Los bosques rebeldes de Cherán. Análisis etnográfico de las fuerzas y resistencias sociales frente al abuso del poder

Este trabajo obtuvo Mención honorífica en la categoría “artículo de investigación” del Premio MEY 2022, Abusos del poder público.

Texto de 05/12/22

Este trabajo obtuvo Mención honorífica en la categoría “artículo de investigación” del Premio MEY 2022, Abusos del poder público.

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El artículo que presenté al Concurso Los abusos del poder público convocado el Centro de Estudios Espinosa Yglesias consistió en una descripción etnográfica del pueblo indígena de San Francisco Cherán K’eri en la Meseta Purépecha de Michoacán, México, y en él explico la problemática forestal, padecida entre 1985 y 2011, que devastó las reservas madereras de la región. En 2011, el pueblo de Cherán K’eri se levantó en armas contra su propio municipio, contra las instituciones del Estado de Michoacán y contra sus propios vecinos purépechas para defender sus bosques. La insurrección fue la única manera en que estos indígenas lograron salvar algo de su reserva forestal. Sin embargo, de esto ya se ha escrito mucho desde distintos ángulos, disciplinas y mi propuesta no fue la de redactar otra versión más de estos hechos, sino el relatar unos acontecimientos que permanecieron ocultos en un lugar que fungió como un “punto ciego”, y que por una afortunada coincidencia tuve la oportunidad de conocer. 

“Dicho de otra manera, todo el poder posible, tanto el legítimo como el ilegal, se mantuvieron juntos y empeñados en deforestar los bosques de Michoacán…

En la segunda parte, el texto describe las acciones de resistencia que realizaron un grupo de cheranenses a los que llamo “los compadres” para defender sus tierras, ante la tala desmedida de árboles, pues los intereses que deforestan la meseta purépecha forman parte de una sofisticada red impulsada y protegida tanto por el crimen organizado como por las instituciones públicas. Dicho de otra manera, todo el poder posible, tanto el legítimo como el ilegal, se mantuvieron juntos y empeñados en deforestar los bosques de Michoacán; a pesar de ese inmenso poder, un puñado de hombres sencillos, lograron desarrollar tácticas de resistencia que nos permiten comprender mejor cómo ocurrió el levantamiento de 2011.

Aunque soy antropólogo, me considero más un etnógrafo. A lo largo de mi formación me he dedicado a comprender la complejidad de las instituciones indígenas, su ritualidad, su pensamiento y sus formas de gobierno, lo cual me ha llevado a observar también fenómenos tales como las crisis de identidad, la depredación de recursos y la pauperización de aquellos territorios indígenas que antes se llamaba “regiones de refugio”.  El tipo de investigación que desempeño se llama etnografía y consiste en realizar una redacción que describa la experiencia de vivir en un mundo indígena y que al mismo tiempo la explique; para lograr una etnografía se requiere estar dispuesto a pasar largas temporadas en el lugar de estudio hasta acostumbrarse a estar ahí, interactuar respetuosamente con el lugar hasta que el lugar también se acostumbra al investigador y se aceptan mutuamente.

Desde hace años, colaboro con un fotógrafo checo quien retrata imágenes de las tradiciones purépechas, particularmente del pueblo de Cherán K’eri. Él se llama Pavel Hroch y nos unen amistad y trabajo. Por la iniciativa del empresario Fredo Arias King, Pavel tiene la encomienda de crear un libro de fotografías sobre el pueblo de Cherán K’eri y yo la de redactar textos que dialoguen y, en la medida de lo posible, expliquen las impresionantes imágenes que Pavel logra con su cámara. Para lograr este objetivo, Pavel y yo, desde hace dos años realizamos temporadas de trabajo de campo en la Meseta Purépecha. Él captura fotografías y yo observo y escribo mis notas. Nos entrevistamos con toda clase de personas y tratamos de acompañar cuantas actividades nos sea posible, desde las más cotidianas y comunes hasta los actos rituales y ceremonias más espectaculares, como la del Corpus Christi o las danzas de kurpitis y changos.

“Muchas de las conversaciones que entablamos con purépechas cheranenses tratan sobre el levantamiento de 2011. Me parece que en Cherán se ha creado una especie de “historia oficial” que se repite una y otra vez”.

Muchas de las conversaciones que entablamos con purépechas cheranenses tratan sobre el levantamiento de 2011. Me parece que en Cherán se ha creado una especie de “historia oficial” que se repite una y otra vez. No es una versión crítica, sino una narración maniquea que divide a los actores en “buenos” y “malos”. Así, literalmente, los cheranenses les llaman a los talamontes, “los malos”, sin matizar ni intentar comprender la complejidad del problema.  Al intentar alejarme de esta clase de narraciones, trato de encontrar las distintas interpretaciones de esos mismos hechos desde otros puntos de vista, construyendo algo parecido a un mosaico de visiones.

Estando en una fiesta, a mediados de 2020, en una comunidad de la meseta purépecha, que pudo ser Comachuén, Quinceo o Arantepakua, Pavel sostuvo una conversación aparentemente trivial con un hombre mayor, un purépecha como hay muchos otros. Como Pavel encaja en el estereotipo de “gringo”, es acosado constantemente por la misma batería de preguntas: “Where you from?” Y él responde pacientemente, una y otra vez: “no soy de Estados Unidos, no hablo inglés, soy de la República Checa, de un lugar que está cruzando el mar por el oriente…”. En esa ocasión, resultó que el interlocutor era originario de Cherán. Pavel me dijo más tarde: “me topé con un hombre que me comentó que tenía una versión distinta de la historia del levantamiento”. Como semanas después Pavel coincidió con este hombre, se pudo arreglar un encuentro entre los tres. 

El hombre, que en el artículo aparece como don Pedrito, me otorgó el permiso de grabación y durante 3 horas narró una historia sorprendente por todas partes. En principio, don Pedrito dijo que aquello que iba a contar nunca lo había dicho a nadie más, pero que había recibido la instrucción de su compadre Chico (el protagonista) de narrar esa historia “a alguien” para que se supiera lo que ellos habían hecho por la defensa de los bosques. 

La narración que grabé fue dicha con el lenguaje propio de un hombre rural y sencillo, la cual además era coherente —desde un punto de vista racional— y, al mismo tiempo, contaba con varios matices mitológicos, pues los purépechas, como todas las personas, condimentan las narraciones con su propia cosmovisión. Transcribí la grabación y analicé los hechos descritos construyendo una línea del tiempo que fuera acorde a las noticias y fuentes bibliográficas. Todos los datos resultaron congruentes. Posteriormente, salí a buscar personas que pudieran ofrecer versiones alternas de estos mismos hechos y todas las entrevistas confirmaron su verosimilitud. 

“Chico no soportaba la idea de ver talar un árbol y se impacientaba con aquellos funcionarios públicos abusivos, fue famoso por montar en cólera ante estos hechos y por sus encendidos arrebatos”.

Dos entrevistas a los hijos de Chico me sacudieron. Detrás del personaje se encontraba una historia personal muy intensa que tejía una trama que iba de lo psíquico a lo cultural, pasando por lo político y lo ideológico. Resulta que en la personalidad del protagonista sobresalía un rasgo de intolerancia: Chico no soportaba la idea de ver talar un árbol y se impacientaba con aquellos funcionarios públicos abusivos, fue famoso por montar en cólera ante estos hechos y por sus encendidos arrebatos. Resultó que todo este complejo se explicaba por un trauma de la infancia, tan dramático como esclarecedor.

Estos entramados los compartí a algunos académicos y personas de alta cultura, quienes se sorprendieron. Fue Pavel quien me dijo: “eso tiene matices de tragedia griega”. Fue entonces que me puse a construir un texto que ofreciera una explicación sociológica sobre el problema de la tala inmoderada: cuáles son las fuerzas que actúan para obligar a las personas a derribar árboles y vender su madera. Cobré conciencia de que numerosos factores influyen: la migración, las divisas, las preferencias electorales, las modas generacionales, la pérdida de patrimonio cultural, la intervención de tecnología, los mitos y las fiestas. Fredo Arias King me compartió una de las pistas más importantes para descifrar ese nudo gordiano: observar el papel que jugaron los partidos políticos en el levantamiento de Cherán. El texto que redacté fue una combinación de explicaciones tanto de la situación económica, política, social y cultural del pueblo resistente y digno de Cherán como de hazañas y anécdotas personales de esos campesinos que llamo “los compadres” hasta llegar a lo más profundo de la personalidad de uno de los protagonistas. 

Cuando terminaron las correcciones de estilo, entregué todos los materiales a don Pedrito, los audios de las entrevistas, la transcripción y el artículo. Desde entonces he compartido varias reuniones con el resto de “compadres”. El siguiente paso que propuse fue publicar el trabajo en una revista académica e intentar organizar un foro en donde los compadres pudieran ser vistos y reconocidos por académicos de las distintas universidades y centros de investigación. Tenemos el propósito de que el lector tome conciencia de que las fuerzas que se combatieron en Cherán K’eri de alguna manera siguen activas y que estos señores requieren cierto nivel de protección pública, que podría iniciar en los reflectores y vitrinas académicas. Fue entonces que apareció la convocatoria del concurso del Centro de Estudios Económicos Espinosa Yglesias en las redes sociales y decidí participar con el fin de darle visibilidad a estas personas, a su lucha y a su dignidad; quizá con la mención honorífica lograda, su labor sea mejor recibida en Cherán y replicada en el resto de las comunidades purépechas en donde también hay compadres como ellos, dispuestos a defender los árboles y los seres que habitan el monte, personas indígenas que luchan por un patrimonio vivo que no sólo es de ellos, sino pertenece también a toda la humanidad. EP

Lee aquí el texto completo.

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