Ante el imbatible azote de la violencia y el crimen organizado, Aníbal Santiago se cuestiona si la soberanía nacional debería estar por encima de la seguridad y la vida de los mexicanos.
Boca de lobo: ¿Qué prefieres: muertos con soberanía o vivos sin soberanía?
Ante el imbatible azote de la violencia y el crimen organizado, Aníbal Santiago se cuestiona si la soberanía nacional debería estar por encima de la seguridad y la vida de los mexicanos.
Texto de Aníbal Santiago 19/11/24
Cuando en el atril de Palacio Nacional la presidenta dijo que México es un país “soberano”, la palabra surgió dorada, pulida, centellante, como si no emitiera únicamente 8 letras con algún significado, sino que de su boca estuviera saliendo el santo grial.
La palabra “soberano”, más que una palabra, fue la semana pasada la copa que contenía la sangre y el agua emanadas de la herida abierta por la furia de la Lanza Sagrada en el cuerpo de Jesucristo. Una verdad bíblica que no tiene sentido discutir, polemizar, reflexionar.
Claudia Sheinbaum pronunció al santo grial horas después de que el embajador Ken Salazar atacara con la lanza afiladísima del gobierno estadounidense al expresidente López Obrador por haber permitido con su fallida política de “abrazos, no balazos” que al pueblo de México lo sometiera la violencia infinita del crimen organizado.
La estrategia no es nueva: plantar la palabra “soberanía” cuando el gobierno estadounidense opina sobre México, cuestiona a México, lanza la menor insinuación sobre una injerencia en México.
Recorre una muy adictiva sensación a presidentes y presidentas en el instante en que reclaman al país vecino respeto mediante la palabra “soberanía”; quizá en sus mentes se dibuja una heroica imagen de monografía de papelería: el cura Hidalgo agita la bandera tricolor en lo alto del Campanario de Dolores, y de pronto su cabeza calva es sustituida por la de ellos, Andrés o Claudia.
En la denuncia (tardía, desde luego) de Ken Salazar hubo además una revelación: Estados Unidos ofreció 32 millones de dólares (suena a poco dinero pensando en la tarea titánica de seguridad) para combatir a los cárteles, y el gobierno de la 4T los rechazó.
Claro que aceptar dinero para luchar contra la delincuencia es un asunto delicado, hasta sospechoso, y más si viene de parte de Estados Unidos, que algún momento pedirá algo a cambio. En este caso, apoyo podría parecerse extorsión. Pero en un gobierno mexicano con otro espíritu la declaración del embajador habría servido para abrir un debate nacional que oficialmente se llame “No podemos solos”.
Hasta ahora, las estrategias contra el narco han sido dos. Una, la de los sexenios de Felipe Calderón y Enrique Peña, en los que se atacó frontalmente (y ciegamente) a organizaciones criminales más poderosas que el Estado, y esa opción costó a México 280 mil muertos (en números redondos). Y dos, la estrategia de López Obrador, que eligió los abrazos y la solicitud a las mamis de vigilar a sus hijos, y que costo a México cerca de 200 mil muertos.
Ambas estrategias fueron un desastre y han significado medio millón de asesinados. Necesitamos seis “Estadios Aztecas” para meter a los cadáveres que han dejado las tres administraciones.
Cuando uno, en cualquier reto de la vida, no puede solo, acepta la ayuda del otro. Si intento empujar mi auto que se quedó sin gasolina, soy incapaz por el peso y viene alguien más a ayudarme, no le digo: “Vete, respeta mi soberanía”. Como sea, debo mover el auto.
Este año se cumplen 203 años de que Agustín de Iturbide firmó la Independencia, 203 de años de que oficialmente tenemos soberanía, y México es un país de caos demencial y macabro que ni lejanamente ve un hilito de luz en la lucha contra el narco. No ha servido de mucho la soberanía para alcanzar la paz, y somos por mucho la nación más sangrienta del mundo. Habría que preguntar a las madres, padres, herman@s del medio millón de mexican@s asesinad@s qué hubieran preferido, si tener a sus seres queridos muertos en un país con soberanía, o vivos y a su lado en un país sin soberanía. Me temo que habrían optado por lo segundo.
¿Pedir ayuda de dónde? De donde sea, pero no podemos estar así (o sí). ¿Ayuda de Estados Unidos? ¿De la ONU a través de los Cascos Azules, quienes —según ellos mismos— “protegen a la población frente a amenazas y facilitan el surgimiento de un entorno seguro y una paz duradera”?
Como la soberanía no es el santo grial, México necesita ayuda. Urgente. No podemos solos. EP
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