Boca de lobo: El INAI y la risa del Guasón

Aníbal Santiago escribe sobre la futura desaparición del INAI y las posibles consecuencias que esto tendría para la vida pública y el acceso a la información.

Texto de 03/12/24

INAI

Aníbal Santiago escribe sobre la futura desaparición del INAI y las posibles consecuencias que esto tendría para la vida pública y el acceso a la información.

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México es un país habituado a la involución o por lo menos al empantanamiento en las distintas áreas de su realidad. Los gobiernos pasan, pero poco pasa con los grandes dramas nacionales. Caminamos para atrás, o no caminamos, y si lo hacemos es con pasos breves, mínimos, imperceptibles. Con una excepción, con una gigantesca excepción que iluminaba todas las otras áreas oscuras, los recovecos macabros: la transparencia.

“Los gobiernos pasan, pero poco pasa con los grandes dramas nacionales.”

El INAI (Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales), al que el periodismo explotó con sagacidad, inteligencia, rigor y profesionalismo durante 22 años, nos volvió un mejor país, porque con sus datos hizo pública la heterogénea ilegalidad gubernamental y acaso la ralentizó —con el escarnio que supuso para las autoridades la divulgación de su transgresión a la ley.

Con la información aportada por el INAI conocimos muchas de las atrocidades de Ayotzinapa, el saqueo a SEGALMEX, los abusos de la Guardia Nacional, la Estafa Maestra, las anomalías en la construcción del Tren Maya, la existencia de las fosas tamaulipecas de San Fernando con sus 196 cadáveres, los sobornos de Odebrecht a funcionarios mexicanos. Y para seguir solo enumerando casos, desde los pequeñitos hasta los monumentales, quizá haría falta un libro (gordo).

Y también el INAI ayudó a sofisticar los métodos analíticos del periodismo y, algo fundamental, a mejorarlo. Ajá, así como lo leemos. Antes del INAI la información gubernamental no solía hacerse pública, o se hacía pública solo la que el gobierno propagaba. Es decir, se conocía la información que servía como propaganda. Y entonces, el periodismo maniatado que buscaba conocer la realidad y sus rincones más oscuros estaba obligado a caminar por el filo de la ilegalidad para obtener información confidencial. La más importante, las filtraciones: una fuente motivada en revelar información de la institución de la que era parte compartía documentos, muchas veces fuera de la ley. El problema, desde luego, era que ese documento podía ser información parcial, sesgada, porque su propósito difícilmente era crear un país más próspero y justo, sino tenía un interés individual. La compleja realidad se limitaba al documento que entregaba al medio de comunicación, con la visión estricta de una de las partes. Y la autoridad delatora se protegía con el anonimato: “No dices quién te dio este papel”. Y además, no seamos ingenuos, sucedía algo grave: el funcionario, la funcionaria, con ese regalo podía construir un puente de complicidad con el periodista. “Yo ya te di; en retribución espero que me des, o sea, que me trates bien”. Para cerrar el acuerdo, la alianza poder-medios a veces sufría otro agravante: “Tú revelas lo que quiero, yo te doy pauta publicitaria (o chayote para que mejores tus finanzas)”.

Es decir, el INAI sirvió para fortificar a la prensa porque esta no necesitaba acudir a la filtración para obtener buena información.

Y volvamos a 2024. Con el apoyo ciego de la mayoría legislativa, el gobierno está desapareciendo al INAI que tantas veces lo puso en jaque. En este ajedrez, ¿el periodismo ya se resignó a perder? No, sin el INAI el regreso de la filtración está latente. “¿No me das información por derecha? Me obligas a buscar por izquierda”.

“por el INAI conocimos muchas de las atrocidades de Ayotzinapa, el saqueo a SEGALMEX, los abusos de la Guardia Nacional, la Estafa Maestra…”

Aunque la sonrisa de la 4T casi le desgarra la cara, la desaparición del INAI tampoco le conviene. Volverá el juego de la filtración, por no mencionar más métodos de los viejos tiempos: espionaje electrónico, robo de documentos, soborno, usurpación de la identidad, vigilancia paparazziana de funcionarios, hackeo espía en sistemas públicos. Quizá la risa de Guasón por la muerte del INAI al gobierno pronto se le descomponga. EP

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