Aníbal Santiago escribe sobre las próximas elecciones del Estado de México.
Boca de lobo: Un concurso de gritones en plena tragedia
Aníbal Santiago escribe sobre las próximas elecciones del Estado de México.
Texto de Aníbal Santiago 14/02/23
Con un alarido descompuesto, forzando la tráquea, las amígdalas, la epiglotis, lijando el esófago con el arrebatado aire caliente descargado por sus pulmones, el domingo 12 de febrero Mario Delgado vociferó ante una muchedumbre mexiquense: “¡Podrán acercar su evento, pero lo que no pueden es acercarse en las encuestas, en las que están a más de 20 kilómetros de distancia de nuestra precandidataaa!”. Lo que pretendía esa ocurrencia verbal era jugar con la cercanía geográfica de los cierres de precampaña —ambos en Texcoco— de la aspirante de su partido al gobierno del Estado de México, Delfina Gómez, y de la elegida por el PRI y sus aliados, Alejandra del Moral.
Cosa inocua, frase vacía, remedo de chistorete. Pero para enunciarlo el presidente de Morena sintió necesario desgarrar su garganta.
A unas cuadras, “Alito” Moreno, un presidente del PRI al que todos damos ese apodo tierno y cariñoso pese a lo espantoso de su joven “dinosaurez”, aullaba el apoyo a Del Moral: “¡No les vamos a fallar. Juntos vamos a ganaaaar!”. El político dijo eso con una camisa roja cuyo frente decía “ALITO” en letras gigantes —lo esencial es posicionarse él— y a través de otro impresionante grito que peleó el liderato en decibeles por el que Mario Delgado luchaba con fiereza.
En este país, las precampañas y campañas son un engaño sistemático a la población, que oye una gritona retórica patriotera sobre las transformaciones que vendrán y nunca vienen. En realidad, ni a engaños llegan porque a toda esa gente normal la experiencia la ha instruido por años: le están diciendo mentiras. Lo sabe bien. Pero las multitudes asisten, ya sea porque les pagan unos pesitos, les regalan un Jarrito de tamarindo o una torta de El Chavo, porque existe la promesa de un cargo para sí mismo o su superior, o porque al faltar a la lista arriesgan su chamba. Claro que habrá dos o tres raros adeptos que por convicción llegan con su gorrita pese a la amenaza de una insolación, pero lo usual es que las personas acudan tras la firma tácita del engaño: “voy al evento haciendo como que estoy contigo, mientras tú, político, subes al templete, te mueves, sonríes y gritas haciendo como que estás conmigo”.
Todos falsos, todos contentos.
Analistas, ciudadanos, políticos, coinciden en que las elecciones del Estado de México el 4 de junio servirán para tres cosas: serán un laboratorio para examinar la efectividad o inutilidad de las alianzas en la elección federal de 2024, un delicioso primer plato que anticipa el banquete de la repartición de candidaturas en esos mismos comicios y, por último, una muy certera maqueta del pachangón de la democracia cuyo clímax será el 2 de junio del próximo año.
¿Y El Estado de México? ¿A quién le importa el Estado de México? A nadie o a muy pocos. La complejísima, caótica, enmarañada entidad, microcosmos de todos los males de México, importa solo porque es un trampolín para algo mejor, es importante solo porque permite al poder pasar al Super Tazón y regodearse.
En el Estado de México son pobres o pobres extremos casi 10 millones de personas, el 57 % de su población. Es junto con Nuevo León puntero en feminicidios entre todos los estados. Es sede de ocho grupos de la delincuencia organizada, entre ellos La Unión de Tepito y el Cártel Jalisco Nueva Generación. Y junto a otros cinco estados, concentra 49 % de los asesinatos a nivel nacional.
Eso no importa ni un pepino; importa que el Estado de México es un botín político y una estrategia para engordar ese botín. Por lo pronto, los que se tendrían que hacer cargo de ese desastre siguen jugando a quién grita más fuerte, como hacía Chabelo con su público. Y si guardábamos alguna esperanza, dice la ciencia que gritar aumenta el cortisol, la hormona del estrés que impide pensar con claridad para buscar soluciones. No soñemos, en el concurso de gritones lo que menos hay son ideas para que algún día prospere la entidad de la tragedia. Como no tengo ideas, y ni siquiera me interesa tenerlas, grito. EP
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