
Boca de lobo es el blog de Aníbal Santiago y forma parte de los Blogs EP.
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Texto de Aníbal Santiago 13/01/21
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Agotan los lugares comunes, uno tras otro, en que la pandemia nos hace reincidir. Como si el virus también nos confinara las ideas y nuestras neuronas asfixiadas produjeran las mismas palabras hasta extirparles gracia y significado. Ruego ya no oír “resiliencia”, “nueva normalidad”, “desescalada”, “sanitizante”, “rebrote”, “disrupción”. Cada vez que entran a mis oídos siento a mis orejas sangrantes y me cuesta escuchar a quien me hirió.
Sé que ando un poco amargo, pero también me fastidian las ideas pandémicas (que ni a ideas llegan). Ya sabes: “en esta época valoramos lo que realmente importa”, “es momento de dar tiempo de calidad a la familia”, “esto va a pasar”, “si te cuidas tú nos cuidamos todos”, y no digamos “quédate en casa”, que se repite en Google exactamente 14 millones 700 mil veces.
Sin embargo, entre tanto dicho que da clases al prójimo para que no sufra aunque lo termine atormentando, existe un mensaje que circula mucho por ahí y que es más real que esta maldita pandemia que crece monstruosamente. Y esa idea es “ahora el dinero vale más”. Quizá como nunca antes, los que hemos tenido la fortuna de estar en la clase media valoramos cada peso, cada uno, por varias razones: porque el trabajo escasea y ahora llega con más dificultad, porque la pobreza de las calles grita desesperada que la falta de dinero es hambre, porque no sabemos si esto se prolongará seis meses más o tres años y habrá que producir dinero sin pausa si pretendemos comer tres veces al día y tener un techo para resguardarnos. Y además, porque ya casi todos tenemos amigos profesionistas que, desempleados, en Facebook ofrecen galletitas caseras, tapabocas bordados u otro recordatorio de que la clase media hace equilibrio en un alambre y es muy posible caer.
Por eso el “ahora el dinero vale más” que tanto nos toca fue muy lastimado el lunes. Leímos que el gobierno de AMLO, a través de la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (SEDATU), remodelará el estadio de las Guacamayas de Palenque, equipo de béisbol de Pío López Obrador, hermano del presidente. La casa de esa escuadra será el corazón de una remodelación de 89 millones de pesos que incluye áreas circundantes.
“El país sufre una crisis de salud dramática. Cuando miles y miles mueren cada semana y los hospitales ruegan apoyo económico y material, millones y millones de pesos dirigidos, esencialmente, al béisbol.”
En realidad no hace mucha falta explicar por qué eso agravia. Salvo al presidente —que desde su campaña nos mete el béisbol hasta por vía intravenosa y a los que nos fascina nos hace repudiarlo bastante seguido porque lo ha vuelto el deporte oficial— y al propio Pío, a los otros 126 millones de mexicanos esa noticia nos tendría que hacer hervir la sangre.
El sexenio pasado un país entero se indignó de que Angélica Rivera, esposa del presidente, comprara una mansión a Grupo Higa, empresa con contratos de obra pública en la etapa de Enrique Peña Nieto como gobernador del Estado de México. ¿Costo de la casa? 7 millones de dólares.
Por el periodista Raúl Olmos y Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad, el lunes supimos que la SEDATU asignó un contrato a Alz Construcciones para renovar el estadio de las Guacamayas. Su fundador y presidente es Pío López Obrador, hermano del presidente de la república. ¿El costo? 4.5 millones de dólares.
La SEDATU se defendió anoche con un comunicado explicando que la renovación beneficiará a toda la unidad deportiva de Palenque, de la que el estadio sólo es una parte. Pero es evidente que la obra busca favorecer a un interés privado, el del equipo familiar con el que el mandatario ha protagonizado actos públicos. La rehabilitación incluye crear palcos (para público VIP) y 12 locales con fines comerciales en el vestíbulo. Gigantesca, la obra beneficiará —precisó la SEDATU— a 7 mil personas, y costará 4.5 millones de dólares. La desproporción entre beneficiados y costo es inmoral, y se produce, maravillosa coincidencia, en Palenque: 1) donde Andrés Manuel posee La Chingada, su finca de descanso y 2): en el hogar deportivo donde su hermano tiene invertida su lana. Esto huele tanto a PRI.
Lo de ayer tendría que avivar un huracán de indignación parecido al de la Casa Blanca, aunque hay una diferencia. Peña Nieto y su banda tenían claro que México sabía perfectamente que eran bandidos. En cambio, día a día el presidente López Obrador nos repite que su gobierno no es igual, que ellos no son corruptos, que ven por el pueblo. Lo dice una vez y otra y otra y otra, como un martilleo sobre nuestra cabeza, pero cada vez más seguido su mugre emerge. Tan-tan-tan distintos no son.
Durante una pandemia en la que el país se desangra cada peso vale más: ahora el dinero vale más. Y su gobierno está contribuyendo al interés de su hermano con 89 millones que nos pertenecen, son del pueblo, como le encanta decir. EP