Una forma de explicarnos el mundo. Claudia Ramos y Daniela Rea en conversación con Este País

En esta conversación con dos destacadas profesionales del periodismo contemporáneo en México, Este País quiere ofrecer a sus lectores escenarios veraces del ejercicio periodístico, para que podamos formar un criterio sobre el trabajo de ofrecer información útil, en un contexto de permanente mutación.

Texto de , & 16/01/20

En esta conversación con dos destacadas profesionales del periodismo contemporáneo en México, Este País quiere ofrecer a sus lectores escenarios veraces del ejercicio periodístico, para que podamos formar un criterio sobre el trabajo de ofrecer información útil, en un contexto de permanente mutación.

Tiempo de lectura: 13 minutos

Este País (EP): ¿Cómo ha cambiado la forma de hacer periodismo desde que empezaron a ejercerlo? ¿Cuál ha sido el factor determinante para este cambio?

Claudia Ramos (CR): En mi caso, lo que marca el antes y el después es lo digital, no sólo porque yo vengo de la prensa escrita, de los periódicos, sino también porque los medios digitales han avanzado muy rápido. El periodismo escrito es el único formato en el que había trabajado antes de llegar a Animal Político, que es completamente nativo digital. Ahí empecé de cero, con una herramienta que no conocía, hasta por tema generacional. Antes de empezar Animal Político, tanto Daniel [Daniel Moreno, director y consejero del medio] como yo ni siquiera teníamos cuenta de Twitter ni de Instagram y el Facebook lo abrimos por presiones familiares; no teníamos todas las herramientas que ahora son indispensables para hacer nuestro trabajo. En términos del oficio, lo digital marcó un cambio: desde cómo buscar la información hasta cómo hacerla llegar al lector; lo que implica la retroalimentación inmediata que las redes sociales han permitido al oficio periodístico de medir y de saber quién te está leyendo; de tener la respuesta inmediata de lo que uno informa; de la información que uno genera; del lector casi en tiempo real; de que comenten tu información e incluso te digan si estás mal o estás bien, y de agregar información que pueda servir a lo que tú estás difundiendo.

Otro factor también muy importante en la cobertura ha tenido que ver con cómo consigues información, ya que las redes sociales digitales también han permitido obtener tips de los propios lectores. Leemos: “Oigan, está pasando esto; chequen”. Esta retroalimentación con el lector ha sido fundamental y ha enriquecido el trabajo periodístico. Es diferente a lo que hacíamos en la prensa escrita, donde difícilmente sabías quién te leía o tenías muy claro que tus lectores eran básicamente las fuentes de donde sacabas la información, o sea, el círculo político al que le interesaba la información que uno publicaba.

Daniela Rea (DR): En mi caso, el antes y el después lo marca el trabajar en un medio establecido y hacer una transición al freelance, para luego hacer otra transición a un medio digital. En ese sentido, creo que mi experiencia se podría contextualizar en un momento de precarización laboral muy fuerte. Muchos compañeros salen de los medios tradicionales, ya sea porque son despedidos o porque se han recortado los espacios y se convierten en freelance, pero las condiciones para hacer freelance son muy precarias en el país. Sobre mi transición del freelance a un medio digital como Pie de Página, comparto mucho de lo que plantea Claudia: esta inmediatez de saber si la información está llegando, si está interesando, si está generando conversaciones; también sobre la forma como se obtiene la información, que a lo mejor ya no es solamente la fuente oficial, los colectivos, las organizaciones de derechos humanos o las ONG las que te dan información, como en mi primera etapa, cuando estaba en el periódico Reforma, sino que son los lectores quienes te dan tips. Incluso las mismas dinámicas de conversaciones que hay en el redes, que no te tienen directamente a ti como interlocutor, acumulan información que está ahí disponible. Y es una cosa muy paralela, la coexistencia de la precariedad en el freelance con la creatividad para hacer un trabajo periodístico de calidad, aunque sea en condiciones adversas.

EP: ¿Creen que haya cambiado la percepción del público sobre los periodistas?

CR: Desde mi experiencia, el lector siempre ha tenido una mala impresión del periodismo en términos generales. Su historia en México siempre ha tenido esta carga de periodismo oficialista, de cuáles son las grandes cadenas que han persistido a lo largo de los años y cómo han manejado esta relación tan cercana —de supervivencia incluso— con el poder, y con esto ya sabemos de qué viven y a quiénes responden los medios. Esta lógica de “prensa vendida” está muy arraigada en cierto tipo de lector y ante él tenemos “mala prensa”.

Yo creo que esta irrupción de lo digital, en este contexto de precarización laboral del que habla Daniela, casi es contradictorio a la creación de nuevos medios independientes, que nacimos con tres pesos en la bolsa y hemos aprendido a sobrevivir en el último sexenio, en los últimos diez años, con todo para poder sacar nuestros proyectos, porque de pronto nos vimos metidos en un contexto en donde distintas fuentes de financiamiento voltearon a ver a lo que estaba pasando en México, ver estas semillas que de pronto estaban sembradas. Los medios tradicionales no son una opción, ya que aquí tenemos una nueva herramienta. De pronto se nos empezaron a abrir puertas para proyectos independientes. Ante esta nueva relación con el lector, esto también ha permitido que ciertos medios tengamos —con muchas comillas, una lluvia de comillas— un cierto reconocimiento que no tiene que ver con la visión que siempre se ha tenido de los medios oficialistas. Esto incluso fue un cambio en la percepción en el último sexenio, pero que a raíz del 1º de diciembre del año pasado ha vuelto a cambiar. Esta relación idílica que los medios independientes vivimos con los lectores en el sexenio de Peña se rompió a partir del primero de diciembre, por toda esta dinámica en la que nos hemos envuelto, por lo que significa la narrativa presidencial de quiénes son los opositores al gobierno y qué representan para estos 30 millones de personas esperanzadas por lo que pueda traer el cambio de régimen, por cómo el trabajo de los medios independientes impacta ahora esta esperanza legítima de la gente de que las cosas puedan cambiar en este país y cómo respondemos en nuestras coberturas diarias a esa esperanza de la gente.

En Animal Político, tenemos la impresión de que el tipo de cobertura que los medios independientes hicimos durante el sexenio de Peña no está respondiendo ahora a la esperanza de la gente de lo que puede pasar en el país; eso nos mete en una dinámica de autorreflexión sobre qué tipo de periodismo tendríamos que estar haciendo ahora, en este contexto del nuevo gobierno. No tanto pensando en cómo ganar a nuestros lectores, sino cómo informar lo que está pasando y al mismo tiempo hacer que el público nos lea. De entrada, por esta esperanza siento que hay un rechazo a que les sigamos informando las cosas que están mal cuando esa es una función esencial del periodismo, revelar lo que está mal justamente para que se modifique, para que cambie, para que se haga bien. Sentimos que hay un rechazo de la gente: “Ya no quiero que me digas qué es lo que está mal; ahora quiero que me cuentes de las cosas que se están haciendo bien, porque yo tengo esa esperanza.” Creo que a los medios nos meten en esa dinámica de ahora cómo vamos a hacer nuestra cobertura informativa sin perder al lector.

DR: Hay un rechazo de la sociedad a los medios en general. “Prensa vendida” es nuestro hashtag ante la sociedad, prensa sicaria. Es bien complicado en un contexto tan polarizado como el de ahora, tan polarizado como antes pero —secundo lo que plantea Claudia— donde hay una esperanza legítima de 30 millones de personas que están no sólo esperando, sino asumiendo que existen esos resultados. Si antes tú cuestionabas al gobierno se celebraba ese cuestionamiento, pero ahora si tú cuestionas al gobierno eres una prensa fifí, sicaria, vendida. ¿Cómo la narrativa que nosotros hacemos en el periodismo puede ayudar a generar espacios de escucha que no sean polarizantes? No solamente se reduce al tema de los chairos y los fifís, aunque no me gusta decirlo así, sino también a un contexto, a un espacio de los buenos contra los malos. Pienso —en estos años de violencia— cómo la prensa puede ayudar a generar espacios en donde se mantenga la conversación, en donde se pueda escuchar el relato de soldados que han matado sin que sean rechazados. Si rechazamos lo que tienen por relatar estos soldados no va a haber posibilidades de que esto cambie, porque aquí estamos todos.

En resumen, es muy compleja la relación de la sociedad con la prensa. Nuestro trabajo, además de informar, tiene que responder a esta posibilidad de generar conversación social, de romper las dicotomías con las que hemos explicado el país y generado esa polarización. Quiero recordar un momento que fue muy luminoso para nosotros como prensa, en el contexto del secuestro de unos compañeros periodistas en Coahuila. Creo que la marcha era: “Nos queremos vivos”. Fue muy bonito: salimos unos mil periodistas a marchar y en la marcha había activistas; las personas que habían sido nuestras fuentes desde las organizaciones de la sociedad civil también estaban apoyándonos y muchos colectivos de víctimas a los que se les había acompañado. Si bien ya pasaron como siete años desde aquella marcha, me gusta tenerla ahí, como un recuerdo de que sí es posible. Quiero creer que sí es posible generar una relación de más conversación con la sociedad y no de rechazo.

EP: Como mujeres ¿han tenido problemas para ejercer la profesión? ¿Han sentido alguna diferencia en el trato? ¿Se han sentido discriminadas de alguna manera?

CR: Somos veteranas en esto, empezamos muy jóvenes. Cuando una empieza jovencita —no sólo en este medio, me imagino que en todos, pero en este en particular— básicamente pasan dos cosas. Primero, las fuentes importantes que se cubrían en ese momento eran las políticas. Supongamos que es algo que ya ha cambiado; estoy hablando de hace casi treinta años. Para todo reportero que empezaba en el periodismo su aspiración era cubrir la fuente política: el congreso, la presidencia, los partidos, porque era la que se publicaba en primera plana, la que le importaba a los medios retratar porque sus fuentes de información eran lo que querían leer. ¿A quién les daban esas fuentes? Pues a los hombres. A las mujeres, sobre todo si estaban empezando, les daban los temas “sociales”: pobreza, derechos humanos, barrios.

Por ejemplo, cuando estuve en Reforma, la sección Ciudad tenía una cobertura por delegación, casi por colonia; era común que la cubriéramos las chavitas solteras que estábamos haciendo nuestras primeras notas. Las fuentes políticas también estaban dominadas por hombres. La forma en que se conseguía la información era desayunando, comiendo, cenando y yendo a bares con estos señores; ni modo que eso lo hiciera una mujer. Hasta la manera de reportear y de conseguir la información tenía una carga machista: los chismes, la información exclusiva que se podía conseguir salía de la relación personal que el reportero pudiera hacer con la fuente. Eso implicaba que te fueras a tomar o a beber con ellos a los bares, a la pachanga a deshoras, algo que, por supuesto, una jovencita recién egresada de la carrera que estaba incursionando en el periodismo no lo iba a hacer. Para poder tener una carrera en el medio en el que estaba una trabajando tenía que pelear, romper y sembrar porque estaba súper coptado por esta idea de que esa fuente era sólo para hombres. Incluso para cubrir la fuente policial, que ha tenido un espacio mayor en las últimas décadas, relacionada con crímenes y delitos, tienes que ir a donde pasan las cosas y relacionarte con la policía, y ese contacto lo tenían que hacer hombres.

Eso por un lado, y por el otro, si con un poco de suerte descubrían que efectivamente eras buena reportera y no tenías que ir a beber con el político para conseguir información; que podías reportear bien, conseguir documentos y sacar información de primera mano —por suerte también había mujeres políticas—, si te asignaban a una fuente política y tenías que cubrir el Senado o la Cámara de Diputados, entonces como reportera te enfrentabas al acoso de tus fuentes de información. Lamentablemente, tengo que reconocer que, cuando comencé a reportear en Reforma y tuve la oportunidad de cubrir al Senado de la República, mi pareja, Daniel, tuvo que acompañarme a mi primer día de cobertura y “presentarme” a las fuentes que él conocía. Decirle a los senadores: “Oiga, ella es Claudia; va estar ahora cubriendo ahora por Reforma…”, pero más que eso era para informarles: “Es mi pareja y no se metan con ella, o sea, la respetan”. No tenían que decirlo así, pero el mensaje era claro. Era hasta un poco humillante tener que hacer eso, aunque en cierta forma yo me sentía protegida. Incluso hubo senadores que, a pesar de eso, les valió. Puedo mencionar a algún senador de un grupo parlamentario, que me mandó a su vocero para decirme que estaba muy interesado en platicar conmigo y que si lo podía ver tal día en tal lado. Por supuesto nunca acepté; era molesto que supusiera que una persona —yo o que cualquier compañera reportera— pudiera aceptar una situación así, cuando obviamente estabas en las oficinas e ibas directamente a conseguir información. Además, el que tu pareja pudiera presentarse y decir: “Oiga… ella es mía y no se metan”. Es una situación muy fea.

Luego una crece y adquiere experiencia, “callo”, ahora sí que literalmente te empoderas. Empiezas a preparar a la gente, empiezas a saber cómo reaccionar y cómo moverte; luego ya te impones y puedes mandar a la gente al carajo y saber con quién puedes trabajar profesionalmente y con quién no. Son esas situaciones bastantes molestas que yo quiero creer que con el paso de los años han disminuido, aunque estoy segura de que muchas compañeras reporteras, aún en estas fechas, podrán contarnos historias de terror iguales.

DR: A mí pasó algo muy curioso. Cuando trabajaba en Veracruz tenía un novio que me iba a ver al puerto y tomábamos café en La Parroquia, de donde salía la “nota del día”. Me tomaron una foto con él y la fueron a pegar al ayuntamiento del Puerto de Veracruz. A la foto, que era tipo paparazzi, le pusieron el nombre de un fotógrafo ya grande, como diciendo: “Te está engañando”. Fue muy humillante llegar a la redacción, a la prensa del ayuntamiento y ver mi foto con mi novio en varias pantallas. Yo no entendía por qué estar con mi novio estaba mal. ¿Con qué derecho a estos güeyes se les ocurre?, ¿qué derecho tienen sobre mí?, ¿por qué sienten que pueden hacer esto o jugarle una broma a este cuate? En Veracruz cubría las notas que nadie quería: del puerto, penales, migrantes, pobreza, pescadores, porque todo el mundo peleaba la fuente política; donde estaba el ingreso era en la venta de publicidad. Entonces, esa situación claramente machista para mí era ventajosa, porque yo no quería ir a la fuente de política; estaba muy contenta reporteando sobre los migrantes, los pescadores y los obreros portuarios. Pero sí, había un sentido completamente de “este lugar no te corresponde”, “este es el espacio importante de la vida pública del país y no es un lugar para ustedes, las mujeres”.

En algún otro momento fui a hacer una entrevista a unos chicos detenidos y acusados de ser narcotraficantes. En la redacción había la sensación de que yo era muy sensible, era la reportera activista. Entonces me mandaron con un hombre reportero a hacer la entrevista, para que no se me doblara el corazón y les creyera todo a los familiares que pedían espacio. Afortunadamente, ese fue el tipo de experiencias que yo enfrenté. Salvo una vez que fui a entrevistar a un político; me encargaron una entrevista con Federico Arreola y me dijo: “A mí no me interesa hablar contigo; pero si quieres, mientras tú hablas, yo te miro las piernas”. “¿Qué hago?”, pensé. Regresé al periódico y muy espantada les conté; claro, me dijeron “ya no regreses”, pero tampoco sé si hubo un pronunciamiento hacia este hombre de parte de los directivos.

Esas son las experiencias que me tocó vivir en el sentido de género. Por un lado, son desventajas, pero también nosotras teníamos la ventaja de que, como las nuestras no eran fuentes importantes, no se metían con nuestro trabajo. Al no ser importante una fuente, generaba un menor control por parte de los directivos, de los medios; tenía libertad para escribir cosas que generalmente no iban a ser publicadas; no tenían espacio para ser publicadas en el periódico y eso creo que nos forma. Son espacios

más nuestros, con un poquito más de libertad. Esa fue una de las razones por las que hicimos la Red de Periodistas de a Pie con Marcela Turati, cuando nos convocó en 2007. El reto era que nuestro trabajo de periodismo social, que era como el periodismo rosa de las redacciones, estuviera bien hecho para que sí pudiera pelear por los espacios “importantes” que les tocaban a los hombres.

También recuerdo haber sufrido mucho por las ganas de ir a hacer coberturas importantes; por ejemplo, la del sismo en Haití. Yo les decía: “Puedo irme yo. Me voy. Pido mis vacaciones. Pago mi vuelo. Sólo necesito que me digan que sí”. La respuesta era: “Sí estás considerada”, pero era la sexta en la fila, después de puros hombres. Y eso sí es muy jodido, que para algunas cosas el género se utilice para beneficio de la institución misma.

EP: ¿Y en su perspectiva familiar?

DR: Yo tuve hijas fuera de una institución; ya no estaba en el Reforma, que es un periódico más formal, y tuve hijas empezando a ser freelance. Eso ha sido bueno y malo, en los dos sentidos, porque no hay seguridad social, pero tengo mis “tiempos”. Yo justo me animé a tener niñas cuando salí del periódico. No es que sea más fácil, manejas más tus tiempos, pero a otro costo. No sé si tú como mamá, Claudia, dentro del medio, también pasaste por cuestiones de discriminación o de machismo.

CR: Por supuesto, porque incluso esto también me marcó un antes y un después; cuando yo decidí embarazarme y tener hijas, me las eché de corridito. Yo me embaracé estando en Reforma, cuando cubría la campaña de Vicente Fox. Conforme mi panza fue creciendo me fueron poniendo a compañeros reporteros: “Como estás embarazada no puedes viajar”. Como si una fuera una inválida, me fueron quitando cobertura; de hecho terminaron bajándome de la campaña. Terminé cubriendo nada más en la Ciudad de México y en el resto de la campaña estaban otros reporteros. Nació mi primera hija y —como necesitaba otros tiempos— me propusieron hacer un cambio. Como ya no me daba la vida para estar al pendiente de mi hija y cubrir partidos políticos, acepté el cambio a Enfoque. Ahí me eché otro año.

Me embaracé por segunda ocasión y cuando nació mi segunda hija, muy lindo René Delgado, que siempre me trató súper bien —yo le tengo mucho respeto, profesional y personal, creo que es una gran persona— terminó diciéndome: “Oye, yo creo que tienes que atender a tus hijas”. Y lo único decente que hicieron fue darme una buena liquidación. No me corrieron de Reforma, pero tuvieron una manera muy elegante de retirarme. Yo les propuse mil y una formas de seguir cubriendo la información de las fuentes que normalmente cubría, pero trabajando más desde casa, y para cualquier cosa que se necesitara nomás iba y luego me regresaba. Me exigían horas de estar sentada innecesariamente en la redacción. Eso amo de lo digital, que podemos trabajar desde casa. Prácticamente me la paso haciendo home office. Pero ante esta charla de que “eres mujer, eres mamá, tienes hijos: ya te fregaste, ya no puedes estar” terminé renunciando al periódico.

EP: ¿Piensan que tienen futuro las publicaciones periódicas en papel? ¿Creen que sobrevivan a esta revolución tecnológica?

CR: Yo no sé si por un tema de medio ambiente o por la crisis que se avecina vaya a haber un momento en que digan: “Oigan, esto ya se acabó porque es insostenible”. Más por esa razón, por una crisis en donde ya no podemos seguir produciendo papel. De otra forma no tengo elementos para pensar que pudiera desaparecer el papel. De cualquier manera, cada vez es más complicado para los medios impresos sostenerse; puede ser por la crisis climática o porque ya no puedan financiarse. No tanto porque a la gente ya no le guste leer papel.

DR: Yo esperaría que no, porque no hay nada como el papel. Hay una cosa muy romántica del tiempo que te permite estar sin prisas. Me da la sensación de que los medios digitales te instalan en una vorágine, porque constantemente hay muchos distractores. Me gusta y me gustaría que permaneciera para siempre ese espacio de sosiego en el que te instalas al leer papel, una especie de calma nostálgica, romántica. Apelo a que eso exista siempre.

EP: ¿Cómo eligen lo que quieren contar? ¿Cómo ha cambiado esto en los últimos años?

CR: Cuando nosotros empezamos Animal Político, teníamos la lógica de la prensa escrita y queríamos cubrir política. Muy rápido, por suerte para nosotros, nos dimos cuenta de que la información que la prensa escrita menospreciaba y rechazaba era la que nuestros lectores querían conocer. Entonces, muy rápido cambiamos la lógica de Animal Político, en el sentido de lo que nos importa contar a los lectores y no en la que siempre ha estado metida la prensa escrita, los periódicos tradicionales, de la fuente política, sino justo las fuentes sociales: ¿qué está pasando con los pobres?, ¿qué está pasando con la violación de los derechos humanos?, ¿qué esta pasando con la corrupción? Y entonces nos empezamos a meter en esta cobertura de causas de, finalmente, información que nuestros mismos lectores nos demandaban: “Oye, está pasando esto, por favor”. Esto podía ir determinado lo que decidíamos nosotros cubrir. Y en ese sentido —yo creo que para bien de todos los medios independientes—, este cambio que el formato digital permitió en el periodismo en México nos dio una veta de cobertura muy rica, muy informativa, nada despreciable, de cómo y qué cosas contarle a nuestros lectores.

Justamente eso lo ligaría con lo que comentábamos al principio. Ahora, con este nuevo concepto político con el que nos encontramos otra vez, estamos en esta dinámica de nuestros lectores que quieren otra cosa; ¿cómo vamos nosotros a determinar, cómo vamos a hacer esta reflexión, cómo vamos a hacer esta planeación de nuevas coberturas, cómo podemos o debemos contarle a la gente las cosas que están pasando en el país? Tenemos que ser muy creativos y muy imaginativos, sin alejarnos de lo que es la esencia del periodismo, para poder encontrar las formas de seguir informando a nuestros lectores.

DR: Yo le hago mucho caso a la intuición, lo que quiero contar y la forma en la que lo quiero contar. Estoy tratando de pensar cómo fue que comencé a escribir ciertos temas. Escribir sobre cuestiones sociales o humanas era una forma de entender el mundo para mi propia experiencia personal, y creo que eso se ha mantenido aunque ya hay más intención política. Sí hay una decisión de poder ayudarme a mí misma a entender el mundo a partir de las experiencias de las personas. EP

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