Ahora que ha llegado el fin de este sexenio es momento adecuado para hacer un balance en el ámbito educativo y reflexionar sobre los resultados. Para evitar caer en la simple enumeración de cifras e indicadores, que a menudo carecen de un marco interpretativo y ofrecen escasa claridad sobre los acontecimientos y el progreso, realizaremos un balance basado en las promesas de campaña. Estas promesas reflejan una sensibilidad política hacia las preocupaciones ciudadanas y permiten una evaluación más precisa del desempeño de una administración.

“Se cancelará la mal llamada reforma educativa” afirmó Andrés Manuel López Obrador al asumir la presidencia de México el 1 de diciembre de 2018. Esta fue la consigna más importante en materia de educación para el gobierno de la llamada “Cuarta Transformación de la vida pública” (4T). En este sentido, se propuso reparar los daños causados por la reforma educativa impulsada durante la presidencia de Enrique Peña Nieto que buscó transformar el sistema educativo mexicano a través de la evaluación docente y la autonomía de las escuelas. Esta reforma no fue bien recibida por el magisterio, quienes argumentaron que las evaluaciones eran punitivas y no contribuían a la mejora educativa, pues no abordaban las necesidades reales de los estudiantes y las comunidades. En ese contexto, la promesa de López Obrador de cancelar esta reforma se convirtió en un punto crucial de su campaña y posteriormente de su gobierno, durante el cual se promovieron una serie de políticas y reformas para revalorizar al magisterio, reivindicar la educación pública como un derecho y promover la inclusión y equidad.

La cancelación de la reforma no significó su completo desmantelamiento, pero sí se llevaron a cabo acciones concretas para reconfigurar la educación en nuestro país. Particularmente la relación con los maestros que ha pasado de la desconfianza y persecución al reconocimiento como profesionales en el proceso educativo. En consonancia, se puso fin a una evaluación que vulneraba sus derechos laborales. Desapareció el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE), creado para evaluar a través de exámenes estandarizados y auditorías, y en su lugar se estableció la Comisión Nacional para la Mejora Continua de la Educación (Mejoredu), enfocada en el diagnóstico y análisis, aunque hoy está en riesgo de desaparecer debido a que entregó resultados pobres y no logró un impacto en la mejora de los aprendizajes. Por su parte, la Unidad del Sistema para la Carrera de las Maestras y Maestros (USICAMM), organismo encargado de la asignación de plazas y promoción docente, sigue operando bajo criterios cuestionables e ineficientes, que no solo afectan laboralmente a docentes, sino que han dejado miles de clases sin cubrir. De cualquier forma, poner fin a la evaluación constituyó el inicio de una alianza entre la cuarta transformación y el magisterio, elemento fundamental para emprender su proyecto educativo: la Nueva Escuela Mexicana (NEM).

Aunque es cierto que contar con el respaldo de las maestras y los maestros del país tiene un valor político significativo, su importancia no se limita únicamente a este aspecto. Los maestros tienen contacto directo con cada niña, niño y joven, con las familias, y forman parte de la comunidad escolar. Su experiencia y formación les permite tomar decisiones en las aulas y propiciar condiciones para la mejora de los aprendizajes y de la convivencia escolar. Esto lo tiene claro la NEM; por eso reconoce y funciona con la autonomía docente, con el contexto de cada escuela y la singularidad de cada estudiante, con el objetivo de atender necesidades reales y reducir tareas administrativas. No es extraño que los maestros hayan recibido con buen ánimo este nuevo modelo educativo cuando llegó a las aulas para el ciclo escolar 2023-2024, después de la emergencia sanitaria por Covid-19 en la que se trabajó con el modelo educativo anterior, lo cual no solo exacerbó las desigualdades tanto entre los estudiantes como los maestros, sino que conllevó una excesiva carga administrativa. En ese momento, la entrega de múltiples evidencias y los formatos engorrosos pusieron en segundo plano los aspectos más elementales de lo pedagógico y tuvo por resultado un aumento en el rezago educativo.

Bajo estas condiciones, la implementación de la NEM parecía refrescante, a pesar de la escaza y confusa información que llegaba a las escuelas. Gran parte de los esfuerzos durante la primera mitad del ciclo escolar 2023-2024 se pusieron en comprender cómo reorganizar la educación en cuatro campos formativos, siete ejes articuladores, implementar metodología de aprendizaje basado en proyectos, producir un documento inédito llamado programa analítico, entre otros aspectos. Otra de las acciones con las que esta administración contribuyó a sumar a los docentes a la NEM como profesionales de la educación fue su participación en la elaboración de los Libros de Texto Gratuitos (LTG). Me parece que estos han sido bien acogidos por las maestras y los maestros, a pesar de la polémica en la discusión pública y lo difuso en las directrices para integrar la metodología por proyectos que se presenta en los LTG. En este contexto el rezago educativo fue atendido tangencialmente. Reconocemos que se trata de un problema complejo que no puede atribuirse a una única causa; factores económicos, de seguridad, pedagógicos, de salud mental, entre otros, se combinan en un desafío que no se resuelve con una sola medida. Quizás la acción más destacada de esta administración fue la implementación del “Programa de Becas de Educación Básica para el Bienestar Benito Juárez”, diseñado para apoyar a niñas, niños y jóvenes en zonas vulnerables. Aunque estas becas no abordan directamente el problema del rezago educativo, sí lograron reducir la tasa de abandono escolar.

Conclusiones

La sensación que queda es ambivalente: si cancelar la mal llamada reforma educativa significaba cancelar la evaluación a los maestros, hay que declarar que esto sí ocurrió. Por otro lado, se reivindicó la imagen del maestro, primordialmente a través de la noción de autonomía docente, que en ocasiones pasa de sentirse del reconocimiento al abandono, es decir, como si quedara en manos de los maestros (junto con la comunidad escolar) subsanar las carencias del Sistema Educativo Nacional (SEN). De cualquier forma, quienes hemos trabajado en las escuelas de educación básica y llevado a las aulas este nuevo modelo educativo y sus libros percibimos con claridad el cambio en el lugar que ocupa la figura del docente, tanto en lo educativo como en el discurso público. No es necesario que cada uno de los maestros concuerde con las propuestas de las NEM o que todas las demandas sindicales se concedan; la relación de la 4T con el magisterio se modificó lo suficiente para contar con su apoyo. Desde luego, esta alianza se fraguó junto al Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), cuya destacada labor ha sido redituable, por lo que al hoy exlíder sindical Alfonso Cepeda Salas le fue confiada una senaduría plurinominal por MORENA que dice que usará para luchar por los derechos de los obreros. Por su parte, la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) que entabló las negociaciones más relevantes con López Obrador, como el incremento salarial y la participación del magisterio en el desarrollo de políticas educativas, logró colocar algunas de sus demandas en la agenda de la siguiente administración, aunque también se ve venir una relación tensa ante el nombramiento de Mario Delgado Carrillo como secretario de educación, pues la CNTE no olvida que él formo parte de quienes impulsaron la controversial reforma educativa en 2013 durante el gobierno de Peña Nieto.

Para cerrar, como mencionamos al principio de este artículo, hay quienes pareciera que piden “peras al olmo” e insisten en revisar los resultados obtenidos en pruebas estandarizadas, como la prueba PISA coordinada por la OCDE, entre otros indicadores, para calificar el desempeño del sexenio que concluye. Sin duda, evaluar un gobierno a través de indicadores puede ser útil; no obstante, resulta más valioso hacerlo en función de los objetivos planteados durante la campaña, ya que estos ofrecen un marco de referencia claro y proporcionan una mejor comprensión de lo que se puede esperar de una administración. En ese sentido, las propuestas de la presidenta electa, Claudia Sheinbaum Pardo, se vislumbran como una profundización de lo iniciado por López Obrador. Ella ha prometido sustituir la USICAMM, pero sin regresar el control al SNTE de la asignación de plazas, sino crear un nuevo organismo en colaboración con el magisterio. Además, retoma la propuesta de otorgar becas universales a estudiantes de nivel básico y de ampliar la cobertura en educación media superior. Al igual que su antecesor, ha designado como secretario de educación a un perfil predominantemente político, sin un destacado desempeño en el ámbito educativo. Con todo, quizás, la alianza con las maestras, los maestros y su sindicato es el logro en materia educativa de López Obrador que más se debe proteger. EP

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