Cultura y poder

Eduardo Garza Cuellar realiza una breve reflexión a propósito del silencio, la cultura y el poder.

Texto de 23/05/24

Eduardo Garza Cuellar realiza una breve reflexión a propósito del silencio, la cultura y el poder.

Tiempo de lectura: 2 minutos

La relación poder-cultura, necesariamente tensa y nunca exenta de conflicto, puede ser igualmente creativa y fértil, y es, en todo caso, necesaria. Desde su tensión se escribe la historia.

Se ha dicho lo que la gente de cultura —antropólogos, novelistas, filósofos, artistas plásticos, músicos— pueden demandar al poder: políticas públicas y apoyos bien diseñados asignados con justicia y transparencia, para el libre ejercicio de su quehacer.

Se habla también de lo que la intelectualidad puede ofrecer al poder: principalmente crítica fundada, idealmente propositiva, a la que los políticos pueden o no estar abiertos.

Pero hay algo más —especial, tal vez único— que la cultura puede ofrecer al poder; algo que el poderoso, aunque lo ignore, necesita apremiantemente: silencio.

El silencio es el antídoto al activismo en el que la gente de acción suele perderse y que está detrás de no pocas malas gestiones y decisiones, en ocasiones lamentables e irreversibles.

El silencio es el elemento inaudible que hace a la música audible. Es necesario en el debate y la deliberación pública. Sin él, todo se convierte en ruido.

Constituye también una escala necesaria del proceso creativo y de la investigación. Y es a la vez un ingrediente indispensable para la construcción y contemplación de la belleza.

Es un camino imperdible para el discernimiento y el despertar la conciencia moral que el poder confunde y envenena. Es cierto que la talla moral de alguien se mide frente al poder, el que se ejerce o el que, como en el México de hoy, lo asedia y amenaza.

Es también, el silencio, premisa de la empatía, que es a su vez la puerta de entrada al encuentro y la integridad.

El silencio es en suma una condición de acceso a lo humano, siempre amenazado, siempre frágil, siempre necesario.

Que la gente de cultura pueda siempre aportar el silencio, una materia prima que le es familiar, a las personas de poder, para que éstas no se pierdan ética, argumentativa, estética ni humanamente. EP

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