Aníbal Santiago nos ofrece en este texto una denuncia sobre los límites que se pueden cruzar por seguir las aspiraciones presidenciales.
Boca de lobo: Los mirreyes verdes coronaron a su reina
Aníbal Santiago nos ofrece en este texto una denuncia sobre los límites que se pueden cruzar por seguir las aspiraciones presidenciales.
Texto de Aníbal Santiago 13/06/23
Vivimos revolcados en un merengue
Y en el mismo lodo
todos manoseados.
¡Hoy resulta que es lo mismo
ser derecho que traidor!
¡Ignorante, sabio o chorro [ladrón]
generoso o estafador!
En dos estrofas tangueras, el compositor Enrique Santos Discépolo sintetizó la impudicia, el cinismo, la desfachatez del siglo xx. Sí, se refería a todo eso, pero como un rasgo de un estricto período de 100 años: 1900—2000. Ni un día más. “¡Siglo xx!”, aclara la letra de “Cambalache”.
Mal cálculo. Ojalá esos atributos hubieran tenido fecha de caducidad en el 2000. Dulce sueño. Pues no, la sabiduría del músico argentino posee una dimensión universal, persiste a 23 años de que el siglo xx acabara y aplica lo mismo para Moscú, Pekín, Caracas o Huixquilucan.
Para probar la inteligencia de Discépolo, que nuestra vista satelital inicie contemplando la totalidad del globo terráqueo, ahora se centre en el norte de América y caiga justo en ese boscoso municipio mexiquense. Ahí, la persona que más posibilidades tiene de ser nuestra presidenta, Claudia Sheinbaum, en un lujoso salón atiborrado de los mirreyes que por tradición han encabezado el Partido Verde, e incluso alzando la mano a tres de esos mismos mirreyes, gritó feliz: “¡Viva el Partido Verdeee!”. Los mirreyes verdes coronaron a su reina.
Sí, la hija pródiga, la consentida, la favorita del presidente, la mujer a la que elogia por ser, como él, una demócrata con principios a prueba de balas, la semana pasada lanzó “vivas” al histórico partido del oportunismo y la corrupción. Al partido del clasismo y el racismo, tan manoseados por el discurso oficial.
A Andrés Manuel le podrán decir: “Tramposo, violento, desvergonzado”; sin embargo, certero como nadie en sus cálculos políticos, jamás hubiera gritado ante una multitud: “¡Viva el Partido Verde!”. A lo sumo se dará un abrazo público con Manuel Velasco, y hasta ahí. Sheinbaum cruzó la frontera. Y se dio cuenta: por eso, horas después eliminó del video el momento de los vítores al partido creado por “El Niño Verde”, Jorge Emilio González, y su familia. ¿Por qué lo editó? Porque sabe que no le conviene mostrarse sin principios. No importa que no los tenga; importa que la gente sepa que carece de ellos.
La afrenta está cometida, ni modo. Con una sonrisa que se le salía de la cara, gritó: “¡Viva el Partido Verde!”. El Verde, parásito partidista de México, partido-negocio de “amiguis”, jóvenes y acaudalados, dispuestos a aniquilar reservas naturales como manglares para alzar hoteles de gran turismo (a cambio, desde luego, de millones de dólares bajo la mesa).
A ese partido sin principios, a ese partido que roba, miente y traiciona, Sheinbaum —de primoroso chalequito verde— le deseó vida eterna descerrajándose la garganta. ¿La disculpamos porque editó el video —“como si fuera ese novio de la secundaria que te daba pena” (escribió el analista Max Carranza)—? ¿Olvidamos? La memoria no edita, ni mutila, ni olvida. En todo caso, sirve para pensar. ¿Por qué lanzó esos “vivaaaas”?, porque para ser presidenta le conviene. O dedujo que le convenía (votos son votos). En la mente colectiva quedará, sin ediciones digitales, la prueba de que los políticos que se llenan la boca de la palabra “pueblo” se la llenaron ahora con porras a los peores enemigos de su entrañable pueblo. Todo con tal de alcanzar el poder. Y si prescindir de moral labra el camino, adiós moral.
El periodista Javier Risco entrevistó a Mario Delgado, presidente de Morena:
—¿Neta el Verde?
—Neta qué. A mí me encantan sus votos en la Cámara de Diputados.
—Por valores, ni hablar…
—En el tablero de la Cámara, cuando tienes dos terceras partes, qué felicidad. Y ellos no piden nada; estar con Morena les da prestigio político.
Para cerrar el diálogo, Delgado complementó así: “Esto es política”.
O sea, política = fango.
Ya lo dijo el tango: ¡hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor! EP
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