Boca de lobo: Sácale carnita a tu hueso seco

En esta columna, Aníbal Santiago escribe sobre las declaraciones públicas de Gerardo Fernández Noroña tras no haber sido considerado para un puesto de relevancia política en el futuro ordenamiento presidencial.

Texto de 01/07/24

Noroña

En esta columna, Aníbal Santiago escribe sobre las declaraciones públicas de Gerardo Fernández Noroña tras no haber sido considerado para un puesto de relevancia política en el futuro ordenamiento presidencial.

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Cuando en la comida corrida ya pasaste tanto por el consomé como por el arroz con huevo estrellado y es hora de que te entreguen tu pollito con mole —una pierna, digamos—, la pieza vale por su carne. Uno evoca a su ser primitivo y clava los dientes más grandes y poderosos, los incisivos, para sentir el desgarro de la carne animal y cómo se rompe sin remedio el tejido dentro de esa abertura íntima: la boca.

“Como ratoncitos traviesos mordisqueamos los mínimos restos cárnicos que nos encantan, y luego hasta chupamos el hueso…”

Desde luego, queremos carne porque desde ella se desprenden el sabor y el valor alimenticio, la “proteína magra de alta calidad con aminoácidos esenciales”, precisan los nutriólogos.

Pero seamos justos: esa pierna que después trasladaremos a los molares para machacar y más tarde digerir no sería nada sin hueso. El hueso es esencial pues por su adherencia el músculo se mantiene saludable, macizo, sabroso. El hueso insufla vida a la carne muerta.

Sin hueso la carne no es nada. Al terminar la abundante envoltura carnosa, husmeamos a los costados para disimuladamente corroer los restos de carne, porque los mexicanos sabemos que la carne pegada al hueso es la más sabrosa. Como ratoncitos traviesos mordisqueamos los mínimos restos cárnicos que nos encantan, y luego hasta chupamos el hueso, que es como tocar el allegro, el final de la sinfonía alimenticia. “Hueso, gracias”, tendríamos que agradecer antes de pedir la cuenta.

Ni modo, esta columna no es sobre gastronomía y ahora debe hablar de política. Dejemos un instante las comidas corridas. La semana pasada asistimos a un momento interesantísimo de nuestra vida política. Interesante y, además, divertido y revelador. El diputado Gerardo Fernández Noroña, tercer lugar en las encuestas presidenciales de MORENA, reclamó públicamente que esa medalla de bronce no la premiaran con un buen hueso, calentito y recién salido de la olla, jugoso y con rica carnita, como —aseguró— el partido le había prometido, sino con un hueso reseco, viejo, pellejudo, sin carne ni valor nutritivo: una senaduría plurinominal. Gerardo pretendía un puesto en el gabinete o la coordinación de su bancada en las cámaras de diputados o senadores. “¡Trampa!”, reclamó pintoresco, chusco, entretenido como es él. Apreciemos al señor barbado: en México muy pocos políticos nos hacen reír.

Por años, el presidente de la república ha insistido que en este tiempo lo esencial son los “principios y valores”, y que nadie en la transformación que encabeza cometerá la ignominia de ser un “ambicioso vulgar”. Importa el movimiento, y el movimiento es pueblo. O sea, sé parte del pueblo y defiéndelo; lo demás es irrelevante.

¡Oh, sorpresa!, Férnandez Noroña, con el escenario de su biblioteca repleta, soporte ideológico en papel de sus valores y principios, se olvidó de ellos y solo se acordó de los cargos, soporte pero del poder. La senaduría plurinominal que le otorgaron le representa nada. Hace tiempo, una mujer-símbolo del PRI más vergonzoso llamada Karime escribió: “Merezco abundancia”. A su modo jocoso, Noroña nos dijo: “Merezco abundancia”.

López Obrador, el “camarada presidente” —como el legislador lo llama— le respondió: “Ese acuerdo se hizo con militantes y dirigentes de MORENA”. Y la futura presidenta le aclaró: “Entró a la encuesta propuesto por el PT. Las reglas están ahí planteadas para quienes pertenecemos a MORENA”. Colores, no principios ni valores.

Y entonces Gerardo, acongojado, cuestionó si en serio no habría un mejor cargo para él: “¿Y yo, que soy de MORENA y que soy del PT y que soy del Verde y que soy del movimiento y que soy del pueblo?”, rogó.

“Gerardo, a mordisquear, a sacarle carne a tu hueso seco. Algo es algo, hueso es hueso.”

Podrás ser todo, pero eso te hace ser nada. Podrás jurar que compartes principios y valores y ser del movimiento pero tu sangre no es guinda. El poder es guinda. Para los guindas la pata de pollo con carne tiernita y abundante, y su huesito jugoso.

Esto es México. ¿Los huesos suculentos? Exclusivos para los cuates. Gerardo, a mordisquear, a sacarle carne a tu hueso seco. Algo es algo, hueso es hueso. EP

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