicado en la proximidad del valor medio referido.
El voto que ha logrado concentrar la coalición mayoritaria ha sufrido dos momentos de cambio: de 2009 a 2015 se ubicó en torno a los cuarenta puntos, pero para 2018 y 2021 la proporción concentrada se elevó a 45 %, subiendo nuevamente en 2024, para conformarse como mayoría absoluta en votos, con 57 % de los sufragios a su favor.
En cuanto a la volatilidad, esta se ha situado en niveles promedio de casi 18 puntos; es decir, poco menos de la quinta parte de los votos cambia de manos de una elección a otra. Este nivel ha sido observado en 2015 y 2024, con reducciones en la volatilidad en 2012 y 2021 y una elevación muy importante, por encima de los treinta puntos, en 2018, que puede pensarse como un punto de inflexión que anunció un realineamiento político.
A este respecto, podemos entender como realineamiento electoral al fenómeno que identifica un cambio significativo y duradero en las preferencias políticas de los votantes que transforma la estructura de los apoyos partidistas en una sociedad. Estos cambios suelen ser desencadenados por eventos críticos o crisis que alteran las prioridades, valores o identidades políticas de una población, resultando en la consolidación de nuevas coaliciones electorales y cambios en el sistema de partidos. El momento preciso en que se registra el cambio en las preferencias es algo llamado en la literatura como “elección crítica”4 y eso precisamente sería en México la elección de 2018.
Cuando se ven los repartos reales de asientos asignados por la autoridad electoral para las diversas legislaturas bajo observación, considerando tanto los escaños logrados por triunfos en distritos electorales como los asignados por la votación lograda mediante el reparto por representación proporcional, que se presenta en la Tabla 2, lo primero que salta a la vista es la esperable y persistente reducción en el número efectivo al pasar de los partidos electorales a los legislativos, reducción que en promedio es de alrededor de 0.7 partidos, lo que es resultado tanto de la mayor propensión a ganar asientos por la vía de mayoría simple de los partidos mayores en detrimento de los menores, como del carácter parcialmente compensatorio que tiene la pista de la representación proporcional, en un sistema que más que mixto podría considerarse dual, como el que ha estado vigente en México en el período bajo estudio. Es de mencionarse que el nivel actual del número efectivo de partidos legislativos es prácticamente idéntico al observado en 2012 y superior al que se dio en 2009.
De nuevo, la proporción de asientos que logra la mayoría pasa por tres momentos: de 2009 a 2015, donde la coalición mayoritaria alcanza hasta 50 % de los asientos, de 2018 a 2021, cuando logra más de la mitad de los asientos con amplitud, pero no con la altura que presenta en 2024, cuando consigue una mayoría calificada superior a dos tercios de los asientos totales.
En el caso del reparto de asientos se registra con mucha mayor claridad que en la distribución de votos la presencia de una elección crítica, pues si en general la volatilidad se mueve por debajo de los veinte puntos, en 2018 el cambio registrado fue de más de 50 %; es decir; más de la mitad de los asientos repartidos en esa ocasión habrían cambiado de mano.
Vamos a analizar ahora los triunfos distritales logrados en cada ocasión y que constituirían el reparto completo de asientos de aprobarse una reforma que suprimiera los escaños a asignarse mediante representación proporcional, como se propuso en el llamado “Plan C”, lo que se presenta en la Tabla 3.
Lo primero a destacar es la reducción en 1.3 partidos en el número efectivo de contendientes que estarían representados en una Cámara formada solo por diputados electos por la vía uninominal, lo que significa la caída de 29 % en la competitividad dentro del órgano legislativo respecto a lo expresado en las urnas. Esta reducción se logra merced a un reparto desproporcionado de asientos respecto a votos, donde de manera sistemática prácticamente la cuarta parte de los escaños no encuentran respaldo en los votos logrados.
En las seis elecciones observadas la coalición mayoritaria logró la mayoría de los asientos logrados mediante triunfos distritales, ocurriendo en 2018 y luego nuevamente en 2024 que la mayoría consigue más de dos terceras partes de los escaños, llegando en el último caso a concentrar un ridículamente poco plural 85 % de asientos.
Cabe mencionar que el segmento de triunfos por mayoría tiene una mayor volatilidad que la composición real de la Cámara en el sistema legalmente establecido, con cambios que representan 30 puntos en promedio, pero que alcanzan en la crítica elección de 2018 más de dos tercios de los asientos, por lo que la alternancia sería mayor si en la Cámara baja del Congreso de la Unión se redujera el número de diputados mediante la eliminación de los asientos de representación proporcional.
La elevada volatilidad detectada en esta última opción, si bien permitiría lapsos de estabilidad con elevado control de una mayoría, presentaría quiebres drásticos en momentos de cambio en las preferencias electorales de la población. Estabilidad con rupturas bruscas, algo contrario a la gradualidad sugerida en los modelos de gobernanza democrática.
Esto regresa a la conveniencia de considerar opciones menos inestables para la formación de la representación legislativa en México a futuro, con fórmulas que pudieran atender a mecanismos de representación proporcional pura por entidad federativa, lo que resuelve a un mismo tiempo el requerido equilibrio entre votos y asientos para los partidos contendientes y la proporcionalidad entre representantes y población para las unidades integrantes de la Federación. EP
- Laakso, M. y R. Taagepera (1979). Effective Number of Parties: A Measure with Application to West Europe. Comparative Political Studies, 12:3-27. https://journals.sagepub.com/doi/10.1177/001041407901200101. [↩]
- Loosmore, J., y V.J. Hanby (1971). The theoretical limits of maximum distortion: some analytical expressions for electoral systems. British Journal of Political Science, 1:467-477. https://www.jstor.org/stable/193346. [↩]
- Pedersen, M. N. (1979). The Dynamics of European Party Systems: Changing Patterns of Electoral Volatility, European Journal of Political Research, 7(1):1-26. https://doi.org/10.1111/j.1475-6765. 1979.tb01267.x. [↩]
- Key, V. O. (1955). A Theory of Critical Elections. The Journal of Politics, 17(1), 3-18. https://doi.org/10.2307/2126401. [↩]
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