El consumo de bebidas alcohólicas en México: la herencia de la Covid-19

Esta es la cuarta entrega de la serie «¿Por qué modernizar en IEPS sobre las bebidas alcohólicas?», que sintetiza la investigación «Modernización del IEPS a bebidas alcohólicas: salud y progresividad», de Gabriel Farfán Mares, Luis Foncerrada Pascal, Anel Rodríguez Quinto y Joaquín Sánchez Gómez.

Texto de 31/03/22

Esta es la cuarta entrega de la serie «¿Por qué modernizar en IEPS sobre las bebidas alcohólicas?», que sintetiza la investigación «Modernización del IEPS a bebidas alcohólicas: salud y progresividad», de Gabriel Farfán Mares, Luis Foncerrada Pascal, Anel Rodríguez Quinto y Joaquín Sánchez Gómez.

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El consumo de bebidas alcohólicas en México —sean destiladas como los licores, o bien fermentadas como los vinos y cervezas— es un problema público largamente ignorado por nuestras autoridades a nivel local, estatal y federal: las políticas de prevención y tratamiento del alcoholismo en nuestro país —se trata de una enfermedad no transmisible— apenas han cambiado en un largo periodo. La política tributaria ya va para medio siglo de no haber cambiado, pues el Impuesto Especial de Producción y Servicios (IEPS), que data de 1980, ha tenido ajustes prácticamente cosméticos en las tasas aplicables. El anquilosamiento de la respuesta gubernamental a este grave problema público puede exponerse de muchas maneras. Exploremos algunas de ellas.

Cualquier consulta rápida en internet da la impresión de que, en verdad, se trata de un problema público, pero no urgente: el consumo per cápita de bebidas alcohólicas en México no es alto. De hecho, sobresale a nivel global por ser relativamente bajo. Dentro de un conjunto de 45 países, incluidos en el siguiente mapa, ocupa el lugar 39 (4.4 litros), sólo por encima de Colombia, Costa Rica, India, Israel, Turquía e Indonesia (este último presenta 0.1 litros). Algunos países europeos consumen prácticamente el triple que México, como Letonia (12.6), pero hay muchos más con consumos muy similares.

Entonces, ¿por qué abordar el consumo de bebidas alcohólicas en México como un problema público que requiere urgente atención? Porque la medición per cápita oculta muchas cosas importantes: hay poco consumo, pero muchas muertes, y además hay un grupo concentrado de bebedores compulsivos y explosivos muy importante. Recientemente se puede advertir un impacto por la pandemia de Covid-19 en brechas de género y de ingreso, lo cual es preocupante; mientras que el consumo está en el norte del país, las muertes, en el sur sureste. En prácticamente todos los grupos de menores de edad hay un aumento de casos de consumo de alcohol, incluso en menores de un año, y hay licencias y permisos para vender estas bebidas prácticamente sin costo. Finalmente, tanto los precios como la recaudación de impuestos se encuentran prácticamente estancados. A continuación, expondré parte de la evidencia disponible de manera pública que fundamenta lo anterior.

El consumo de bebidas alcohólicas en México es bajo, pero su letalidad es alta. México tiene el lugar 39 (visualizado en el mapa anterior), pero al considerar letalidad pasa a la séptima posición, sólo detrás de Estonia, Rusia, Eslovenia, República Eslovaca, Corea del Sur y Polonia. El problema es que México tiene bebedores compulsivos y explosivos. Los compulsivos se definen generalmente como aquellos hombres que beben al menos 15 bebidas estándar y mujeres que beben 8 o más por semana.1 Los bebedores explosivos son aquellos que beben en una sola ocasión y en un espacio de 2 o 3 horas, 5 y 4 , respectivamente. 

En cuanto al consumo compulsivo, visualicemos con la ayuda de la siguiente gráfica la perspectiva comparada. Como se puede ver, la proporción de alcohol consumido por bebedores compulsivos en México es más alto que países que históricamente han tenido un consumo en términos poblacionales superior (Reino Unido y otros países europeos, por ejemplo). Regionalmente, nuestro país tiene un grupo de bebedores compulsivos notoriamente más elevado que Estados Unidos y Canadá. Hay que recordar que el PIB per cápita de México es significativamente inferior que el de esos dos países y que se ha considerado al consumo de alcohol como un indicador de riqueza; esto es, a mayor ingreso, mayor consumo. Con un PIB per cápita parecido o incluso mucho menor al de México (alrededor de 20 mil dólares estadounidenses para 2018), muchos países presentan un consumo mucho más elevado.

En cuanto a bebedores explosivos, México tiene el mayor porcentaje (85%) dentro del 20% de todos los bebedores que beben más o son explosivos —comparado con 52 países de la OCDE, 20 del G20, y 27 de la Unión Europea (OCDE, 2021)—. Ambos, compulsivos o explosivos, compran en territorio nacional alcohol de alta graduación en tiendas que pagan permisos y licencias que les permiten venderlos legalmente, pero a muy bajo costo: para tiendas tipo “abarrotes”, una licencia puede costar desde $3,800 pesos hasta $156,835 pesos. Para “depósitos”, varía entre $162.27 hasta $30,748. En cuanto a regiones, en el sureste pueden costar $2,000, mientras que en el norte del país o en lugares con un flujo turístico muy importante fluctúan de costos entre $403,290 y $338,763 pesos. Finalmente, para el caso de minisupers o tiendas de conveniencia los precios de licencias van desde $5,292 a $268,860 pesos. El costo ignora que el alcohol causa igual daño en la salud independientemente del nivel de ingreso o de la localidad donde se consume. Finalmente, no hay que dejar de considerar que dicho consumo puede generar violencia de diversos tipos (social, familiar, de género), ausentismo laboral o baja productividad, etc. En síntesis, las externalidades negativas que lo anterior representa para el individuo, su entorno familiar o la sociedad, son considerables y estos costos no se internalizan ni por los individuos, ni por el gobierno, ni por la sociedad. 

Pasemos a la perspectiva de género en términos de brechas. Es cierto, la diferencia entre el consumo compulsivo de hombres y mujeres es evidente. Pareciera que es un problema “de los hombres”, ya que México está dentro de los últimos lugares en cuanto a mujeres que beben compulsivamente (lugar 40 en mujeres y 37 en hombres). Por otro lado, la distancia de género en el consumo compulsivo es muy alta; por ejemplo, en Hungría o República Eslovaca, no así en México. Sin embargo, mientras que los hombres redujeron recientemente el consumo diario a menos de la mitad, las mujeres lo duplicaron. El consumo semanal y mensual aumenta en ambos géneros, pero el aumento en las mujeres en ambos rubros se duplica en el primer caso (semanal) y en el segundo caso (mensual) más que se duplica (de 1.9 a 4.4%).2

El consumo de bebidas alcohólicas está en el norte del país, pero las muertes por su consumo en el sur sureste. En los siguientes mapas pueden apreciarse que aquellos estados de la República con un nivel de ingreso más alto son los que tienen un porcentaje de la población mayor a 20 años que ha consumido más bebidas alcohólicas a diario o semanalmente. Destacan los estados del sureste, en particular Guerrero y Chiapas, con un consumo relativamente bajo.

Sin embargo, las muertes causadas por cirrosis y otras enfermedades del hígado derivadas del consumo de bebidas alcohólicas por cada 100 mil habitantes fue relativamente alta en estados de menor ingreso. Por ejemplo, mientras que Guerrero y Chiapas tienen un consumo relativamente bajo, en el siguiente mapa puede advertirse una mayor mortalidad por dicho consumo. A partir de una vista rápida de ambos mapas, puede afirmarse que mientras que el consumo es más alto en el norte, la mortalidad es mayor en el sureste. 

En el marco de la pandemia, los primeros efectos se pueden observar en el patrón de consumo de acuerdo con la evolución del gasto de hogares en bebidas alcohólicas por decil de ingreso para los años 2016, 2018 y 2020 reportado por INEGI. El grupo que incrementó por mucho el destino de sus ingresos para comprar bebidas alcohólicas fue el de menor ingreso, el decil I. Se trata del grupo que está más expuesto al consumo de este tipo de bebidas por las variables que inciden en su fácil acceso (bebidas baratas, accesibles en tiendas), por la ausencia de políticas públicas (prevención y tratamiento, presencia del sistema de salud) y por el entorno social (violencia, violencia de género, etc).

¿Qué hacer? La Comunidad Mexicana de Gestión Pública para Resultados, A.C. ha promovido una serie de medidas relacionadas con la gestión pública y las políticas regulatorias e impositivas de gobiernos locales, estatales y federales. Especial atención ha puesto en la urgente necesidad de replantear el marco fiscal, tanto a nivel diseño como a nivel administrativo en los tres niveles de gobierno. La evidencia y la investigación acumulada por décadas indica que la principal herramienta para cambiar la conducta de empresas, consumidores y sociedad es una política tributaria que incorpore la perspectiva de salud sin que ello implique perder ingresos públicos, tan necesarios para fondear un sistema de salud cada vez con mayores retos y sin voltear la vista e ignorar las importantes brechas de género, de ingreso y de acceso a la salud que caracterizarán el México de las siguientes décadas. EP


  1. Una botella de vino de 13 grados de alcohol de 750 mililitros representa 5.89 bebidas estándar, una de cerveza de 5 grados y de 355 ml equivale a 1.07 bebidas estándar y una de tequila de 950 ml de 38 grados equivale a 21.80 bebidas estándar. Ver, estudio de Farfán, Foncerrada, Rodríguez y Sánchez. []
  2. Los datos engloban los resultados para la región de América Latina y el Caribe. Fuente: Organización Panamericana de la Salud (OPS), 2020. No existen aún datos desagregados para México, pero se asume que es una tendencia general dada la muestra de países incluida. []
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