En este ensayo —resultado de la XV Escuela de Verano sobre Movilidad Social del Centro de Estudios Espinosa Yglesias—, Mariana España Martínez reflexiona sobre el uso del lenguaje y la desigualdad.
La desigualdad y nuestro lenguaje
En este ensayo —resultado de la XV Escuela de Verano sobre Movilidad Social del Centro de Estudios Espinosa Yglesias—, Mariana España Martínez reflexiona sobre el uso del lenguaje y la desigualdad.
Texto de Mariana España Martínez 25/09/24
¿Cómo hablamos de desigualdad sin reproducir o acrecentar las distancias que existen entre los extremos de una sociedad? Las reflexiones recientes se han centrado en torno al lenguaje incluyente, específicamente en materia de género. Como resultado del empuje del movimiento feminista,1 políticos, dependencias y la academia se han sumado a su utilización, al menos en el desdoblamiento para decir las y los y así visibilizar a las mujeres. Sin embargo, la desigualdad de género no es la única desigualdad estructural y tampoco la única que se expresa en el lenguaje.
Durante la XV Escuela de verano del Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY), las y los ponentes expusieron investigaciones sobre desigualdad basadas en rigurosas metodologías. Las preguntas de las y los asistentes giraron alrededor de ellas y de posibles rutas de acción para que México deje de ser un país tan desigual. Todas las respuestas, o la mayoría, tiene que ver con que es necesaria la demanda social: a quienes nos afecta la desigualdad tenemos que demandar mejores oportunidades.
¿Cómo hacerlo en un país en el que los discursos de los que tienen mayores ingresos “pesa más” que el de los demás? ¿Cómo hacerlo en una sociedad que utiliza indio, prieto, naco, pobre, corriente y jodido para descalificar lo que provenga de los sectores con menos oportunidades?
Como ha señalado Violeta Vázquez Rojas, “la diversidad de habla también calca las divisiones sociales: los trabajadores no hablan igual que sus patrones, los ricos hablan distinto a los pobres, las mujeres no hablan exactamente igual que los hombres”.2
Entonces, los privilegios de los que gozan los deciles más altos no solo se manifiestan en su poder adquisitivo ni su nivel de vida, sino también en su habla. Es decir, no tienen solo una vida privilegiada, sino una forma de hablar también privilegiada. Es un habla menos propensa a la burla y a la crítica, y se le considera estándar, neutral y transparente.3
¿Dónde se aprende a hablar bien? En la escuela. El acceso a la educación, entonces, juega doble rol, pues sirve como vehículo para la movilidad social y también para alejar a los extremos sociales si quienes accedemos a ella no hacemos conciencia de que el lenguaje técnico, las formas gramaticales e incluso la exigencia ortográfica reproducen también barreras de desigualdad y discriminación.
Roberto Vélez y Luis Monroy Gómez Franco, en su más reciente publicación4 explican que las características personales desempeñan un papel central en los logros de vida de las personas y dedican especial atención al tono de piel y a la discriminación que sufre la población indígena. Aunque los autores se centran en los obstáculos que la población enfrenta para escalar a peldaños más altos, valdría la pena reflexionar cuántas y cuáles de esas desigualdades tienen que ver con el lenguaje y los discursos, pues es a través de ellos que se ejerce y se mantiene el poder y las divisiones sociales.5 No es casualidad que para los hablantes de Ñuu Savi, la palabra <dialecto> (que los hablantes de la zona urbana de Ometepec, en Guerrero utilizan para referirse a esta lengua) se traduzca como <tu’un nda’vi> (palabra pobre o lengua pobre).6
Las diferencias entre deciles no se quedan solo en el terreno económico ni en la esperanza de vida. Esas diferencias están atravesadas siempre por el lenguaje. Este breve escrito es una invitación, a mí misma y a los demás a reflexionar sobre nuestro uso del lenguaje y en qué medida contribuimos a emparejar los pisos. EP
- Company, C. & Moreno, H. (2022). ¿Puede el lenguaje ser un reflejo de una sociedad machista? Fundación UNAM. [↩]
- Vázquez-Rojas, V. (2023). En defensa de nadien. La Hoja de Arena. [↩]
- Searle, J. R. (1980). Actos de habla. [↩]
- Vélez Grajales, R., & Monroy-Gómez-Franco, L. (2023). Por una cancha pareja. Igualdad de oportunidades para lograr un México más justo. Grano de Sal.164 pp. [↩]
- Foucault, M. (2005). El orden del discurso (4ª ed.). Tusquets Editores. [↩]
- Pie de Página. Lenguaje clasista en comunidades indígenas. [↩]
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